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Algunos libros recientes (marzo 2023)

Algunos libros recientes (marzo 2023)

TODOS QUEREMOS SER HALLADOS (Barnacle, 2023) de Alberto Cisnero.
(AC)

Hace ya varios años que Alberto Cisnero (nacido en La Matanza en 1975) viene desarrollando un trabajo muy destacado dentro del panorama de la poesía argentina actual. Por un lado, como editor de Barnacle; por el otro, con la escritura y publicación de sus propios poemas. Este último libro, sobre uno de los temas de siempre de la poesía, es de una urgencia y una fuerza notables. Lo único que determina que una obra de arte sea buena, afirmaba Rilke, es que haya nacido de una necesidad. Este libro lo confirma.

Dice la contratapa, de Santiago Sylvester:

 

“No todos esperamos lo mismo de la poesía, esto es una evidencia; y menos en un momento de cambios fuertes. Después del siglo XX, que fue un prodigio de búsquedas y logros, la sensación es hoy la de un cuello de botella del arte en general y, a la vez, de que continúan vigentes las intenciones de incursionar en nuevos territorios. Esto significa que el arte sigue vivo, aceptando y cuestionando la realidad como siempre.

        En este contexto, lo que yo espero de la poesía es lo que trae este libro: una suma de conocimiento y revisión; que se note la curiosidad del poeta por saber qué hizo la humanidad antes de que él llegara al mundo, y el propósito de renovar esa herencia.

        La poesía de Alberto Cisnero refleja esa suma: conocimiento de la materia heredada a y un intento de reformular el discurso. Y el resultado es un monólogo interior, repartido en muchos poemas, como si un solo impulso de varias caras ofreciera un blanco móvil al lector. Las preocupaciones, aunque variadas, confluyen en un largo texto dividido en partes; y como reclamaba Stevenson para que exista un estilo, todas las palabras miran en la misma dirección.

        Precisión e improvisación (sea ésta cierta o aparente) son el fundamento de este libro que se instala por derecho propio en la zona intensa de la poesía actual.”

        Comparto tres poemas:

 

7.

han pasado los mismos años para vos
y para mí. contemplamos el mismo pasado.
vivíamos para los momentos en que estábamos
juntos. íbamos a vivir felices el resto
de nuestras vidas entonces. tu cabeza
en mi hombro. y mucho más que eso.
sin torta con muñequitos de plástico encima
o flechas señalando en cuatro direcciones.
bienvenida al día. ¿estás despierta?

 

11.

tu profundo devoto, tu taciturno actor
cortesano, tu perdedor sensual, tu proveedor
de droga, con entera simplicidad te toma
como testigo y confiesa ante vos: como la luz,
como el fuego, como nuestra más heroica
resignación, todos queremos ser hallados,
todos queremos que nos encuentren;
éste es mi vaso y lo apronto.

 

19.

hacías que me volviese valiente
y desesperado, solía tropezar con las frases.
me daba golpes en la oscuridad, permanecía
en el mismo sitio. permanecía a la sombra
de un rincón y hablaba solo, no intentaba
recordar las viejas promesas. sólo formar
palabras con las nuestras. aquellas
que comunican el amor de un hombre
a una mujer. debí rasgar en menudos
fragmentos estas notas anónimas y ológrafas.
proteger del viento una llama.

 

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NO LA PERLA (Aquelarre ediciones, 2022) de Fabio Pusterla – Edición bilingüe con traducción de Pablo Ingberg.
(LV)

El poeta suizo-italiano Fabio Pusterla (nacido en Mendrisio en 1957) es considerado una de las voces contemporáneas más destacadas de Europa, y ha sido reconocido con muchas distinciones, entre ellas el Premio Montale. Este libro, una antología de 50 poemas tomados de sus ocho libros de poesía, seleccionados y cuidadosamente traducidos por Pablo Ingberg, es una oportunidad inmejorable para conocer su poesía. Compartimos dos poemas:

COMO LAS FRÁGILES PIRÁMIDES DE PIEDRA

Como las frágiles pirámides de piedra
erigidas por alguien en las montañas, donde los senderos
desembocan al fin en una meseta,
en un paso, en una cima pequeña. ¿Con qué finalidad?
No preguntes; roca tras roca
construyes tú también lo que no sirve
para nada y a nadie, pero está.
Vendrá tal vez el íbice
a husmear inquieto tu señal;
se detendrá por un instante incierto
y luego saltará de nuevo entre las rocas
impracticables, casi verticales.
¿Y podré verlo, acariciarle el morro?
Vendrá de noche o al amanecer, y huirá. Pero en el terreno
dejará un don: minúsculas bolitas
pardas de estiércol, y en el aire un perfume salvaje.

