Introducción y versiones de Cecilia Paccazochi [1]
Hilda Hilst, nació en Jaú, en el interior de San Pablo, Brasil, en 1930. Pasó ocho años en un internado católico donde la deslumbraron las historias de vida de las santas. Estudió derecho en la Universidad de San Pablo y en 1950 publicó su primer libro de poesía, Presagio. A los treinta y tres años, luego de haber publicado seis libros de poesía, entre ellos Siete cantos del poeta para el ángel que recibió el premio Pen Clube, decidió abandonar la agitada vida social paulista y se mudó a una chacra cerca de Campinas para poder dedicarse por completo al estudio y la escritura. Allí construyó la “Casa del Sol” donde vivió rodeada de perros que recogía de la calle y amigos, hasta su muerte en 2004. Era amiga de muchos artistas plásticos, que ilustraron algunos de sus libros, e incluso publicó una serie de acuarelas propias (como la que ilustra esta entrada) para acompañar los poemas de su libro De la muerte. Odas mínimas.
La poesía, en su concepción, es la única manera de hablar de algo sagrado, de lo que no se comprende, del otro lado de las cosas. Una influencia recurrentemente señalada es la de la tradición de la lírica trovadoresca, fundada en el hallazgo del amor como una experiencia de transformación. La pasión amorosa también devela el paso del “tiempo-muerte”. No se trata sólo de la ausencia o la pérdida del ser amado, sino de la naturaleza misma del deseo: “¿Quién es? Pregunté al deseo. / Respondió: lava. Después polvo. / Después nada”. A esa nostalgia profunda de haber amado, haber sido, se contrapone un estado de fervor pasional, de embriaguez, capaz de apresar el instante y hacerlo eterno. La escritura de Hilst se cifra en esa búsqueda de tensión máxima, como una cuerda estirada frente al mundo y frente a sí, dirá en una entrevista, que alcanza un estado de lucidez máxima en la pasión.
Comparto dos poemas:
DEL DESEO, IV
Si dijera que vi un pájaro
Sobre tu sexo, ¿me deberías creer?
Y si no fuera verdad, en nada cambiará el Universo.
Si dijera que el deseo es Eternidad
Porque el instante arde interminable
¿Me deberías creer? Y si no fuera verdad
Tantos lo dijeron que tal vez pueda ser.
En el deseo nos vienen sofomanías, adornos
Impudicia, vergüenza. Y ahora digo que hay un pájaro
Volando sobre el Tajo. ¿Por qué no puedo
Salpicar de inocencia y poesía
Huesos, sangre, carne, el ahora
Y todo eso en nosotros que se hará deforme?
IV / / Se eu disser que vi um pássaro / Sobre o teu sexo, deverias crer? / E se não for verdade, em nada mudará o Universo. / Se eu disser que o desejo é Eternidade / Porque o instante arde interminável / Deverias crer? E se não for verdade / Tantos o disseram que talvez possa ser. / No desejo nos vêm sofomanias, adornos / Impudência, pejo. E agora digo que há um pássaro / Voando sobre o Tejo. Por que não posso / Pontilhar de inocência e poesia / Ossos, sangue, carne, o agora / E tudo isso em nós que se fará disforme?
DE LA NOCHE, I
Vi las yeguas de la noche galopando entre las viñas
Y buscando mis sueños. Eran soberbias, altas.
Algunas tenían manchas azuladas
Y el dorso relucía igual que la noche
Y las mañanas morían
Debajo de sus patas encarnadas.
Las vi sorbiendo las uvas que pendían
Y los belfos eran negros y mojados.
Unísonas, resollaban.
Vi las yeguas de la noche entre los escombros
Del paisaje que fui. Vi sombras, elfos y trampas.
Lazos de piedra y paja entre las alfombras
Y, vasto, un pozo tragando mi nombre y mi retrato.
Las vi tumultuosas. Intensas.
Y en una de ellas, insomne, a mí me vi.
I / / Vi as éguas da noite galopando entre as vinhas / E buscando meus sonhos. Eram soberbas, altas. / Algumas tinham manchas azuladas / E o dorso reluzia igual à noite / E as manhãs morriam / Debaixo de suas patas encarnadas. / / Vi-as sorvendo as uvas que pendiam / E os beiços eram negros e orvalhados. / Uníssonas, resfolegavam. / / Vi as éguas da noite entre os escombros / Da paisagem que fui. Vi sombras, elfos e ciladas. / Laços de pedra e palha entre as alfombras / E vasto, um poço engolindo meu nome e meu retrato. / / Vi-as tumultuadas. Intensas. / E numa delas, insone, a mim me vi.
[1] Esta entrada del Portal Web consiste en un recorte del artículo que con el mismo título fue publicado en el número papel Hablar de Poesía 47 (julio 2023). El artículo en su versión papel incluye una presentación más extensa y trece poemas.