La palabra penumbra

por María Soledad Pereira

Mientras estudio latín me sorprendo con una pregunta, en tres partes: “¿Cuál es la etimología de la palabra penumbra, a qué momento del día se aplica y por qué?”. Las líneas que siguen proceden de ahí. 

        Dice el Diccionario de la lengua española que penumbra es “una sombra débil entre la luz y la oscuridad, que no deja percibir dónde empieza la una o acaba la otra”. La componen las palabras latinas paene “casi” y umbra “sombra”. La penumbra es entonces una especie de aproximada, de inminente oscuridad. Aunque puede asociarse al intervalo que precede al alba, la penumbra no nos sugiere el amanecer, sino sobre todo la caída del sol, la huida. En ese declive o limbo tenebroso, la oscuridad crece y, al hacerlo, nos adentra en la noche.

        En Fervor de Buenos Aires, libro que Jorge Luis Borges publica en 1923, la palabra penumbra y las voces que la rodean o con las que se emparenta evocan el atardecer: lo describen, lo celebran. Por ejemplo en “Las calles”, que abre el volumen:

 

Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales
enternecidas de penumbra y de ocaso…

 

        Aparece nuevamente ese espacio de recogimiento simbólico u hora solemne de la vida en las primeras líneas del poema “Calle desconocida”.

 

Penumbra de la paloma
llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde
cuando la sombra no entorpece los pasos
y la venida de la noche se advierte
como una música esperada y antigua,
como un grato declive… [1]

 

        “¡Oh, noche! ¡Oh, refrescantes tinieblas! Sois para mí la señal de una fiesta interior y la liberación de una angustia. (…) Crepúsculo, qué dulce eres y qué tierno”, coincide Baudelaire en El spleen de París, según la traducción de  Margarita Michelena. Y en sus Cantos órficos, Dino Campana, traducido por Victoria Montemayor, coincide: “La luz del crepúsculo se atenúa: / Para los espíritus inquietos dulces son las tinieblas”.

        Borges también alude a la penumbra, aunque en forma de metáfora, al hablar de su ceguera. Es 1959, y en el “Poema de los dones” dice:

 

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca…

 

        Volverá sobre el tema diez años después al escribir Elogio de la sombra. A diferencia de lo que sucede en el poema anterior, Borges insinúa haber alcanzado aquí el tiempo de la dicha y la sabiduría.

 

Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso…

 

        En su conferencia-ensayo “La ceguera”, que integra el libro Siete Noches (1981), reafirma: “…ese lento crepúsculo empezó (esa lenta pérdida de la vista) cuando empecé a ver. Se ha extendido desde 1899 sin momentos dramáticos, un lento crepúsculo que duró más de medio siglo”.

        Volviendo a las preguntas iniciales, la penumbra es menos el intervalo que preludia la claridad, que el entreacto que antecede a la caída, el paulatino paso hacia la noche.  El Diccionario Vox Latín – Español parece ratificarlo en una de las acepciones del término umbra: “oscuridad de la noche”.

        Algo curioso ocurre, sin embargo, en el siguiente verso del poema “Afterglow”, presente también en Fervor:

 

Siempre es conmovedor el ocaso
por indigente o charro que sea,
pero más conmovedor todavía
es aquel brillo desesperado y final
que herrumbra la llanura
cuando el sol último se ha hundido.

 

        El vocablo herrumbra (forma de la tercera persona del singular del presente del indicativo activo del verbo herrumbrar, que no tiene nada que ver con la sombra) configura, en las dos últimas sílabas, “umbra”. Si bien no hay rastro de sombra en herrumbrar, no nos animaríamos a decir que Borges haya escogido el verbo al azar. Por lo demás, según él, penumbra es una de las diez palabras más bellas de la lengua castellana, según afirma Esteban Peicovich en un poema de su libro Poemas plagiados:

 

EL PALABRISTA

Sándalo
Jacarandá
Penumbra
Cristal
Sombra
Anhelar
Runa
Arena
HexámetroÁmbar

(Las diez palabras más bellas de la lengua castellana según Borges)

 

[1] Respecto de la inexactitud de los primeros versos de “Calle desconocida”, Borges hace una aclaración en la edición de sus Obras completas. Dice: “Es inexacta la notica de los primeros versos. De Quincey anota que, según la nomenclatura judía, la penumbra del alba tiene el nombre de penumbra de la paloma; la del atardecer, del cuervo”.


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