 

COME LE FRAGILI PIRAMIDI DI SASSO  

Come le fragili piramidi di sasso
erette da qualcuno sulle montagne, dove i sentieri
sbucano finalmente a un pianoro,
a un passo, a una piccola cima. A che scopo?
Non chiederlo; sasso dopo sasso
costruisci anche tu quel che non serve
a nulla e a nessuno, ma è.
Forse verrà lo stambecco
ad annusare inquieto il tuo segnale;
sosterà per un attimo incerto
e poi salterà ancora fra le rocce
impraticabili, quasi verticali.
E lo potrò vedere, carezzare sul muso?
Verrà di notte o all’alba, e fuggirà. Ma sul terreno
lascerà un dono: minuscole palline
brune di sterco, e nell’aria un profumo selvaggio.

 

ARENA

Tú no lo sabes, pero yo a menudo me despierto de noche,
me quedo largo rato acostado en la oscuridad
y te escucho dormir allí al lado, como un perro
en la orilla de un agua lenta de la que suben
sombras y reflejos, silentes mariposas.
Anoche hablabas en sueños,
con lamentos casi, algo de una pared
alta en exceso para descender, hacia el mar
que tú sola veías, reluciente a lo lejos.
Te susurré, en broma, que te tranquilizaras,
no era tan alta, hasta podíamos lograrlo. Preguntaste
si abajo había esperándonos arena o roca negra.
Arena, contesté, arena. Y en tu sueño
tal vez nos zambullimos.

 

SABBIA

Tu non lo sai, ma io spesso mi sveglio di notte,
rimango a lungo sdraiato nel buio
e ti ascolto dormire li accanto, come un cane
sulla riva di un’acqua lenta da cui salgono
ombre e riflessi, farfalle silenziose.
Stanotte parlavi nel sonno,
con dei lamenti quasi, dicendo di un muro
troppo alto per scendere sotto, verso il mare
che tu sola vedevi, lontano splendente.
Per gioco ti ho mormorato di stare tranquilla,
non era poi così alto, potevamo anche farcela. Tu hai chiesto
se in basso ci fosse sabbia ad aspettarci, o roccia nera.
Sabbia, ho risposto, sabbia. E nel tuo sogno
forse ci siamo tuffati.

 

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LA GUACHA N° 54 – NOVIEMBRE 2022, de A.A.V.V – Revista de poesía dirigida por Claudio Lomenzo y Javier Magistris.

Un nuevo número de la revista de poesía que siempre da alegría encontrar en los kioscos de diarios. Tras la nota editorial, que presenta el número, hay una entrevista a María Negroni, acompañada de algunos poemas. Excelente también la entrevista a Javier Cófreces, acerca del libro Poetas surrealistas argentinos, uno de los libros más lindos del año pasado. Hay poemas de Víctor Redondo, María Barrientos, Eduardo D´Anna (muy buenos, sobre la pandemia), Evangelina Aguilera y Alfredo Luna, entre otros. Reseñas de algunos libros recientes del panorama actual: la poesía completa de Glauce Baldovin, Mi signo es de fuego, y una suma poética de Jorge Boccanera: Tráfico/Estiba, por ejemplo.

Recomendando calurosamente este nuevo número, compartimos un poema de Evangelina Aguilera:

ANA

Las delicadas manos de Ana
cortan manzanillas
hilos de sol, entrecierra sus ojos
Su sonrisa, su voz brillante y clara
mostrándome la flor
dice la flor
Así de simple y doloroso:
ella ahuyenta mis sombras
y pasa en limpio el argumento de mi vida.
Sé que cuando me apague
voy a ir sosteniéndome, lenta,
por la vereda de este recuerdo que construyo.

