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Antología de la poesía surrealista argentina

Antología de la poesía surrealista argentina

Las mejores antologías suelen tener dos características: están hechas por alguien que trabaja un material que conoce a fondo, por un lado, y por otro ese material lo implica íntimamente. Es el caso de esta antología sobre diez poetas surrealistas de la Argentina que preparó Javier Cófreces para que fuera el título 300 de Ediciones en Danza.           

            La antología (el criterio es cronológico: poetas que perenecieran a la primera generación de poetas surrealistas en Argentina) está organizada por poeta y básicamente presenta poemas del célebre “grupo de los siete” (Pellegrini, Ceselli, Molina, Latorre, Vasco, Madariaga y Llinás), al que se suman tres poetas más: Meleck Vivanco, Bruna y Gourinski.

            Lo que hace especial a esta antología es, además de los poemas obviamente, el material que los enmarca. Un excelente prólogo general; luego, antes de los poemas de cada poeta: semblanzas, notas críticas, textos de las contratapas de las publicaciones originales, etc; y al final un apéndice con material fotográfico, entrevistas, reseñas, etcétera. Y en todo el libro, la presencia central del antologador, desde el principio. En efecto, lo primero que vemos al abrir la antología es la siguiente dedicatoria:

Este libro está dedicado a la memoria de mi padre, Vicente, quien nunca soportó a los surrealistas, hasta que descubrió  a Paul Eluard y lo tradujo maravillosamente.

            Esta dedicatoria es una muestra cabal de la presencia afectiva de Cófreces a lo largo de toda la antología: como bien cuenta en el prólogo, conoció a sus poetas, a quienes entrevistó, antologó y publicó durante décadas, en distintas revistas y editoriales.

            En esta entrada compartimos un fragmento del prólogo de la antología y un poema de cada poeta, recomendado su lectura. Compartimos también este link para ponerse en contacto con la editorial.

 

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FRAGMENTOS DEL PRÓLOGO

El propio Aldo Pellegrini, en las primeras páginas de su monumental Antología de la poesía surrealista, se ocupa de puntualizar las características de la corriente de vanguardia que abrazó con pasión durante varias décadas dentro del panorama cultural argentino. Su fervoroso entusiasmo por el movimiento propulsó el contagio diseminado entre escritores y artistas de su época:

“La preocupación fundamental de los surrealistas fue siempre el hombre concreto: su necesidad de realizarse y de conocer, sus deseos, sus sueños, sus pasiones, su mundo anímico profundo, su afán de trascender, su ansia de autenticidad frente a una sociedad artificial, regida por normas éticas y sociales absurdas, frente a una sociedad mecanizada e hipócrita, con valores arbitrarios y falsos.”

“El surrealismo es esencialmente revolucionario y aspira a transformar la vida y la condición del hombre.”

“Todo lo que el surrealismo piensa del arte se resume en su concepción de la omnipotencia de la poesía.”

“Es el lenguaje del hombre como esencia, es el lenguaje de lo inexpresable en el hombre, es conocimiento al mismo tiempo que manifestación vital, es el verbo en su calidad de sonda lanzada hacia lo profundo del hombre.”

“Los surrealistas emprenden su lucha contra una moral absurda, producto de una religión petrificada en dogmas, que tiende a desvalorizar al hombre y lo que hay en él de específicamente humano.”

“Los surrealistas pretenden que la poesía sea el camino que libere al hombre. Puede decirse que, gracias a esa función liberadora, la poesía adquiere para los surrealistas la importancia desmesurada, excepcional, que siempre le han dado.”

“La liberación del hombre debe comenzar por la liberación espiritual, y para ello Breton aconseja un procedimiento de índole estrictamente poético: el vertiginoso descenso al interior del espíritu.”

“El surrealismo es una mística de la revuelta, revuelta del artista contra la sociedad convencional….El surrealismo aparece como una sistematización del disconformismo.”

“El amor es para los surrealistas la pasión que exalta todos los mecanismos de la vida, aquella en que la función de vivir adquiere todo su sentir…la libertad y el amor son los pilares de la concepción surrealista del hombre.”

“El sueño representa para los surrealistas un contacto con ese mundo profundo del espíritu cuyo contenido exploran.”

“El poeta surrealista se sirve frecuentemente del azar en sus creaciones. El azar nos enfrenta con la excepción, con lo que está fuera de las normas.”

“El humor representa la protesta contra el orden convencional. Es la manifestación más neta del inconformismo. Revela la máxima acción corrosiva del espíritu sobre la máscara de un mundo artificioso, hipócrita y convencional, a la que desintegra y anula.”

            Las líneas que transcribimos sintetizan las consignas fundamentales del surrealismo, de acuerdo al criterio del máximo cultor del espíritu ideológico y artístico de la corriente, en la Argentina, Aldo Pellegrini.

