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Poetas del #46 II

Poetas del #46 II

Compartimos una selección de algunos poemas de cinco de los poetas publicados en el número papel Hablar de Poesía 46 (Diciembre 2022): Melina Alexia Varnavoglou, Pablo Seguí, Franco Bordino, Aldo Giacometti, Clyo Mendoza.

 

*

 

MELINA ALEXIA VARNAVOGLOU nació en Villa Ballester en 1992. Estudia filosofía, trabaja como librera y correctora literaria. Publicó la plaquette de poesía y fotografía Los mundos posibles (2017) y el libro Por mano propia (2019).

CENTRO STAMBOULIAN

Durante esos meses sacaste turno para todo
ginecólogo, dentista, homeópata y reiki
como lo de la cabeza no tenía solución
querías ocuparte por fin de lo otro.
El primer paso eran los análisis
te dieron un vaso plástico, caramelos
y una moneda para el café.

La extraccionista, completó por vos
el formulario de rutina
“toma alguna medicación?”
E-S-C-I-T-A-L-O-P-R-A-M dicté
“Ah, lo que tomo yo” dijo
“¿Y qué tal?”, pregunté
“y… me di cuenta de que la necesito”
respondió después de unos segundos
mientras preparaba la aguja
“¿nunca la pudiste dejar?”
y narró separaciones, familiares enfermos, hijos chicos
“también tiene que ver con este trabajo…”
agregó buscando la vena
“…que no me gusta mucho”.

Nos quedamos en silencio
“pero vos sos joven, tenés chance”
la escuché luego decir
mirando el techo blanco
mientras mi sangre subía por la jeringa.

 

LA LOCURA

II

Salgo a la calle
el viento acaricia
casi sensual mi nuca
pero a las pocas cuadras
un hombre ¿loco?
me sigue
está mojado
la ropa llena de broches
como sacada así del tender
con una mano bate el aire
con la otra no sé
su jadeo es una turbina
me propulsa hacia adelante
pero pronto tendré que ahuyentarlo,
castigar
como hay que hacer
en el bamboleo de sus ojos nerviosos
llego a ver meciéndose
un barco.

 

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PABLO SEGUÍ nació en Córdoba en 1973. Sus últimos libros de poemas publicados son: Otro verano y este (2017), Animal de bien (2018), Noción de ritmo (2019), Lizard y otros poemas (2020), Babía y otros poemas (2021) y La internación (2022).

UN BUEN CALEIDOSCOPIO

Hace ya treinta lentos
años que te conozco
y veintisiete desde
que todo terminó.
Pero yo continúo
con vos en esa zona
en que la ausencia trae
algo del que no está.
Y es que soy yo el que, impune,
habla con vos sin falta
en un juego infinito
de uno solo. Qué hacer.
Qué hacer si tus figuras
son fuente de insanía,
fiel súcubo. En tu nombre
es que habrá que seguir. 

 

CANCIÓN EUFÓRICA

Los otros ni se enteran,
cuando leen mis versos,
que sos vos el pronombre
que prefiero entre todas
las que son una excusa
para escribir. Y vos
tampoco te enterás
que es tu ser mismo (azul
en mi lengua sin piel)
lo que se escucha aquí. 

 

SEIS LUSTROS ESCRIBIÉNDOTE

Una vez y otra vez
y otra vez más: te escribo
poemas que no mellan
tu acritud cuando, sola
en tu fastuoso hogar,
los leés y, triunfante,
los desechás. Escribo
usando el vos y el yo
ya a ciegas, extraviado
por el afán obtuso
de que respondas. Cómo
pasan así a las dunas
de un desierto tu nombre
y el mío. Las palabras
no te tienen –¡ni a mí!–
y sin embargo escribo.

 

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FRANCO BORDINO nació en Buenos Aires en 1989. Su único libro de poemas publicado hasta el momento –Los primeros indicios (2018)– fue destacado con el XVIII Premio Casa de América de Poesía.

 

AL VICIO DE CAVILAR

Como quien relame una llaga o hunde
curiosos dedos en herida aún fresca,
así me adentro y me demoro
en los umbríos patios de la infelicidad…

¿Y cuál es el placer
de perderse y vagar en la espesura
del invisible laberinto
que guarda el corazón?
¿Acaso alguna vez no confundiste
una honda tristeza
con la honda Verdad?
¡A qué apurar el trago de la vida
sin sentirse vivir!

Todo se impregna
de una bruma salobre…

Aun así, no me harto
de las uvas amargas
de la infelicidad.

 

LAS LENTES DE SPINOZA

Otros, ni la mitad de inteligentes,
acaso vituperan a monarcas
por no dar suficiente de sus arcas,
y el bueno de Baruch pule sus lentes.

No menos bondadoso ni genial,
el pensador de Corte y Academia
lo visitó. Sintió que era abismal
su genio; su pobreza, una blasfemia.

Fama y Fortuna esconden en su templo
un pedregal de quejas y reproches,
no el callado trabajo, el bello ejemplo
de Baruch Spinoza por las noches.

