Yves Bonnefoy – Cinco poemas

por Susana Cella

Durante su larga vida, Yves Bonefoy (1923-2016), dejó sus iniciales estudios en matemáticas para consagrarse al arte, pintura y literatura, pero sobre todo a la poesía –no sólo como creador sino también ensayista y traductor. Se lo considera el poeta francés más importante de la segunda mitad del siglo XX. Al recorrer extensa obra de Bonnefoy encontramos importantes estudios concernientes a la pintura (barrocos, Goya, Joan Miró, Alberto Giacometti) o traducciones notables como las que hiciera de Shakespeare. Sucedió a Roland Barthes, a la muerte de este en 1981 en la cátedra de Estudios Comparados de la función poética en el College de France. Si bien se vinculó al surrealismo, la concepción de la poesía que Bonnefoy iba forjando no confluía con la de esa corriente de larga presencia no solo en la poesía francesa. En cambio, fueron poetas como Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y Stéphane Mallarmé sus principales objetos de una rigurosa y profunda reflexión acerca de la poesía, su valor e importancia en la vida contemporánea, valga citar Nuestra necesidad de Rimbaud que afortunadamente ha sido traducido, lo mismo que El siglo de Baudelaire, Sobre el origen y el sentido, ensayos imprescindibles en torno de la palabra poética. En cotejo con sus ensayos, su producción poética es menos prolífica pero no menos descollante.

       Recientemente, en lo que sin dudas constituye un suceso editorial, la editorial El Cuenco de Plata ha publicado una edición bilingüe titulada Poemas, que compila la producción poética de Bonnefoy entre los años 1947 y 1975: Del movimiento y la inmovilidad de Douve, Ayer reinante desierto, Piedra escrita y En el señuelo del umbral. La traducción fue realizada por Silvio Mattoni y el libro cuenta con un estudio preliminar de una de las importantes figuras con las Bonnefoy tuvo estrecha relación, Jean Starobinsky. Titulado “La poesía entre dos mundos” ofrece una magnífica imagen del derrotero y la búsqueda poética de Bonnefoy a partir de un afinado conocimiento del autor a través del despliegue de la elaboración y realización artística según sus concepciones. Una suerte de preludio a los poemas donde Bonnefoy pone en acto, en su palabra preñada de ecos, la continua indagación sobre el lugar de la poesía en el mundo.

       Compartimos, como forma de recomendar este excelente libro, algunos fragmentos del prólogo de Jean Starobinsky y una selección de cinco poemas.

 

 

I. LA POESÍA ENTRE DOS MUNDOS
(FRAGMENTOS DEL PRÓLOGO DE JEAN STAROBINSKY)

Los epígrafes shakesperianos, en la misma fuerza de su antítesis, expresan el desgarramiento, la inseguridad, aunque también el impulso de la esperanza: únicas fuentes –más allá de cualquier certeza poseída- que Bonnefoy le asigna a su poesía. Son precisamente constantes. (…).

       La actividad estética retoma la antigua función de la theoria tou cosmou, de la contemplación del mundo como totalidad y como sentido. La poesía, al asumir el mundo de las apariencias, no se limita a recoger la herencia del mundo sensible del que se aparta el pensamiento científico. El triunfo de la física y de la cosmología matemática ocasionó la desaparición de las representaciones religiosas ligadas a la antigua imagen del cosmos: más allá de las órbitas planetarias, ya no hay un empíreo, un habitáculo de los ángeles o de Dios. En el universo, nada difiere de este mundo: es el mundo profano el que resulta el único beneficiario de la aplicación de la racionalidad científica. Lo sagrado, si no debe desaparecer; se refugia en la experiencia “interior”, se une al acto de vivir; a la comunicación, al amor compartido –y ocupa así como morada lo sensible, el lenguaje, el arte.