 

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LAS CEREMONIAS (Concreto,2022) de Andrea Franco.
(Josefina Morley)

Un malentendido abre Las ceremonias y pone al lector frente a la cesura entre el mundo adulto (“Tiren la casa por la ventana / dijo tranquila mi abuela”) y el mundo de los niños (“y ellos / tan chicos / entendieron eso que era todo / lo que había que entender: / era hora de empujar los muebles / por una cornisa angosta”). En un libro fuertemente narrativo donde predomina la primera persona, cabría preguntarnos por qué en este primer poema el yo apenas aparece en la vinculación con la abuela. La respuesta quizás tenga que ver con que asistimos al origen del tema. La voz de “La caída” ve en los otros niños algo que le interesa y le permitirá organizar una serie de escenas de su infancia: encuentra el hilo y empieza a tirar de él. La caída –imaginada o consumada– de los objetos de la casa se presenta valiéndose del mundo natural: primero la imagen de una catarata y luego “imposibles copos de nieve”, ambas de una fuerza que contrasta con “el pasto seco del vecino” donde termina su trayectoria. El equívoco permite desplegar la frescura de la mirada infantil sobre el mundo, la potencia del arrojo y la libertad imaginativa que son previos a la entrada en las frases hechas. 

        Si en el primer poema la candidez infantil aparece bajo una luz enternecedora y no falta de cierta comicidad, Las ceremonias enseguida se encargará de ofrecer su contracara más sombría. Eyectada con el impulso de esos objetos arrojados por la ventana, en “Las abejas”, la niña –nos enteramos en este segundo poema que se trata de una niña– ha dejado la seguridad de la casa y va al encuentro de la naturaleza. Avanza rodeada por un enjambre de abejas, guiando a otra niña a la que protege. Ahora es ella la que se ha convertido en una fuerza natural, “un escudo de aire / suficiente para resguardarla / de sus manos temblorosas”. Con su compañera comparte la inexperiencia frente a la aventura y por ende también “las palabras que nadie entendía porque eran nuestras / el millón de abejas”. La experiencia hace mella en el lenguaje: antes eran los niños inexpertos quienes no comprendían, ahora son todos los que escuchaban el relato pero no habían vivido ese peligro con ellas dos. 

        A continuación, en un poema sin título, encontramos a la niña nuevamente en la faceta de protectora frente al peligro que amenaza en medio de la diversión. 

De chica tenía aura de ángel
algo así como un amuleto
en forma de personita
que cuidaba que nunca tuvo miedo
de arriesgar sus siete años
por la bajada de arena
cuando el trineo chocó el bosque
no tuvo miedo de cortarse la ropa 
alzarse entre las ramas de un árbol
para sacar a cuestas y llevar
ese cuerpo igual al suyo
en hombros como a un trofeo recién cazado.
Un tótem de niñas
una sobre otra.

 

        Algo de la insistencia sobre la valentía (de estos dos poemas pero también de otros como “A galope”, donde se apela a la figura de Lady Godiva, o “La huida”) parece sugerir el terror reprimido de un carácter resuelto a proteger. Estamos frente a una niña que empieza a conocer su intrepidez, pero en la imagen final podría haber otro tipo de descubrimiento. La comparación del cuerpo que carga con el de una presa sobreimprime otros matices a la escena de salvación. Cerremos el libro un momento. En la tapa, la imagen de una garza, una liebre, una especie de gallina y un cervatillo que yacen muertos junto a una columna. Sobre la izquierda, casi imperceptible, un perro sale del cuadro. Abramos el libro: se trata de La retour de la chasse (“El regreso de la caza”), un anónimo de 1732. El cuadro entero muestra no uno sino dos perros, una escalinata a la derecha, sobre cuyo mármol descansa una escopeta. El recorte se acerca para poner el foco sobre los cuerpos frescos de las víctimas, es decir, no sobre la caza en sí sino sobre su resultado. ¿Cuál es el corolario de la caza para la niña? ¿El haber puesto a salvo a su compañera? Sí, pero también el hallazgo de su propia naturaleza de cazadora.  El trofeo en sus hombros remite a la hazaña de esa valentía revelada pero también a la caza como un modo particular de mirar, de pensar, de conocer. La cazadora descubre y ejercita su capacidad para operar estéticamente con la materia de su experiencia, procediendo por recortes sucesivos de figuras sobre un fondo. Las escenas de caza, indisolublemente ligadas al origen mismo de la representación simbólica, funcionarán en los poemas de Las ceremonias a modo de constelaciones personales de esta niña.

