CAMINOS SOBRE LA MAR – CONVERSACIONES CON ANTONIO MACHADO (Editorial Confluencias, 2017) en edición de Rafael Inglada y con prólogo de José Jiménez Lozano.
Un lindísimo libro que recoge las 18 entrevistas periodísticas que se conservan realizadas a uno de los poetas más grandes de la lengua castellana. Vienen además varias fotos que también da gusto conocer. Las entrevistas en sí no son particularmente deslumbrantes ni arrojan mayor luz sobre la obra de Machado o sobre su método compositivo, pero siempre es lindo tener la ilusión de escuchar al maestro hablando. Compartimos un fragmento de la página 43, una nota de César González Ruano, que le preguntó el primero de enero de 1929 a varias personalidades de la época cuál había sido su primera actividad de ese día, y la publicó en el diario El Imparcial de Madrid el dos de enero:
«Antonio Machado, el gran poeta, nuestro primer poeta, se muestra amable, pero visiblemente contrariado de mi pregunta: “Mire usted, no me gustan las entrevistas ni las encuestas; se falsea lo que se habla”. (…) Machado me mira, se retoca la corbata cansada en el cuello de pajarita, mustio, y me responde: “Pues no he escrito una línea, se me pasan muchos días así. Lo primero que he hecho esta mañana ha sido venir a este bar y tomar café. Lo segundo, contestarle a usted”».
Y de paso compartimos un poema clásico de Machado:
[…EL LIMONERO LÁNGUIDO SUSPENDE…]
El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro…
Es una tarde clara,
casi de primavera;
tibia tarde de marzo,
que al hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.
Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan…
Sí, te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.
***********
OBRA REUNIDA (La Comuna Ediciones, 2020) de Horacio Castillo.
Horacio Castillo (1934-2010) es, sin ningún lugar a dudas, uno de los mejores poetas argentinos. Excelente noticia, entonces, la aparición de esta edición de su poesía, que incluye los siete libros de poesía publicados por Castillo entre 1974 y 2005 (Materia acre, Tuerto rey, Alaska, Los gatos de la Acrópolis, Cendra, Música de la víctima y Mandala), y a los que se le suma “Colectánea”, una reunión de ensayos y artículos periodísticos. El libro incluye además un retrato íntimo trazado por el poeta Rafael Felipe Oteriño y una extensa entrevista que Augusto Munaro le realizó a Castillo entre los años 2008 y 2010.
Compartimos en primer lugar el link al excelente dossier virtual que preparó recientemente sobre él la revista op.cit. y uno de sus poemas, invitando decididamente leerlo y releerlo:
TREN DE GANADO
Somos inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
Asomados por el tragaluz mirábamos la inmensa llanura.
De pronto un mugido nos traía el recuerdo de Ifigenia
y volviéndonos hacia nuestros hijos los apretábamos contra el pecho.
¿Qué es aquello? El sol. ¿Qué es aquello? Una nube.
Habíamos olvidado el color del mar, el olor de la lluvia.
Los que sabían de estrellas habían olvidado sus nombres
y les dábamos los nombres de nuestros hijos para orientarnos al regreso.
¿Qué es aquello? Un árbol. ¿Qué es aquello? Un río.
Y un canto gregoriano se elevaba a nuestro alrededor,
hablaba por todos los destinados al sacrificio.
Somos inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
La leche se había agriado en los pechos de las madres,
peinábamos nuestro cabello y se convertía en ceniza.
¿Qué es aquello? Un pájaro. ¿Qué es aquello? Una piedra.
Y bajando la cabeza ocultábamos nuestro rubor,
cortábamos en silencio las uñas de los muertos.
Somos inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
Bebíamos al atardecer el vino de los ciegos,
soñábamos todavía con un bosque de orquídeas.
¿Qué es aquello? Arena. ¿Qué es aquello? Niebla.
Y la vida escapaba como un murciélago entre las sombras
y nos dormíamos con una inusitada mansedumbre en la mirada.
