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Algunos libros recientes (julio 2021)

Algunos libros recientes (julio 2021)

DETRÁS DE MÍ MARCHAN MILLONES (Llantén, 2021) de Anna Ajmátova. Edición monolingüe, traducción, selección y presentación de Natalia Litvinova.

por AC

“Su cara despertó una pequeña pasión” dice la traductora y poeta Natalia Litvinova (nacida en Biolorrusa en 1986, y cuya lengua materna es el ruso) en la íntima nota que precede a esta excelente antología, referiéndose a un retrato de Anna Ajmátova. Es una frase con la que me identifico plenamente. La vi hace años y me enamoré. Comparto abajo dos fotos:

 

Y es imposible no seguir enamorándose cuando uno conoce la valentía y la entereza con la que fue transformándose para los jóvenes poetas rusos en un símbolo de libertad ante el totalitarismo stalinista. O cuando uno va conociendo los testimonios sobre ella de Brodsky, de Mandelstam, de Nadezhda. Ahora bien, su poesía, escrita en ruso, permanece para mí relativamente en el misterio. Esta antología, de más de cien poemas, fue una excelente ocasión para asomarme otra vez a ese misterio. Versiones como esta me permitieron conocer algo importante de su voz:

 

La gloria terrenal es como el humo,
no es lo que pedí.
Les traje felicidad
a todos mis amantes.
Uno todavía vive,
enamorado de su amiga
y otro es una estatua de bronce
en una plaza donde nieva.

 

O esta otra:

Ahora nadie escuchará canciones.
Los días anunciados ya llegaron.
Canción mía: el mundo ya no es maravilloso,
no rompas mi corazón, frená tu canto.

Hace poco como una golondrina libre
completaste tu vuelo matutino
y ahora serás una mendiga hambrienta
golpeando sin respuesta a las puertas de los extraños.

 

O esta:

 

No sabemos cómo decirnos adiós,
deambulamos hombro con hombro
mientras el sol desciende,
estás pensativo y yo, en silencio.

Entramos a una iglesia
a ver misas, bautismos, casamientos.
Salimos sin mirarnos…
¿por qué nos va tan mal?

Nos sentamos en la nieve pisoteada
del cementerio, suspiramos ligeramente,
dibujás con una rama un palacio
donde estaremos juntos para siempre.

 

Por momentos las versiones proponen un verso libre que me cuesta asociar con la poética de Ajmátova, pero evidentemente logran recuperar mucho de su asombrosa imaginación y su pathos, y en los mejores momentos rítmicos aparece esa fusión de lo arbitrario y lo inevitable que es la piedra de toque de toda gran poesía lírica.

 

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DOS POEMAS INCONCLUSOS (Caleta Olivia, 2020) de Mario Nosotti.   

por EGC

“La drogada familia” y “Las hermanas de Kafka” son los dos poemas inconclusos, las dos series que aloja este libro de Mario Nosotti. Aparentemente dispares, en tono, disposición en la página e incluso coordenadas de tiempo y espacio, los poemas se encuentran en ese ritmo a veces oculto que late en los versos, pero también en su tema común e irrevocable. Se vuelve una y otra vez sobre la intimidad del hogar, sea en el conurbano bonaerense o en Praga, sobre los lazos familiares reconstruidos e imaginados, y también sobre los secretos.

La materia, recabada del recuerdo volátil o lejano, de los diarios íntimos y las notas, de los relatos transmitidos de boca en boca, está dispersa y marca “la pérdida del hilo”, como el yo que avanza fragmentario o multiplicado en su perspectiva. Es dos en “La drogada familia” (ese del pasado y ese del presente que ahora indaga lo que fue) y es variable en su focalización, a veces insondable, en “Las hermanas de Kafka”.

Leo y releo “La drogada familia”, como quien da por afinidades con imágenes conocidas que la retienen. Me encuentro a mí misma en los relatos fabulosos de padres o madres inmigrantes de geografías inimaginables para la niñez, en las copitas que se daban “incluso a los más chicos”, en la disolución del origen. De las arquitecturas posibles de la memoria, tantas veces casa o cajón, la que Mario Nosotti elige aquí es una infrecuente: la memoria como jardín, en apariencia, una forma sumisa de la naturaleza. De ahí, proliferan los insectos y los sembradíos, el campo y el pasto, las vacas y los cerdos, e incluso se nos hacen ver “dedos sarmientosos”. Pero ese jardín de la memoria, donde plantar o velar, es inaccesible o accesible pero puesto a recaudo a la distancia, quizás porque bien miradas de cerca la Historia, la “épica vistosa del inmigrante hambreado”, el gran relato, nada tengan que ver con eso que supimos después tantos hijos e hijas, con la historia y las razones de lo privado.

