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Algunos libros recientes (abril 2020)

Algunos libros recientes (abril 2020)

MURCIÉLAGOS AL ATARDECER (Bajo la luna, 2017) de Xi Chuan. Traducción del chino de Miguel Ángel Petrecca.  

«Conocí a Xi Chuan en marzo de 2009 –escribe Miguel Ángel Petrecca en el prólogo –, en una lectura en una librería inglesa en el barrio de Sanlitun, en Pekín. Ese día, antes de la lectura, me acerqué para contarle de mi proyecto de traducción de poesía china. Xi Chuan me habló de Borges y de Octavio Paz (…) y al final sacó de su bolso un ejemplar de un libro grueso, de tapas azules, que me regaló. En el prólogo de ese libro, Xi Chuán advertía: “Esto no es un libro de versos, ni un libro de poemas en prosa, ni un libro de ensayos. Estos son los pensamientos extraños de una persona acerca de muchas cosas diferentes.” Me acuerdo que ese día Xi Chuán leyó “Mi abuela” y “Crónicas del mosquito” y que pensé, mientras lo escuchaba, que fuera lo que fuera eso (poesía, poemas en prosa o “pensamientos extraños”) sonaba distinto a cualquier cosa que yo hubiera escuchado o leído antes. Era como encontrarse de golpe frente a un objeto de origen incierto, frente a una máquina de finalidad desconocida, impulsada por un extraño motor.»

Van algunos fragmentos de las “Crónicas del mosquito”:

CRÓNICAS DEL MOSQUITO

Diez mil mosquitos unidos conforman un tigre; nueve mil mosquitos conforman un leopardo; ocho mil mosquitos, un orangután inmóvil. Un mosquito, por último, es solamente un mosquito.

(…)

En los intersticios de la Historia, por todos lados se encuentran mosquitos. Presenciaron e incluso participaron de ejecuciones y descuartizamientos, sabotajes y venta de niños; sin embargo, a lo largo de las 25 dinastías, no hay ni una sola mención a los mosquitos.

(…)

La vida de un mosquito, sin embargo, es muy breve, comprendida casi entre un amanecer y un atardecer, o dos amaneceres y dos atardeceres, por lo cual un mosquito, en promedio, llega a ver durante su vida a unas cuatro o cinco personas, o unos veinte o treinta cerdos, o un caballo. Esto explica por qué que los mosquitos nunca han sido capaces de elaborar la noción del bien y del mal.

(…)

Uno de los objetos de mi venida al mundo es ser mordido por los mosquitos. Insertan sus agujas en mi piel, se reúnen en mi sombra a disfrutar del fresco, pierden el conocimiento y mueren en mi respiración envenenada.

En la noche profunda, un hombre tendido en su cama, a medias despierto, a medias dormido, se da a sí mismo una cachetada. No es que esté reflexionando sobre sus propios errores, sino que ha escuchado el zumbido de un mosquito. Cuanto mayor es la fuerza con la que se golpea, más alta la probabilidad de matar un mosquito, más serio parece su mea culpa.
Entonces, ¿en quién se convierte un mosquito después de muerto? Ese hombre que pasa volando histéricamente frente a mí, zumbando, debió ser un mosquito en su vida anterior. Una chica demasiado delgada suele recordarnos también a un mosquito.

(…)

Traerse un mosquito en el avión o en el tren, trasladarlo a una tierra extranjera, puede contribuir a agravar nuestra nostalgia e incrementar nuestra conexión con la tierra. Cada vez que abrimos una valija, un mosquito puede salir volando de su interior.

Los lugares en los que se ha posado un mosquito son indistinguibles, en apariencia, de aquellos en los que nunca se ha posado uno, como son indistinguibles los lugares que un ladrón ha tocado y aquellos que no. Sin embargo, al examinar de cerca las pisadas de un ladrón, por medio de una lupa, se observa la presencia de un mosquito muerto.

 

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ANTOLOGÍA TEMÁTICA DE LA POESÍA ARGENTINA (EUFyL, 2018) de A.A.V.V. – Prólogo de Américo Cristófalo; selección y notas de Luciana del Gizzo y Facundo Ruiz.

“La antología que el lector tiene en sus manos –dice la contratapa–, dedicada a revisitar la poesía argentina desde fines de la época colonial hasta nuestros días, ha sido concebida con un criterio singular y novedoso en el género: no a partir de la previsible serie autoral, sino en función de los temas que los poetas de estas tierras persiguieron en sus versos.” Algunos de esos temas son: Amor, Política, La tierra y el río, Trabajo, Geografías, Violencia, Ciudad, Poéticas, etc. Más de 400 páginas para recordar clásicos de la poesía argentina y encontrar nuevos poemas. El primer poema, del tema “Amor”, es de Leopoldo Lugones:

 

HISTORIA DE MI MUERTE

Soñé la muerte y era muy sencillo:
una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo,
con una vuelta menos me ceñía.
Y cada beso tuyo
era un día;
y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche. la muerte es muy sencilla.

Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por solo un cabo entre los dedos…
Cuando de pronto te pusiste fría,
y ya no me besaste…
y solté el cabo, y se me fue la vida.

 

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EL ICEBERG IMAGINARIO (Postales Japonesas, 2019) de Elizabeth Bishop. Edición bilingüe. Selección y traducción de Laura Crespi.