       Me parece que tal es la condición paradójica en la que se encuentra la poesía, desde hace menos de dos siglos: condición precaria, puedo que no dispone del sistema de pruebas que garantiza la autoridad del discurso científico, aunque al mismo tiempo condición privilegiada conde la poesía asume conscientemente una función ontológica –quiero decir, en conjunto, una experiencia del ser y una reflexión sobre el ser- de la que no había tenido que encargarse ni que preocuparse en los siglos anteriores. Tiene detrás de sí un mundo perdido, un orden en el que estaba incluida y que sabe bienque no puede revivir. Lleva consigo la esperanza de un nuevo orden, un nuevo sentido, cuya instauración debe imaginar. Pone todo en marcha para acelerar la llegada del mundo aún inexpresado, que es el conjunto de las relaciones vivas en las cuales hallaríamos la plenitud de una nueva presencia. El mundo asumido así por la poesía es pensado en el futuro, como la recompensa del trabajo poético. Rimbaud –uno de los que más contribuyeron a imponer esa nueva acepción de la palabra mundo– constata: “no estamos en el mundo”, e invoca: “¡Oh mundo!, y el canto claro de las desgracias nuevas. Es un espacio análogo el que designa el Weltinnenraum, hacia el que se orienta, dentro de la expectativa más sensible, el pensamiento de Rilke.

       De esta vocación moderna de la poesía, la obra de Bonnefoy nos propone hoy uno de los ejemplos más comprometidos y más reflexivos. Sus escritos como poeta y como ensayista, cuyo tono personal es tan notorio, y dende el yo de la aserción subjetiva se manifiesta con fuerza y sencillez, tienen como objeto la relación con el mundo, y no la reflexión interna del yo. Esta obra es una de las menos narcisistas que existen. Está íntegramente orientada hacia el objeto exterior que le interesa, y cuya singularidad, cuyo carácter único implican siempre la posibilidad de compartir. La aserción subjetiva no es entonces sino el primer término de una relación cuya forma desarrollada es la interpelación: el que se dirige al otro (a la realidad fuera del yo), aunque también el con el cual el poeta transcribe un llamado que le es dirigido, son al menos tan insistentes como el yo de la afirmación personal. Podría decirse que el yo se mantiene en vilo por el cuidado del mundo, del que está a cargo a través de su empleo del lenguaje. Recurriendo al vocabulario de la ética, Bonnefoy nos dice que la apuesta es un bien común –un bien que debe necesariamente realizarse y comprobarse en la experiencia individual, aunque no sólo en provecho del individuo separado. El sujeto, el yo, tan fuertemente presente en el acto de enunciación, no está solo en escena dentro de lo que enuncia: le da lugar ampliamente al otro, al que reclama compasión, y acepta que la conciencia individual frente al mundo se pliega a la exigencia de una verdad de la que no tiene derecho a disponer arbitrariamente. El solipsismo de tantos “discursos poéticos” de la época moderna, es lo que Bonnefoy refuta con la mayor energía. No es el yo, sino el mundo lo que debe ser “redimido”, o más precisamente: el yo no puede ser “redimido” sino cuando el mundo lo ha sido con él. (…)

       La extrema exigencia de Bonnefoy en cuanto a la autenticidad del mundo segundo que desea alcanzar, determina una serie de llamados de atención y de desestimaciones con respecto a lo que amenaza con desviar de él o a ocurrir con demasiada facilidad. Hace falta llegar decir que en virtud incluso de su proyección en el futuro, antes del punto adonde nuestra búsqueda se ha dirigido, el mundo segundo se define menos por su carácter propio (que no podría revelarse sino por su mismo advenimiento) que por el rechazo de los mundos ilusorios o parciales que se proponen en su lugar.