Después nuestros ojos se volvieron como los ojos de las estatuas,
miramos nuestras manos y había desaparecido la línea de la vida,
y desde la estiba se elevó el ronco yambo
gimiendo por ti, por mí, por todos nuestros compañeros.
Sólo quedaron detrás nuestro líneas etruscas,
cantos de cera navegando hacia el sol,
y a nuestro lado siempre tú, piadoso coro,
tú, alma mía, vaca coronada de nardos y violetas.
***********
MADAGASCAR (El jardín de las delicias, 2020) de Luis Bacigalupo.
Esperada reedición de un libro que fue publicado por Ediciones Último Reino en 1989 y que entonces, como ahora, se recorta singularmente en nuestro campo cultural poético por reivindicar una poesía consciente de su dimensión artística, de hacer visible la dimensión del trabajo sobre el lenguaje.
Compartimos el comienzo del libro:
I
¡Lamar… lamar…!
Despliega la alborada
la tórrida viscosidad de sus anhelos.
¡Lamar… la marejada…!
Ola frágil cincelando la arenisca.
Ola lábil de espuma pasajera.
Laca marchita en la cubierta
¿lamar melindre?
Sensible estrépito del día.
La gota que agoniza en la arena
se extingue.
En la arena la muerte.
Combatir el silencio sin apremios.
Aullido visceral de los fantasmas.
Por tedio.
Batirle sus fulgores…
Náusea: el ansia de un susurro
despierta
su apetito voraz
o casi
debajo de él
sumérgete
sumérgete en la laca.
Las ondas son
pintas refulgentes en el cielo.
Un dolor de mar finge la flor
un hilito de agua
mientras la gota del pétalo cae
y es
ALMÍBAR DE LAMAR.
***********
MERECEMOS COMO MÍNIMO QUE UN PORTAL SE ABRA (Hexágono Editoras, 2020) de Zaira Nofal.
Zaira Nofal nació en Tucumán en 1986. Compartimos el primer poema del libro:
LO QUE PARECE
Yo no soy ninguna Santa
gasto electricidad sin recaudo
en la Argentina del 2019
Critico a las señoras del consorcio
por el carré rubio ceniza
y me lleno el pelo de aceites orgánicos
para atravesar el palier con melena brillante
Quiero ser un león
o algún depredador respetable
que un culto venere
Ansío el éxito con temor a los fieles
que siempre demandan salvación
Salgo ambiciosa
practico en el super, miradas de bestia
Pero llego a la caja
finjo recato y compro el pan dulce devaluado
de fines de enero.
***********
CABRIOLAS EN EL AIRE (Tren Instantáneo, 2020) de Víctor Alejandro Aybar.
Vítcor Alejandro Aybar nació en Catamarca en 1985. “Es un libro atípico en el panorama de la joven poesía que circula en nuestro país –afirma la contratapa de Osvaldo Bossi–. Escrito en la periferia, en los márgenes de la lengua oficial, con una voz lejana y cercana a la vez, lírica y zarpada, turbia o transparente como el agua, según la ocasión…”. Compartimos el poema con el que empieza el libro:
I
me soñaba golondrina
no como las de Bécquer
que eran oscuras y volvían
a eso que nunca tuvimos en casa
balcones
ni como las del gordito salteño
que eran brasitas negras
no tuve coraje
ni un poquito de coraje
para no soñarme y ser
golondrina
se me tatuaron esas alas en los pies
patitas y garras se duplicaron
cuatro patas salinas y sin cansancio
me hice a fuerza de otra especie de coraje
quizá veneno de Ícaro caído
tomé un día y me embriagué
ahora como recuerdo antiguo
voy rumiando mors mort mors
que dicen y ya me voy ya me iré
como las golondrinas de otro poema
*********
EL FUEGO EN EL QUE CREO (Griselda García Editora, 2020) de Alejandra Pérez Tujague.