Elizabeth Bishop es una de las mejores poetas del siglo XX. Y también una de las más difíciles de traducir. Laura Crespi ha hecho un muy buen trabajo, tanto en la selección de los 20 poemas que integran la antología (aunque es imposible no lamentar alguna ausencia) como en sus versiones, que siguen de cerca el sentido. El resultado es una traducción muy legible, que puede ser una excelente puerta de entrada para leer a Bishop. Claro que habrá quienes señalen que la pérdida de la dimensión formal de los originales (tanto rítmica como rímica) se hace sentir, y que tal vez hubiera valido la pena una versión más intervenida, más arriesgada, que intentara recuperar algo de esa dimensión; pero, se sabe: nada más difícil que hacer una buena traducción (y esta lo es), nada más fácil que señalar los problemas de cualquier traducción…

Compartimos un poema:

 

LLEGADA A SANTOS

Acá hay una costa; acá hay un puerto;
acá, después de una delgada línea de horizontes, hay una escenografía:
conformadas de un modo poco práctico y, quién sabe, autocompasivas
estas montañas tristes y duras bajo su frívolo verdor,

con una pequeña iglesia en una de sus cimas. Y almacenes,
algunos de ellos pintados con un rosa pálido, o azul,
y algunas palmeras altas, inciertas. Oh, turista,
¿es así como este país va a responderte a vos

y a tus pretenciosas exigencias de un mundo distinto,
y una vida mejor, y una completa comprensión
de ambos por fin, e inmediatamente,
después de dieciocho días en suspensión?

Terminá tu desayuno. Está viniendo la lancha,
una barcaza extraña y vieja, flameando un trapo brillante y raro.
Así que esa es la bandera. Nunca la había visto antes.
De alguna manera nunca pensé que habría una bandera,

pero había una, por supuesto. Y monedas, supongo,
y papel moneda; que están ahí para ser descubiertos.
Y ahora cuidadosamente bajamos de frente por la escalera,
yo y una compañera de viaje llamada Miss Breen,

descendiendo en medio de veintiséis cargueros
esperando a ser cargados con granos de café verde.
Por favor, chico, tené más cuidado con el gancho del bote!
Mirá! Uh! Se enganchó en la pollera de Miss Breen!

Miss Breen tiene unos setenta años,
una policía retirada, mide un metro ochenta,
con hermosos y brillantes ojos azules y una amable expresión.
Su hogar, cuando está en su casa, es en Glens Falls,

Nueva York. Listo. Estamos acomodados.
Los oficiales de la aduana hablarán inglés, esperamos,
y nos dejarán pasar nuestro whisky y nuestros cigarrillos.
Los puertos son necesarios, como el jabón y las estampillas,

pero casi nunca parece preocuparles la impresión que causan,
o, como ahora, único intento, total no importan realmente,
los colores indefinidos del jabón, o de las estampillas del correo
consumiéndose el primero, y deslizándose estas últimas

al enviar las cartas que escribimos en el barco,
ya sea porque la plasticola acá es de inferior calidad
o por el calor. Dejamos Santos de inmediato;
vamos hacia el interior.

 

ARRAIVAL AT SANTOS

Here is a coast; here is a harbor;
here, after a meager diet of horizon, is some scenery;
impractically shaped and—who knows?—self-pitying mountains,
sad and harsh beneath their frivolous greenery, 

with a little church on top of one. And warehouses,
some of them painted a feeble pink, or blue,
and some tall, uncertain palms. Oh, tourist,
is this how this country is going to answer you 

and your immodest demands for a different world,
and a better life, and complete comprehension
of both at last, and immediately,
after eighteen days of suspension? 

Finish your breakfast. The tender is coming,
a strange and ancient craft, flying a strange and brillant rag.
So that’s the flag. I never saw it before.
I somehow never thought of there being a flag, 

but of course there was, all along. And coins, I presume,
and paper money; they remain to be seen.
And gingerly now we climb down the ladder backward,
myself and a fellow passenger named Miss Breen, 

descending into the midst of twenty-six freighters
waiting to be loaded with green coffee beans.
Please, boy, do be more careful with that boat hook!
Watch out! Oh! It has caught Miss Breen’s 

skirt! There! Miss Breen is about seventy,
a retired police lieutenant, six feet tall,
with beautiful bright blue eyes and a kind expression.
Her home, when she is at home, is in Glens Fall 

s, New York. There. We are settled.
The customs officials will speak English, we hope,
and leave us our bourbon and cigarettes.
Ports are necessities, like postage stamps, or soap, 

but they seldom seem to care what impression they make,
or, like this, only attempt, since it does not matter,
the unassertive colors of soap, or postage stamps—
wasting away like the former, slipping the way the latter 

do when we mail the letteres we wrote on the boat,
either because the glue here is very inferior
or because of the heat. We leave Santos at once;
we are driving to the interior. 

 

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LA CUARTA PERSONA DEL PLURAL – ANTOLOGÍA DE POESÍA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA (1978-2015) (Vaso Roto, 2018) A.A.V.V. editada por Vicente Luis Mora.

Una nutrida antología de 22 poetas españoles nacidos entre 1960 y 1980. El criterio de “españoles” es amplio e incluye por ejemplo a un argentino radicado en Madrid y a un catalán (que escribe en catalán, quiero decir) radicado en Brasil. Precedida de un exhaustivo (y apasionadísimo y un poco abrumador) trabajo de justificación y presentación de 90 páginas a cargo del antologador, las selecciones de poemas (encabezadas a su vez por una introducción cada una) son una excelente posibilidad de conocer un poco qué se está escribiendo en España. Y de leer poesía, a secas. Algunos nombres son más conocidos y otros son en cambio novedades para el lector argentino.

