ORATORIO (bajo la luna, 2021) de María Negroni.
por AC
Oratorio se llama el nuevo libro de María Negroni (n. 1951), y, por lo tanto, se trata de palabras lanzadas hacia alguna forma de trascendencia. Son treinta poemas de cuidada y simple articulación formal, que se repite: poemas sin títulos, sin mayúsculas y casi sin puntuación, todos de más o menos una página y media, en estrofas por lo general de dos o tres o cuatro versos breves, con algunas de un solo verso, y un uso preciso de la sangría. En esa sencilla forma se despliega una imaginación poderosa, pero siempre atravesada por cierta reverencia sorprendida ante el paisaje que la palabra va abriendo. Un libro para ir descubriendo a lo largo de sucesivas lecturas.
Compartimos un poema:
Y TODO
para acabar
contrahechos
todo
para que cante
un autor vacío
para que un alfabeto
y los altos cuervos
que también son letras
ni espesas ni húmedas
ni breves ni largas
tejan la cesura y
que el mundo
no caiga en dispersión
pero asimismo
auroras
y pájaros dotados
de seiscientas alas
y formas que aluden
a la esfera exacta
de lo intraducible
y todo sin descanso
sin avergonzarse
del anhelo y la falta
como una música
más bien minúscula
una proeza
enteramente
humana
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FUEGO AMIGO (editorial lisboa, 2020) de Valeria Melchiorre.
por EGC
En Fuego amigo, como en libros previos (pienso, por ejemplo, en Los dictados de la moda, El hombre que soy yo en cuadro de Francis Bacon o en Trilogía del temblor), Valeria Melchiorre explora las relaciones entre la palabra y la imagen, propone una articulación o un diálogo entre lo visual y lo textual. La convivencia de estas materias disímiles es más que feliz y productiva. Los paratextos que dan la bienvenida a la lectura (una lista tabulada, descriptiva y sentenciosa, gráficos e instrucciones) desconciertan, alertan y abordan con humor un tema filoso, sintetizado en el epígrafe de Carson: la indagación de la ira.
En este libro breve, de ocho poemas, nada sobra y nada falta. Pero su forma no es la de un triángulo (figura geométrica allí propuesta para diagramar la enemistad) sino un círculo, o así me lo represento:
La disposición cuidada de los versos que dan sentido al aire, el adjetivo preciso e inesperado, la hija interlocutora y destinataria que hace de estos poemas una suerte de cautionary tale materna trazan un espacio de tensión que encarna lo que el libro tematiza en un todo conceptual: la confrontación, el odio, el arma de preferencia, los bandos con o sin razón, las hostilidades en juego. Aquí el campo de batalla despliega un campo semántico presente, con sus variaciones, reformulaciones y cavilaciones, en cada uno de los ocho poemas. Libro breve, sí, para releer una y otra vez.
Dejo aquí dos poemas:
I
Cuando la caza de brujas comienza
se tensan los arcos sus torcidas
intenciones la pica de incongruencias
consta en cada baluarte una balada
de injurias
remates puntudos
hay una pantalla de encendido abrupto
y un botón de pausa
una delgada línea
en esto de tirar al blanco
son elásticos los matices
uno el flanco una la ponzoña
somos incendiarios
reciclamos cada flecha
para no sentirnos solos
forjamos una herencia de bastiones
lo nuestro no es el escarmiento
hacemos de esta escena un retorno eterno
en loop una historia de cada prurito
un escupitajo
hoy compré a mi hija
un manual de cetrería precoz
VII
estamos en lo hondo de la batalla
acá se ensambla o arde la inseguridad
se tuerce según de dónde sople el viento
su cólera irascible desmonta la trastienda
esa guarida de emociones vencidas
de rencores y desgarros que se doblan
su caudal de recuerdes soporíferos
vaya a saber si nos amontona
un fin o su falta
alguna versión ignorada de la historia
el diario que adrede escribieron
las partes ahora en disputa
su runrún despistado en leyendas
susodichos cuántas atribuciones falsas
estamos vos y yo creyéndonos
esto del pronombre
de su identidad irrefutable
y nos darnos la mano hueco con hueco
codo con codo
esto es el inicio de una alianza
los remordimientos
la cantidad de eventos mordaces
de cómo nos paremos
quién de nosotros saldrá ileso
a cuánto ascenderán las víctimas fatales
el lugar de la aguja
es un tema menor su norte
la orientación con que emprendamos
la retirada el sitio
en que nos dará acogida
un ciclón habituado a la discrepancia
nosotros es pronombre de brújula inestable
su punto de partida
el cese de las hostilidades
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CONVERSACIÓN CON EL ÁNGEL (Zindo & Gafuri, 2020) de Alberto Nessi – Edición bilingüe. Nota, selección y traducción de Pablo Ingberg. Posfacio de Pietro de Marchi.