*

Planchón negro del agua
cielo plomizo
el rocío enjoyó los pastizales
una rama se estira y prende ese silencio
el sol hace temblar cristales acostados. 

Del pozo de la fronda 
molduras vegetales 
las vísceras de un bicho 
y en esa oscuridad un aleteo
de fulgores naranjas que enseguida
la luz oscura traga.

Todo lo que no veo porque no hago silencio 
porque el fuego me asusta.

Perdón hondo jardín
por no atreverme a entrar en tu espesura.

 

*

       Recupero una historia
que es tan mía que no me pertenece.
       Si recordara todo
haría más grande el círculo de ausencia
   la mentira sería     algo definitivo

una estepa boreal   donde los comensales
hacen la sobremesa en mangas
de camisa   las mujeres con vestidos livianos
como si no advirtieran el fulgor de la nieve
   y rieran contando “chistes verdes”
   repitiendo otro plato de comida
         otro vaso de vino
mientras yo los escucho en la pieza contigua

   la oscuridad filtrada
zarandeada en las piedras de viento
el rumor de unas aspas que me alejan del duelo

y un avión de madera que construí yo mismo
con tablas   y una silla que había en el galpón
               se eleva sobre el campo
                       atraviesa la escuela
donde los chicos forman bajo un cielo
   a punto de explotar entre
fríos relámpagos cruzo los mares
llego hasta los países que los libros contaban
ciudades europeas donde pasó la guerra.

 

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EL CORAZÓN DEL HAIKU: LA EXPRESIÓN DE LO SAGRADO (Alquitara, 2019) de Viente Haya Segovia.

por AC

Conocía de Vicente Haya Segovia su Haiku–dȏ / El haiku como camino espiritual (Kairós, 2007), que usamos alguna vez para hacer una linda entrada del Portal y me dio entonces mucha curiosidad este libro cuando lo vi en Librería Norte. En realidad el libro es anterior, del 2002, pero ahora aparece esta segunda edición, de 2019. El libro es un ensayo de 200 páginas sobre el haiku, y va desarrollando su tesis central mientras comparte haikus que ejemplifican ese desarrollo. La tesis central es que el corazón del haiku es lo que el autor llama “lo sagrado”. Dice así en la introducción: “…¡Qué ambicioso proyecto el del poeta de haiku (haijin)! «Atrapar lo sagrado» en una red de palabras, hacerlo latir en la palabra humana… El poeta siente algo cuya profundidad le abisma y quiere plasmarlo aunque a priori sepa que nunca podrá hacerlo suyo, que necesariamente se le escapará. Quizá algo queda en la red después del forcejeo con la presa y con ese «no sé qué que queda balbuciendo» el poeta nos contentamos. La palabra, ninguna conjunción de palabras, ni siquiera la Poesía, puede «capturar lo sagrado». Pero quizá pueda servir para comunicarlo. Es como cuando ha habido en una casa alguien querido por nosotros y entramos justo después de haberse ido; cómo, entonces, se siente ese algo de la persona amada que todavía queda en el ambiente. Eso es, en el mejor de los casos, lo que de «sagrado» hallaremos en un haiku: el aire del poema. Por eso ha habido quien ha dicho: «Lo más importante del haiku es lo que no dice». Las palabras del haiku tienen sentido, sin duda, porque son esas palabras elegidas y (no otras cualesquiera) las que han conseguido articular «la palabra que no puede decirse», que ni siquiera puede concebirse, algo parecido a lo que ocurre con el Tao que no puede nombrarse y seguir siendo verdadero. En la tradición del Taoísmo el ser debe su utilidad al no-ser: la puerta, la ventana, son útiles por el ser que no tienen; la vasija, la rueda, la casa, deben su eficacia al no-ser que albergan. Algo así es un haiku. Son palabras que no tienen sentido si no consiguen contener ese silencio que da sentido a toda palabra humana…”

Hay muchas secciones muy buenas en el libro. Y se propone una de las mejores definiciones de haiku que yo haya leído nunca: “El haiku es una impresión natural que se hace poesía”.

