GRUPO DE FAMILIA (EDITORIAL BRUJAS, 2023) de Ricardo H. Herrera.
(AC)
Ricardo H. Herrera no es un nombre cualquiera en el marco de Hablar de Poesía: dirigió la revista durante sus primeros 35 números, y sigue siendo un habitual colaborador. En los últimos años ha comenzado a escribir lo que él mismo calificó como la tercera y última etapa de su escritura poética, y el ritmo ha sido incesante: Herrera el viejo (2020), Lady Macbeth (2021), Almuerzo en Traslasierra (2021), Caligrafías (2022), Tras la tormenta (2022) y ahora Grupo de familia (2023). Hay una profunda unidad en estos seis libros publicados en tres años: el diálogo del poeta consigo mismo, las meditaciones sobre el arte de la poesía (que muchas veces se entremezcla con el arte de la pintura), las meditaciones sobre la muerte, la cuestión de los lazos familiares, tanto ascendentes (poemas sobre su padre y su madre y sus abuelos), horizontales (poemas sobre el amor y el desamor de pareja) como descendentes (poemas sobre sus hijos y nietos) son una constante. Eso, en cuanto a los temas. Sobre el estilo, lo que se repite es un tono muy directo, más allá del ajuste a la ortodoxia métrica, como si Herrera hubiera alcanzado un lugar en donde habla con toda naturalidad la lengua de la poesía.
Comparto tres poemas, que son el primero, uno del medio, y el último del libro:
LO VIEJO Y LO NUEVO
¿Adónde llevarán esos caminos?
En poesía es absurdo tal dilema.
El viejo sol idéntico a sí mismo
sale como es costumbre por el Este
y en Lascaux ya hay atisbos de lo nuevo.
Si muere el verso, muere la poesía;
de modo que el sendero es siempre igual.
Lo que cambia es el modo de expresarse
y acaso el tema, que ha de ser actual,
aunque hay temas que son intemporales.
Amanece y la fiesta de los pájaros
le da eufonías al frescor del alba;
de rama en rama saltan celebrando
otro día que empieza despejado
y al margen del dilema. Mientras yo,
tras diecisiete años de abstinencia,
he retomado el vicio del tabaco
–siete gramos al día, más o menos–,
como siempre entre libros que reavivan
mi desnutrida voluntad de suerte.
Añosa y nueva concebí la obra
pintada por la mente precavida:
cada vez más desnuda, más fluida,
casi sin peso… Y sin embargo, grávida
de precoces augurios de ultratumba.
Tan sólo un trino, el trino de la voz,
y en torno el opulento follaje de la prosa.
CORRESPONDENCIA
¿Adónde llevarán hoy las visiones?
A un cuadro de Monet: Camille Monet
posando de perfil con un perrito.
Late su juventud mientras contemplo
su belleza modesta, tan humilde.
Me quita el habla su simplicidad.
Cada mañana, todas las mañanas,
absorto en su tesoro de silencio
aspiro a una palabra que me explique
el extraño milagro de su ser.
Evoca en mí el antiguo don de amar
que fue mi compañía durante años.
Amor es el secreto del pintor,
un amor contenido que se expresa
maravillosamente al cobijarla
en la pura presencia de su ser.
Un milagro doméstico y sencillo
que también yo he vivido alguna vez.
DESOLACIÓN DE LA QUIMERA
Cuando leí el libro de Cernuda
que lleva el título de este poema,
me consternó la desnudez escuálida
de su expresión postrera. ¿Era poesía
o mera prosa bien metrificada?
Opté por esto último aquel día.
Atempero mi juicio ahora, entiendo
ese adherirse al hueso de la forma
cuando la piel decae y el deseo
cede, y ya huésped de lo irreal
se escribe al borde de un acantilado
que no ofrece sostén, sino ocasiones
para desesperar de las palabras,
del poema entendido como canto.
