Hace 25 años empezaba a publicarse en papel la revista Hablar de Poesía. Ahora, la aventura llega a su fin. Copio en primer lugar la página que abrió el último número impreso, el Hablar de Poesía 50 (Diciembre 2024):
Este número 50 es el último número que se publicará de la revista Hablar de Poesía, que llega así al final de su recorrido. No ha sido, ciertamente, un recorrido breve: sus 25 años ininterrumpidos de dos números anuales publicados (que suman más de 10.000 páginas de poemas, ensayos y traducciones), más todo lo relacionado con la dimensión virtual desplegada a partir de 2015, hablan por sí solos. Pero más importante que la excelencia, la persistencia y el alcance, es lo que estuvo implícito en su mismísima concepción de la poesía. Puede resumírselo así: la revista concibió desde el primero al último número la poesía como un arte. Esto es, una práctica vital, con una tradición y una dimensión técnica, que cobran valor como ocasión de la entrega del propio ser. Una visión que subraya el amor a la tradición y la dimensión técnica, entonces, para subsumirlos enseguida a un ideal vital, ético. No es, entonces, raro que haya despertado polémicas en sus días; no es raro que haya encontrado siempre buenos amigos.
Nos basta mirar cualquiera de las cincuenta portadas para alegrarnos: tantas cosas aprendimos, tantas personas increíbles con las que fuimos haciendo cada uno de estos números… Alegría y agradecimiento, sí, y una certeza: lo que fue el proyecto, lo que nos deja, hará germinar nuevas formas de seguir sirviendo a la misma causa.
Hasta ahí lo publicado para cerrar la revista en papel. Llega ahora el día de cerrar también la página virtual de la revista (de todos modos, quedará on-line por el resto del año). Ha sido un gran gusto desarrollar este espacio virtual, muchas gracias por todo. Nos despedimos con el mismo poema con que inauguramos este espacio hace 10 años. Un poema de Gonzalo Rojas. Dice algo importante:
LOS DÍAS VAN TAN RÁPIDOS
Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda salvación
se me reduce apenas a respirar profundo para que el aire dure en mis pulmones
una semana más, los días van tan rápidos
al invisible océano que ya no tengo sangre donde nadar seguro
y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis espinas.
Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas
y en el pobre gusano que soy, con mis semanas
y los meses gozosos que espero todavía.
Uno está aquí y no sabe que ya no está, dan ganas de reírse
de haber entrado en este juego delirante,
pero el espejo cruel te lo descifra un día
y palideces y haces como que no lo crees,
como que no lo escuchas, mi hermano, y es tu propio sollozo allá en el fondo.
Si eres mujer te pones la máscara más bella
para engañarte, si eres varón pones más duro
el esqueleto, pero por dentro es otra cosa,
y no hay nada, no hay nadie, sino tú mismo en esto:
así es que lo mejor es ver claro el peligro.
Estemos preparados. Quedémonos desnudos
con lo que somos, pero quememos, no pudramos
lo que somos. Ardamos. Respiremos
sin miedo. Despertemos a la gran realidad
de estar naciendo ahora, y en la última hora.