Primer libro de Alejandra Pérez Tujague, nacida en Buenos Aires en 1973. Compartimos un poema:
BISABUELA
Sentada debajo de un ombú
en la vereda
encendías tu pipa
el humo se escapaba
por tus labios apenas
los ojos achinados y un pañuelo
en la cabeza
venías del centro del yuyal
donde la helada corta
la lengua
y el sol del verano escampa
el monte donde corren
los tatú carreta
dura tu piel
como el cuero del animal
nadie podía pelarte las capas
de la palabra
campesina de nieblano recuerdo tu voz
tu boca solo se movía
envuelta en humo
como un fantasma.
**********
LOS UMBRALES DEL TIEMPO (Huesos de jibia, 2020) de Christine Cadiot – edición bilingüe; traducción de Omar Emilio Spósito.
Christine Cadiot es una poeta contemporánea francesa. “El conjunto de poemas –dice la contratapa de Béatrice Rodríguez– que compone Los umbrales del tiempo nos permite, en un primer momento, recorrer ciudades, francesas e italianas, sus plazas, sus fuentes con sus voces de agua… La ciudad, en este libro, es una ciudad-espejo, en cuya calma la deriva identitaria percibe el enriquecimiento de lo poético. Desde esta ciudad accedemos, paulatinamente, a la ciudad-palimpsesto de la memoria. Esta memoria interiorizada se convierte así en la ciudad interior del poeta. La escritura deviene, pues, en imagen entrañable, refugio subjetivo en el cual la palabra transforma el negro asfalto en página en blanco”.
Compartimos un poema:
EL ÚLTIMO HITO DE MI NOCHE
El último hito de mi noche
el momento último de un decurso
el abrir de un tiempo, el comienzo de un materia,
el desafío de lo profundo, el avance de una espesura, el
recorrido del aire en el umbral de la materia, la vacación
que va encauzando el sentido.
Le dernier jalon de ma nuit // Le dernier jalon de ma nuit/ le moment ultime d’un parcours/ l’ouverture d’un temps, le début d’une matière,/ l’épreuve du fond, la progression d’une épaisseur, le/ cheminement de l’air au seil de la matière, la vacance/ acheminant le sens.
***********
ENTRE AGUAS (Editorial Ana, 2020) de Fabián Herrero.
«Fabián Herrero escribe “Entre aguas” –dice la contratapa de Patricio Torne–, y aun así es posible sentir el calor de un verano abrasador o la arena vuelta rescoldo de una siesta en esos lugares por los que ha transitado lo mejor de la poesía santafesina. Si, en estos centelleos luminosos, el paisaje se deja ver como una presencia pasajera, apenas como el recurso que sostiene la palabra poética. Una palabra acotada que nombra lo sustancial, y al igual que otra de las grandes figuras de la poesía santafesina, Beatriz Vallejos, estos poemas se estructuran con versos muy breves, y denuncian un rigor verbal conmovedor que, como acto reflejo, nos conducen a la poesía oriental. Así es que locaciones como San Javier en Córdoba; Rincón, a pasos de la ciudad de Santa Fe; Venecia o el mismo cuerpo del poeta, son el territorio donde la imagen, tal como lo entendía Octavio Paz, poseen la autenticidad y la “expresión genuina de su visión y experiencia del mundo”; la que el poeta construyó como una “realidad objetiva, válida por sí misma”».
Compartimos un poema:
INSTANTE REUNIDO
1
Permanezco
en el puente colgante
que soy.
En alguna parte de mí, tengo atado
al verano.
Soy esta paz
de horizonte,
este puente
colgante, este verano,
este montón de instante reunido.
2
Esto,
y yo pongo mi mano en lo que se va.
3
Todos mis veranos caminan en tardes clarísimas
hacia bosques
de aguas que en los ojos
profundos de mi casa
es su lluvia.
4
El río en su camisa
de palabras de viento y de nube
recostad en la costa.
Yo en patas cruzo el fuego del mundo.
5
Suave es el sol
que entra en la entera
sensación
de otros ojos
más arriba.
6
Esto, lentamente
deletreado por una mirada del cielo.