Somos Uno y lo Mismo, y no lo sientes,
mientras el buen Baruch pule sus lentes.

 

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ALDO GIACOMETTI nació en Buenos Aires en 1978. Publicó los textos Qué no hacer (2015), Hm (2016), Quién (2018) y Cáncer (2019). “Polémica”, del que aquí compartimos un fragmento, es la primera sección de un poema en tres partes.

POLÉMICA

… delito, guerra, cáncer
“pulsión de muerte”
es una traducción posible
de la palabra griega
o llegar a la experiencia
a través de la experiencia
ante el surgimiento arrollador
de los intereses particulares
lo que hay
lo concreto
más allá de eso
no cosas
sino en la mente
y que no haya ideas
sino una maravilla
muy peculiar
una mezcla curiosa
de audacia y timidez
en la que lo único que hago
es no hacer nada
vivir y apilar libros
y me gusta esta libertad mía
aunque a nadie le importe
porque a nadie le importa
qué me gusta o no a nadie le importa
tu libertad va a dar lo mismo
que mueras o no
en el hospital de Marsella
si no sos capaz de inspirar
visión, lucidez
coraje, confianza
y algunas cosas más
como complacer el corazón
o llevar paz a los ojos
de las personas
para lo cual se requiere
la contemplación de una imagen
mental, el conocimiento profundo
del idioma de los pájaros
y la limitación
de las buenas intenciones
todas variables que incluyen
la posibilidad de que no se trate
de algo deficitario
sino más bien
de algo alucinado
de la disposición a perderse
completamente
en un movimiento
para contrarrestar
la falacia de la inflexibilidad
el peligro del dogma
y que suba así el dolor
o el placer de celebrar
la diferencia.
Nada es tan personal.
Es que a menudo me guío
por estrellas en movimiento
y me encuentro perdido
en el campo de la vida.
Hay que ser ignorante
para saber, para movilizar
la inercia es indispensable
instalar una disposición
de la mente.
Lo que nos interesa
es el drama
lo demás es falso
en un mundo como el nuestro
desprovisto de verdades
la concepción de la tristeza
como vicio a combatir
es algo que enriquece…

 

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CLYO MENDOZA nació en Oaxaca, México, en 1993. Poeta y narradora, es autora de los libros de poemas Anamnesis (2016) y Silencio (2018), poemario por el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Sor Juan Inés de la Cruz en 2017. Ha sido becaria del FONCA. Su primera novela, Furia, ha sido publicada en México, Argentina y España.

EL CANTO DEL CABALLO ROJO CON SACRAS DE COLOR ISABELO

El rojo es el primer color que vemos. ¿Cómo podríamos prescindir de él? Si nacemos a través de ese río de placenta y al nacer la sangre nos llena los ojos. Hombres y caballos somos bestias coronadas por la sangre en la abertura, coronados por la luz y el aire desde el momento en que el cuerpo llega. Pero ellos, los hombres, aman y son amados.

Soy Caballo, nací animal y tengo la sensación de ser yo mismo como todo. No sé qué es el amor de los hombres porque siento lo mismo por cada ser y cosa que ocupan un lugar en este mundo.

Obedezco al soldado no porque le deba, sino porque le temo y porque para mí él es una parte mía y yo soy suyo.

Puedo oler en los hombres esa sustancia a la que somos ajenos, la sustancia que los atrae y los separa, la que los hace decir: él, el otro. Ella, la otra. Esto: lo que es mío.

Para éste, para Caballo, el amor es igual al odio: preserva la memoria más allá de la apariencia, más allá de la enfermedad y los confines del mundo. El amor de los hombres es una sencilla fruta de la tierra, el banquete incomible, la barca y el esquife. Aman como los perros ladran, los gatos maúllan, como la lluvia cae y los caballos relinchan. Y es lo más duro de la tierra. Veo que el amor es la más natural de las resistencias y que, como mis ojos saben hacer por sí solos, los deja asomarse en la sensación del gran vacío.

Caballo, me dicen, y yo puedo oler en ellos el deseo agresivo de ser uno y no dos, y no millones. Caballo, me dice el soldado, mientras acaricia mi crin como al cabello de alguien que le falta. Huelo su agrio sueño de hacer una alianza.

Pero los hombres sufren y gozan para hacer su historia. Necesitan decir: lo mío, lo otro, yo. Viven para contarse a sí mismos.

Siempre, siempre algo que contarse mientras pasan de ser niños a ser adultos, mientras pasan de ser adultos a ser niños y alrededor las cosas nacen en las cosas que se mueren. Su dolor es proporcional a la alegría que estuvo y se fue. Su alegría es proporcional al dolor de perder lo que todavía no se ha ido.

A los caballos se nos demanda ser ecuánimes, pero a veces las patas se nos vencen y caemos impávidos ante la muerte de pequeños fragmentos de nosotros: niños, árboles, otros caballos.

No puedo nombrar lo que describo, no puedo llamarlo amor o explicarlo, sólo puedo decir: no podemos permanecer inmutables a los trechos de nosotros que se van muriendo.


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