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Borges y su olvidado latín – una lectura filológic...

Borges y su olvidado latín – una lectura filológica de “Amorosa anticipación”

por Arturo Álvarez Hernández[1]

 

En algunas ocasiones los métodos y recursos de la filología clásica pueden ser aplicados con provecho al análisis de un poema coetáneo. Creo que es el caso del poema Amorosa anticipación de J.L. Borges, que forma parte del libro Luna de enfrente, y puede leerse hoy en sus Obras Completas[2] del siguiente modo:

 

AMOROSA ANTICIPACIÓN

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como mirar tu sueño implicado                        5
en la vigilia de mis brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
Arrojado a quietud,                                           10
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera, quizá,
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo
sin el amor, sin mí.                                           15

 

            Atentos a la constitución del texto, problemática típica de la filología, intentamos recuperar los hitos fundamentales de la trayectoria editorial de nuestro poema[3]: primera edición en marzo de 1925, en el N° 8 de la revista Proa; segunda en ese mismo año, ya como parte del libro Luna de enfrente (pie de imprenta del 4-11-25); poco después el poema integra la Antología de la poesía argentina moderna (1900-1925) de Julio Noé (Noé, 1926)[4]; a distancia ya de 23 años aparece en el diario La Nación, de La Paz, el 26-06-49; quince años después Emecé lo publica, siempre como parte de Luna de enfrente, en la edición de la Obra Poética de 1964, y cinco años más tarde en la edición de Luna de enfrente de 1969; luego, obviamente, se lo incluye en la edición de las Obras Completas de 1974, que se reproduce hasta la actualidad; por último, el volumen de Textos recobrados. 1919-1929 (Borges, 1997), reproduce la primera edición del poema, es decir, la aparecida en Proa en marzo de 1925.

            Los ejemplares o las noticias de estas ediciones que he tenido a mi alcance me permiten comprobar que Borges corrigió más de una vez -y no poco- el texto. Basta observar cómo aparecía el poema en su primera edición[5]:

 

ANTELACIÓN DE AMOR

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
Ni la privanza de tu cuerpo, aun misterioso y tácito y de niña
Ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento
Serán favor tan persuasivo de ideas
Como el mirar tu sueño implicado
En la vigilia de mis ávidos brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
Quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo,
Me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
Arrojado a quietud.
Divisaré esa playa última de tu ser
Y te veré por vez primera quizás,
Como Dios ha de verte,
Desbaratada la ficción del Tiempo
Sin el amor, sin mí.

 

            Como puede apreciarse, además del título, nueve de los quince versos del poema fueron modificados (algunos substancialmente) por el autor. La cronología de las variantes nos permite establecer, en principio, tres redacciones: la primera, con el título “Antelación de amor”, se edita en Proa (marzo de 1925), en la primera edición de Luna de enfrente (noviembre de 1925), y en la primera edición de la Antología de Noé (Noé, 1926); la segunda redacción, ya con el título “Amorosa anticipación” y con numerosas variantes, probablemente es la que edita el diario La Nación, de La Paz. el 26-06-49[6] y es la que encontramos en la edición de la Obra Poética de 1964 y en la edición de Luna de enfrente de 1969; la tercera redacción, que presenta unas pocas variantes respecto de la precedente, es la que aparece en la edición de las Obras Completas de 1974 y en las sucesivas que la reproducen.

            Respecto de las correcciones practicadas por el poeta, una primera observación cabe hacer con referencia a la composición sintáctica del poema. La primera redacción, debido a la oración nominal bastante anómala que ocupa entero el v. 10[7], presenta una estructura extrañamente irregular (6-5-1-5); al substituirse, en la segunda redacción, el punto a continuación de “quietud” (v. 10) por una coma, ese esquema inicial se transforma en una estructura equilibrada (6-3-6), constituida por tres secciones: vv. 1-6;vv. 7-9; vv. 10-15. El número de versos de cada sección subraya la presencia del número tres en la estructura del poema, número que, significativamente, se repropone a través de diversas tríadas:

           La tríada de núcleos que componen el sujeto de la primera oración, que ocupan un verso cada uno y cuya sucesión está escandida por la reiteración del coordinante “ni” al comienzo de cada verso.