(…)

Justamente, [Madariaga] fue quien me proporcionó en 1998 el contacto con Julio Llinás, a quien nunca había visto en mi vida. Me comuniqué con el autor de Pantha rei y me invitó a visitarlo a su casa de la calle Chacabuco. Vivía en un hermoso caserón colonial de San Telmo.

            Recuerdo que aquel primer encuentro fue sumamente distante y muy poco cálido. Llinás se mostró muy desconfiado y receloso. No me conocía y tampoco tenía registro de la revista que dirigí durante tantos años, La Danza del Ratón, que de algún modo significaba mi carta de presentación. No podría decir que me maltrató, pero fue muy poco amable aquella tarde en la que ni siquiera convidó café.

            Casi a regañadientes me regaló algunos libros suyos, autografiados con su mano izquierda. Había perdido su brazo derecho en un accidente varias décadas atrás. Por mi parte le entregué ejemplares de la revista y algunos libros personales publicados en Tierra Firme por José Luis Mangieri. Lo que ocurrió desde allí en adelante, resultaría casi inexplicable, desconcertante, tras ese primer encuentro.

            Llinás comenzó a llamarme cada semana muy amablemente para invitarme a sus almuerzos de los sábados, a los que concurrí varias veces. Julio planeaba encuentros con sus amigos sistemáticamente ese día de la semana. La comida la preparaba una señora que trabajaba en su casa desde hacía muchos años. Inesperadamente, a medida que los sábados transcurrían, comenzó a tratarme como a un amigo al que conocía desde siempre. Cada sábado había un invitado sorpresa, Francisco Madariaga, Rodolfo Alonso, mujeres jóvenes y artistas plásticos a quienes por supuesto yo no conocía.

            Francamente, recuerdo aquellos almuerzos de los sábados, en la terraza o en la cocina de su casa, como celebraciones radiantes. Los protagonistas mayores que yo evocaban antiguas andanzas “surrealistas”, con entusiasmo y cierta nostalgia, aunque siempre en tono festivo.

(…)

Fueron exactamente tres los encuentros personales que mantuve con Enrique Molina. Para la primera de las citas habíamos pautado la realización de un reportaje para publicar en La Danza del Ratón, a dicho efecto fui provisto de mi pequeño grabador. Tras un rato de charla off de record en su living, le propuse arrancar con la entrevista y en ese momento sucedió algo imprevisto. El poeta resolvió cancelar la nota. Me dijo que no tenía ánimo de responder preguntas sobre la marcha, que prefería contestarlas por escrito, para tener posibilidad de meditar sus dichos. En consecuencia, le propuse acercarle a la brevedad un cuestionario con las preguntas que me hubiera gustado hacerle en nuestra conversación, pero que no llevaba anotadas, para que respondiera las que quisiera.

            Me solicitó que regresara la semana siguiente para dejarle las preguntas, y que pronto me llamaría para retirar las respuestas de su casa.

            Volví a los pocos días con el cuestionario, conversamos un buen rato acerca de sus viajes y me enseñó cada uno de los collages que lucían en las paredes. Confesó que en un momento de su vida tuvo que optar entre la poesía y la plástica. “Probablemente tomé una decisión equivocada, con la pintura quizás hubiera conseguido dinero. Uno sabe que con la poesía eso es imposible, de todos modos, me aferré a ella”, comentó con un dejo de resignación.

            Con el paso de los minutos la conversación se hacía más distendida y Molina fue nombrando poetas argentinos y libros. No paraba de evocar recuerdos y a cada momento se levantaba del sillón en busca de material para reforzar lo que decía enfáticamente, hasta llenar de revistas, notas y papeles una mesa ratona. Todo el tiempo citó a escritores y en más de una ocasión exaltó el valor del surrealismo, al que consideraba como el movimiento cultural más importante del siglo veinte. Todas sus reflexiones parecían sinceras, transparentes y conmovedoras.

            Tras la charla, me solicitó que volviera en unos días a por las respuestas. Concerté una fecha y regresé la semana siguiente a su domicilio. Toqué timbre y no respondió nadie. Al otro día lo llamé por teléfono y Molina, sin mayores explicaciones, se disculpó por no haberme podido atender en la cita prefijada. Planificamos un nuevo encuentro. En esta ocasión, el poeta abrió la puerta. Comenzamos a conversar y se lo veía algo abatido. Con cierta tristeza, me manifestó la inmensa decepción que le generaba que en la Argentina nadie se ocupara de su obra. Traté de significarle que no coincidía con su observación. En todo caso, mi presencia y la nota programada para publicar en nuestra revista demostrarían lo contrario. No hubo caso. Luego me comunicó que no había respondido las preguntas del cuestionario que le había dejado días atrás, “soy un pésimo corresponsal”, me dijo. “Tampoco tengo tiempo, o no me organizo, para responder las cartas que me llegan o los libros que recibo por decenas durante el año.”