       La dimensión de porvenir y de esperanza es fundamental. Por más intenso que sea el sentimiento de un mundo perdido, Bonnefoy no deja que prevalezca la mirada retrospectiva, el pensamiento nostálgico. Muchas veces, por cierto, da a entender que en el pasado de las culturas humanas, hubo una alianza sagrada con la tierra, cuyo testimonio fue recogido por las mitologías, pero la palabra mítica, ahora agotada, no puede resurgir semejante a la que fue. No hace sino indicar una posibilidad de “`plenitud” de la que fue capaz la existencia humana en un mundo anterior a la escisión que separó el lenguaje de la ciencia (del concepto) y el de la poesía. En adelante, le corresponde a la poesía, o al menos a un nuevo ejercicio de la palabra, inventar una nueva relación con el mundo –una relación que, por más cargada de memoria que pueda estar, no será la repetición de la antigua alianza. Si se ve brillar fugazmente en Bonnefoy la luz de la unidad pasada, nunca es para dar lugar a una fantasía restauradora (o regresiva), que se conformaría con el simulacro de un retorno: Bonnefoy se limita a evocar con fuerza, aunque sin insistencia, una primera intimidad con la inocencia natural. Porque la ruptura o la “caída” son para él demasiado evidentes como para que se comprometa en una actividad de pura restitución: las fantasías de la edad de oro, el lirismo del idilio le son ajenos. (…)

       El avance a través de recomienzos y rupturas tal vez sea lo que se torna más claramente evidente ahora que los cuatro libros de poesía de Bonnefoy se encuentran reunidos en un solo volumen de Poemas. Cada una de las cuatro partes constitutivas traza un recorrido, organiza las secuencias de sus elementos orientándolos en la dirección del “verdadero lugar”. Ubicadas una junto a otra, reunidas bajo una misma tapa, cada una de las conclusiones pierde su cualidad de absoluta que habríamos estado tentados de atribuirle, se vuelve provisoria, como la cresta de una ola destinada a caer parar ser seguida por otra ola.

 

II. CINCO POEMAS [1]
(TRADUCCIÓN DE SILVIO MATTONI)

EL INVERNADERO

Así caminaremos sobre las ruinas de un cielo inmenso,
el sitio a lo lejos se cumplirá
como un destino en la luz intensa.

El país más hermoso largo tiempo buscado
se extenderá ante nosotros tierra de salamandras.

Mira, dirás, esta piedra:
trae la presencia de la muerte.
Es lámpara secreta que en nuestros gestos arde,
así alumbrados caminamos.

 

L´orangerie // Ainsi marcherons-nous sur les ruines d´un ciel inmense,/ Le site au loin s´accomplira/ Comme un destin dans la vive lumière./ / Le pays le plus beau longtemps cherché/ S´étendra devant nous terres des salamandres./ / Regarde, diras-tu, cette pierre:/ Elle porte la présence de la mort./ Lampe secrète c´est elle qui brûle sous nos gestes,/ Ainsi marchons-nous éclairés.

 

JUSTICIA

¡Pero tú, pero el desierto! Extiende más abajo
tus napas tenebrosas.
Insinúa en el corazón para que no cese
tu silencio como una causa fabulosa.

Ven. Aquí se interrumpe un pensamiento,
aquí un hermoso país no tiene más camino.
Avanza sobre el borde de esta aurora helada
que te da como regalo un sol enemigo.

Y canta. Es llorar dos veces lo que lloras
si te animas a cantar por un gran rechazo.
Sonríe y canta. Él necesita que te quedes,
sombría luz, sobre las aguas de lo que fue.

 

JUSTICE // Mais toi, mas le désert  ¡ étends plus bas/ Tes nappes ténébreuses./ Insinue dans ce cœur pour qu´il ne cesse pas/ Ton silence comme une cause fabuleuse./ / Viens. Ici s´interrompt une pensée./ Ici n´a plus de route un beau pays./ Avance sur le bord de cette aube glacée/ Que te donne en partage un soleil ennemi./ / Et chante. Cést pleurer deux fois ce que tu pleures/ Si tu oses chanter par gran refus./ Souris et chante. Il a besoin que tu demeures,/ Sombre lumière, sur les eaux de ce qu´il fut. 

 

LA BELLEZA

La que arruina el ser, la belleza,
será torturada, puesta en la rueda,
deshonrada, condenada, vuelta sangre
y grito y noche, privada de toda alegría
-oh destrozada en todas las rejas previas al alba,
oh pisoteada en cada ruta y atravesada,
nuestra gran desesperación será que vivas,
nuestro corazón que sufras, nuestro anhelo
humillarte entre tus lágrimas, decirte
mentirosa, proveedora del cielo negro,
aunque nuestro deseo sea tu cuerpo inválido,
nuestra piedad ese corazón que lleva a todo barro.