Alberto Nessi (Suiza, n. 1940) es considerado uno de los poetas actuales más destacados en lengua italiana. Pablo Ingberg lo presenta y traduce en esta completa antología que incluye poemas de todos sus libros, y su último libro –Todo ultraje– entero. El volumen viene también con un ensayo del italiano Pietro de Marchi sobre la poesía de Nessi. Una excelente oportunidad para conocer algo de la actualidad de la poesía europea.
Compartimos el hermoso poema que le da título a la antología:
CONVERSACIÓN CON EL ÁNGEL
“¿Y tú que recibiste, qué diste?”
me pregunta uno sentado bajo el carpe
frente a la mesa de piedra envuelta por la hiedra,
un ángel con un zapato solo, me parece,
y un ala agujereada, tal vez le dispararon,
un contrabandista de dios, un Ícaro caído
entre las zarzas fulminado por el sol
“¿qué te queda, por qué vives escondido?”
“No sé. Pesan los muertos sobre los hombros
sus figuras me salen al encuentro
luminosas, dibujan sombras en el prado:
yo soy un poco todos ellos, me trepo a la higuera
pierdo cabello, tengo el mentón de mi madre.
¿Qué recibiste? Ya más años que mi padre
y di más de un abrazo a las nubes.
Vivo apartado como hace el corzo
caracoleando entre carpes y hayas
pero a menudo me pierdo en la hondonada,
hablo solo, persigo a más no poder
la belleza que huye a primera vista.
¿Qué me queda? Un poco de asombro
por el carrizo, de pena por los dementes
que crían serpientes en el corazón,
me queda el placer de pelar una naranja
dar vuelta una página, rozar el viburno
seguir rastros de animales en la nieve
rosazulada si la enciende el sol,
escuchar el silencio de su canto
el contrapunto de los hayucos en el blanco
la urraca descarada que se embosca
con un vuelo borracho. Y de golpe
un guante negro se me planta delante
a orillas del sendero, una calavera
resurge en el sotobosque. Pero terco
yo pongo un pie detrás del otro, en vilo
sobre las simas, como hace el cazador furtivo”.
“¿Tienes remordimientos, retornos, represalias?”
“Regreso cada día a los fuegos de estación.
Y me retuerzo contra el tiempo que me tuerce
el cuello: hoy se vuelve de pronto ayer
hoja de diario que se arremolina
en la alcantarilla, nieve hecha
del mismo material que los sueños”.
“¿Y todos esos renglones que vas trazando?”
“Nada, sólo hormigas, patitas
de miriápodos, restos de menudencias
aires de un musicante de pueblo
rezagado después de la fiesta, flabelos
de vinca contra los soplos del viento
diagramas en fuga sobre los barrancos escarpados
discursos divagantes, rezos. Pero tú ¿quién eres?
¿Me llamaste? ¿Ya es la hora? ¡Qué rápido!
Guardo la corneta en el estuche
preparo la valija: voy y saludo
a las mujeres las hojas la luz
que amé”.
CONVERSAZIONE CON L’ANGELO
“E tu cos’hai avuto, cos’hai dato?”
mi chiede uno seduto sotto il carpino
al tavolo di pietra avvolto dall’edera,
un angelo con una scarpa sola, mi pare,
e un’ala bucata, forse gli hanno sparato,
uno spallone di dio, un Icaro caduto
in mezzo ai rovi fulminato dal sole
“cosa ti resta, perché vivi nascosto?”
“Non so. Pesano i morti sulle spalle
le loro figure mi vengono incontro
luminose, disegnano ombre sul prato:
io sono un po’ tutti loro, mi arrampico sul fico
perdo i capelli, ho il mento di mia madre.