            Tras notificarme de la mala noticia, me manifestó que “para salir del paso” había fotocopiado una entrevista que le habían hecho poco tiempo antes en México. Según su consideración, en dicho país era bien tratado y valorado, “no como en la Argentina”, insistió.

            Francamente, me costaba salir del asombro y la decepción que me generaba la situación, las citas fallidas y la entrevista exclusiva frustrada.

            Procuré obtener, al menos, una satisfacción. Le solicité a Molina si acaso tenía voluntad de transcribir a mano un poema suyo para reproducirlo en la revista. El poeta accedió a mi pedido.

            Recuerdo que lo hizo de pie, apoyando una hoja de papel sobre una repisa de mármol, lentamente copió de un libro el poema “Hacia una isla incierta”. El manuscrito apareció en La Danza del Ratón Nº10, de octubre de 1993. El reportaje que publicamos fue el que le realizara el periodista Marco Antonio Campos, para el periódico Sábado, del 17 de abril del mismo año.

            Meses después, por intermedio de Mary Luz Luna, le hice llegar al poeta un par de ejemplares de la revista donde apareció la nota. Molina no volvió a tomar contacto conmigo. Intenté comunicarme con él un par de ocasiones más, pero sin resultado alguno.

(…)

También tuve ocasión de conocer personalmente a Carmen Bruna. La visitaba en su casa de Colegiales, o Villa Urquiza. En la contratapa de su libro, Lilith, que conservo, aparece apuntada una dirección, Diaz Colodrero 2780, sospecho que era donde vivía Bruna hacia fines de los noventa. Con seguridad, el contacto me lo habrá facilitado Silvia Graied, de la revista Signo Ascendente.

            Recuerdo haber conversado varias veces con Carmen, quien siempre se mostró de lo más cordial. Curiosamente, a pesar de pertenecer a la generación etaria del grupo surrealista argentino central (nació en 1928, un año después que Francisco Madariaga y un año antes que Julio Llinás), no recuerdo que me haya comentado haberse acercado personalmente a dichos poetas, ni al resto de los miembros que colaboraba en las revistas vinculadas a la corriente.

            Bruna sentía básicamente una profunda admiración, cuasi unidireccional, por André Bretón a quien le dedicara un poema en su primer libro, Bodas (Lorraine, Buenos Aires, 1980). En oportunidad de la publicación de dicha obra la poeta tomó contacto con Juan José Ceselli, quien rondaba los 70 años. En esa época el autor de La Selva 4040 ya padecía frecuentes achaques de salud, y moriría un par de años más tarde.

            En un punto, tras las conversaciones con Carmen Bruna, tuve la sensación de que su adhesión a la corriente surrealista se instalaba principalmente en una cuestión dogmática. Constantemente evocaba los principios históricos de aquellos antiguos manifiestos vanguardistas europeos, redactados por Breton y sus muchachos. Presentí que para Bruna aquellas consignas mantenían vigencia en su arte creativo y en su mirada del mundo. No parecía interesarle que los mismos redactores de aquellos documentos abdicaran de sus propias manifestaciones con el correr del tiempo. Me llamó la atención que Bruna no adscribiera a cierto aggionamiento, propuesto por el clan surrealista argentino, y que no se hubiera interesado en sumarse a esa banda de escritores, que no le resultaba desconocida y que hasta cierto punto admiraba.

(…)

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DIEZ POEMAS DE LA ANTOLOGÍA

SOBRE LA CONTRADICCIÓN (ALDO PELLEGRINI)

Si extiendo la mano encuentro una puerta
si abro la puerta hay una mujer
entonces afirmo que existe la realidad
en el fondo de la mujer habitan fantasmas monótonos
que ocupan el lugar de las contradicciones
más allá de la puerta existe la calle
y en la calle polvo, excrementos y cielo
y también esa es la realidad
y en esa realidad también existe el amor
buscar el amor es buscarse a sí mismo
buscarse a sí mismo es la más triste profesión
monotonía de las contradicciones
allí donde no alcanzan las leyes
en el corazón mismo de la contradicción
imperceptiblemente
extiendo la mano
y vivo.

