Nota introductoria y versiones de Renata Prati
El 30 de enero de 2023 murió Linda Pastan, a los 90 años. Nacida en 1932 en Nueva York, se volcó a la escritura desde su niñez y, en 1954, ganó el primer premio en un concurso de poemas organizado por la revista Mademoiselle. (Pastan descubriría más tarde que en esa misma edición del concurso una de las menciones había sido para Sylvia Plath, lo que la llevó a deducir que los premios “evidentemente no significan gran cosa”). Poco después dejó de escribir para dedicarse a la vida doméstica. Su regreso a la poesía estuvo en parte motivado por la publicación de Necessities of Life, de Adrienne Rich: “Por fin empezaba a darme cuenta de que, tras diez años de silencio, la poesía era una de mis propias necesidades en la vida”. A partir de entonces publicó quince colecciones de poemas, recibió numerosas distinciones, y entre 1991 y 1994 fue poeta laureada de Maryland. Sus temas son diversos (“Escribo sobre lo que sea que tenga a mano”), pero su mirada condensada, cristalina y sensible se reconoce igual (“Creo que mi voz no cambió mucho desde 1965, cuando volví a escribir”). “Lo que busco es claridad sin simplicidad”, resumía en una entrevista de los años ochenta: “Quiero que mi poesía sea accesible a todo tipo de lectores”.
Compartimos cuatro de sus poemas, incluido uno de 2013 en el que la poeta ensaya su propio obituario.
¿POR QUÉ SON TAN OSCUROS TUS POEMAS?
¿No es oscura también la luna,
casi siempre?
Y la página en blanco
¿no parece incompleta
sin las manchas oscuras
de las letras?
Cuando Dios pidió luz,
no desterró la oscuridad.
Inventó en cambio
el ébano y los cuervos
y el lunarcito
de tu pómulo izquierdo.
Pero tal vez querías preguntarme:
“¿Por qué estás triste tan seguido?”.
Preguntale a la luna.
Preguntale qué ha visto.
WHY ARE YOUR POEMS SO DARK? // Isn’t the moon dark too, / most of the time? // And doesn’t the white page / seem unfinished // without the dark stain / of alphabets? // When God demanded light, / he didn’t banish darkness. // Instead he invented / ebony and crows // and that small mole / on your left cheekbone. // Or did you mean to ask / “Why are you sad so often?” // Ask the moon. / Ask what it has witnessed.
CONSUELOS
Escuchá:
el lenguaje hace todo lo que puede.
Yo hablo
la perra gime
y entre los árboles cambiantes
murmuran abejas tardías, ambiguas
como voces
que apenas llegan
desde el cuarto de al lado.
Luego
los consuelos
del silencio.
Las noches pasan lento.
Doy vuelta sus pesadas páginas
una por una
humedeciéndome el dedo índice
como hacía mi abuelo
con ganas de cerrar el libro del dolor.
Las tardes huelen a humo.
Ya hay hojas casi sueltas
en las ramas
pliegos chiquitos que transportan
los mensajes de siempre
cada año.
Vos me tocás…
y es un lenguaje más. Nuestras penas
son casi una;
las hamacamos entre los dos
como al niño que nos ha sido prestado
y que agarra una mano tuya
y una de las mías
para apurarnos de camino a casa
mientras las luces de la calle
van floreciendo
en el tallo oscuro
del atardecer.
CONSOLATIONS // Listen: / language does the best it can. / I speak // the dog whines / and in the changeling trees / late bees mumble, vague // as voices / barely heard / from the next room. // Later / the consolations / of silence. // The nights pass slowly. / I turn their heavy pages / one by one // licking my index finger / as my grandfather did / wanting to close the book on pain. // Afternoons smell of burning. / Already leaves have loosened / on the branch // small scrolls bearing / the old messages / each year. // You touch me— / another language. Our griefs / are almost one; // we swing them between us / like the child lent us awhile / who holds one hand of yours // and one of mine / hurrying us home / as street lights // start to flower / down the dark stem / of evening.
ANCIANA
Cuando oscurece
me visitan mis penas
una por una.
Me cuentan lo que preferí olvidar.
Se posan en mis hombros
como palomas lúgubres.
Son del color
de la luz que huye.
Durante el día
vuelven
disfrazadas.
La amnesia cálida del sol
me hace de mecedora.
Cuando mis penas cantan para mí
con la voz clara del zorzal
yo respondo cantando.
OLD WOMAN // In the evening / my griefs come to me / one by one. / They tell me what I had hoped to forget. / They perch on my shoulders / like mourning doves. / They are the color / of light fading. // In the day / they come back / wearing disguises. / I rock and rock / in the warm amnesia of sun. / When my griefs sing to me / from the bright throats of thrushes / I sing back.
MI OBITUARIO
¿Logrará una columna en el Post o el Times
o solo una mención de un familiar apurado?
¿Mencionará los premios que no gané
y los poemas no del todo buenos,
o cuando un estudiante preguntó
si “A una hija que se va de casa”
era mi penitencia por alejarla?
Seguramente diga que nací en el Bronx
y pasé mis primeras semanas de vida
sola, en la guardería del hospital. Lo que
tal vez explique mi melancolía crónica
o por qué sigo culpando a mi padre cirujano
que hizo todo lo que pudo por mí
pero cuyo enojo siempre espejó al mío.
Algunos obituarios escritos de antemano
esperan años en el sótano del diario,
como aves de rapiña dormidas en sus nidos,
esperando que la muerte alcance a la vida.
Ojalá que los diarios con mi obituario se usen
para mantener limpio el piso bajo el plato del perro.
Y que los hijos que me “sobreviven” me recuerden
no por una lista de hechos ambiguos reunidos
como datos matemáticos, sino por mis obsesiones
habituales: el pan que sube y las hojas que caen.
MY OBITUARY // Will it merit a full column in The Post or The Times / or just a squib by a relative late for work? / Will it mention awards I didn’t win, / poems that didn’t quite scan, / and how a student asked me once / if “To a Daughter Leaving Home” / was my penance for driving a daughter away? / It will surely say I was born in the Bronx, / spending the first few weeks of my life / in the hospital nursery, alone. Which may / account for my chronic melancholy / and why I keep blaming my surgeon father / who tried to do his best for me / but whose anger always mirrored mine. / Some obituaries written years in advance / are stored in the newspaper’s basement vault, / like turkey vultures asleep in their nests, / just waiting for death to catch up with life. / Let any newspaper where my obituary appears / be used to keep the floor clean under the dog’s dish. / And let my “survived by…” children remember me / not by a list of ambiguous facts collected / like so much mathematical data, but by my usual / obsessions: rising bread and falling leaves.