        La naturaleza en su faceta de fuerza destructora hará crecer para ella una belleza particular, como en “La crecida”, “cuando el mar tomó terreno, el viento / arrancó la cabeza / de todas las palmeras. / Y yo corrí bien rápido / busqué la cámara para volverme / turista de mi desgracia.” Varios de los poemas del libro trabajan sobre la observación de la muerte (o de la amenaza a la vida): la niña da sepultura a un sapo (“Fosa”), observa el cadáver de un murciélago víctima de unos juegos infantiles de los chicos del barrio (“Crucifixión”), espía mientras carnean un cordero (“Cordero”). Pero como en los orígenes de la caza, hay una identidad entre cazador y presa. Los poemas de Las ceremonias se detendrán también sobre el descubrimiento de nuestra propia fragilidad. La protección de los adultos “A la muerte no hay que verle la cara / está en el cuarto de al lado / alguien nos encauza”, no podrá detener –nunca podría– ese descubrimiento que se da en el poema del trineo, pero también en “Plegaria” donde alguien se abre la pierna con un machete, dejando ver el hueso, en “Itinerario”, donde la niña ayuda a alguien que sangra, o en “Hierba mala”, cuando es ella la que se corta con el alambrado por el movimiento de una yegua que la quiere sacar de su lomo.

        En otro poema sin título, un juego de aguantar la respiración en la pileta es “un entrenamiento de supervivencia” y acaso esa idea sirva también para pensar la infancia toda, y en particular el modo en que vamos aprehendiendo el mundo. De la casa a la naturaleza, de la pileta al mar, “como si esta porción de agua / nos devolviera a la costa” y en el sentido inverso, como en “Tu respiración en mi nuca”, cuando las preguntas existenciales acechen en medio de la noche “quizás después / no haya más nada” y la niña señale a su compañera “un orden de estrellas plásticas” en el techo de la habitación, en cuya contemplación encontrarán alivio.

        Un epígrafe antecede a los poemas de Las ceremonias: “Cada minucia un sacramento / como una ofrenda al peso de la noche.” Son versos de “La mujer y la casa”, de José Lezama Lima. Si en el poema de Lezama Lima los quehaceres domésticos de la madre, esas tareas tan pasadas por alto, se enaltecen por conjurar la oscuridad, el libro de Andrea Franco pondrá la lupa sobre un puñado de escenas de infancia en que una niña aprenda a pararse frente a la desprotección propia y ajena para mirarla bien de cerca, con la curiosidad y la valentía de ver la belleza que aloja e ir tras ella. 

        La infancia en Las ceremonias ha quedado lejos en el tiempo: la perspectiva adopta una conjugación que es casi siempre pretérita, la tabula rasa se llenó de marcas. En otro poema sin título, la niña revuelve una casa llena de objetos del pasado familiar y encuentra una radio que se lleva al oído “como se escucha un caracol /un resto de mar”. En ese sinsentido está la decisión: explorar la memoria personal en su propio mecanismo y artificiosidad. La radio no puede devolverle más que el silencio, el blanco después de los últimos versos, pero frente al silencio está el poema.