El canto muere con la juventud,
pero el silencio acucia más que nunca
cuando es total, cuando comunicarse
es casi un imposible, una quimera;
y la desolación sigue exigiendo
una palabra más, una respuesta
al cruel interrogante de una vida
que no encuentra reposo en el silencio
ni en la obra. Faltó ironía y humour,
pero entiendo su trágico destino
de desterrado sin hogar ni amigos
que apostaran como él a la poesía:
sin hacer concesiones, sin engaños,
sin concebir un mundo de mentiras.
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LA LIRA RUSA Y LA REVOLUCIÓN –ANTOLOGÍA POÉTICA (Athanasius Editor, 2023). Selección, traducción y apostillas biográficas de Galina Tolmacheva. Edición monolingüe, con epílogo y notas de Martín Zubiría.
(LV)
Un tesoro, este libro que antóloga, en primer término, a seis poetas de la llamada “Edad de Plata” de la literatura rusa (1890-1920): Alexandr Blok, Nicolai Gumilióv, Anna Ajmátova, Vladímir Maiakovski, Borís Pasternak y Serguéi Iesénin; y, en la segunda, a cuatro poetas rusos que escribieron en la segunda mitad del siglo XX: Ieuvgueni Ievtushenko, Bella Ajmadúlina, Andrei Voznesenski y Robert Rozhdéstvenski.
Es, como explica bien en el epílogo el editor Martín Zubiría, una antología muy personal de Galina Tolmacheva: una mujer entrañable que nació en Ucrania en 1895, vivió en San Petersburgo y en Moscú, donde se dedicó a la literatura y a la actuación, y que se escapó de Rusia con la revolución bolchevique y terminó radicándose en 1925 en la Argentina. En Mar del Plata, pero sobre todo en Mendoza, desplegó un incesante trabajo como docente teatral, y fue también traductora de numerosas obras del ruso, que editó Sudamericana (Cuentos de Tolstoi, Teatro completo de Chejov, entre otras). Esta antología de poesía fue un trabajo realizado muy lentamente a partir de 1970, e incluía en un principio a varios poetas más, como Osip Mandelstam y Marina Zvietáieva. Poco antes de morir, en 1987, le confió los papeles copiados a máquina que hoy son este libro a Martín Zubiría.
Comparto la semblanza del poeta Nikolái Gumilióv (una buena forma de entender a qué me refiero con lo de que se trata de una antología muy personal) y uno de sus poemas:
NIKOLÁI GUMILIÓV (1886-1921)
Gumilióv es un típico ejemplo de aquellos casos –muy raros, por cierto–, en que el espíritu del hombre vence su naturaleza. El poeta supera las debilidades de su carácter tímido y extremadamente sensible logra templar su cuerpo débil y enfermizo, haciéndolo resistente a toda clase de esfuerzos y privaciones. Entre todos los poetas rusos es el único cantor de hazañas heroicas y aventuras temerarias.
Tiene 22 años cuando deja su cómodo hogar para partir por primera vez al África, escondido en la bodega de un barco destartalado. Dos años después repite la aventura y, finalmente, en 1913, ya por tercera vez deja apresar por las redes de los hechizos del Continente Negro.
En todos estos años y hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, Rusia está prácticamente ausente en los poemas de Gumilióv; da la impresión de que la verdadera patria de su alma es África, donde poeta ha vivido sus horas más ricas de aventurero y explorador. Pero he aquí que Rusia se halla en peligro. De pronto, Gumilióv entiende y proclama que el deber primero y el más sagrado para el hombre consiste en servir a su patria. Sin pensarlo mucho se presenta como voluntario y marcha al frente en las filas del regimiento de ulanos de la Guardia Imperial. Lucha heroicamente contra el enemigo de su país –en este caso, contra los alemanes– y es dos veces condecorado con el máximo galardón del ejército ruso: la Orden de San Jorge.
Escribe:
Como martillos de los truenos
como agua de mares furiosos
late rítmicamente en mi pecho
el áureo corazón de Rusia.
Desde entonces ya no separa su destino del de Rusia, ya no calla su profunda religiosidad.