Cos’ho avuto? Già più anni di mio padre
e ho dato più d’un abbraccio alle nuvole.
Vivo in disparte come fa il capriolo
caracollante fra carpini e faggi
ma io spesso mi perdo nel fondovalle,
parlo da solo, rincorro a perdifiato
la bellezza che sfugge a prima vista.
Cosa mi resta? Un poco di stupore
per lo scricciolo, di pena per i dementi
che allevano serpenti dentro il cuore,
mi resta il piacere di sbucciare un’arancia
voltare una pagina, sfiorare il viburno
seguire tracce di selvatici nella neve
rosazzurrina se il sole l’accende,
ascoltare il silenzio del suo canto
il contrappunto delle faggiole nel bianco
la gazza sfrontata che s’imbosca
con un volo ubriaco. E d’un tratto
un guanto nero mi si para davanti
ai margini del sentiero, un teschio
riemerge nel sottobosco. Ma ostinato
io metto un piede dietro l’altro, in bilico
sui greppi, come fa il bracconiere”.
“Hai rimorsi, ritorni, ritorsioni?”
“Torno ogni giorno ai fuochi di stagione.
E mi ritorco contro il tempo che mi torce
il collo: oggi diventa subito ieri
foglio di giornale che s’ingorga
nel tombino, neve fatta
della stessa materia dei sogni”.
“E tutte quelle righe che vai tracciando?”
“Niente, solo formiche, zampine
di miriapodi, resti di frattaglie
arie di un musicante di paese
rimasto indietro dopo la festa, flabelli
di vinca contro i soffi del vento
diagrammi in fuga sulle balze scoscese
discorsi divaganti, preghiere. Ma tu chi sei?
M’hai chiamato? È già l’ora? Che fretta!
Ripongo la cornetta nella custodia
preparo la valigia: vado e saluto
le donne le foglie la luce
che ho amato”.
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EL LARGO ÁRBOL QUE ES TODOS LOS ÁRBOLES (Cae de Maduro, 2020) de Hernán.
por EGC
Lo primero de este libro son los epígrafes. Los hay en italiano, en inglés, en español y en portugués. Pero no importa porque el lector los entiende, aunque no hable la lengua. A la manera de Philip Jacotot, ese maestro ignorante de Rancière que comparte la lengua conociendo solo su sintaxis, el lector se adentra en el mundo de Hernán, donde todas las lenguas son también su lengua. “[L]a sin corazón”, así se llama al músculo y podría llamarse también al ejercicio de traducir y compartir.
Decir que en la poesía de Hernán hay música, alejaría al lector, porque eso se dice siempre. Pero en este caso es cierto. Muchos de estos textos fueron musicalizados y el universo que los rodea puede entonces completarse accediendo acá.
Lo difícil no es encasillar. Para un nómade de décadas, grupos y proyectos como Hernán, las categorías son señuelos que podrían aportar claves para un acercamiento prudente, pero no mucho más que eso. Las temáticas abordadas en el largo árbol que es todos los árboles bien podrían ser enumeradas. Igualmente, el peso poético no está en los temas y quizás tampoco en las palabras. Importa más, tal vez, la huella que deja lo contado, lo descripto a veces a modo de epigrama, otras a modo de una catarata minimalista que fluye con su caudal de imágenes entre lo diáfano y lo sórdido.
Compartimos dos poemas:
*
EL SOL y la luna están en el cielo
la dureza de las cosas
se disuelve en la lengua
de la noche
entre polvo y cenizas
el polen
y estas harinas
que levando van
no sé por dónde han entrado
pero las estrellas
no cesan de aparecer.
*
ENCONTRÉ un poema
que parece escrito
de mí para vos
como estaba en inglés
lo traduje
y te lo leí
vos al volante
y yo a tu derecha
repitiendo las palabras
que un tercero escribió
para una cuarta
afuera es mediodía
y cae la nieve en el poema
que rueda entre los dos
a punto
estuve de largarme
a llorar y arruinarlo
pero llegué al punto final
a la altura del semáforo
de la ruta 200
te miré y te vi
y lo arruiné
pero el poema ya estaba dicho.
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DORMANCIA (El jardín de las delicias, 2020) de Pablo Caramelo.