            La tríada de modificadores de “cuerpo” en el v. 2, subrayada por el polisíndeton: “misterioso y tácito y de niña”.

            Las tríadas que componen respectivamente las oraciones segunda y tercera del poema, compuestas, la segunda por un predicativo subjetivo repartido en dos bloques (w. 7-8) seguido del predicado, la tercera por un predicativo subjetivo (v. 10) seguido de un predicado articulado en dos núcleos (v. 11 y w. 12 ss.).

            La tríada de predicativos referidos a la amada que el amante imagina sumida en el sueño en los versos centrales: “Virgen … quieta y resplandeciente”.

            La tríada de complementos circunstanciales que definen la perspectiva desde la cual Dios ve o verá a ese ser que es la amada, con la que culmina el poema: “desbaratada la ficción del Tiempo/ sin el amor, sin mí”[8]

            Las variantes léxicas, por su parte, parecen responder a dos tipos de operación: a) la sustitución de palabras artificiales, raras, con palabras de uso normal, inmediatamente sugerentes (v. 2 “costumbre” por “privanza”; v. 3 “asumiendo” por “situándose”, “silencios” por “acallamiento”; b) la sustitución de expresiones abstractas, de factura racional compleja, con expresiones sintéticas o de mayor concreción (v. 4 “favor tan misterioso” por “favor tan persuasivo de ideas”; v. 8 “como una dicha que la memoria elige” por “como una dicha en la selección del recuerdo”; c) correcciones ortográficas o cuasi-ortográficas (v. 2 “aún” por “aun”; v. 12 “quizá” por “quizás”).

            Es fácil observar que estos cambios mejoran el poema. Pero me interesa ahora focalizar la atención en dos de estas correcciones, para cuya comprensión hemos de aprovechar los saberes de la filología clásica. Los cambios a que me refiero son: la eliminación de “ávidos” (v. 6) y la substitución, ya indicada, de la compleja expresión “persuasivo de ideas” por el simple adjetivo “misterioso” (v. 4). No creo que sea posible entender, en todas sus implicancias, estas modificaciones, sin indagar la conexión de este poema con un motivo clásico, en el que el poeta argentino encontró probablemente un estímulo para su composición, y respecto del cual terminó por diferenciarse categóricamente. Pero para fundamentar esta hipótesis se impone hacer un breve rodeo.

            Como he sugerido en otro trabajo[9], este poema de Borges puede ser relacionado con un motivo literario que llamo “de la amante dormida”, cuyo tratamiento más antiguo conservado se encuentra en la bellísima elegía 1,3 de Propercio, pero cuyo origen probablemente es anterior y griego, como hace suponer el epigrama AP 5, 275, de Paulo Silenciario, posterior en cinco siglos a la elegía properciana. El núcleo argumental de este motivo es la visita extemporánea del amante a su amada (en el origen seguramente una hetera), en cuya ocasión el amante encuentra a la amada dormida. En el epigrama de Paulo Silenciario esa situación provoca o incrementa en el amante el deseo sexual y lo conduce a forzar a la muchacha. En la elegía de Propercio, en cambio, la situación desencadena en el amante una lucha entre el deseo y el sentimiento de ternura provocado por la fascinante belleza de la amada entregada al sueño. El tratamiento properciano corresponde a la delicada sensibilidad erótica cultivada por los elegiacos romanos y marca un giro fundamental respecto del (hipotético) tratamiento epigramático primitivo, que, en cambio, es el que reproduce el poeta bizantino cinco siglos después.

            Considerado en esta perspectiva no llama la atención que uno de los grandes representantes del moderno romanticismo, 1. W. Goethe, haya recreado la elegía properciana en un extenso poema, Der Besuch (‘La visita’), donde se repite la situación de encuentro inesperado con la amante dormida, situación que en este caso, continuando la línea de Propercio, da pie a una respetuosa y meditativa contemplación por parte del protagonista-narrador. Goethe sigue muy de cerca el argumento properciano, pero por su parte introduce una reflexión que tiene algún interés para nuestro tema: en los vv. 26-29 y 38-41 el amante advierte que el sueño es Der Verräter jedcs falschen Zuges (“el traidor de todo gesto falso”), o sea, un estado que impide todo engaño o ilusión y deja al desnudo el verdadero ser de la persona.

