Presentación, selección y traducción de Diego Bentivegna
El 27 de marzo pasado murió en Milán, la ciudad donde había residido durante muchos años, el poeta italiano Mario Benedetti. Fue una de las miles de víctimas de la pandemia de coronavirus, especialmente letal en el norte de Italia.
Nacido en 1955 en Nimis, en la provincia de Údine, en el Friul, casi en el límite con Eslovenia, Benedetti fue dando forma a partir de los años ochenta a una obra que se encuentra, como se puede leer en los artículos que poetas y críticos de diferentes edades han dedicado en estos días a su recuerdo, entre las más valiosas de la poesía italiana contemporánea.
En 2004 gran parte de aquello que Benedetti había escrito desde su primera juventud y que se había plasmado en plaquetas de circulación lógicamente acotada confluye en un volumen único, Umana gloria. Publicado por una editorial sólida (Mondadori) y en una colección de gran prestigio (“Lo specchio”), Umana gloria hace de Benedetti una voz poética presente a nivel nacional. En los años siguientes vinieron otros dos libros de poesía, Pitture nere su carta, de 2008, y Tersa norte, de 2013, y los textos heterogéneos compilados en Materiali di un´identità, de 2010. El conjunto de su obra se reunió al año siguiente Tutte le poesie, publicado por la editorial Garzanti, volumen a cargo de Stefano Dal Bianco, Gian Mario Villalta y Antonio Riccardi. Ello fue en 2014. El mismo año en que Benedetti, que padecía desde su niñez de una dura enfermedad, sufrió un ataque que llevó a su definitiva reclusión en distintas instituciones hospitalarias. Que lo llevó al silencio.
Su obra empezó a gestarse en los años ochenta en Padua, la ciudad universitaria de la región del Véneto, a la que Benedetti, como muchos jóvenes del Friul, se trasladó luego de terminar sus estudios secundarios para emprender estudios de Letras (se graduaría con una tesis dedicada a Carlo Michelstaedter). En Padua, él, Stefano Dal Bianco y otros jóvenes poetas de su generación gestaron la revista Scarto mínimo (que se deja traducir como “Diferencia mínima”). Desde esas páginas, Benedetti comenzó a proyectar una idea de escritura que intentaba franquear los límites lingüísticos y textuales que ofrecía por entonces la poesía italiana, como sucedía en esos mismos años en poetas un poco mayores con los que siempre sintió una afinidad muy marcada, como Milo de Angelis (nacido en 1951).
Desde esos comienzos, la escritura poética de Benedetti se liga de manera inextricable a un territorio que no es en definitiva ningún lugar puntual, ningún espacio específico, sino una zona de pasaje: un territorio que está entre el mundo mediterráneo tradicionalmente relacionado con Italia, la Europa central de Viena, Budapest, Praga o Trieste y el conglomerado lingüístico y cultural de los Balcanes. Su región se ubica entre lenguas, dialectos, modos de estar en el mundo, hablas, modos de estar, religiones. Su poesía está marcada por la huella de la alteridad lingüística y territorial, están cruzada por la experiencia del spaesamento, del salir de lo propio, del corte con lo inmune, de una búsqueda que es también desarraigo y desamparo. De ahí, su afinidad por los rusos –Esenin, Ajmátova, Mandelstam– por Celan, por los surrealistas disidentes y periféricos, por Trakl, por Antonio Machado, por el Pavese de La luna y las fogatas, por César Vallejo (versos de Los heraldos negros son el epígrafe de Tersa morte), por las series de Goya.
Son esas líneas las que la poesía de Benedetti elige, por sobre la tradición de la ruptura programática asociada con las vanguardias históricas y sus ecos tardíos, que se plasman en las neovanguardias y sus herederos. Con razón, Milo de Angelis ha recordado en estos días el desprecio de Benedetti por todo aquello que juzgaba evasión, juego, experimento. Frente a esas formas de captura -la captura regionalista, la captura clasicista, la captura dialéctica de las vanguardias- pienso que la experiencia en la que se sostiene la poesía de Benedetti es más bien la de la infancia como bloque (y no del infantilismo) y de la distancia (y no del viaje o de lo cosmopolita). No es una poesía campestre; es, en cambio, poesía que tiende hacia un origen que ya no está, que para nosotros ya no puede estar, en ningún lado. No es una escritura de un retorno (pareciera no haber, en este punto, para Benedetti, ningún lugar al que regresar), sino búsqueda de un lugar para la preservación, para el cuidado, para la cura.