La Revolución Conmista lo encuentra en Francia: vuelve a Petrogrado y como los demás escritores y artistas empieza a trabajar en instituciones, organizaciones y centros culturales. Sin embargo, no acepta el comunismo. Cree que las fuerzas del mal que se apoderaron de las almas rusas están crucificando a la Santa Rusia. Se considera obligado a desafiar a estas fuerzas Escribe versos, da conferencias, llega a convertirse en el Presidente de la Unión de Poetas de todas las Rusias (en 1921 el Imperio Ruso todavía se llama Rusia), asiste a los bailes populares –siempre de frac, siempre solemne– y al mismo tiempo entra en una organización clandestina monárquica, escribe folletos subversivos y actúa incluso como agitador. Su propia vida es ya un poema heroico
Presiente su trágico fin y escribe su atormentador poema “El tranvía extraviado”. Un día desaparece. Sus amigos llegan a saber que ha sido arrestado y su mujer recibe sus cartas desde la cárcel. En una de ellas le escribe: “No te preocupes por mí, me siento perfectamente bien: leo a Homero y escribo versos.”
Cuando el Juez de Instrucción le pregunta por qué se había levantado contra el Gobierno Comunista, Gumilióv contesta: “Porque soy monárquico”. Sonriendo, camina hacia el paredón.
Seis años menor que Blok, muere cuatro meses después que este. Tiene 35 años.
LA JIRAFA
Lo veo, hay demasiada tristeza en tu mirada,
y demasiado finos son tus brazos abrazando las rodillas.
Escucha: lejos, muy lejos, junto al lago Chad
primorosa vaga una jirafa.
La donosa esbeltez le fue otorgada
y adorna su piel encantador dibujo.
Sólo la luna osaría comparársele
al derramarse con suave balanceo
sobre la húmeda vastedad de los lagos.
A las floridas velas de una nave
de lejos se parece,
y su correr es tan gracioso
como el vuelo dichoso de los pájaros.
Sé que muchísimas cosas maravillosas
descubre la tierra
cuando en el crepúsculo ella
se oculta en la gruta de mármol.
De países misteriosos conozco
divertidos cuentos
sobre una doncella negra
y un joven jefe.
Pero tú respiraste demasiado tiempo
la pesada bruma
y en nada quieres creer que no sea la lluvia.
¿Cómo hablarte entonces de un jardín en el trópico,
de las palmas esbeltas y del olor
de las hierbas increíbles?
¿Lloras? Escucha: lejos, muy lejos, junto al lago Chad,
primorosa vaga una jirafa.
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DESAYUNO EN EL REGAZO ORDENADO (Gog & Magog, 2023) de Saša Vegri. Edición bilingüe con introducción y traducción de Julia Sarachu.
Este volumen reúne los dos primeros libros de la poeta eslovena Saša Vegri (1934-2010), Desayuno en el regazo ordenado (1967) y Ofelia y el triple giro (1977). Una gran oportunidad de poder asomarse a la obra de una voz muy destacada dentro de la poesía balcánica. Dice la contratapa: “El sujeto lirico aparece atravesado por la tensión entre las obligaciones cotidianas de la mujer, esposa y madre, que se ve cercada por las tareas del hogar, el cuidado de los hijos, los conflictos familiares y de pareja, y por otro lado el deseo de escribir, la pulsión poética, que quiere y necesita desarrollar. La vorágine del día a día dispersa al yo lírico, y el poema se transforma en un campo de batalla por retener la inspiración y el pensamiento, para que no se escape. Se trata de una poesía original y polisémica, nos permite entrever la especificidad de la constitución de la subjetividad femenina en un momento muy particular de la historia: la consolidación del socialismo en la ex Yugoeslavia, luego de la Segunda Guerra Mundial, y el reposicionamiento de la mujer en ese contexto durante la década del 60. Al internarnos en las sensaciones que la autora trasmite a partir de su experiencia, tenemos la posibilidad de interpretar nuestro propio momento y experiencia de manera especular y comparativamente”.
Compartimos un poema:
AMIGA, V
A mediodía escupís en el piso caliente.
El verano tiene grillos y luciérnagas.