Pablo Caramelo nació en Junín en 1964. Además de poeta, es también actor y director escénico y dramaturgo. Este es su cuarto libro de poesía. “Tendrá que poner en marcha sus mejores capacidades el lector –dice el final de la contratapa de Daniel Freidemberg– ante esta escritura austera, precisa pero no transparente. Quien quiera entrar livianamente en ella o ser llamado por algún tipo de seducción, no lo espere. Deberá uno encontrar cuál es la tarea o aventura o juego que se le propone y, por lo que le reclama a uno poner en juego, precisamente, estamos ante una enorme propuesta poética. Admirable, a mi criterio, necesaria y singular”.
Compartimos dos poemas:
BREVE INCITACIÓN NOCTURNA
cada especie ignora y se aclimata
y este ahogo de principios de diciembre
asume ensayos todavía: llevar
la vida corriente en condiciones asombrosas
(vigilo la puerta del balcón: oscurece
no para ellas
las ratas
su instinto también evidencia claroscuros
relatos que la astucia demora en interpretar)
no tenemos tanto tiempo: propongo
desorientarnos a la velocidad de las luces estelares
una constelación sin identificar
sin prosapia
deslizándose hacia el centro de un mundo recostado
en un suburbio de la metrópolis triunfante
respiramos a expensas de la perogrullada
en cuyo fondo ya nos hemos extinguido
LO QUE SALTA ALREDEDOR
escuchemos los sonidos que aún llegan
de la metáfora sencilla:
las aguas se abrirán al paso del héroe y luego
se cerrarán imperturbables
aunque grites nueva tierra
o hayas desguazado tu corazón
pero entretanto
moverán los labios un texto extenuado
cuyos fonemas crucen como centellas
el aire sombrío
y el coro cante mientras sus brazos remen
o sacudan el rostro de la imagen
que otra vez se escurre
pero entretanto
podremos reparar las redes aludidas
y que siga pareciendo un plan
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LA FUGA DEL INFINITO MORDIDO (Barnacle, 2021) de Susana Cella.
“Es evidente en Susana Cella –dice entre otras cosas la contratapa de Pablo Anaía– su inclinación por una estética que se va y vuelve del barroco al expresionismo, arte el primero que recrea con un saber del Cinquecento, pero que hoy es lengua de ruptura, estética que le permite diseminar figuras corrosivas entre endebles ramitas, tallos raquíticos con el puño apretado, sangrientas mordidas con fugas rantifusas, palabras reas corroyendo el infinito, dando dentelladas para tratar de encontrarle un sentido a la existencia”.
Compartimos un poema del libro:
ALA DE COLIBRÍ
Luminando como un recuerdo sumergido
en la superficie del agua, una palabra,
y tal vez su matiz y temblor sea casual,
aunque mucho duela
Pero la ley secuela, la de atrapar
tal vez y tal, ahí arriba y más abajo
nos ordena elegir qué acto, sustancia, o potencial.
A lo que respondo:
En fachadas anidan rumores y fachada es tanto más o
qué me desafía a desligarla de sustrato esencial o de existir
en cotidiano misterio atorrante
en parpadeantes reflejos que
por entreaguados y entrevistos
signan su presencia carnal
Sin bordeos definidos de verbo o sustantivo,
abrigo el cuerpo dulcemente penetrado por agua limpia.
Y ahí les queden simples seres de podrida flotación
como la de un perro hinchado, ala de colibrí.
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LA URDIMBRE DEL MIEDO (Buenos Aires Poetry, 2020) de Aníbal Costilla.
por EGC
¿Cuál es el entramado, la urdimbre de estos poemas de Aníbal Costilla? El título pareciera explicarlo, prestado de un verso de Francisco Avendaño, autor del prólogo: “Fuimos uno antes de las palabras / y uno seremos en la urdimbre del miedo”. Pero no. El poema que abre este libro rediseña la trama para situarnos en un mito de origen, a medias bíblico, a medias otro, donde el verbo no exhibe su pulsión creadora sino su “bendita ineficacia”, donde hay ángeles y al mismo tiempo dioses múltiples: “para modificar la esencia de la urdimbre del silencio, / un instante de grito sin pulmones, / sin el libreto para representar la comedia de la palabra”. Por este mito de origen avanzamos y vamos por un mundo de sincretismos. La trama es menos lineal de lo que parece. Después, el mito se vuelve carne: personajes, momentos y lugares tan arquetípicos como únicos. Una mujer, infancias, un mes, una guitarra que antes fue madera y antes árbol.