            En proximidad cronológica mucho mayor al poema de Borges se encuentra el soneto de Paúl Valéry titulado La dormeuse, publicado en 1922 como parte del libro Charmes. La vinculación de este soneto con el motivo clásico es discutible, ya que se ha eliminado la circunstancia de la visita. El poema nos ofrece directamente la visión de la amada durmiendo y las reflexiones del amante a propósito de ella. Sin embargo, el poema de Valéry comparte con la elegía properciana, y en menor medida con el poema de Goethe, el choque de sentimientos que suscita en el amante una imagen que por una parte irradia inocencia y por otra sugiere un tentador abandono.

            ¿Habrán tenido algo que ver estos antecedentes con la composición del poema de Borges? En principio me parece que el conocimiento del poema de Valéry se puede dar por descontado, considerando la familiaridad de Borges con la obra del poeta francés[10]. También me parece probable que por los años de composición de su poema Borges pudiera haberse interesado en el poema de Goethe, a instancias de uno de sus reconocidos maestros y principal referente del ultraísmo, en el que por entonces militaba. Me refiero al poeta español Rafael Cansinos Asséns, estudioso y traductor del poeta alemán. Por lo que respecta a Propercio, la única constancia que puedo aducir es bastante posterior a la época de composición de nuestro poema: Borges cita la elegía 1,19 del romano, a propósito del último verso del célebre soneto de Quevedo “Cerrar podrá mis ojos la postrera …” (472 Blecua), que consideraba una reescritura del v. 6 de la elegía properciana[11].

            Sobre todo este posible trasfondo de estímulos literarios cabría ampliar la indagación. Pero, por lo pronto, y para regresar al punto en que habíamos quedado, la supresión (de “ávidos”) y la sustitución (de “persuasivo de ideas” por “misterioso”) que estamos observando, podrían implicar la definitiva separación de nuestro poema respecto del motivo de la amante dormida que pudo estar en su origen. En efecto, la definición de los brazos que habrán de contener a la amada dormida como “ávidos” parecía relacionarse con la actitud ambigua que caracteriza al amante en la elegía properciana, como resultado de su lucha interior entre el deseo y la contemplación. Eliminado “ávidos”, los brazos del amante del poema borgeano definen sólo una actitud de amparo, de protección, y el trasfondo de erotismo, típico del motivo clásico, desaparece, para ceder la totalidad de la escena a la experiencia contemplativa que es la única que a Borges le interesa. Por su parte, la compleja expresión “persuasivo de ideas” (que podríamos glosar ‘generador, provocador, suscitador de ideas’) referida al “favor” de mirar a la amada dormida en los propios brazos, parecía referirse más a la experiencia del amante de la elegía properciana (en quien la visión de la amada provoca un fluir de imágenes y de ideas), que a la experiencia del amante del poema de Borges, sumido en la visión del ser real, trans-temporal, de la amada. Con la supresión de “ávidos” y el reemplazo de “persuasivo de ideas” por “misterioso” el motivo “de la amante dormida” sufre un giro metafísico definitivo, precisamente en la línea de Goethe, para quien el sueño en que está inmersa la amada es el revelador de su verdadero ser.

            En este mismo sentido otra variante muy significativa es la del título del poema, que arroja nueva luz sobre su significado filosófico. El término “antelación”, que encabezaba el titulo en las tres primeras ediciones (proviene del bajo latín antelacio, -onis, derivado a su vez del clásico anteferre debió ser preferido, inicialmente, por ser poco usual, casi exótico en poesía: se trataba entonces de una recuperación léxica, acorde con la estética ultraísta en la que militaba Borges por esos años. Su reemplazo por “anticipación” significa, pues, la superación de la estética ultraísta, pero no sólo eso. Respecto del sust. “anticipación” (derivado de “anticipar”, a su vez derivado del latino anticipare), me parece que conviene tener presente la existencia, en el latín clásico, del. sust. anacipatio, -onis, término de origen filosófico que fue introducido al latín por Cicerón para traducir el griego prolhyiz, lo que se verifica en un pasaje del De natura deorum (1, 43-44), de sumo interés para nuestro poema. Dice allí el arpinate:

