Siempre es buena idea juntar dos poemas sobre el mismo tema y ver cómo se imantan mutuamente… En estos dos poemas que compartimos, el de Lugones (que es de 1917) recrea toda la sinfónica dignidad de una tormenta en la naturaleza, desde que está preparándose hasta que termina. En el de Giannuzzi (que es de 1991) propone desde el título una tensión: la “lluvia nocturna”, o sea lo primario, lo elemental, cruzándose con un basural improvisado detrás de una estación de servicio. El de Lugones es una clase maestra de apropiación del alejandrino para cargarlo de un tono íntimo, de un tono de paisaje y cosa vivida. El de Giannuzzi, una clase maestra de ese verso libre muy trabado, con zonas de versificación más reconocibles y otras más opacas, que dan cuentan justamente de la tensión que lo recorre.
SALMO PLUVIAL (LEOPOLDO LUGONES)
TORMENTA
Érase una caverna de agua sombría el cielo;
el trueno, a la distancia, rodaba su peñón;
y una remota brisa de conturbado vuelo,
se acidulaba en tenue frescura de limón.
Como caliente polen exhaló el campo seco
un relente de trébol lo que empezó a llover.
Bajo la lenta sombra, colgada en denso fleco,
se vio el caudal con vívidos azules florecer.
Una fulmínea verga rompió el aire al soslayo;
sobre la tierra atónita cruzó un pavor mortal;
y el firmamento entero se derrumbó en un rayo,
como un inmenso techo de hierro y de cristal.
LLUVIA
Y un mimbreral vibrante fue el chubasco resuelto
que plantaba sus líquidas varillas al trasluz,
o en pajonales de agua se espesaba revuelto,
descerrajando al paso su pródigo arcabuz.
Saltó la alegre lluvia por taludes y cauces,
descolgó del tejado sonoro caracol;
y luego, allá a lo lejos, se desnudó en los sauces,
transparente y dorada bajo un rayo de sol.
CALMA
Delicia de los árboles que abrevó el aguacero.
Delicia de los gárrulos raudales en desliz.
Cristalina delicia del trino del jilguero.
Delicia serenísima de la tarde feliz.
PLENITUD
El cerro azul estaba fragante de romero,
y en los profundos campos silbaba la perdiz.
LLUVIA NOCTURNA DETRÁS DE LA ESTACIÓN DE SERVICIO (JOAQUÍN GIANNUZZI)
Bajo la lluvia nocturna, una tumba caótica
de cosas abandonadas a sí mismas
que demora en cerrarse. Pero todavía el conjunto
puede volverse creador sobre su propio sueño.
En esta decantación del desorden
una fría suciedad pegajosa, un estado de frontera
de objetos a punto de perder su identidad.
En la inmóvil confusión gotea el agua
silenciosa. Envuelve llantas reventadas,
botellas astilladas, ruinas de plástico, recipientes chupados,
cajones despanzurrados, metales llevados
a un límite de torsión, quebraduras,
andrajos no identificados, asimetrías tornasoladas
por la grasa negra. He aquí una crisis de negación
en esta abandonada degradación intelectual
de criaturas seriadas, nacidas a partir
de la materia martirizada, la idea y el deleite
y que fueron manipuladas, raspadas, roídas, girando
sobre chapas rígidas y correas de transmisión
y en definitiva condenadas por lo monótono.
Pero en aquella derrota humana de las cosas,
en los desperdicios mojados podían descubrirse
figuras creadas a partir de la mezcla,
diseños irreales arrebatados a lo fortuito:
y entre gotas de lluvia y aceite quemado
una intención de belleza y de formas cumplidas
bajo la maloliente oscuridad.