Compartimos tres poemas:

 

LAS ARDILLAS (JESÚS AGUADO)

Su condición es estar quietas, pero
les gusta hurtarse a la mirada de los hombres: los ojos
de los hombres no entienden la quietud de una ardilla,
que no es la de un objeto pero tampoco la de un ser
que exista trascendiéndose. Sus carreras, sus saltos
son el juego del tiempo que transcurre.
Mas cuando están inmóviles no hay tiempo:
no estoy yo, ni la tarde es brumosa, ni se desliza
ese barco cargado de arena por el río.
Si el cuerpo de una ardilla se detiene de pronto,
ya no es ella: eres tú si la contemplas perfectamente vivo,
como el agua en el agua.

 

ESTAMOS DEMASIADO OCUPADOS… (ESPERANZA LÓPEZ PARADA)

Estamos demasiado ocupados para atender.
La primera mañana nos desvela y esta tierra
vacila entre su sombra y la opuesta, pero nosotros
somos todo oscuridad, somos un pueblo que pasa.
En la caravana solo veríamos la mercancía,
tiesa sobre su lecho móvil. Nosotros tenemos
dos párpados como quien tiene dos negaciones.
Oculto un vaso de plata en una cueva, brilla
el concepto, la fácil entelequia de haber comprendido.
Perro arriba, en la luz, cada brizna de día contradice
el ejercicio de hombres, desautoriza esa simetría
del negocio. Lo que la rama canta con plena nitidez
lo sospechaba desde siempre la raíz que tiene
otras averiguaciones, de qué modo hacer llegar
las sales verdes del hierro hasta la copa del tilo.

 

EL DÍA EN QUE VOLVAMOS (JOSÉ LUIS REY)

Será azul y tendrá torres de triunfo
y barcos por el aire de los álamos
y estrellas hechas del dolor más verde
y un colegio de pinos y de pájaros.
Pues se aprende a volver
por un camino de agua, muy callados,
casi de noche, por detrás del sol,
volando sin querer, como jugando.
Y qué sorpresa al aire le daremos.
Y qué asombrado quedará el verano.
Casi dormidos, sí, pero ya veis.
Casi sin fuerzas, sí, pero aquí estamos.
Nos supimos guiar por la belleza
que brillaba aquí abajo.
Y sin dudas será como ayer grande
el día misterioso en que volvamos.

 

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UN AÑO SENTIMENTAL (Caleta Olivia, 2019) de Santiago Venturini.

Santiago Venturini nació en Esperanza (Santa Fe) en 1981 y es uno de los poetas más destacados de su generación. En este, su quinto libro de poemas, vuelve una vez más a modelar una voz que toma mucho de la llamada Generación del ´90 para construir un espacio poético signado por la frialdad de la mirada, pero que al mismo tiempo deja adivinar el pulso de una íntima y delicada sensibilidad.

Compartimos dos poemas:

EVOLUCIÓN

En algún momento
tu relación con la naturaleza
se rompió.

Las ciudades se levantaron
sobre terrenos desparejos,
sobre kilómetros de montes
y ahora
algunos siglos después
estás sentado en el hábitat
de una pieza
con tareas asignadas
y horarios de descanso.

Cierro los ojos
y me hace sombra el fresno
que vi durante veinte años
en la vereda de mi casa.
Los abro
y me pega la luz de un monitor.

A cuatro kilómetros de esta silla
chillan los chanchos en un matadero
y las sierras recortan la madera,
pero a diez cuadras
hay una laguna que nunca
tocaste con la mano.

Deberías caminar hasta ahí
y meterte en el agua turbia
para que el frío te devuelva
lo que la vida adulta te sacó.

 

PAPÁ LIEBRE

        Cuando era chico
        me llevaste un par de veces a cazar.
        Querías que aprendiera las cosas
        que te habían enseñado,
        aunque fuera obvio
        que no eran para mí.

Una tarde
en un campo lejos de casa
te vi matar a una liebre.
El sol nos lamía la nuca,
los árboles esperaban la catástrofe
y vos estabas duro contra tu rifle
con un ojo clavado en ese bicho
hasta que el disparo lo tumbó
y el paisaje pudo respirar otra vez.

Volvimos con el cadáver
en el baúl de tu auto
y unos días después
masticamos animal en una mesa
en la que eras el rey.

Ahora no decís mucho
en esta foto que encontré.
Vestido con tu ropa de antes
me parecés tan indefenso
como esa liebre.

Un hombre común
que trabajó
construyó su casa
tuvo hijos
se separó de su mujer
hasta que un día
alguien o algo
a la distancia
lo tumbó.

 

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EL VAQUERO SIN AGUA EN LA CANTIMPLORA (Caleta Olivia, 2018) de Rafael Espinosa. 