 

Pues sólo él [Epicuro] se dio cuenta, primero, de que los dioses existen, porque la naturaleza misma ha impreso una noción de ellos en los espíritus de todo el género humano. Pues ¿qué linaje o qué raza de hombres hay que no posea, sin haber sido enseñados, una idea anticipada [anticipationcm quandam] de los dioses? Tales nociones las designa Epicuro con el nombre de “prólepsis”, es decir, una especie de pintura mental de una cosa, preconcebida ya y sin la cual nada puede ser entendido, investigado o discutido. (…) Y, supuesto que esta verdad es casi universalmente admitida no solamente entre los filósofos  sino también entre las gentes indoctas, hemos de convenir en que es también una verdad admitida, que poseemos una “noción previa” [hanc anticipationcm], como la he llamado antes, o “noción anterior” [praenotionem] de los dioses. -Pues nos vemos obligados a emplear neologismos para expresar ideas nuevas, de la misma manera que el propio Epicuro empleó la palabra “prólepsis” en un sentido en que nadie la había empleado antes.[12]

 

 

            Lo que aquí interesa es que tanto el ciceroniano anticipatio cuanto el borgeano “anticipación”, definen el acceso cognitivo a una realidad no perceptible por los sentidos ni por la razón, conocimiento de los dioses en el caso de Cicerón, conocimiento del verdadero ser de la amada en el caso de Borges. Obviamente, hay diferencias notables entre una y otra experiencia, porque mientras en Cicerón la anticipatio (o prólepsis) de los dioses es un tipo de conocimiento inherente a la naturaleza humana, en Borges la “anticipación” del verdadero ser de la amada es una experiencia que alcanza el amante en el contexto del vínculo amoroso (por eso se la define “amorosa”) y como resultado de una circunstancia particular: la contemplación de la amada entregada al sueño. Sin embargo, en ambos casos se ha buscado definir (y esto es lo que interesa) un tipo especial y trascendente de conocimiento.

            Tratándose de un escritor como Borges no se puede excluir que la lectura del pasaje ciceroniano lo haya inducido al cambio de “antelación” por “anticipación”. Una evidencia concreta de su contacto con el De natura dcorum la ofrece el comienzo del ensayo El tiempo circular, que integra la Historia de la eternidad(1936)[13]; Borges cita allí, a propósito de la teoría del “eterno retorno” expuesta por Platón en el Timeo (39d), el libro 2 del tratado ciceroniano (sin duda 2, 51-56) en el que Cicerón discurre sobre dicha teoría. El dato es particularmente interesante porque la publicación de esta obra borgeana se ubica entre 1926 y 1949, período en el que se produjo el cambio de título de nuestro poema.

            Pero, con independencia de esta conjetura, creo que el cambio de “antelación” por “anticipación” denota la particular conciencia lingüística de Borges, en cuya base está sin duda el conocimiento del latín. No es una novedad que en la escritura de Borges se verifica a menudo el empleo de palabras castellanas pensadas “en latín” o sea, en función de una equivalencia semántica con un correspondiente latino. Testimonios de esa modalidad abundan en este mismo poema: el participio “implicado” (v. 5), con el significado de ‘rodeado’, ‘ceñido’, ‘envuelto’, ‘protegido’, es completamente inusual (“implicar” significa normalmente ‘comportar’, ‘suponer’, mientras que el participio “implicado, -a” asume normalmente el significado de ‘involucrado’, ‘comprometido’) y remite, sin duda, a uno de los significados principales del verbo latino implicare, es decir, ‘rodear’, ‘ceñir’, ‘envolver’. Otro tanto puede decirse del adj. “tácito” (v. 2), que asume aquí el significado de ‘silencioso’, ‘callado’, propio de su antecesor latino tacitus, -a, -um. “Quieta” (v. 8) no remite, como es usual, meramente a la inmovilidad, sino también y sobre todo a la serenidad, a la situación extática de la amada dormida, situación a la que en el v. 10 se vuelve a aludir mediante el término “quietud”. En ambos casos el significado asumido es el de los antepasados latinos quictus, -a -um y quies, -etis[14]. En el término “favor” (v. 4), se recupera, a mi ver, la connotación religiosa del verbo latino favere. Probable también la reminiscencia del latín os, oris (‘rostro’, ‘cara’) en el uso de “orilla” (derivado del latino ora, -ae, relacionado etimológicamente con os, oris) para definir el ‘aspecto’, la ‘cara’, la ‘faz’ de la vida de la amada que el amante llegará a conocer.