El domingo tiene veinticuatro horas, los jardines no son acústicos, pero son frescos.
El rio tiene una curva cerrada antes de la ciudad.
Si el bote está en el pantano, se puede romper el remo.
Remar fortalece los músculos de la espalda. El estado físico no es un corsé.
En el beso le sonreís a aquello, que vio Adán en la serpiente.
Previamente está el almuerzo. Luego está el paseo hacia el
panorama enmarcado de los sentimientos.
La crema se cortó, no es ni manteca ni crema.
El tímpano espía debajo de la cama. Esto es un juguete
Cuando te acostás junto a un hombre, tenés luciérnagas en el pelo.
Los puños de las camisas lentamente te dispersan.
No pongas discos. Bach tiene música, pero Bach no tiene tiempo.
¿Qué quisiste decir antes de eso?
No hay, porque no puede haber.
Detrás de tu umbral hay 25 m2 de espacio.
Detrás de su puerta está él.
Hace calor, y va a hacer todavía más.
Los perros en el cerco del huerto pasean sus ojos sobre las manchas alargadas de sombra,
Los pechos viven en la prisión de las pupilas, cuando se derrama el verano.
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UN INVIERNO FUERA DE CASA (Gerania Editora, 2023) de Manuel M. Novillo.
(AC)
Tercer libro del poeta tucumano Manuel M. Novillo (1988). Me gustó mucho; es el libro de un poeta, quiero decir: de alguien que busca con pasión algo. ¿Qué? Hay que leer el libro. Mientras tanto comparto dos poemas:
GEORGE ELIOT
No se volvió a saber nada
de la única hija del matrimonio,
que había huido del hogar hacía años.
El hombre se apiadó de su nueva compañera.
Ella había perdido a todos,
y ahora lo tenía sólo a él,
y él encomendó la búsqueda.
Se hizo cargo, mientras tanto, del negocio familiar
y comenzó a traer dinero a casa.
Cuando al fin supo que la chica
vagaba con unos actores
él ya no merecía renegar de la herencia.
Dejó a la chica donde estaba,
no le contó nada a la mujer,
que partió sin saber
que su hija aún vivía.
El hombre se quedó con todo
y luego se volvió a casar.
Además, la novela cuenta
que la única persona que conoce la verdad
llegó a la ciudad;
quiere cobrar un poco más
del hombre si no va a contar.
El hombre no tolera pensar
que su segunda esposa
pueda averiguar lo que hizo.
Eso realmente lo tortura:
no cree que perderá lo que juntó;
piensa que no pueden quitarle eso,
aunque probablemente piensa mal.
Nada le preocupa más que perder
el respeto de ella,
perder el amor quizás.
Esa es la parte de la novela
que ahora recuerdo para contar.
Pienso que a nadie se le ocurrió esto,
pienso que esto tuvo que pasar.
¿A quién se le ocurre algo así?:
que el hombre tema por el amor sobre todo.
Quizás se lo dijeron a George Eliot,
Quizás en algún lugar lo leyó.
Ella lo contó en la novela, y no lo corrigió;
“Esto no sonará ingenuo”, pensó,
“acá estará toda la verdad”.
FLACO
“¿Qué está haciendo este flaco?”,
preguntó el conductor
mientras bajaba la velocidad
y se corría a un costado de la ruta.
Tenía que dar la vuelta entera
porque se había pasado de su entrada
varios kilómetros antes.
Era claro, por la ropa que llevaba puesta,
que el tipo hacía gimnasia,
pero él hizo la pregunta en voz alta igual:
así se hacían esas preguntas.
En ese momento, el hombre trotaba
por donde se corta la cuneta
y se abre el espacio de giro;
el conductor tuvo que frenar casi a cero
y ubicarse detrás suyo
como si esperara su turno en una fila.
Su único acompañante, su primo,
con quien nunca había viajado antes,
con quien no compartía
tanto tiempo desde que eran niños,
miraba fijamente al tipo, que ahora
estaba apenas unos metros enfrente del auto.