Rafael Espinosa nació en Perú en 1962, y es una de las voces más interesantes del continente. “A lo largo del libro, Rafael Espinosa trae asociaciones y evocaciones, pone a convivir naturaleza con tecnología, ciencia con poesía, mezcla realidad con representación, el ser nacional con la muerte de un perro. Eso que presuponemos opuesto o irreconciliable fluye sin pausas, con o sin acuerdo, en la acumulación y la conversación. ‘A todo esto / podemos llamarlo diprosopia (…) Un cráneo que nace con dos rostro’, dice otro de los poemas. Algo así es el libro, a fin de cuentas: la duplicidad de los rostros que miran en direcciones distintas y al mismo tiempo”, dice en la contratapa Eleonora González Capria.

Compartimos dos poemas:

 

LOS NENÚFARES DE MONET

Una idea es opcional. Crecen
en nuestro interior estupores de un viaje relámpago
solo rara vez capaces de producir forma.
Lo que sí generan es a la vez melancolía y lujuria,
porque les gustan los chistes, las sombras,
además de ira y odio.
Ni las plantas carnívoras, con sus miles de receptores
para capturar moscas, atrapan entonces en el aire mejor un humano.
Y cuando sufrimos, sin saber qué virtud aplastamos, nuestro cuerpo
pesa más que un contenedor de celos llorosos.

Una idea es opcional. Por ejemplo
la idea de ser peruano
o de que los peruanos somos lo que comemos y excretamos
luego de haber practicado en las mesas la integración social (¡?)
con cerveza producida en casa.
Cuando murió Fedra, mi perra de origen suizo,
me recluí y no hablé con un peruano en seis meses.
Cuando los lagos de altura sean aeropuertos
y el ganado no pueda llamarle pan a la tierra
y los telares dejen de ser hilados mientras pace
sin sentido del tiempo, y gustándolo,
Cielo, muestra generosidad, perdónanos.
Nazcan de tu crucifixión restituciones.
Contesta con bondad, no destruyas a los peruanos abyectos.
No crearon ellos las praderas.

 

ESTILOS DE LAS CATEDRALES

No tengo que cubrirme de sangre
para seducir al oráculo.
Conozco los secretos.
En el pasado demoler,
en el presente dispersar,
en el futuro morir
junto a otro hombre que agoniza
bajo un arte de tubos.
Es fácil. Solo necesitas
contar hasta tres. Y
ciertos días de pestañas terráqueas
también conozco una ruta
de la piedad extendida
entre Jr. Lampa y Jr. Torrico.
Está llena de piojos sacros y pordioseros:
toxicómanos, quemados, cojos
e invidentes que nunca aprendieron
la virtud de contemplar.
Aun así hay veces que como un hurón,
un pez-cueva o un ácaro que sueña,
quisiera tener mala vista.
Pese a todo, los hombres trabajan
por la visibilidad. Se iluminan
las playas 400 m aguas adentro,
se fotografían las estrellas
que colapsaron hace más tiempo
y los sentimientos toman en los monitores
figuras de rosa o copa.
No importa la piedad,
se trata de desaparecer la penumbra
para que pasee un miembro fantasma.
Es difícil tomar aire de esa manera.
Es difícil contar hasta tres
y más difícil que dos se amen. Miro perplejo.
Como un rencor, la primavera
se va y reaparece, algunas parejas
derrotan al cáncer y la dulzura
de la hierba deja el pie tumefacto.

 

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ANIMAL DE INVIERNO Y OTROS SESENTA Y CINCO POEMAS SOBRE LA NATURALEZA Y SUS CRIATURAS (Bajo la luna, 2019) de José Watanabe.

Alguien tenía que tener esta excelente idea: recopilar en un volumen antológico los poemas que giran en torno a la naturaleza del peruano José Watanabe (1947-2007). Son 66 poemas, de todos sus libros. Quien no haya leído a Watanabe cuenta ahora con una inmejorable puerta de entrada. Quienes ya lo conocen, tendrán la oportunidad de volver a muchos de sus mejores poemas. Compartimos dos:

 

REFULGE OTRA VEZ EL SOL

Refulge otra vez el sol sobre el río,
siéntate en la hierba con espíritu tranquilo
y mira a los muchachos bañarse y reír.
Acepta estrictamente esta visión.
(Has mirado tu sombra desde el puente
y te ha extrañado
que no tuerza hacia la corriente)
Tú también te bañaste aquí
y entonces el río era igualmente sucio, dejaba
estrías de barro en las comisuras de la boca
donde se formaba esa risa gratuita, risa
sólo por estar allí, zambulléndose
y emergiendo con un único conocimiento,
el de las cualidades tangibles del agua.
Ése era el sentido de la risa.
Acepta estrictamente ese sentido y declina
la especulación poética. Porque es tu verso opaco
contra tu brillante alegría de muchacho.

 

LA MANTIS RELIGIOSA

Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm. de mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza cáscara.
Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido
a un macho
vacío.
La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:
el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando
hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado,
acaso demasiado presta
y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso
ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,
que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,
y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula
                                                     a la muerte.
Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra
queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta
                                                        del macho.
Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra de agradecimiento.

 

***********

 

FORMA PARTE DE MI GUERRA (Editorial Barnacle, 2019) de Alberto Cisnero.

Décimo libro de Alberto Cisnero (La Matanza, Buenos Aires, 1975), autor de, entre otros, El límite de la materia (2012); Adiós y hasta pronto (2013), Drugstore (2015) y Las casas (2018).

