por Alejandro Crotto[1]
(…)
Siempre sabemos, en la poesía de Wallace Stevens, que la extrañeza es el resultado de una adecuación. La imaginación explora y descubre, en el recorrido mismo del poema, algo que sentimos como una verdad personal. El poema “How to Live. What to Do” es un buen ejemplo: el escenario es raro, los dos protagonistas son misteriosos, pero lo que importa es que el poema realiza un milagro: el giro desde la incertidumbre hasta la aceptación valiente de un desafío. Sentimos el poema como verdadero y personal, y se nos naturaliza entonces el título, tan extraño por aseverativo en una primera impresión. Al mismo tiempo, lo abstracto de la recreación imaginativa hace que puedan proyectarse sobre el poema decenas de hipótesis. ¿Quiénes son los protagonistas? Hay muchas lecturas: desde Virgilio y Dante a los pies de la montaña del purgatorio, hasta el propio Wallace Stevens y su esposa después de que la relación entre ellos, tras un comienzo romántico, se enfriara. Obviamente, más allá de que puedan ser interesantes, estas interpretaciones carecen de importancia frente a ese corazón central: la concreción de ese giro desde la incertidumbre hasta la disposición a enfrentar con feliz valor un desafío.
CÓMO VIVIR. QUÉ HACER
La luna anoche se alzó sobre esta roca,
impura sobre un mundo irredimido.
El hombre y quien con él iba frenaron
a descansar frente a la cumbre épica.
Sobre ellos comenzó a soplar un viento helado,
con hondas majestades del sonido:
sobre ellos, que habían dejado un sol lleno de llamas
para buscar un sol con un fuego más pleno.
Y en cambio estaba esta empinada roca
trepando enorme, alta y desnuda,
más allá de los árboles, sus laderas
como brazos gigantes alzados a las nubes.
Ni una adornada imagen, ni una voz,
ni sacerdote, ni coro. Solamente
la cumbre altísima de piedra,
y los dos en silencio, descansando de pie.
Estaba el viento helado y el sonido
del viento, lejos del barro que ellos
habían dejado atrás, un épico sonido
alegre y decidido y firme.
HOW TO LIVE. WHAT TO DO
Last evening the moon rose above this rock
Impure upon a world unpurged.
The man and his companion stopped
To rest before the heroic height.
Coldly the wind fell upon them
In many majesties of sound:
They that had left the flame-freaked sun
To seek a sun of fuller fire.
Instead there was this tufted rock
Massively rising high and bare
Beyond all trees, the ridges thrown
Like giant arms among the clouds.
There was neither voice nor crested image,
No chorister, nor priest. There was
Only the great height of the rock
And the two of them standing still to rest.
There was the cold wind and the sound
It made, away from the muck of the land
That they had left, heroic sound
Joyous and jubilant and sure.
[1] Este artículo es un fragmento del artículo que con el mismo título se publicó en el número 45 en papel de Hablar de Poesía.