“Area museale” es el título de la última sección de Umana gloria. Acaso ese título dé una pista, en su parquedad, una definición exacta (no la única posible, por supuesto; solo una exacta) de la poesía de Benedetti: una poesía que se entiende como preservación de gestos que vienen de otro lado, de palabras profundas que se dejan oír desde un pasado. Que por la poesía, no están nunca del todo muertas. Como un memento, como la persistencia de algo, no sabemos bien qué cosa, que solo puede ser rozado de manera casual, imprevista, precaria, aleatoria, los poemas de Mario Benedetti son, ellos mismos, apariciones en una lengua poética no del todo nueva ni tampoco “operada”, tampoco intervenida de manera soberana y voluntaria. Son, más bien, supervivencias precarias en una lengua humilde (en la tradición dantesca de la “humilde Italia” del Pasolini friulano), en una lengua afásica, en una lengua quebrada, en una lenga tocada en su andar sintáctico. En una lengua habitada por voces de la memoria, respirada en la búsqueda de un ritmo.
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ALGUNOS POEMAS DE UMANA GLORIA (2004):
DESDE LEJOS
Y la casa se me volaba cuando entraba en el sueño.
Estaba como mi hermano tan distante de nuestros juegos,
de la pelota, del barrilete, de la canoa.
Era porque no podía quedar nada de todo esto
que los ojos se volvían locos. Sorprendidos como un estúpido
al que se dice “qué es lo que hacés”. No lo sabía, no tenía fiebre,
sentía algo como una piel en las cortinas, las palabras en viaje
del rosto de la abuela. Giraba la cabeza para imitar la calesita
con los chicos y con los grandes que veía y no veía,
el bolsillo, la nariz, las rodillas, una mano con la manzana
o con el tazón, o con nada, sin brazos,
como con miedo, como con un cerebro herido en algún lugar.
En la cama era un lindo cielo en las ventanas de tantos lindos días.
Venían desde lejos, de las palabras que se decían en casa.
Cuando llovía, éramos solo agua, y con el viento, aire.
Venían tantos, que nos volvíamos niños de inmediato.
DA LONTANO
E la casa mi volava via nel prendere sonno.
Ero con mio fratello così distante dai nostri giochi
della palla, dell’aquilone, della canoa.
Era perché non poteva restare niente di tutto questo
che gli occhi facevano i matti. Sorpresi come uno stupido
a cui si dice “che cosa fai”. Non lo sapevo, non avevo febbre,
sentivo una carnagione nelle tende le parole in giro
del viso della nonna. Ruotavo la testa per fare la giostra
con i bambini e con i grandi che vedevo e non vedevo:
la tasca, il naso, le ginocchia, una mano con la mela
o con la scodella, o con niente, senza braccio,
come da paure, da un cervello ferito in una parte.
A letto era un bel cielo dalle finestre di tanti bei giorni.
Venivano da lontano, dalle parole che si dicevano in casa.
Quando pioveva eravamo solo acqua e con il vento aria.
Venivano tanti che diventavano subito bambini…
[…HA SIDO UN SUEÑO GRANDE VIVIR…]
Ha sido un sueño grande vivir,
siempre verdadero, doloroso y de alegría.
Han venido para nuestra risa,
para el llanto contra la mesa y contra el trabajo en el campo.
Han venido para mirarnos, esa es la maravilla:
ese es un hombre, todos esos son unos hombres.
Era la aguja para las bolsas de paja el ojo límpido,
la rodilla que se apoyaba sobre el pasto
en la estampa con el niño dibujado claro en un lindo día,
el papá muerto, liso y claro,
como una teja limpia, como la manzana en la guantera.
Había llegado un pobre de las orillas del bosque, detrás del cielo,
con la historia de los pobres que estaban en las bancas,
y yo miraba cómo podían ser esos edificios
con las paredes arrancadas encima, de las casas que ya no están.
[…E’ STATO UN GRANDE SOGNO VIVERE…]
E’ stato un grande sogno vivere
e vero sempre, doloroso e di gioia.
Sono venuti per il nostro riso,
per il pianto contro il tavolo e contro il lavoro nel campo.
Sono venuti per guardarci, ecco la meraviglia:
quello è un uomo, quelli sono tutti degli uomini.
Era l’ago per le sporte di paglia l’occhio limpido,
il ginocchio che premeva sull’erba
nella stampa con il bambino disegnato chiaro in un bel giorno,
il babbo morto, liscio e chiaro
come una piastrella pulita, come la mela nella guantiera.
Era arrivato un povero dalle sponde dei boschi e dietro del cielo
con le storie dei poveri che venivano sulle panche,
e io lo guardavo come potrebbero essere questi palazzi
con addosso i muri strappati delle case che non ci sono.