Aquí algunos de los muchísimos haikus del libro:

Con el rocío de la mañana,
sucio, fresco…
el barro del melón.

(Bashoo)

 

Montaña fría.
En lo profundo de mi alma
la luna que se refleja en el agua.

(Bashoo)

 

Abriendo los picos,
los pichones esperan a su madre:
lluvia de otoño.

(Issa)

 

No hay cielo ni tierra,
sólo nieve
cayendo incesantemente.

(Hashin)

 

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POCAS PROBABILIDADES DE LLUVIA (El jardín de las delicias, 2021) de Fabián Iriarte.

por PB

El libro de poemas Pocas Probabilidades de lluvia de Fabián Iriarte está dividido en tres partes y reúne más de sesenta poemas. Aunque está escrito en español, algunos versos, citas y títulos en otros idiomas, le dan un tono que Christian Kupchik describe con precisión en la contratapa: “Y es en estas instancias donde «el hombre transparente» que asume el sujeto poético de Iriarte une, con filamentos de oro, los dispositivos eruditos y elegantes al misterio que va de la herida a la curación, al asombro al que nos somete el sigilo del lenguaje”.

Con versos que a veces quieren rimar y párrafos que buscan abandonar la forma clásica del poema, el autor nos va llevando entre escenas cotidianas, películas y alguna dedicatoria, entre lecturas de la vida y de libros, a reflexionar con él, girando en círculos, como bien nos cuenta que hacen las ideas al comienzo del poemario. 

Otra curiosidad es que el poeta le habla al lector en diversas oportunidades, como en esa nota al pie en la que le pide que sustituya el [Nombre] que aparece en los últimos versos del poema “Fragen Sie Sich in der stilssten stunde ihrer nacht” por el suyo propio. 

Hacia el final, se destacan los títulos descriptivos y objetivistas que se van volviendo líricos hasta llegar a una interpelación directa al lector en la que se lo exhorta a multiplicar la poesía: “Ahora, hay que multiplicar las sílabas, las voces, los poemas y las páginas de este libro, el tiempo que has tardado en llegar a esta última página, por miles, por ciento miles, por millones, y entonces tendrás una idea”.

 

EL CAROZO

Como cuando se come una fruta (cereza,
durazno, ciruela) y queda el carozo (la coraza,
el corazón), he quedado.
Nada delata movimiento,
ni cambio ni razón. No hay signos.
No doy señal alguna.
Han devorado mi carne. He quedado.
“Más grande que tu amor era tu herida”.
Una herida limpia, según dicen.

 

KINTSUGI

Arte japonés de arreglar fracturas de la cerámica con barniz de
resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino.

Ha quedado la cicatriz.
Quieta quedará en la superficie.
Es la marca del tiempo y del sufrir.
“Cuando has sufrido daño,
te vuelves más hermoso”
Adentro hay aire. Una imperfección,
roto el tiempo.
Lo débil y frágil se hace fuerte.
Lo maltrecho se repara, con pocas palabras
y costuras de oro.
Grieta mostrada, vena notable, hilo de sangre,
veta que se amplía y abre.
Para dejar ver
cuán antigua es la historia que nos contaron.

DISCURSO SOBRE LOS ALMENDROS EN FLOR

Parecería más difícil en un árbol:
que se torne efímero lo eterno.
Están en flor. La flor es pasajera.
De mí escindido.
Pálido como el color del cielo
cuando la noche ha terminado.
Parece difícil, pero se expresó el deseo
en palabras extranjeras. Y se contempló
durante horas y con paciencia.
(Como esos poetas orientales
que pintan poemas en vez de escribirlos.)
Quién supiera florecer.

 

DE TODO LO QUE HAY QUE HACER EN UNA CASA CUANDO ALGUIEN MUERE

Hay que barrer el piso y los rincones, descolgar las telarañas del techo, tirar a la basura los medicamentos a medio consumir, hay que esconderse en el baño para llorar un poco en voz baja mientras se abre el grifo de agua fría para tapar los sonidos del espasmo, revisar todos los papeles y documentos que se van amarillando, descubrir algún secreto familiar, rememorar un momento, hay que hacer la lista de todo lo que hay que hacer. Los espejos se tapan con cortinas. ¿Por qué multiplicar el número de hombres? Los espíritus pueden asustarse.