Compartimos dos poemas:


33

todo ya fue escrito hace mucho tiempo.
los insectos estivales chocaban contra
la lámpara. ahora lo único que te resta es exponer
material de desecho, reiterar la sencilla crónica
de su pasado, los atributos externos
con los números pegados en ellos para los salones
de subasta. y que sea incompleto o repelente
en la vetustez de su tema. estuviste ausente
y encontrás de pronto las puertas cerradas
y las ventanas a oscuras. y tras el frescor de ese
primer cortejo, devuelto a su sentido prístino
el impulso de ponerle un fin iracundo, resolvés
escribir otro poema (cedido, propio, hurtado),
no importa sobre qué. extendés la mano y te decís
adiós con escénica rapidez, sorprendido sin una
opinión sobre los detalles faltantes, sin ocultarte,
permaneciendo en un rincón.

 

34

imaginá un punto lejano en un sistema estelar
lejano. a años luz de acá. nunca lo hemos visto
en nuestros telescopios. una estrella en sus
últimos días de vida. escribí que es un fugaz
aleteo, que vas a trocar piel por sal. o podés
empeñarte en una línea azul muy difusa
que todavía se abate contra la nieve.
ves que se borra y aparece de nuevo,
significa que cae y se divide al pie del acantilado
y que demasiado lejos como para volver
sobre sus pasos, parece dirigir su intento a otros
montes, a otros bosques, donde también
se pueda cazar y tender trampas. los tiempos
cambiarán. volveremos a vernos. evitamos
persuadir a alguien, sólo recordamos,
sólo soltamos el cuello de alguien.

 

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SHIBÓLET (Griselda García Editora, 2018) de Diego Roel.

La de Diego Roel (Temperley, 1980) es una de las voces más personales y singulares de nuestro país: una poesía que trabaja decididamente a partir del enrarecimiento y del misterio, y que podríamos afiliar –pero sin confundirla– con la de Horacio Castillo. Este es ya su décimo libro. Compartimos un poema:

 

MAZMORRA

Estamos muertos y sin embargo
podemos respirar.

Duerme, hijo mío, duerme.

La nieve se funde en la orilla:
el paisaje es una superficie donde el día
arroja niños y caballos.

Pronto vendrán las voces del cielo,
los animales del aire, las caravanas del frío.

Estamos muertos y sin embargo
la sangre corre en nuestras venas.

Duerme hijo mío, duerme.

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MORADA AL SUR Y OTROS POEMAS (Visor, 2018) de Aurelio Arturo. Edición a cargo de Gilberto Arturo y Santiago Espinosa.

El colombiano Aurelio Arturo (1906–1974) es unánimemente considerado una de las voces esenciales del castellano en el silgo XX: Una obra breve, con intensidades deslumbrantes. La presente edición, además de consignar las pequeñas variaciones en las sucesivas publicaciones de los poemas, trae un apéndice con las traducciones de poesía que Aurelio Arturo realizara en su juventud, casi todas del inglés, y otras del poeta griego Constantino Cavafis.

Compartimos dos poemas, y una de las traducciones de Cavafis.

 

INTERLUDIO

Desde el lecho por la mañana soñando despierto,
a través de las horas del día, oro o niebla,
errante por la ciudad o ante la mesa de trabajo,
¿a dónde mis pensamientos en reverente curva?

Oyéndote desde lejos, aun de extremo a extremo,
oyéndote como una lluvia invisible, un rocío.
Sintiéndote en tus últimas palabras, alta,
siempre al fondo de mis actos, de mis signos cordiales,
de mis gestos, mis silencios, mis palabras y pausas.

A través de las horas del día, de la noche
—la noche avara pagando el día moneda a moneda—
en los días que uno tras otro son la vida, la vida
con tus palabras, alta, tus palabras, llenas de rocío,
oh tú que recoges en tu mano la pradera de mariposas.

Desde el lecho por la mañana, a través de las horas,
melodía, casi una luz que nunca es súbita,
con tu ademán gentil, con tu gracia amorosa,
oh tú que recoges en tus hombros un cielo de palomas.

 

RAPSODIA DE SAULO

Trabajar era bueno en el sur, cortar los árboles,
hacer canoas de los troncos.
Ir por los ríos en el sur, decir canciones
era bueno. Trabajar entre ricas maderas.

        (Un hombre de la riba, unas manos hábiles,
        un hombre de ágiles remos por el río opulento,
        me habló de las maderas balsámicas, de sus efluvios…
        un hombre viejo en el sur, contando historias).

        Trabajar era bueno. Sobre troncos
        la vida, sobre espuma, cantando las crecientes.
        ¿Trabajar un pretexto para no irse del río,
        para ser también el río, el rumor de la orilla?

        Juan Gálvez, José Narváez, Pioquinto Sierra,
        como robles entre robles… Era grato,
        con vosotros cantar o maldecir, en los bosques
        abatir avecillas como hojas del cielo.

        Y Pablo Garcés, Julio Balcázar, los Ulloas,
        tantos que allí se esforzaban entre los días.

        Trajimos sin pensarlo en el habla los valles,
        los ríos, su resbalante rumor abriendo noches,
        un silencio que picotean los verdes paisajes,
        un silencio cruzado por un ave delgada como hoja.

        Mas los que no volvieron viven más hondamente,
        los muertos viven en nuestras canciones.

        Trabajar… Ese río me baña el corazón.
        En el sur. Vi rebaños de nubes y mujeres más leves
        que esa brisa que me mece la siesta de los árboles.
        Pude ver, os lo juro, era en el bello sur.