Este podría ser el inventario de algunas imágenes que me llevo: los ojos portentosos (“Hay un ojo debajo / del mundo porque el mundo / necesita de ciertos prodigios”); la luz del agua (“Un relámpago de agua resalta el contorno azul de los cerros”); el cuero del campo (“A veces el sol no quisiera salir / para no quemar el cuero del campo”). Aquí reside el poder de estas imágenes: en volver concreto, asible, lo inabarcable. Lo mismo encuentro en este poema, con su inundación contenida y su arrollador pez de plástico, que ya leí muchas veces y aquí copio:
XXVI
La escena se repite
en la tarde. Episodio de siempre:
un anciano ingresa
en el edificio municipal.
Toca, como una caricia,
el vidrio de la puerta.
Pero no puede sonreír.
Ha perdido su voz,
se apagó con la inundación.
¿Qué busca el hombre?,
el rostro denso
como la muerte, como la sombra
de su corazón, derrumbe
de una esperanza sin columnas.
Los empleados lo miran,
lo conocen, pero se niegan
la oportunidad de redimirse.
La miseria es contagiosa,
la enfermedad del pobre.
¿Qué busca el hombre?,
agotados su pie y su cadera,
cansadas sus manos, sus ojos sudan.
No son lágrimas, no.
Su llanto no arde, no quema,
hay un carbón apagado
en el fondo de los ojos.
¿Qué busca, qué encuentra el anciano?
La lástima no atiende los lunes,
por eso camina de regreso
hasta volverse un trapito,
un pez de plástico,
doblegado por la corriente,
el agua lo va a hundir.
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MEDIA HORA CON EL AUTOR (Barnacle, 2021) de Alberto Cisnero.
“En Media hora con el autor de Alberto Cisnero –dice en un momento la contratapa de Eliana Amschlinger– recuperamos una lírica honesta que habilita un tipo de sensibilidad más corpórea, involucrada. Desde las bambalinas de una producción ya madura, la familia, el origen, la lucha, la política se conjugan en la problemática que plantea la situación del sujeto frente al acto mismo de escribir”.
Compartimos dos poemas:
7
EI plan siempre fue incendiar todo. nunca
fueron buenos tiempos para la lírica. clase setenta
y cinco, entre ezeiza y el golpe, oh mi generación,
kiperinflaciones, trueque y año uno del siglo. toda merca
sin cortar. y ahora de vuelta al país de los bolsones
de comida y de los disparos por la espalda.
así que nada de faunos, ninfas, sátiros o centauros
por acá. la naturaleza hace su trabajo, damnifica.
nada de interludios líricos de pura beatitud
pagana. ni de ropa limpia. no se trata de elegir
entre dos cosas. ni de deserciones, para ello
los hombres del partido. adonde vayan los iremos
a buscar. rara vez invito a alguien a entrar a casa.
y desde afuera no vas a ver mucho. nos juntamos
con los que beben parecido, nos hundimos lentamente
en la tierra. y no escribimos, reaccionamos.
9
Al primer verso siempre te lo dictan, así
lo quería un galo, y lo quería decasílabo con acento
y cesura en la cuarta sílaba. igual y convertible,
la noche se llenará de música. dame tu sonido
mendicante, tu presencia inmediata. o más lejos
aún. una palabra nueva e incómoda. fingiste
que estabas asustado y lo estabas. dónde
estamos en medio de la tibieza del sueño.
por qué estamos acá como tontos perros felices.
qué esperamos hallar salvo ceniza y olvido.
la lluvia es la última línea defensiva.
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EL CUERPO DEL SILENCIO (Buenos Aires Poetry, 2020) de María Agustina Pardini.
por EGC
Los poemas que María Agustina Pardini (Buenos Aires, 1989) reúne en El cuerpo del silencio, su primer libro, según descubro, no se detienen tanto en el silencio como en la luz. “El mundo interior replegado / disocia el cuerpo de la luz / se acostumbra a la forma, baila”, dice, por ejemplo, “Al borde de la finitud”, mientras que “La perplejidad estéril” abre con los versos: “En el límite de la curva baila tu luz / rayos bañan mis sentidos / iluminando la porción de vida rechazada”. Así, se sigue de cerca el derrotero de los rayos o, como en “Soberbia del sol”, se reescriben mitos clásicos sobre la hybris y los peligros de acercarse demasiado al fuego, allá en lo alto.