 

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LOS RADARES INÚTILES (Salta el Pez, 2021) de Federico González.

por EGC

La estructura de Los radares inútiles de Federico González bien podría ser la de un manual de aviónica, como sugiere el primer epígrafe. La reescritura de esa estructura brinda una posible clave de lectura que, de no desatenderla, sin dudas nos ayudaría a arribar a buen aeropuerto. Pero quizás lo más interesante de este poemario sea lo que emerge lateralmente: entre fragmentos de la crónica de un accidente que bien pudo haber sido una maniobra de marketing, anécdotas, algún plano, acápites y la historia de los fundadores de Remolques Étendart, desfilan parábolas, imágenes y sentencias oraculares que ofrecen un poder de síntesis similar al de un caza polivalente F-35 de quinta generación que “se estrella en el océano / a mil ciento sesenta kilómetros por hora”.

Los radares inútiles persigue mucho más que un denominador común o un concepto: traza el mapa de una pasión que, si se permite la constante atadura temática, es también un horizonte o el arco de la tierra, alto y a lo lejos. Allí, el deseo inconcluso de pilotar aviones de guerra se proyecta en otros vacíos que le dan forma a tristezas particulares: expresadas con ironía, las formas de la ausencia se divisan entre líneas. Anhelos de infancia, porvenires dañados, alguna contradicción y alguna que otra distopía diagraman el mapa donde se enuncian las proyecciones truncas de nuestra aviónica obsoleta. Lo extraordinario y lo lamentable son a veces dos facetas de lo que podría haber sido.

Federico González creó un universo inquietante en donde el tiempo (y, en algunos casos, las identidades) se repliegan sobre sí para reforzar la dimensión circular y expansiva de las historias que contienen. Este libro es un poemario, un juguete ficcional o un manual, según quién lo lea.

MIOPÍA

Después me aclararon:

el Mig-31 azulado
que vi desplomarse en llamas sobre la tundra

era un carancho que mutilaba
a un zorro gris de la Patagonia.

Pero la imagen no cambia
y todavía me pregunto
por qué será que no puedo ser piloto.

 

PAQUETE TURÍSTICO EXCLUSIVO

Nuevos aviones
invisibles al radar.
Los veo justo antes
de hundirse en el océano

Eso
o mantarrayas muertas.

 

¿EXISTE UN LUGAR DONDE NO SE OIGAN LAS TORMENTAS?

Los monstruos del aire
fueron a morir al Océano Pacífico.
La primera ballena aérea que descubrimos
tenía por tumba su propio cuerpo.

En el océano no se necesitan signos
ni marcas en la tierra,
donde se cruzan dos fosas
no crece la nueva Atlantis.
El agua no distingue entre la ruina
y la historia.

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CASA DE PIEDRA (Alción Editora, 2021) de Claudia Vázquez.

“Una misteriosa mujer entra en la casa de piedra –dice la contratapa de Liliana Díaz Mindurry–, que es como decir, hace un viaje interior: al claro entre lo oscuro y la espesura, diría María Zambrano. Viene con un paraguas negro desde una lluvia que no es lluvia. La casa pareciera desarmarse en el yeso que cae: o en el abrazo de la madre muerta y también en el abandono del padre. Sin embargo, logra sostenerse en el ladrido de los perros. Hay heridas que arden al limpiarse. Se deshace en lo ausente, en la humedad, las filtraciones, a través de la erosión de un agua implacable, en los viejos juguetes de una infancia remota. Lector y personaje (que quizá sean el mismo) recorren huecos de escaleras, cuartos, balcones, cocinas, salas con espejos, lavaderos, sótanos, patios, bajíos, terrazas, jardines de invierno, vestidores: así en plural porque se multiplican en sus guardados secretos. Tres puntos centrales: una desgarradura en la pared que es un tajo –el Mar Rojo abierto– una espera incansable, la nostalgia de algo desconocido. Se hace necesario intervenir la casa para que no se detenga en el pasado. No puedo dejar de recordar esas casas de Olga Orozco que se desplazan: aquí la quietud es extrema, pero también imagino que la casa de repente puede lanzarse al escape. Se necesitará un gran fuego. Habrá que cerrar la puerta del sótano y tirar la llave al río. Y entonces sí, alcanzar el último jardín, que tal vez sea la esencia de la casa o un paraíso lejano.”

