Auden – Paisaje con caída de Ícaro

Hoy, en un breve homenaje a Wystan Hugh Auden (1907-1973), compartimos su poema “Musée des Beaux Arts”. La traducción es de Ezequiel Zaidenwerg, y acá se puede escuchar al mismísimo Auden recitar el poema. 

Escribe Edward Mendelson, albacea literario y uno de los principales estudiosos de la obra de Auden, sobre el poema que compartimos: “’La caída de Ícaro’ de Brueghel señala, con discreción, que los eventos de mayor ‘pathos’ e importancia ocurren en escenarios que parecen estar en los márgenes de la historia, lugares ordinarios en los que perseguimos nuestra vidas normales, desatentas. La imaginación poética que acecha lo grandioso y sublime difícilmente pueda molestarse con esas figuras insignificantes perdidas entre la multitud. Pero Auden ve en ellas un ejemplo de la transformación imperecedera que realiza el Cristianismo de la retórica clásica, al invertir el principio de que los asuntos de mayor importancia requieren de un estilo elevado. Si los sufrimientos de un carpintero devenido predicador eran más relevantes para el mundo que la desgracia de los príncipes, entonces el estilo elevado, más allá de su esplendor, será un instrumento limitado, más afín a la estrecha intensidad de la soledad personal que a las infinitas complejidades de las relaciones y la responsabilidad. La víctima animal que muere en el origen del lenguaje—tal como lo imaginó Auden en su ensayo “Escribir”—demostró tener una figura humana, un rostro humano”. 

 

MUSÉE DES BEAUX ARTS 

Sobre el dolor jamás se equivocaban
los Antiguos Maestros: comprendían muy bien
su expresión en el hombre; cómo ocurre
mientras algún tercero está comiendo, o abriendo una ventana
o simplemente caminando por ahí;
cómo, mientras que los ancianos esperan con pasión y reverencia
el nacimiento milagroso, siempre debe haber chicos
sin interés particular porque aquello suceda, patinando
en un lago adonde empieza el bosque:
y tampoco olvidaban
que el terrible martirio debía seguir su curso,
aun en otra parte, en un rincón mugriento
donde los perros siguen con su vida perruna y el caballo del torturador
se rasca su inocente trasero en algún árbol.
Por ejemplo, en el Ícaro de Brueghel: cómo cada elemento
da la espalda al desastre despreocupadamente; quizás el labrador
escuchó el chapuzón, el grito ahogado,
pero eso para él no era motivo de inquietud; el sol brillaba
como debía brillar sobre las piernas blancas que desaparecían
bajo las aguas verdes; y ese barco, tan caro y elegante,
que ha de haber asistido a algo asombroso, un chico desplomándose del cielo,
tenía que llegar a algún lugar, y siguió navegando mansamente.

 

MUSÉE DES BEAUX ARTS

About suffering they were never wrong,
The old Masters: how well they understood
Its human position: how it takes place
While someone else is eating or opening a window or just walking dully along;
How, when the aged are reverently, passionately waiting
For the miraculous birth, there always must be
Children who did not specially want it to happen, skating
On a pond at the edge of the wood:
They never forgot
That even the dreadful martyrdom must run its course
Anyhow in a corner, some untidy spot
Where the dogs go on with their doggy life and the torturer’s horse
Scratches its innocent behind on a tree.

In Breughel’s Icarus, for instance: how everything turns away
Quite leisurely from the disaster; the ploughman may
Have heard the splash, the forsaken cry,
But for him it was not an important failure; the sun shone
As it had to on the white legs disappearing into the green
Water, and the expensive delicate ship that must have seen
Something amazing, a boy falling out of the sky,
Had somewhere to get to and sailed calmly on.


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