EN LAS VENTANAS LOS DÍAS.
Se animan pocos rostros,
vinieron sin preguntar nunca por qué los necesito.
Donde también empiezo yo. Donde termino
es una larga luna, la gran negrura de las montañas.
Me parecía una noche con la nieve hoy
la pequeña compra, la poca plata, tu pequeña felicidad.
Y también yo he visto las montañas, mamá, no siempre,
pero he visto tus montañas.
Las piedras ruedan hacia abajo, basta no gritar.
NELLE FINESTRE I GIORNI.
Si animano pochi visi,
venuti senza chiedere mai perché ne ho bisogno.
Dove comincio anch’io. Dove finisco
è una lunga luna, il grande nero delle montagne.
Mi sembrava una notte con la neve oggi
la piccola spesa, i pochi soldi, la tua piccola felicità.
E anch’io ho visto le montagne, mamma, non sempre,
ma ho visto le tue montagne.
I sassi rotolano giù, basta non gridare.
QUÉ ES LA SOLEDAD
Traje conmigo algunas viejas cosas para mirar los árboles:
un invierno, unas pocas hojas en las ramas, un asiento vacío.
Tengo frío, pero como si no fuese yo.
Traje un libro, me digo que fui pensado en un libro,
como un hombre con un libro, ingenuamente.
Parecía un día lejano hoy, pensativo.
Me parecía que todos habían visto el parque en los cuadros,
la Navidad en los relatos,
las estampas sobre este parque como su espesor.
Qué es la soledad.
La mujer extendió la manta sobre el suelo para no ensuciar,
se recostó y agarró las tijeras para abrirse el pecho,
un martillo porque no tenía la fuerza, una obscenidad grande.
Lo leí en las páginas de un diario.
Perdónenme todos.
CHE COS´È LA SOLITUDINE
Ho portato con me delle vecchie cose per guardare gli alberi:
un inverno, le poche foglie sui rami, una panchina vuota.
Ho freddo ma come se non fossi io.
Ho portato un libro, mi dico di essermi pensato in un libro
come un uomo con un libro, ingenuamente.
Pareva un giorno lontano oggi, pensoso.
Mi pareva che tutti avessero visto il parco nei quadri,
il Natale nei racconti,
le stampe su questo parco come un suo spessore.
Che cos’è la solitudine.
La donna ha disteso la coperta sul pavimento per non sporcare,
si è distesa prendendo le forbici per colpirsi nel petto,
un martello perché non ne aveva la forza, un’oscenità grande.
L’ho letto in un foglio di giornale.
Scusatemi tutti.
A D.
Pienso en cómo decir esta fragilidad que es mirarte,
estar juntos a cosas como botones o prendedores,
como tus dedos, tus cabellos largos marrones.
Pero somos casi de aire, en todas las habitaciones
donde nos detenemos frente a nosotros un momento
con el miedo que nos ha adelgazado en una sonrisa,
luego del miedo en cada mano, o brazo, paso,
de que cada mano, o brazo, paso ya no existan.
A D.
Penso a come dire questa fragilità che è guardarti,
stare insieme a cose come bottoni o spille,
come le tue dita, i tuoi capelli lunghi marrone.
Ma d’aria siamo quasi, in tutte le stanze
dove ci fermiamo davanti a noi un momento
con la paura che ci ha assottigliati in un sorriso,
dopo la paura in ogni mano, o braccio, passo,
che ogni mano, o braccio, passo, non ci siano.
[…NO SABÍA SI MIS PALABRAS ERAN LAS MISMAS…]
No sabía si mis palabras eran las mismas
para todos, mi noche
si era la misma nadie lo decía.
Valles, cada vez que venía,
pasto repetía, está todavía ahora este pasto,
y árboles, tocarlos, decir árboles.
Ruta que no miro,
que permanece como lo conocía, pero ni siquiera una ruta.
Y camino más allá de mí
ahora que llorar es lluvia
y estar solos es más grande.
[…NON SAPEVO SE LE MIE PAROLE ERANO LE STESSE…]
Non sapevo se le mie parole erano le stesse
per tutti, la mia notte
se era la stessa nessuno lo diceva.
Valli, ogni volta che venivo,
erba ripetevo, adesso è ancora questa erba,
e alberi, toccarli, dire alberi.
Viale che non guardo,
rimasto come lo sapevo ma neppure un viale.
E cammino anche più in là di me
adesso che piangere è pioggia,
e stare soli è più grande.