Compartimos dos poemas:

ESCONDIDA

La mujer de pelo negro
con su paraguas negro
entra en la lluvia
que no es lluvia
que no es agua

la mujer de pelo negro
camina en puntas
levita en una hora que no existe
hay colores que la esperan del otro lado
hay colores que ella no sabe.

 

COCINA I

Casi pálida
la lluvia está en la tarde

casi silencio

ella vendrá en un rato
con el sigilo de las cosas
que guardan los armarios
con ese olor a merienda
con la nostalgia
de algo que no sabe.

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EL VIAJE (Salta el Pez Ediciones, 2021) de Elena Anníbali.

Elena Anníbali nació en Oncativo, Provincia de Córdoba, en 1978, y es una de las mejores poetas de su generación. Este es su quinto libro, en un recorrido que incluye los imperdibles La casa de la niebla (2015) y Curva del remanso (2017). Dice la contratapa de Juan Fernando García: “…un camino que, de verso a verso, deviene mapa: de lo familiar, de lo extenso inabarcable, de lo que por desconocido se torna peligro inminente. Es ahí donde la poeta planta bandera, donde funda su poética, y nos abandonamos a la suerte de lo porvenir…”

Compartimos dos poemas:

 

[…PARA PONE EN DUDA EL MILAGRO…]

para poner en duda el milagro
no hacen falta -ya se sabe-
grandes desgracias

          un camión de gran porte se desliza en la         nieve, hay árboles,
          y un animal en la ruta escarpada

          el animal, que es un ciervo, parpadea
          levemente; hay vaho y un sigilo tenso de la carne porque
          en breve, se tornará lo sí en no, lo plantado
          en lo que se arroja a la nada

y sucede, entonces, lo indecible:
que la nada se abre y recibe lo dado

en este plano solo hay un poco de luz, una
confusión, porque algo cambia de signo, algo
tropieza consigo mismo, y el revés de la vida
se abre; para el universo tiene
el mismo valor que
el sol madurando con lentitud los damascos
en Esmirna, los atajos de la gloria, las manos
anónimas que en la noche tocan
la aldaba del infierno

nadie va o viene, nadie arranca
de la noche un aro de luz sabiendo
cómo o por qué sucedemos, piedra
sobre piedra alzamos nuestra torre
en la tiniebla

 

[…NO HE ENLOQUECIDO…]

No he enloquecido.
No he disparado contra otros, ni contra mí.
No he arrancado las modestas flores del patio.
No envenené agua ni platos de comida.
No he dejado palabras impuras en mí, todas las he lanzado
al viento.
No he diseminado horribles verdades.
Neferet, no he corrido contra el viento. Ni a favor de él. No he corrido, porque correr
es un énfasis del cuerpo.
He respetado el Verbo.
No he necesitado develar el verdadero rostro de las gentes.
No he cosechado fruta verde.
No tapé los espejos durante las tormentas ni en la muerte de los que amé.
No corté mi pelo ni mis uñas sino fue por higiene, nunca por vanidad.
No he alargado la agonía de Argos, mi perro.
No he deseado que regrese la juventud a mi cuerpo.
No he planeado que regresaras. Estamos repartidos en
dimensiones floridas y distantes.
No hablé lenguas.
No insistí en que estuvieras.
No he abierto puertas ajenas. Sí abrí, Neferet, puertas al vacío.
No mentí aunque conviniera.
No he criado serpientes en mi corazón.
No he olvidado aquella tarde.

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GOLPE DE FRÍO (Ediciones UNL, 2021) de Gabriela Schuhmacher.

Gabiela Schuhmacher nació en 1970 en Santa Fe, y este es su cuarto libro de poemas, que obtuvo una Mención honorífica en la edición de 2019 del Premio provincial de poesía José Pedroni. Dice el final del prólogo de Carlos Battilana: “…Los poemas de este libro cuentan la historia de una mirada infantil. No obstante, dejan en reserva una especie de secreto que no se termina de revelar. Como si el misterio fuera el objeto de la poesía, su rasgo decisivo. Los poemas tienen algo de paradójico: oscilan entre la sugerencia, sin subrayados gruesos ni moralejas, y la precisión. A partir de esa fuerza, Golpe de frío recrea un mundo, pero por sobre todo evidencia la modulación de una voz…”

Compartimos dos poemas:

EL BAÑO

Los cuerpos siguen calientes por el sol
después de un día de verano.
Antes de la cena, mamá
abre el grifo y llena la bañera. Un soplo
desciende desde el techo.
La brisa nos recuerda
que algo de afuera siempre nos toca,
que nunca estamos solos. Sumergidos en esas aguas,
cada uno por separado, escucha al otro
detrás de la puerta, mamá
siempre responde: no se puede.
Después de un día de verano
lo que importa es menguar la temperatura
de la sangre. Mamá entiende de preparaciones:
pone jabón, agita el agua y nos muestra la espuma
desvaneciéndose en sus manos.