Quizás lo que se registra en estas páginas sea el movimiento entre incandescencia y oscuridad, quizás el silencio sea precisamente eso en esta clave de lectura: lo que se le escatimó a la luz.
Compartimos aquí uno de sus poemas:
ALTA LUNA EN OCTUBRE
Moscas anidadas en capas de tul estrenan nuevas alas.
Los 18 metros de mi pollera arrastran madera veteada
raíces desprendidas de una copa borravino.
Hielo en primavera,
sombras de aguiluchos colorados sobrevuelan
hojas con dientes agudos a la espera de un hijo morado.
Las lucen se abren, la piedra respira.
Pétalos de rosas absorben la energía plateada
corriendo entre la vid. Esto vos ya lo sabías, amante de luz.
Atrás, el puerto sin mar trae el viento
que baila bajo los olivos, silba su melodía
eterniza el rasguido de unas manos pequeñas.
Esto vos ya lo sabías
en la oscuridad tu cabeza planeaba sobre los cerros
tropezaba con balcones entregados a rosales blancos.
Volverá esta noche en forma de gorrión
golpeando el ventanal en busca de un espejo
que devuelva a nuestros oídos su canto en escala.
Esto vos ya lo sabías.
*********
EL LIBRO DE LOS CABALLITOS (2021, Caleta Olivia) de Valeria Meiller.
Valeria Meiller nació en 1985 y vive en Nueva York. Este es su tercer libro de poesía. Dice la contratapa de Virginia Cosin: “Padre, madre, tres hermanos, el campo. La llanura es, en El libro de los caballitos, el espacio donde la lengua libra una batalla entre la posibilidad de nombrar y el silencio de lo salvaje. Valeria Meiller escribe como una costurera y una pianista. Con cada cuerda que golpea, con cada vibración, hace reverberar sonidos, imágenes, formas que, al desplegarse, revelan la marca que dejan los dobleces, las puntadas sin hilo, las cicatrices. Los objetos se multiplican al tiempo que desaparecen detrás de las palabras: el brillo peligroso del filo de un cuchillo, la montura de un caballo, el fuego que destruye y origina, la presencia de los niños que frente a la mirada de los adultos se diluyen como espectros. La poesía de Valeria habla la lengua de los sueños y la infancia, se inscribe en «la ferocidad de lo dicho» para apropiarse –en buena ley– de una herencia”.
Compartimos el primer poema del libro, que abre la puerta al territorio (misterioso, luminoso y con algún matiz siniestro) de la infancia recuperada en el recuerdo:
LOS NIÑOS ESTÁN PASTANDO
En el corazón de las tinieblas los niños
amontonan un cúmulo de nombres, una libreta
sin teléfonos a dónde llamar
en la adultez para preguntar cosas.
Por el baldío de la educación sentimental
caminan, una y otra vez.,
buscando un recuerdo como si fuera un poste,
una tranquera, un alambrado, cualquier
elemento con un nombre concreto. De este lado
el campo es siempre azul por las flores
del lino y del otro, el trigo dorado
hasta que lo saja la maleza.
En los campos de los otros
la guadaña alcanza todas las hierbas
corta el problema de raíz, el pasto
es más verde y ningún puñal
interrumpe el futuro de la descendencia.
Los caballos galopan y en el pasado hay
parientes de los que no hablamos:
una tarde el hermano menor encuentra
una placa de bronce con su apellido
y un nombre que no
le suena ninguna campana.
Una fecha de nacimiento y otra
de defunción clausuran
una vida sin registro.
Hay recuerdos que el filo de las confesiones, no.
Que bajo la luz del día, no.
Hay pesadillas tenidas al borde de la noche:
la daga de los parecidos, su relato
a veces sonámbulo, otras desvelado.
Los años dorados caen por el círculo del oro
se separan de las fechas recientes.
En ese éxodo los niños se obligan a creer
que los cuchillos de los padres
sólo se empuñan para proteger a los hijos.