Cuando finalmente les despejó el lugar,
dijo: “Bueno, tampoco era tan flaco”.
Él dobló y retomo la ruta para volver.
Él había pensado lo mismo, que no era flaco,
que quizás por eso hacia ejercicio
bajo el sol en medio de la nada.
Pero no había dicho eso. Sólo había hecho
la pregunta, porque así se preguntaba,
porque era una forma de hablar.
**********
CÓMO COCINAR UN LOBO (Tenemos las máquinas, 2023) de Magalí Etchebarne.
(JVB)
Primer libro de poemas de la autora (que ya había publicado en esta misma editorial un exitoso libro de cuentos, Los mejores días), nacida en Buenos Aires en 1983. El libro gira alrededor de la muerte del padre y, sobre todo, la agonía de la madre. Dice la contratapa de Marina Mariasch: “Una tarde muere y aparecen todas las preguntas pero también nuevas certezas. Es como aprender un lenguaje nuevo, el de la poesía. Ahora, Magalí Etchebarne tiene que desarmar la casa. Recorrerla de nuevo, una última vez, una vez más, vacía. Imposible no invocar a Anne Carson: «Si la prosa es una casa, la poesía es alguien en llamas corriendo a través de ella». Pero, lo prefiera o no, este fuego está controlado. Es un fuego moderado por alguien que dispone de su propia desesperación. Un año se pasa de ser hija a poeta, y los versos se convierten en manotazos a la memoria de lo último pero también lo primero. Se trata de cruzar «una soga por el precipicio» olfateando cada rincón como un perro de caza, sabiendo que incluso así los olores se pierden, las voces quedan tal vez sólo en un casete, y que esa voz suena distinta del propio recuerdo. Armar un lexicón de gestos, lunares, palabras inventadas, cositas insignificantes, alimento para pájaros. Así se cocina una vida, así se tramitan los legados y los silencios: a fuego lento, cocinando al lobo de los fantasmas”.
Compartimos un poema:
*
Leí que la familia es un árbol, aunque me parece un mapa,
con sus bloques de tierra
personas y distancias
zonas peligrosas y ciudades a las que no volveremos.
En los velorios se juntan los continentes
por ese sismo imprevisto. ¡Pero si ayer hablamos!
Ahí estaba la tía con su lengua inentendible,
especie parlanchina y exótica,
y el hermano de mamá, una ruina,
desmarcado para siempre, reliquia de ese apellido.
Al principio, mi familia era mi jardín: enorme, único, suficiente.
Después poco, demasiado corto, una cárcel. Al final
me parece un planeta inexplorado,
alguien trae nombres de antepasados como pasajes,
otra sostiene un bebé puente, uno hereda las hijas
de una muerta y decide colonizarlas.
Una familia también
se parece a una preguntita
que alguien planta en el origen y
nunca nadie responde.
*********
POEMAS SOMOS QUE OTROS ESCRIBIERON (Concreto, 2023) de Julieta Marchant.
(AC)
Un libro experimental, cuyo método de composición explica la autora en unas páginas preliminares: “Cada poema está compuesto por palabras, versos y líneas de un libro en el que oficié de editora o correctora. Únicamente con sus palabras, sin cambiar ni agregar una sola letra. Algunos se me ofrecieron con una fluidez inesperada, con otros discutí por meses y los dejé pasar”. Al final del libro se listan los libros que fueron fuente de los poemas. Por ejemplo: Novalis. Fragmentos y anotaciones sobre poesía y filosofía. Traducción de Nicolás Trujillo Osorio. Santiago: Cuadro de Tiza, 2017; o: Soledad Fariña. Pide la lengua. Santiago: Alquimia, 2017. El desconcierto, se entiende, es parte de la propuesta: “Yo tampoco entiendo esta escritura, no tengo una historia que ofrecer”. La autora nació en Chile en 1985, y ha publicado varios libros de poesía y un ensayo en 2022 cuyo título invita: Contra el cliché: genio y técnica en poesía. En mi lectura, lo potencialmente atractivo del sistema de composición no llegó a los poemas.