 

CORTES DE LUZ

Sobre los cuerpos calientes del verano
el aire tirado por los ventiladores
no alcanzaba a refrescarnos.
Nos sentábamos a esperar
que la noche pasara de la mejor manera.
Cada uno conocía a la perfección
el cuerpo del otro, nos presentíamos
en la oscuridad.
Era habitual jugar a las cartas
en el piso, casi inmóviles, hablando
bajo y pausado. Siempre alguno iba
a la heladera, traía una jarra de agua
y eso era suficiente.
Repetidas veces se cortaba la luz
y las paletas del ventilador
lentamente se detenían,
dando fin a la partida.
Reclinados sobre los sillones
al borde de la pileta, mirábamos
el cielo para detectar estrellas fugaces.
La quietud del aire,
rota por un golpe de sangre
al advenir que pasaba una,
nos hacía mover la cabeza, como si
nos envolviera una de esas maravillas
de otra vida
que nos expulsaba del mundo
hasta desaparecer.

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TELEVISORES (Caleta Olivia, 2020) de Gabriela Luzzi.

por EGC

En este libro, se ponen a nuestra disposición dos canales: el primero, “Televisores”, es el de la poesía, mientras que el segundo, “Anotaciones”, es el de la poética. Podemos verlos en sucesión, como quien mira un programa y luego otro. Podemos alternar e ir saltando del primero al segundo, del segundo al primero. Son dos obras, en verdad, unidas bajo un mismo título y por un mismo impulso y, al mismo tiempo, autónomas.

En “Anotaciones”, donde Gabriela Luzzi pone de relieve el ejercicio de la autoficción con énfasis en ficción al desplegar las estrategias, dudas y procedimientos que se esconden detrás de la escritura, hay un pequeño manual para atesorar y reflexiones a las que vale la pena volver, como “Tal vez lo que defiendo es la acción de despegarme”, o “Supongo que por un momento cuando vaya agotando lo que entiendo, va a aparecer lo que no puedo sospechar”.

También podemos jugar a poner en serie estas dos obras, a coser el texto literario con las cavilaciones del proceso. Así como nos dice en “Anotaciones” de la necesidad de llevar adelante este libro “[s]in juzgamientos”, con estrategias “del capitalismo: acumulación y concentración”, así como nos habla del placer y la urgencia de escribir para sobrevivir, de la ausencia y el vacío como zonas productivas, así también vamos a la prosa para encontrar la historia de ese padre omiso, remiso, de ese padre siempre otro y para otros, mago y transeúnte casual, recorremos una miríada de mínimas secuencias y capturas que por contigüidad y acumulación dan forma a los personajes todos entrañables a su manera y alumbran una sensibilidad singular. Las palabras llegan y llegan para remodelar el pasado.

*

Voy a buscar algo de mi padre. Ni siquiera sé qué podría ser. Tal vez tenga un movimiento parecido al de él. Un movimiento que se transmite genéticamente. O un movimiento que vi cuando era un bebé. Si supiera cuál es, me detendría antes de hacerlo. Mi padre sólo fue una jarra. Ahora es la sombra de esa jarra.

Esto lo aprendí viendo una película de Coco Chanel: no demostrar que tu padre no te quiso, porque si no lo hizo él tal vez nadie más en el mundo pueda tomarte en serio. Por eso armo la situación en que lo despido. Chau papá. No quiero que aparezcas ni en figuritas. Tengo miedo de que tu cara se presente un día en mi vida y me ensucie. Sos verdaderamente feo.

 

*

Le digo a mamá que me desperté por la noche y que papá estaba durmiendo en el piso, a un costado de la cama.