 

LA BEAUTÉ // Celle qui ruine l´être, la beauté./ Sera suppliciée, mise à la roue,/ Déshonorée, dite coupable, faite sang/ Et cri, et nuit, de tourte joie dépossédée/ – Ô déchirée sur toutes grilles d´avant l´aube, / Ô piétinée sur toute route et traversée,/ Notre haut désespoir será que tu vives,/ Notre cœur que tu souffres, notre voix/ De t´humilier parmi tes larmes, de te dire/ La menteuse, la pourvoyeuse du ciel noir,/ Notre désir pourtant étant ton corps infirme,/ Notre pitié ce cœur menant à tourte boue.

 

EL LUGAR DE LOS MUERTOS

El lugar de los muertos
tal vez sea el pliegue de la tela roja.
Tal vez caigan
en sus manos rocosas se agraven
en las matas de mar de color rojo;
tengan como espejo
el cuerpo gris de la joven ciega; tengan como ansia
en el canto de los pájaros sus manos de ahogada.

¿O están reunidos bajo el sicomoro o el arce?
Ningún ruido altera ya su asamblea.
La diosa está en la copa del árbol,
e inclina hacia ellos el cáliz de oro.

Y a veces sólo el brazo divino brilla en el árbol
y unos pájaros callan, y otros pájaros.

 

LE LIEU DES MORTS // Le lieu des morts, / C´est peut-être le pli de l´étoffe rouge./ Peut-être tombent-ils/ Dans ses mains rocailleuses : s´aggravent-ils/ Dans les touffles en mer de la couleur rouge;/ Ont-ils comme miroir/ Le corps gris de la jeune aveugle ; ont-ils pour faim/ Dans le chant des oiseaux ses mains de noyée./ /Ou sont-ils réunis sous le sycamore ou l´érable ?/ Nul bruit ne trouble plus leur assemblée./ La déesse se tient au sommet de l´arbre./ Elle incline vers eux l´aiguière d´or./ / Et seul parfois le bras divin brille dans l´arbre/ Et des oiseauux se taisent, d´autres oiseaux.

 

LAS NUBES

…………………………………………………………
Por encima de mí, solo, cuando trazaba
el signo de esperanza en época de guerra,
un nubarrón oscuro rondaba y el viento
dispersaba a fogonazos la frase vana.

Encima de nosotros dos, que quisimos
el nudo, el desenlace, una energía
se acumuló entre dos altos flancos sombríos
y finalmente hubo
como un estremecimiento en la luz.

Otros países, montañas iluminadas
por el cielo, más allá lagos, intactos, nuevas
costas –tranquilidad de dioses progenitores,
el rayo habrá sido su propia causa

y encima del niño con sus juegos
el anillo de esas nubes, el fuego claro
que parece demorarse esa tarde, como una prueba.

 

LES NUÉES // Au-dessus de moi seul, quand je traais/ Le signe d´espérance en temps de guerre,/ Une nuée rôdait noire et le vent/ Dispersait à grandes lueurs la phrase vaine./ / Au-dessus de nous deux, qui avons voulu/ Le nœud, le déliement, une énergie/ S´accumula entre deux haut flancs sombres/ Et il y eut, enfin,/ Comme un tressaillement dans la lumière./ / Autres pays, montagnes éclairées/ Du ciel, lacs au-delà, inapprochés, nouvelles/ Rives,  – apaisement des dieux prgéniteurs,/ L´éclair aura été sa propre cause/ / Et au-dessus de l´enfant à ses jeux/ Lánneau de ces nuages, le feu clair/ Qui semble s´attarder ce soir, coome une preuve.

 

[1] No resulta siempre fácil individualizar los poemas de Bonnefoy, porque muchas veces los poemas aparecen en grupos separados por subtítulos, o también por líneas de puntos. Los poemas que aquí ofrecemos pertenecen: los dos primeros a Del movimiento y la inmovilidad de Douve; el tercero a Ayer reinante desierto; el cuarto a Piedra escrita; y el último a En el señuelo del umbral.


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