        Grata fue la rudeza. Y las blancas aldeas,
        tenían tan suaves brisas: pueblecillos de río,
        en sus umbrales las mujeres sabían sonreír y dar un beso.
        Grata fue la rudeza y ese hálito de hombría y de resinas.

        Me llena el corazón de luz de un suave rostro
        y un dulce nombre, que en la ruta cayó como una rosa.

        Aldea, paloma de mi hombro, yo que silbé por los caminos,
        yo que canté, un hombre rudo, buscaré tus helechos,
        acariciaré tu trenza oscura, un hombre bronco,
        tus perros lamerán otra vez mis manos toscas.

        Yo que canté por los caminos, un hombre de la orilla,
        un hombre de ligeras canoas por los ríos salvajes.

 

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS (CONTANTINO CAVAFIS, TRADUCCIÓN DE AURELIO ARTURO)

¿Qué esperamos así reunidos en la plaza?
Los bárbaros van a llegar hoy.

¿Por qué ese marasmo en el Senado?
¿Por qué los senadores permanecen sin legislar?
Porque hoy llegaran los bárbaros.
¿Qué leyes votarían los senadores?
Cuando arriben los bárbaros, ellos harán la ley.

¿Por qué nuestro emperador, levantado desde la aurora,
se sienta bajo un dosel a las puertas de la ciudad,
solemne y con la corona sobre la frente?

Porque los bárbaros llegarán hoy.
El emperador se apresta a recibir a su jefe,
y además ha hecho preparar un pergamino
en el cual le dispensa nombres y títulos honoríficos.

¿Por qué razón nuestros dos cónsules se adornan de brazaletes de amatista y de anillos
resplandecientes? ¿Por qué ostentan sus botones preciosos y finalmente cincelados?
Porque los bárbaros llegarán hoy y esos costosos objetos deslumbran a los bárbaros.

¿Por qué nuestros hábiles retóricos no peroran hoy con su acostumbrada elocuencia?
Porque hoy llegan los bárbaros y ellos no aprecian ni las bellas frases ni los largos discursos.

¿Y por qué súbitamente esta inquietud y esta turbación?
Cuan graves se han vuelto los semblantes,
¿Por qué las calles y las plazas se despueblan con tanta premura
y por qué vuelven todos a sus casas con un aire tan sobrio?

Porque ya cae la noche y los bárbaros no llegan.
Y las gentes que vienen de las fronteras dicen
que no hay una señal de los bárbaros.

Y ahora, ¿qué podremos hacer nosotros sin bárbaros?
Ellos al menos eran una solución.

 

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LA BELLEZA MORTAL (audisea, 2018) de Gerard Manley Hopkins. – Versiones y artículos de Dámaso Alonso, José Ángel Valente, Hernán Bravo Varela, Lucas Brockenshire, Nahuel Lardies y Salvador Elizondo.

¿Qué mejor estrategia, para intentar dar en castellano el sabor inconfundible de la poesía de Gerard Manley Hopkins, que un libro como este, así: coral? Eso parecen haber pensado Hernán Bravo Varela, Lucas Brockenshire y Nahuel Lardies al concebir este libro. Viene con un esclarecedor ensayo previo de Nahuel Lardies, dos útiles notas sobre la traducción y los poemas (la primera de Hernán Bravo Varela, la segunda del mismo Hopkins) y lo más importante: una sucesión de muy logradas traducciones que permiten recuperar en castellano mucho de la singularísima poesía del jesuita inglés, uno de los poetas más importantes de la modernidad (es un lugar común de la crítica en lengua inglesa remontar las raíces de la modernidad literaria a su sprung rhythm). Se trata, sin dudas, de uno de los acontecimientos literarios del año que, sumado a El ceño radiante de Neil Davidson (una biografía de Hopkins publicada por la Universidad Diego Portales en 2017) permite a los lectores latinoamericanos una aproximación a este tan singular como indispensable poeta.

Compartimos un poema:

 

LA BELLEZA MORTAL, ¿PARA QUÉ SIRVE?

La belleza mortal, ¿para qué sirve? | —pone al compás la sangre, peligrosa—
la figura del sí-oh-sellen-eso-así, | ¿fabrica forma aún más formidable
que la que Purcell marca con su melodía? | Miren: esto es lo que hace: mantiene generoso
el genio humano hacia los elementos; | ejerciendo lo bueno —donde un solo vistazo
domina mucho más que la mirada, | mirada fija desde los semblantes.
Esos alguna vez adolescentes adorables, precipitados sin | previsión a la pugna en la tormenta,
¿cómo podría, pues, Gregorio, un padre, | recoger otra cosa en la bullen
-te Roma? Pero Dios a una nación | dio el destino dichoso de ese día.
A los seres humanos, que ensalzarían por necesidad | piedras baldías o bloques,
les dice nuestra ley: Ama a todos aquellos | dignos de amarse, si los conociéramos;
a aquellos atractivos y mundanos —los seres de los hombres. Ese ser | fulgura en la factura y en la faz.
¿Qué hacer después? ¿Cómo encontrar belleza? | Entonces vé a su encuentro; aduéñate,
casa del corazón, del dulce don del cosmos; | y luego vete, déjalo ya a solas.
Oh sí, pero desea eso, desea todo, | la belleza genuina de Dios llamada gracia.

(Traducción de Hernán Bravo Varela)

 

TO WHAT SERVES MORTAL BEAUTY?