 

*

Lo encuentro en la casa de mis primas. Ellas sí lo saben aprovechar y lo hacen salir a la vereda para que las haga girar en el aire. Es algo nuevo que les enseñó. Mis primas se ponen de espaldas. Se agachan y llevando las manos por debajo de las piernas, las sacan para atrás. Él les agarra las manos y tirando para arriba les hace dar una vuelta. Mareadas, con el flequillo revuelto, gritan que yo también pida. Que aproveche esta especie de trampolín en el que tengo una vacante asegurada. Mido sus cuerpos en comparación con el mío. No creo que los brazos de mi padre puedan sostenerme.

 

**********

LA FORMA DE ENVOLVER EL RÍO (Barnacle, 2021) de Silvia Paglieta.

Dice la contratapa: “…Silvia Paglieta en la margen del Río Panaholma, despierta y en sueños, viéndolo de lejos o teniéndolo cerca pero remoto, escribe («deshilvano lo que / estuve cosiendo / durante tanto»). Se empeña en interpolar algo entre los guijarros y la corriente; y ese algo podría significar tanto el conciso, desteñido y borroso esquema de los recuerdos, que equivale a decir, el esquema de los signos, tanto como el trance mediante el cual alguien intentaría proteger una referencia, la fugaz aprehensión de luz en el interior de la cámara, una voz familiar al otro lado del pliego impreso. Los poemas que conforman La forma de envolver el río junto al fulgor exhiben la evocación del fulgor, recreados en la mente y sobre el papel, indagan y tratan de recordar cómo se cantaba…”.

Compartimos dos poemas:

5

Salgo al campo 
hurgo en la gramilla.
No respiro.
El diente de león
larga la leche
desde el cabo.
El destino persigue 
el juego del futuro.
Y yo sola,
como el perro,
me regreso 
a las casas.

11

No se puede andar.
La botas, el barro.
La lluvia cae
de frente y moja
la taza,
el caldo de la taza
la boca
y la cuchara
de ese chico
que no puede elegir.

*********

RELÁMPAGO EN LA SANGRE (Cae de maduro, 2021) de Aketzaly Moreno.

Aketzaly Moreno nació en México en 1992. La presente edición trae poemas de sus últimos dos libros publicados. Dice Andrea Marone en la contratapa: “…Los poemas, caladuras en la herida, se entierran con su estaca de madera artesanal en el centro del pecho conformista «para nuestros niños tristes / la compasión y los arrullos serán siempre insuficientes». La voz construida desde el desamparo tiene agilidad y vigor lingüístico, es capaz de hallar las imágenes más conmovedoras en plena desolación: «Cuando uno coincide con la mirada del caballo herido / ésta atraviesa la piel…». El lenguaje se constituye como esa columna vertebral que sostiene al cuerpo hambreado. Cuerpo que, como la muerte, iguala, contundente en su capacidad de albergar una memoria que nos auxilia. Entonces, cuando parece que ya no queda luz en el horizonte de posibilidades, exclama «aférrate a la vida como si valiera todos sus dolores…»”. 

Compartimos un poema:

[…YA SABES QUE ME GUSTAN LOS CABALLOS…]

Ya sabes que me gustan los caballos,
su robusta sangre color negra,
arrebato de vena en su hervidero
de entraña abierta y carne hinchada
por esa misma pulsión incontenible
que desgarra las fibras musculares;
como el trueno de un báculo sagrado
contra la soledad de una piedra,
cuartea la superficie del cuero
por donde a chorros les  borbotea
desde el territorio que han cercado
dos atentos centinelas
-en pie de guerra incluso en pie de muerte-
hasta los primeros límites del lomo
y al fin les escurre en gruesos mechones
de deslumbrantes relinchos oscuros
que arden cuando se agita su pecho.

Su mirada es una sombra atrapada en el espejo;
punta de lanza envuelta en una lágrima
que se incrusta en los pozos
del par de ojos que mira desde otro lado;
su profundo cristal convexo
devuelve una verdad hecha caricia
que reconforta menos de lo que estremece;
tras ese hemisferio líquido
eternamente triste, pero guerrero,
se desbordan el impulso de la vida
y el miedo que da la muerte;
sus ojos inyectados de sangre
también saben amar este mundo que sortean.

Cuando uno coincide
con la mirada del caballo herido
ésta atraviesa la piel y hace brotar los temores;
llega a esa pieza donde uno esconde su silueta trémula,
como recién salida del agua
y se sabe hondamente solo
y completamente desarmado
desprovisto también de la palabra
comprende que la muerte
nos vuelve incapaces de nombrar.