Comparto dos:
*
obra oscura -miel y arándanos- forma un sendero
cuando entré al frío
los objetos innombrados
elementos mínimos sin viento ni brisa
quedaron al ritmo del agua
en el resplandor de la retina
un cardumen de insectos parece efímero
y los animales somos violentados
dolor basal
curvas de líquidos y gramíneas
la complicada simpleza de los helechos
tres árboles pueden ser un bosque -reptan volátiles
entre piedras-
más allá del propio cuerpo
nube de la mente
abrir una brecha es un trabajo manual
*
caigo en el rocío amargo
olor a humo y orquídea
hierba, atardecer, pájaros horribles
que no terminan nunca
salta del límite solemne -me digo-
satisfago mi juicio
dócil y rendida me hidrato
lamo un diminutivo
dulcemente
la puntita rosa
de su cosa cabalga
en el firmamento
*********
PALTAS (Y OTROS POEMAS) (Colectivo Cultural Glauce Baldovin, 2023) de José Di Marco.
Cuarto libro de poemas del cordobés José Di Marco (n. 1966). Una voz personal, irreverente pero que cuando quiere puede ser íntima. Compartimos un poema:
A QUIEN CORRESPONDA
Lo acepto, Garcilaso, yo también odié a la Musa.
Como hoy amaba, entonces, la materia
que canta alrededor y acompaña
nuestro paso vacilante por los días:
los estruendos de este mundo
donde somos huella lábil en la arena del olvido.
Pero no encontré la voz para contarlo.
Me sedujo el bramido de los caños de escape,
compré un póster de Jim Morrison
y me uní al karaoke de los malditos.
Hice de la lírica un jingle.
Entiéndame, Garcilaso, era joven
y quería que las chichas se tatuaran
en los glúteos la orla de mis versos.
No sé, no sabremos nunca,
qué es la poesía. Pero con ese borrego
que alarga las frases para hablarnos
de la melancolía de las moscas
no comparto la mesa. No.
**********
LA ENREDADERA (Hexágono, 2023) de Bianca Zunino.
Primer libro de la neuquina Bianca Zunino (n. 1998). Compartimos un poema:
*
La soledad es
cajas de cartón apiladas
contra una pared con humedad
en una casa que se prende fuego
el techo se viene abajo
los escombros aplastan
una maceta de cemento
una ventana sin vidrio
con el marco quemado
un jardín con pasto seco
y un árbol podrido
hay que recuperar la maceta
limpiar el polvo y los fantasmas
hay que aprender jardinería para poder plantar
una flor grande de colores extravagantes
la soledad será
una flor desubicada
en un jardín con poca gracia
*********
DEFENSA PERSONAL (Ediciones en Danza, 2023) de María Laura Guisen.
“Hay un arma –un alma– en estos poemas –dice el comienzo del prólogo de Osvaldo Bossi–, que se defiende y lucha, ataca y se preserva. No es un revólver, no; aunque podría serlo. Es algo más sutil, más punzante, y un poco más elaborado también. Me refiero a la poesía, al uso y abuso de la poesía, como arma y escudo, cataclismo, fuerza esclarecedora o esbozo de agonía, es decir, como estrategia (indudable) de salvación. Cada palabra, armada finalmente de sí, parece apuntar a eso: restañar la herida o algo, acaso, más inquietante: nombrarla, darle un lugar, un sitio de preferencia donde lo que tenga que ser, sea, y al mismo tiempo sea otra cosa (siempre otra cosa) desconocida. Lo que importa, en tal caso, no es abolir la ambigüedad de todo sentimiento sino ahondar, mediante el bisturí de la forma, en ese fondo sin fondo, en ese espejo de todos los espejos, que es el corazón en estado de pérdida, o de esa incandescencia que es la pérdida en el ámbito, siempre cambiante, de la poesía. Cada poema como un ejercicio de defensa personal, donde la exposición, en definitiva, no es debilidad sino fuerza…”
Compartimos un poema:
LA RISA
Mi hija
y sus amigas,
sueltan sus risas
al aire,
carcajadas
como pájaros,
las bocas abiertas
sin pudor,
los cuerpos
agitados,
en un temblor
dulce,
todavía infantil.