 

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ANTECESORAS (Llantén, 2022) de Elizabeth Barret Browning, Emily Brontë, Christina Rossetti, Amy Lowell, Sara Teasdale y Edna St. Vincent Millay. Antología bilingüe. Selección y traducción: Colectivo Medusa. 
(AC)

El libro es una antología de las siguientes poetas: Elizabeth Barret Browning, Emily Brontë, Christina Rossetti, Amy Lowell, Sara Teasdale, Edna St. Vincent Millay. La selección y traducción estuvo a cargo del colectivo Medusa, integrado por Daniela Camozzi, Gabriela Raya, Isadora Paolucci, Mariángel Mauri, Melisa Papillo, Mónica Rosenblum, Natalia Leiderman y Paula Preuss. El material se dispone de la siguiente manera: primero una breve introducción general, donde las antologadoras-traductoras cuentan qué las llevó a hacer este libro. En sus palabras: “caímos, como dice Diana Bellesi, «bajo el hechizo», capturadas por el deseo de escuchar y leer profundamente a estas seis poetas en lengua inglesa que, durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, hicieron su camino literario en un mundo que estaba abierto de par en par solo para los hombres. El deseo de oírlas enseguida nos llevó a otro: el de compartir lo que escuchábamos…”. Luego la antología avanza y va presentando por turno a cada poeta en particular, con una selección de diez a quince poemas. Luego vienen, todos juntos al final, los poemas en inglés, y una breve nota en la que las traductoras se presentan y ofrecen una breve nota sobre las estrategias de traducción.

        El resultado es muy atractivo: el cruce entre el deseo de recrear rítmicamente los poemas y el de traerlos a un lenguaje actual, cercano, funciona en muchos poemas admirablemente, permitiendo a quien lee adentrarse en estas poetas excelentes y poco transitadas.

        Van dos ejemplos:

XLI (DE SONNETS FROM THE PORTUGUESE) (ELIZABETH BARRET BROWNING)

Doy las gracias a quien me amó en su corazón
con todo el amor que hay en el mío. Sí, gracias,
por demorarse ante los muros de mi cárcel
para escuchar la más desgarradora música
y después continuar su marcha hacia el mercado
o retomar sin más su camino a la iglesia.
Pero tú, que oíste cuando se hundía mi voz,
ahogada en el sollozo, soltaste el instrumento
de tu Arte más divino y uniste las palabras
que el llanto había quebrado, ¡enséñame el modo
de agradecerte! Que en los años futuros
se revele el sentido más pleno de mi alma,
se haga palabra entera y cobije al amor
que perdura después de apagarse la vida.

 

XLI 

I thank all who have loved me in their hearts,
With thanks and love from mine.  Deep thanks to all
Who paused a little near the prison-wall
To hear my music in its louder parts
Ere they went onward, each one to the mart’s
Or temple’s occupation, beyond call.
But thou, who, in my voice’s sink and fall
When the sob took it, thy divinest Art’s
Own instrument didst drop down at thy foot
To harken what I said between my tears, . . .
Instruct me how to thank thee!  Oh, to shoot
My soul’s full meaning into future years,
That they should lend it utterance, and salute
Love that endures, from life that disappears! 

 

¡AY, VAS A LAMENTAR ESA PALABRA! (Edna St. Vincent Millay)

¡Ay, vas a lamentar esa palabra!
¿Me das mi libro? Yo te doy un beso.
¿Fue amigo o enemigo el que soltó:
“¡Mucho libro para esa cabecita!”?
Vení, te muestro mi último sombrero,
mirá cómo me pinto con carmín.
Ay, cuánto yo te amo, y todo eso.
No volveré a decirte lo que pienso.
Seré dulce y astuta, suave y picara;
nunca más vas a verme con un libro:
seré una esposa que siga el modelo.
Y un día cuando toques a mi puerta,
un día más, ni de sol ni de lluvia,
no voy a estar: esperame sentado. 

 

Oh, oh, you will be sorry for that word!

Oh, oh, you will be sorry for that word!
Give back my book and take my kiss instead.
Was it my enemy or my friend I heard,
“What a big book for such a little head!”
Come, I will show you now my newest hat,
And you may watch me purse my mouth and prink!
Oh, I shall love you still, and all of that.
I never again shall tell you what I think.
I shall be sweet and crafty, soft and sly;
You will not catch me reading any more:
I shall be called a wife to pattern by;
And some day when you knock and push the door,
Some sane day, not too bright and not too stormy,
I shall be gone, and you may whistle for me.