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POETA SERIAL (modesto rimba, 2020) de Patricia Jawerbaum.
por EGC
El juego que propone Patricia Jawerbaum entre significado y significante, sentido y sonido, y sus múltiples asociaciones paradigmáticas ya está instalado en el mismísimo título del libro: Poeta serial. Bueno, es cierto que, al fin y al cabo, se trata de un libro compuesto por series de poemas, pero las connotaciones o contextos frecuentes de aparición de la palabra “serial” nos llevan a un territorio enteramente distinto. Ya aquí está instalado el procedimiento.
Son ocho las series que integran el libro, dispuestas en el orden caprichoso de la T a la G y acompañadas por los bordados japoneses de Alma Estrella donde, puntada tras puntada, descubrimos plasmada en una imagen predilecta la espacialidad discontinua.
Insisto: la palabra es materia y materia de permutación. Un sonido intercambiado aquí y allá, una sílaba o un afijo en reordenamiento nos traen sentidos enteramente nuevos, que cobran valor por su contraste o desplazamiento. Diría: cambia con el calambur el camino conocido, ya no llano. La palabra se dispone concreta, vibración mensurable en el aire. Así, la asociación sonora, la rima interna o final, el eco distante, la aliteración, nos llevan de la mano mientras nos adentramos en estos versos.
Copio un poema de la Serie A y otro de la Serie R:
VIII
La liebre corre solo en el sueño libre
Se salva salvaje y libera otras liebres
¡Qué adrenalinicas huyen de esos ojos!
Tras ellas van todos tus zorros rojos.
¿Es esto todo lo que el panorama quiere?
Y aún hay quien corre atrás de quien lo corroe.
XII
La semilla es esa actriz que espera
Su línea para el debate
Brota y se sale
De sí
Actúa
Como en el dibujo del electro
Secreto electo en la bailarina aguja
La que diagrama el ritmo,
La que hace la música
Con lo que del corazón
A la vida llama.
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GRITOS Y CANTARES DEL IDIOTA (Huesos de Jibia, 2020) de Franco Toledo.
Franco Toledo nació en 1996 y es de San Martín, Mendoza. Esta es su primer libro de poemas. Compartimos uno:
EL ARCOÍRIS ENVASADO
¿Adónde están las eras que florecerían
sobre nuestros cráneos?
¿Adónde está el cielo prometido?
Tiene que haber soporte de la tierra para el esférico celeste
y así poder girar nuestros pecados.
Hasta la cuna de oro de Clío llora silencios
y yo un niño bárbaro; me cortan la lengua cuando
promulgo el ruido de las viejas ciudades de los amos,
la estampo en los ojos blancos.
Amor al amo es amor a la vidriera encapsulada.
Amor al amo es amor al tatuaje de grietas en manos
terrestres sinceras.
Amor al amo es amor al infinito emperador
que canta la libertad y tolerancia danzando
con sus migajas de pan y maquillando la sangre
tierra con el envasado arcoíris.
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JOYCE Y BECKETT EN LA ISLA DE LOS CISNES (Huesos de Jibia, 2020) de Mariano Dupont.
Mariano Dupont nació en Buenos Aires en 1965. Este es su sexto libro de poemas. Compartimos uno de los mejores poemas del libro:
[…AHÍ, ALLÁ, ENTONCES, UNA PRIMERA ESCENA…]
Ahí, allá, entonces, una primera escena:
domingo de mañana, media mañana,
Joyce y Beckett, flacos, altos, las cabezas gachas
(uno, al final de sus cuarenta; el otro, muy joven),
caminando a la par por la Isla de los Cisnes.
Al llegar al final de la alameda, a la Estatua,
a la copia, mejor dicho, de la Estatua, que,
desde lo alto del pedestal, les da la espalda,
se entretienen, apoyados en el antepecho de hierro,
uno o dos minutos, con el fluir de la corriente,
con los remolinos y el impacto de las olas
en las viejas piedras enmohecidas. Dan la vuelta,
luego, y retoman el paseo, en dirección contraria […]
Desde la única ventana de la habitación,
puede verse el extremo, río abajo, de la Isla.
Hay palabras, sí, pero palabras no escuchadas.
Palabras que dicen, sin embargo, imaginemos,
hay que imaginar…