Se recuestan
en el pasto,
intentando atrapar
el último
rayo de sol
de la tarde,
hablan
de amores
recién estrenados,
construyen
cartas astrales,
abrazadas
a los caprichos
del sol,
y las estrellas.
Las observo
a la distancia.
Me gustaría
imaginar,
que las siluetas
luminosas
de sus risas,
son una foto
tomada
a contraluz.
Un talismán,
dispuesto
a desafiar,
el roce
del tiempo.
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ACTOS MÍNIMOS (kintsugui editora, 2022) de Carlos Battilana.
(Pierre Froidevaux)
“La literatura hace del artificio su modo de ser”, dice Carlos Battilana en “El espejo roto”, uno de los fragmentos de Actos Mínimos (2022; kintsugi editora). A continuación, referirá los casos de Adorno y de Darío que, según el poeta, convergen en que los dos “tuvieron conciencia del auditorio, y admitieron la eficacia de la forma como modo de comunicación efectiva ante las multitudes”.
Al abordar estas fracciones que son también una bitácora literaria e intelectual, el lector puede acceder a la despejada mente de otro lector que abrazó una forma con convicción y la hizo libro. Con soltura y con una balanceada conciencia de lo que es importante, por más pequeño que sea, Battilana deambula por algunas de sus iluminaciones. En estas islas reflexivas, lo eventual y lo profundo conviven en una línea temporal repleta de impulsos. Una lectura, una conversación o una anécdota pueden servir para articular textos mutuamente impredecibles. Sin embargo, estos actos pequeños, por momentos diminutos, no son disonantes. Juntos componen una voz que no por versátil deja de ser coherente. De la mano del post estructuralismo, la crítica literaria pidió la cabeza de la categoría de autor, pero desestimó, al menos en su canon, la posibilidad de leer determinadas obras ensayísticas como textos en donde lo literario no era solamente un tópico, sino precisamente una forma. Ese vacío conceptual, rotura una parcela íntima del pensamiento de un autor que es a su vez un narrador: aquí no pareciera haber mediaciones que importen, como imaginario poético o yo lírico, sino más bien se está ante la libreta de un lector que responde a la frescura de lo itinerante. Despojado de urgencias, Carlos Battilana, narrador de sus lecturas y de sus pensamientos, inserta un poema de Estela Figueroa como quien no le teme al collage. Acercado, compartido y leído el poema que desatará el fragmento, no esconde sus tesoros: los ordena y los administra con generosidad y transparencia (por cierto, la primera cualidad que resalta de la poeta). Hará lo mismo con un poema de María Wine, que le servirá para ilustrar la hipótesis de que la poesía “rehace el pensamiento”.
Actos mínimos es un itinerario de pasiones, de hallazgos y de partículas culturales que hubieran pasado inadvertidas si no eran captadas por el radar del autor. Como una conversación entre Juan Cruz Ruiz y Jorge Onetti, hijo de Juan Carlos, que Battilana reproduce y que aquí, en esta reseña, se reproducirá también:
-No me puedo cambiar el nombre; si me cambio el segundo apellido por el tercero sigo siendo Onetti (sus padres eran primos).
-¿Y si usás el cuarto?
-Es que el cuarto es Borges.
Lo citado es del fragmento “La sombra”, y pertenece a la sección Trance. La segunda y última sección es Diario del mundo flotante. Allí los recuerdos, las evocaciones y las reflexiones parecieran esbozar una melancolía, o la ausencia de un pasado que toma la forma de un texto y así se aparece, para quedar flotando en los ojos del que lee por un buen rato que perdura. La literatura, el fútbol, un dilema de la poesía cuya solución siempre estuvo allí, anécdotas, encantos y desencantos le dan forma a un compendio de aciertos que desmalezan un poco el camino de la poesía: el ímpetu de un poeta dispuesto a comunicarse.