Mientras viven,
ignoran el talón equino,
avientan su galope como una brazada maldita,
y patean y lanzan de coces sin temor a la fractura,
al desequilibrio,
a la caída suya o del que se atrevió a ensillarlo,
porque saben que no vinieron al mundo para ser montados;
saltan y avientan el cuerpo como una avalancha que es dura cuando se desploma,
pero frágil en su contorno
y ligera ante la mirada del que contempla su danza.

Cómo me gusta ver su crin cuando trotan,
presentir su llegada en el sonido de los cascos,
sentir el zarpazo que enmascaran entre las hebras del viento;
cómo me gusta verlos en tropel
dando cátedra de libertad
como una hueste que puede ser nevada o puede ser vendaval o
un derrumbe infinito de rocas.

Cómo me gustan los caballos, ¡carajo!,
su carrera que troca fuego al polvo
y lo hace caer vuelto ceniza;
qué mano bendita la que lo recoge
para llevárselo un miércoles a la frente
y decir con todas sus palabras
padre, estoy listo para la muerte,
derrama sobre mí ese cáliz
y haz surgir de tus cielos,
con toda tu cólera acumulada por los siglos santos,
más que a tus jinetes,
los caballos.

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FARO MERIDIONAL (El jardín de las delicias, 2021) de Rita Kratsman.

por PB

El libro se abre con una cita de Watanabe: “Tal vez no haya ningún lugar en la tierra/donde acomodar los trastos/ y los huesos”. Está dividido en cuatro partes que reúnen poemas que se encadenan en una sucesión infinita, es decir que, en su mayoría, los poemas no tienen título y comienzan en media res. Es justamente esta forma la que permite a la autora jugar con el encadenamiento en cascada: un poema desemboca en el otro.

Por su parte, los títulos que sí elige poner, casi todos meses, años y nombres, funcionan organizando los textos narrativos que anclan el sentido a lo largo de la lectura. 

En la contratapa, Roxana Paez nos dice: “El señor Bloom atraviesa la página como en otros libros de Rita Kratsman. Cada poema es un paseo y un diálogo de una mujer consigo misma y con las voces que la retienen. Personaje de Puig si los suyos hubieran sido lectoras ávidas y poetas.” 

Comparto un poema, que siempre es la mejor puerta de entrada a la lectura:

cómo rechinan
las vainas secas del bosque
la voz de la sangre está en el árbol
y el mar cegado
por luces de tope apuntando hacia el sur
el viento marca la cadencia de las olas
mientras llega el aroma de un romero
dicen que donde hay romero la peste se aleja
eso dicen
aunque ya vinieron aquí cuando
se cavaron pozos en la tierra y no fueron castores
el recuerdo se alza como un orden griego
y para olvidar la miseria esclavista
una foca se distrae con los círculos de espuma
que lavan la orilla de arena y pizarra
y otra mañana o tarde
hacia el anochecer de los huemules y otra mañana
o tarde hacia el granate silencioso de las lengas
las lámparas del agua rompen sus filamentos
en la superficie vidriada
van y vienen las hojas
su manera de temblar

 

AGOSTO 2017

Años después, supe que Amanda también había pasado por el “Orletti”. Hoy, en la intersección de Brandsen y Ramón Carrillo, la vi como si el tiempo me hubiera devuelto una secuencia de acordes circulares. Otra esquina, el patio donde un murmullo esperaba a que el atardecer extinguiera el incendio de los nísperos.

¿Pudimos llegar a saber más de nosotras a raíz de la distancia que nos separó durante un tiempo? Un chisporroteo repentino ocupó la totalidad de mi mente, a la que el viento invernal le brindó sin embargo una transparencia ya vivida. Disimulé mi recelo, no de sus palabras, sino de una geometría propia de la oscuridad que atravesábamos, cuando me explicó que debido a una enfermedad crónica iba por remedios gratuitos. Tuve un hijo, balbuceó, pero no me dijo si seguía escribiendo.

El impacto prolongó el abrazo, apenas intercambiamos direcciones.

Algunos días se detienen en un instante. Quién sabe si aquellos instantes que creímos perdidos, por acción gravitatoria, no provocaron el encuentro.

 


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