To what serves mortal beauty | –dangerous; does set dancing
blood–the O-seal-that-so | feature, flung prouder form
Than Purcell tune lets tread to? | See: it does this: keeps warm Men’s
wits to the things that are; | what good means–where a glance
Master more may than gaze, | gaze out of countenance.
Those lovely lads once, wet-fresh | windfalls of war’s storm,
How then should Gregory, a father, | have gleanèd else from swarmed
Rome? But God to a nation | dealt that day’s dear chance.
To man, that needs would worship | block or barren stone,
Our law says: Love what are | love’s worthiest, were all known;
World’s loveliest–men’s selves. Self | flashes off frame and face.
What do then? how meet beauty? | Merely meet it; own,
Home at heart, heaven’s sweet gift; | then leave, let that alone.
Yea, wish that though, wish all, | God’s better beauty, grace.

Y una yapa: acá puede leerse este otro poema, que ahora aparece en papel en este libro pero que el año pasado ya había aparecido en nuestro Portal Web:

La virgen bendita comparada al aire que respiramos

 

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POESÍA COMPLETA TOMO I (1915-1947) (Seix Barral, 2019) de Pablo Neruda.

Una nueva oportunidad para leer o releer a una de las voces fundamentales del Siglo XX. El libro tiene dos partes, en la primera pueden leerse los primeros ocho libros de Neruda, hasta su Tercera residencia. En la segunda, un verdadero tesoro: los poemas de juventud que permanecieron inéditos durante la vida del poeta. Sea para recorrer los clásicos de Residencia en la tierra, sea para asomarse a esos inmaduros y emotivos poemas de su primera juventud, el libro es una cita imperdible.

Compartimos dos poemas de Residencia en la tierra:

 

NO HAY OLVIDO (SONATA)

Si me preguntáis en dónde he estado
debo decir “Sucede”.
Debo de hablar del suelo que oscurecen las piedras,
del río que durando se destruye:
no sé sino las cosas que los pájaros pierden,
el mar dejado atrás, o mi hermana llorando.
Por qué tantas regiones, por qué un día
se junta con un día? Por qué una negra noche
se acumula en la boca? Por qué muertos?

Si me preguntáis de dónde vengo tengo que conversar con cosas rotas,
con utensilios demasiado amargos,
con grandes bestias a menudo podridas
y con mi acongojado corazón.

No son recuerdos los que se han cruzado
ni es la paloma amarillenta que duerme en el olvido,
sino caras con lágrimas,
dedos en la garganta,
y lo que se desploma de las hojas:
la oscuridad de un día transcurrido,
de un día alimentado con nuestra triste sangre.

He aquí violetas, golondrinas,
todo cuanto nos gusta y aparece
en las dulces tarjetas de larga cola
por donde se pasean el tiempo y la dulzura.
Pero no penetremos más allá de esos dientes,
no mordamos las cáscaras que el silencio acumula,
porque no sé qué contestar:
hay tantos muertos,
y tantos malecones que el sol rojo partía,
y tantas cabezas que golpean los buques,
y tantas manos que han encerrado besos,
y tantas cosas que quiero olvidar.

 

CABALLERO SOLO

Los jóvenes homosexuales y las muchachas amorosas,
y las largas viudas que sufren el delirante insomnio,
y las jóvenes señoras preñadas hace treinta horas,
y los roncos gatos que cruzan mi jardín en tinieblas,
como un collar de palpitantes ostras sexuales
rodean mi residencia solitaria,
como enemigos establecidos contra mi alma,
como conspiradores en traje de dormitorio
que cambiaran largos besos espesos por consigna.

El radiante verano conduce a los enamorados
en uniformes regimientos melancólicos,
hechos de gordas y flacas y alegres y tristes parejas:
bajo los elegantes cocoteros, junto al océano y la luna
hay una continua vida de pantalones y polleras,
un rumor de medias de seda acariciadas,
y senos femeninos que brillan como ojos.

El pequeño empleado, después de mucho,
después del tedio semanal, y las novelas leídas de noche, en cama,
ha definitivamente seducido a su vecina,
y la lleva a los miserables cinematógrafos
donde los héroes son potros o príncipes apasionados,
y acaricia sus piernas llenas de dulce vello
con sus ardientes y húmedas manos que huelen a cigarrillo.

Los atardeceres del seductor y las noches de los esposos
se unen como dos sábanas sepultándome,
y las horas después del almuerzo en que los jóvenes estudiantes,
y los jóvenes estudiantes, y los sacerdotes se masturban,
y los animales fornican directamente,
y las abejas huelen a sangre, y las moscas zumban coléricas,
y los primos juegan extrañamente con sus primas,
y los médicos miran con furia al marido de la joven paciente,
y las horas de la mañana en que el profesor, como por descuido,
cumple con su deber conyugal, y desayuna,
y, más aún, los adúlteros, que se aman con verdadero amor
sobre lechos altos y largos como embarcaciones:
seguramente, eternamente me rodea
este gran bosque respiratorio y enredado
con grandes flores como bocas y dentaduras
y negras raíces en forma de uñas y zapatos.

 

Y compartimos uno de esos poemas rescatados de juventud:

 

LAS PUERTAS

Tengo dos puertas claras
como el aire y el sol.
Tengo dos puertas claras:
las puertas claras de mi corazón.

Abiertas a los vientos
y a la luz y al amor
como se abren las puertas multiformes
de todos los caminos del dolor.