 

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REMY LACROIX Y OTROS POEMAS (Barnacle, 2022) de Pablo Seguí.
(AC)

A lo largo de la última década Pablo Seguí ha ido construyendo en sus sucesivos libros una voz inconfundible, muy personal. Se trata, está claro, de una poesía necesaria para quien la escribe: una compañía fundamental. Humildad, sencillez, melancolía valiente, destellos de humor, por lo general autoirónicos, son algunas de las características que primero se me vienen a la cabeza al tratar de definirla. Dice el final del prólogo de Santiago Sylvester: “Pablo Seguí es respetuoso de la forma, aunque tal vez no sea «respeto» la palabra más adecuada, porque se requiere cierta irrespetuosidad saludable para descubrir lo que estaba oculto en la entretela. El trabajo de la forma para que lo dicho sea otra cosa, distinta de la habitual”:

Comparto los últimos dos poemas del libro:

LA LINDA

Esa psicoanalista
que sabe que me gusta
usa una musculosa
algo aniñada, como
si quisiera decirle
a todo el mundo: “soy
joven y lo disfruto
sin mayores problemas”.
Como el año que viene
cumplo cincuenta,
sé que sin más me descarta.
¡Viejo verde, le escribo
como si fuera un zángano!
(“Muero porque no muero”.)

 

LA LINDA

“Hola, amigo” es la frase que encabeza sus audios;
es una voz risueña y a la vez melancólica.
Yo avizoro ese cuerpo de mujer distinguida
y joven pero callo porque no es para mí.

Porque establece un límite realmente inapelable,
como una ejecutiva delante de un mendigo,
es que callo y respondo, jocoso hasta el absurdo,
como mandan de siempre mis debidas costumbres.

Soy el poeta. Quiero decir: pintado al óleo,
en su corte alucino con la dúctil finura
de sus modos y gestos de analista lejana.
Soy el poeta. Soy alguien que la divierte.

 

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AUNQUE NO TENGA DIAGNÓSTICO (Tren Instantáneo, 2022) de Natalia Bonino.
(LV)

Un libro que me hizo recordar a Formación hospitalaria, de Marina Serrano, que me encanta. Una misma intensidad, que le viene a la escritura directamente de la vida, de la experiencia de convertirse en médica, del contacto directo con las personas y sus sufrimientos físicos. “Resulta difícil leer este libro –dice la contratapa de Gustavo Yuste– sin pensar en William Carlos Williams, quien vivió gran parte de su vida lejos de la escena pública poética y se concentró en su carrera como médico. Sin embargo, los poemas de Natalia Bonino dan un paso más allá y habitan esa convivencia: «Final de la jornada y el balance de siempre: Hoy alguien lloró, alguien me contó su secreto más hondo, alguien tuvo miedo de hablar, alguien se sintió abrumado por la palabra riesgo».

Leer Aunque no tenga diagnóstico es una experiencia reveladora, en donde cada poema construye una escena íntima que muchas veces se pierde entre la burocracia y la urgencia clínica. Las ciencias duras, nos cuentan estos versos, tienen su costado sensible e impredecible, y es ahí cuando la imagen poética irrumpe y dice presente. Lo que se piensa contrario, muchas veces es solo una ilusión y los extremos se entrecruzan como tejidos nerviosos después de un impacto. Al respecto, escribe la autora: «Podés intentar salvar un paciente / o un poema; / trabajar en la edición, / curar en el mejor de los casos / reducir el daño / sacarle partes». Abrir este poemario es una invitación a emprender ese camino sin retorno.”

Compartimos dos poemas:

EN VEINTE MINUTOS DE CONSULTA

Alicia no puede dormir, dice que con 0.5 mg de clonazepam ya no le alcanza para apagar el bocho.

Osvaldo se ríe de su panza, de su aumento de peso, de que tiene puestos 3 stents y que el bobo igual viene zafando.

Santiago le tiene miedo al cáncer y quiere hacerse el estudio más completo que exista.

Marcela no puede ser madre.

Sofía asiente con la cabeza cada indicación, no hace preguntas; su mamá contesta.

Francisco no sabe cómo decirle a su papá que le gustan los hombres.

Julián no conoce a su papá.