            Me parece posible concluir, entonces, que, a pesar de la poética declaración de “haber sabido y haber olvidado el latín” (Un lector, Elogio de la sombra) que Borges hiciera, la lengua del lacio educó la sensibilidad lingüística del notable escritor, de suerte que en buena parte de su obra resulta imprescindible apelar al latín y a las fuentes latinas para arribar a una cabal comprensión. La filología clásica, entonces, también tiene su lugar en el estudio de un escritor, de los más significativos, de nuestro tiempo y de nuestra lengua.

 

 

[1] El artículo fue publicado (con algunas modificaciones, como un mayor desarrollo del aparato crítico) en Hablar de Poesía #11.

[2] Borges, 2001:59.

[3] De suma utilidad para este objetivo C. García, 2000: 264. Providencial me fue la nutrida biblioteca de Ricardo Herrera, a quien, por otra parte, le debo mi interés en este poema (cf. Herrera, 1998: 113-116, y Álvarez Hernández, 2000).

[4] Señala C. García, 2000: 36, n. 53 que Noé recibió éste, y otros dos poemas de Luna de enfrente, antes de su aparición en dicho libro, y que en la segunda edición corregida de su antología (Noé, 1951) no incluyó nuestro poema, “quizás con la venia o a pedido de Borges”.

[5] Cabe aclarar que de la edición de Proa, la primera del poema, tengo dos versiones que difieren en la puntuación: la que ofrece la edición facsimilar del No 8 de Proa (Borges, 1982:38) trae punto al final del v. 6 y coma al final del v. 12; ningunos de estos signos aparecen en Borges, 1997. Doy por válida la edición facsimilar (y aprovecho para agradecerle mi ejemplar a Carlos Aletto, alumno y amigo).

[6] No he tenido acceso a ella, pero me inclino a esta hipótesis sobre la base de la noticia (cf. nota 4) de que el poema no aparece en la segunda edición de la Antología de Noé (Noé, 1931). Tal como conjetura C. García, es probable que el propio Borges solicitara entonces el retiro del poema, precisamente porque pensaba modificarlo.

[7] En realidad cabe preguntarse si el punto después de “quietud” -punto que en ediciones posteriores es substituido por una coma- no habrá sido una errata.

[8] En función de esta última triada, llama la atención la desaparición, en las ediciones de 1974 en adelante, de la coma a continuación de “Tiempo”, en el v. 14, que estaba en las ediciones de 1964 y 1969. La composición triádica, por otra parte, impondría tal vez comas al final de los versos 1 y 3.

[9] Álvarez Hernández, 2000. Resumo aquí las conclusiones de ese artículo.

[10] Sugestivo el ensayo sobre Valéry Incluido en Otras Inquisiciones(1952). Cf. Borges, 2002: 64-65.

[11] En el ensayo sobre Quevedo incluido en Otras Inquisiciones (1952). Cf. Borges, 2002: 38-44. Al respecto me he explayado en Álvarez Hernández, 1998. 

[12] Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses. 53-54. 

[13] Cf. Borges, 2001: 593-396.

[14] Cabe señalar que esta última palabra aparece dos veces en la elegía 1,3 de Propercio (vv. 7 y 17) para definir el reposo de la amada, una de ellas en una iunctura muy particular: talis visa mihi mollem spirare quietem / Cynthia non certis nixa caput manibus… En la hipótesis de un contacto de Borges con la elegía properciana los términos “quieta” y “quietud” de nuestro poema se ofrecen como los más sintomáticos.


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