Como el pájaro tibio
que mira a Dios yo escucho
y miro los rosales que florecen
como mi corazón de esperar mucho.

La hoja cae,
cae el dulce retoño,
y el fruto vibra como un seno suave
presintiendo las rutas del otoño.

Tiembla la tierra y todo fruto nuevo
se abre a los caminales del dolor
y abro como dos rosas de silencio
las puertas claras de mi corazón.

 

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POESÍA REUNIDA (Griselda García Editora, 2019) de Adélia Prado. Edición bilingüe en traducción de José Ioskyn.

Esperada antología de Adélia Prado (Minas Gerais, 1935), una de las voces poéticas más reconocidas de Brasil en la actualidad. Esta selección de toda su obra publicada incluye poemas que cubren el arco desde 1976 y 2015, y revela los cambios en su estética, como dice Ioskyn, traductor y prologuista, “desde el estilo coloquial y tal vez más oscuro de las primeras obras, hasta un cierto clasicismo en la sintaxis de sus trabajos más recientes”.

Compartimos dos poemas:

 

FOTOGRAFÍA

 Cuando mi madre posó
para éste que fue su único retrato,
no aceptó tener las sienes curvas.
Sin embargo, hay un deseo de belleza en su rostro
que una doctrina dura ha contenido.
La boca es conspicua
pero las orejas se muestran.
El vestido es negro y cerrado.
El temor de Dios circunda su semblante,
como cadena. Luminosa. Pero cadena.
Sería un retrato triste
si no viese en sus ojos un jardín.
No de aquí. Pero jardín.

 

FOTOGRAFIA              

Quando a minha mãe posou
para este que foi seu único retrato,
mal consentiu em ter as têmporas curvas.
Contudo, há um desejo de beleza no seu rosto
que uma doutrina dura fez contido.
A boca é conspícua,
mas as orelhas se mostram.
O vestido é preto e fechado.
O temor de Deus circunda seu semblante,
como cadeia. Luminosa. Mas cadeia.
Seria um retrato triste
se não visse em seus olhos um jardim.
Não daqui. Mas jardim.

 

FORMAS

 De un único modo se puede decir a alguien:
                                       “no me olvido de ti”.
La cuerda del violoncelo se queda vibrando sola
                                         bajo un arco invisible
y los pecados desaparecen como ratas descubiertas.
          Mi corazón causa pasmo porque late y tiene
          sangre y algún día va a parar
           y se transforma en un tambor patético
                                     si dices en mi oído:
                                                     “no me olvido de ti”.
Manchas de luz en la pared,
          una jarra pequeña
                             con tres rosas de plástico.
Todo en el mundo es perfecto
             y la muerte es amor.

 

FORMAS

De um único modo se pode dizer a alguém:
                                        “não esqueço você”
A corda do violoncelo fica vibrando sozinha
                                         sob um arco invisível
e os pecados desaparecem como ratos flagrados.
            Meu coração causa pasmo porque bate
            e tem sangue nele e vai parar um dia
            e vira um tambor patético
                               se falas no meu ouvido:
                                             “não esqueço você”.
Manchas de luz na parede,
           uma jarra pequena
                           com três rosas de plástico.
Tudo no mundo é perfeito
            e a morte é amor.

 

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CURVA DE REMANSO (caballo negro editora, 2017) de Elena Anníbali.

Cuarto libro de poemas de la cordobesa Elena Anníbali (1979), después de Las madres remotas (2007), tabaco mariposa (2009) y La casa de la niebla, que fue uno de los mejores libros del 2016.
«Pocas veces he visto el riesgo con que esta poeta se arroja sobre el mundo que toca su poesía. ¿Cómo lo hace, cómo hace Anníbali esta gesta gloriosa? Esto persigue al lector y solo su poesía le responde, porque hace lo que debe hacer, ella, Anníbali y su poesía, hacen “las cosas de la gracia”» (De la contratapa de Diana Bellessi)

 

[ …AHÍ LES DEJO ESO… ]

Ahí les dejo eso, porque hay que soltar, dicen
el oscuro trapo de la dicha

ir hacia dónde, mirar, perder,
ser perdido, olvidado,
traicionado, a veces

también

morder la pena

esta casa, verás, estuvo llena de fe

la llenaron de ruido las palomas
sentó sus manos la virgencita celeste
a veces
me dijo cosas o yo
le dije, pidiéndole, no sé
naderías

me fue dado, a veces, sí, también,
el mendrugo del alma, y todo
pareció estar bien
sonreír
ser fresco
pero después, ah, el después

no viene con constancia la dicha

        es un pez pequeñísimo de mil ojos, la dicha,
        y nada el mar
        lo nada, y sabe, y mira mira mira
        tu sola mano ansiosa y pobrecita
        buscándolo y buscándolo
        en la azul eternidad del tiempo

verás al pececito una vez, dos veces,
su iridiscente reflejo, su ser pez entre
los peces, lo verás ir
aquí para allá, comer
las mariposas, llenarse los mil ojos
de sol, romper
el duro y salado oleaje

muy a veces, en sueños, su rosada carne
su pacífica carne
aleteará cerca de tu corazón
pero luego llegará la fiebre
la podredumbre de la fiebre
y el después del después
y tendrás la sed, la sed que no sacia el aguita salada
del mar interminable
tendrás la gran sed
la fiebre


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