Magalí está sin trabajo y les debe plata a sus hermanas

Elena les tiene miedo a los médicos, dice que siempre encuentran algo.

A Juan nunca le explicaron qué era lo que tenía.

A Daniel le explicaron que no había nada para hacer.

A muchos otros les está pasando algo que todavía no tiene nombre.

 

UN POEMA EN UN RECETARIO

Como los superhéroes
o el viejo William Carlos
yo también tengo dos identidades.
Un gotero de flores de Bach
al lado del teclado negro
en contraste
con el monitor blanco,
el tensiómetro y el estetoscopio en la mesa,
gomitas ácidas,
un mate y un libro
que escondo en cada consulta:
Una personalidad construida
en los intervalos entre pacientes,
cuando nadie me necesita.

 

*********

 

TRES LINDAS CUBANAS (Alción Editora, 2022) de Nara Mansur Cao.
(PB)

Nara Mansur Cao (La Habana, 1969) es una poeta, dramaturga y crítica teatral cubana que vive en Buenos Aires. Su relato “¿Por qué hablamos de amor siempre?”, ganó el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar.

Sylvia Valdés dice que “su tríptico Tres lindas cubanas inicia con una foto de tres maestras cubanas de principios del siglo XX”, y agrega que este punto anuncia “una mutación” que “densifica los colores, da un salto en el tiempo, refleja el pasado”.  La foto a la que se refiere Valdés es real y está con sus ocres en la tapa del libro para que la veamos.

“La apuesta de su escritura, su originalidad”, dice en la contratapa Ana Arzoumanian, “radica en aquello que todo el poema niega «estas no son cubanas / estas no son palabras» y dice que se trata de una “revolución de confiscar ese bien (la palabra) para ponerla al servicio público. Publicar.”

El cuerpo y elementos naturales pasados por el cuerpo y su capacidad de transformar, son elementos que le dan a la autora las herramientas para este relato poético que tiene fuerza.

Acá comparto algunos poemas del libro:

*

¡Qué hermoso collar de perlas me ha traído!
¿Puede haber algo más hermoso que las perlas?
Voy a escribir de esos animales, las ostras
voy a decir
que su poema es el más compacto y estremecido
y las perlas van a ser mías.
Y ella va a ser mía.
Y su poema
de palabras compactas y estremecidas, va a ser mío.
La tierra me va a tragar.
Yo voy a tragarme la tierra toda.

La tierra colorada sobre mis ojos otra vez…

 

*

Esa ola que te lleva sin tu hija, sin tu madre.

 

*

Un roce, un resfrío, un sonido reconocible. A eso se llega también, eso también se deja atrás.

 

*********

 

DONDE HABITAN LAS LUCIÉRNAGAS (Grito manso, 2022) de Pilar Piñeyrúa.
(Juan López)

El pilar de este libro, lo que lo origina, lo sostiene, lo impulsa y lo centra, es la memoria. No es este un gran hallazgo. En la primera parte, la expresión “me acuerdo que” hilvana los poemas y nos lleva al pasado, la infancia, la juventud, la historia. Ya sabemos, porque la autora lo anuncia, que vamos a ingresar en el ámbito del tiempo. Del tiempo pasado.

Esa repetición, “me acuerdo que”, baja a la inmediatez lo recordado. Podría haber escrito “recuerdo que”, más literario si se quiere. Prefirió el “me acuerdo”, absolutamente coloquial, cercano. Primera puerta abierta al lector: son textos de lectura transparente, aunque de significado denso, iluminador algunas veces, metafórico o borroso en otras. Borrosa es a veces la memoria; otras veces, la memoria nos aclara todo. Y otras, la memoria nos contiene, nos impulsa y de algún modo nos salva.

Veamos algunos textos:


“Me acuerdo que yo quería vivir en una casa con fondo y no en el centro”.

“Me acuerdo de las mesas de mi casa. En las más grandes, yo jugaba a las casitas y me metía allí para no comer y no hablar y escuchar”.

“Me acuerdo que solo había una marca de crema de enjuague”.

“Me acuerdo cuando seleccionaron niñas para el coro. Apenas canté “Ooo…” me dijeron que me fuera”.