 

REMORDIMIENTOS (JUAN JOSÉ CESELLI)

Más allá de las cumbres lejanas
de las trampas para los lobos
miro el cielo
miro el sol
las dilatadas praderas
la blanca orilla del mar
las nubes rojizas
y me voy hacia el mercado
a ver si allí de nuevo
la volveré a encontrar

 

LA CIEGA BELLEZA SIN CONSUELO EN EL MUNDO (ENRIQUE MOLINA)

Vuelve del sueño la lluvia pegajosa
que sostiene su peso sobre las almas,
agua lenta, dormida, inmensa, vacilante,
aún niña, con antiguas flores
cuya pared se ha rajado
para dejarla ir, lejos, donde vaya.
Risas de la extranjera de las barcas, la plata
de sus rodillas con sal, la casi inexistente
bombacha de encaje negro, la partida
del tren azotado en el humo
de los brebajes y los fuertes adioses
hasta el horizonte húmedo de su boca,
hasta perderse el torbellino, la música
desequilibrada por las olas y el viento
de la memoria. En la torre del mercado
la gorda vendedora de sandías con un pañuelo
rojo en la cabeza, y las hojas
empezaron a volar otra vez para siempre
entre los dientes amarillos del tiempo,desde tales lugares y su gloria
que sostuvieron sus pechos, donde la lluvia
tendió de nuevo el anillo insondable
para la ceremonia. Y todo lo perdido
es adorable y espléndido, el resplandor
de Dios en la cáscara del camarón y la piedra,
los soles pasionales, la ciega
belleza sin consuelo del mundo.

 

LOS MÓVILES SECRETOS (CARLOS LATORRE)

De la noche y la tormenta proviene la mujer.
Flora tantálica,
fauna impensadamente homicida,
nos rodea con el poder de los brazos que le es propio
y se crispa el encelado corazón del hombre que
    también es suyo por derecho natural.
Algunos se defienden;
ensayan conjuros como los de negar la roja magia de
    su hechizo con un color más negro,
entonces la noche cómplice intensifica su matiz sombrío
y más y más radiante
y cautivante
contrasta lo que se sospecha sea su imagen impuesta
o salvadora.
Error fatal.
Así se contribuye al nacimiento de la hipnótica boa
    que ha de devorarnos con gula de criatura
    predestinada a vivir a expensas de su atracción,
conjuntamente con sus hijos.
El mandato no le es ajeno:
la carne cumple en ella su oficio más perfecto.

 

LA SED DEL ÁNGEL (MELECK VIVANCO)

Voy hacia el sol
Hacia sus lirios de tempestad
y sus violentas hélices

Tengo la sed del ángel
Hablo un idioma de avemarías y relámpagos
Cuando rueden las hojas
se habrán extinguido
los racimos secretos de mi carne.

 

INVENTOR (VASCO)

Dame la mano
soy el que cuida los cerdos
el que ordeña temprano
Hablo bien
pero hablar no cuenta
“también la verdad se inventa”.

 

LOS VIAJES REALES (MADARIAGA)

Sólo los amores podían reclinarme sobre su propio
    arpegio real de inocencia y de incendio.

Los fuegos de las graciosas tristísimas cuyo rostro
    se enciende y se apaga a la entrada de los túneles
    con puertas de manzanos.

 

LOS MUSGOS DEL ROCÍO (BRUNA)

Los musgos del rocío trepan la algarabía de las calaveras
y la constelación clamorosa de los colibríes
acosados por los ojos de los felinos
desbaratan mi corazón a picotazos,
polen de maravilla que narcotiza el cerebro,
lluvia de estambres
que alimenta las nupcias del verano
por la orilla del mar crepita temblorosa
la borrachera de la espuma,
la fosforescente alucinación de los peces,
el éter sonámbulo y cruel de las gaviotas.
Oh! El olor de los puertos con todos sus fantasmas,
la tristeza de la condena inmemorial
que lavará nuestros huesos en la lluvia,
que enterrará nuestras aguas vivas
celosa del canto de amor de los seres translúcidos.
Oh! Desesperación de morir
cuando los limoneros estallan las ambrosías ácidas del verano,
cuando el romero deslíe en nuestros labios su olor caliente,
su fascinante flor violeta
y la carcomida campana que anuncia los naufragios.

 

VOLVER (LLINÁS)

Volver
no es nunca volver;
siempre es llegar
a otro lado;
nada estará en su lugar,
inamovible,
nada será como fuera
en el momento de partir;
siempre
la horquilla del tiempo
habrá cambiado
el heno de granero,
las hojas de la higuera
habrán caído
los pájaros volado,
y la mujer amada,
pensando en otro amor
y en otra vida.

Volver
no es nunca volver;
siempre es seguir avanzando
hacia un adiós espectral,
hacia una puñalada.

 

CERTEZA DEL POETA (GOURINSKI)

Van y vienen los pasionarios de la tristeza, le cantan
    con opíparas lágrimas, falsos y pervertidos de sí
    mismos, le cantan bellamente a las bellas tristezas

Siento aquellas puñaladas defensoras, mentiras de la
    mentira, y me obligo a descubrir a Su Majestad La
    Tristeza, sucio diablo que entre los diablos, no perdona


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