“Me acuerdo de hacer la estrella de cinco puntas de tupamaros en el pizarrón de la escuela y que la maestra nos retó”.

“Me acuerdo que llegaban cadáveres a las playas. Me acuerdo de saber que no eran marineros chinos caídos de un barco, como decían los diarios”.

 

La prologuista, Sayri Karp, señala que estos textos forman parte, cito, “de esta lucha por mantener viva la memoria colectiva para no repetir el horror; estos textos son un homenaje a la pulsión de vida cuyo poder nos otorga la capacidad de resiliencia para recuperarnos y seguir construyéndonos a pesar del dolor que contamina los momentos radiantes y felices”.

        Coincido con la prologuista, pero creo que aunque se puede señalar a la memoria como motor del conjunto, la lectura no debe limitarse a esa vía principal de interpretación. La alternancia entre afirmación y sugerencia abre la lectura a otras posibilidades menos unificadoras de sentido. Me gustaría pensar la memoria como punto de partida más que de llegada.

        Otro valor de la buena poesía, o al menos de lo que yo considero buena poesía, es su capacidad de síntesis, de condensación. “Me acuerdo que solo había una marca de crema de enjuague”. Acá se están diciendo muchas cosas. Por ejemplo, que hubo una era premarketing, con todo lo que la palabra marketing anuncia. Yo leo esta frase como una actualización del motivo de la edad de oro, del paraíso perdido, cuando no hacían falta tantas cosas para vivir, para lavarse el pelo y además suavizarlo con crema. Pensemos también que la crema de enjuague es la coronación y culminación del lavado de cabeza. Antes había una sola forma generalizada de lavarse (y lavarnos) la cabeza (y las manos). Ahora hay muchas.

“Me acuerdo que llegaban cadáveres a las playas. Me acuerdo de saber que no eran marineros chinos caídos de un barco, como decían los diarios”.

        Es decir, no todo es lo que parece o la historia que te contaron no es lo que realmente ocurrió. Es que la poesía es otra versión de los hechos.

 

“Me acuerdo que yo quería vivir en una casa con fondo y no en el centro”.

 

Acá aparece, como en buena parte del libro, la infancia como origen o motor del deseo, la infancia como modelizadora de la experiencia. Y aquí la memoria viene además a reivindicar ese deseo de algo que no se cumple, pero que la memoria registra, sostiene y mantiene en estado de deseo.

        La presencia de formas breves como jaicus abre el sendero estético, si vale la expresión, a otras posibilidades poéticas o creativas. Esto, si entendemos la poesía como algo que “se hace” y que “se está haciendo”, no como mera contemplación o registro escrito de experiencias. En este sentido, esta primera obra lírica de Pilar Piñeyrúa nos anuncia nuevas búsquedas, nuevas propuestas y nuevos caminos.

        El libro propone un derrotero, un cambio de tono de lo simple a lo más complejo por un lado y de lo directo a lo sugerente a la vez. Una suerte de vaivén de lo inmediato a lo simbólico. Creo que ese es el ritmo de sentido que logra, más allá o incluyendo las cuestiones formales de si se trata de prosa breve, versos como jaicus o prosa un poco más extensa.

        La desnudez de la dicción poco a poco se va ataviando de hechos, de experiencias, de señalamientos, de imágenes, de valoraciones. Es un movimiento desde la pincelada luminosa al discurso, que muestra claroscuros. Que avanza, desarrolla, regresa a la brevedad para detenerse o hacer una pausa o reflexionar, y sigue avanzando, y vuelve a afirmar.

        Donde habitan las luciérnagas echa luz al pasado, a la historia. Una luz intermitente, azarosa o impredecible, pero luz al fin. Cuando tenemos la suerte de ver luciérnagas, es imposible saber en qué lugar y cuándo se encenderá la siguiente. Y cuando, en determinado momento, las luciérnagas se apagan, se van, adonde habitan o adonde mueren, quedamos, de cualquier modo, agradecidos.

        Correlato o registro de intensidad, fusión de azar y necesidad, la poesía –como el amor, como la justicia– es un llamado para el que deberíamos estar siempre disponibles.


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