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Alice Oswald –una historia del agua

Alice Oswald –una historia del agua

por Valeria Melchiorre

 

Mon plaisir est encore d’accompagner le ruisseau, de marcher le long des berges, dans le bon sens, dans le sens de l’eau qui coule, de l’eau qui mène la vie ailleurs, au village voisin. Mon «ailleurs» ne va pas plus loin.
Gaston Bachelard

What dwelling shall receive me? In what vale
                                         Shall be my harbour? underneath what grove
                                          Shall I take up my home? and what clear stream
                                                                 Shall with its murmur lull me into rest?
     William Wordsworth

 

                                         

Asignarle al fluido elemento, a la potencia desarreglada o indetenible, estanca o etérea de lo hídrico la posibilidad de asumirse en historia, suene tal vez a desvío de la mente, a irreverencia del espíritu, a metáfora inconducente y sacrílega. La obra de Alice Oswald, empero, algo de eso va urdiendo al hacer de esa materia escurridiza su fundamental sustancia: en el flujo de libros publicados como diques de contención, como boyas o muelles de un curso que solo levemente se aleja de su cauce, uno tendrá de dónde agarrarse, o cómo aferrarse a una cronología resumible en hitos.

En el primer libro, The Thing in the Gap-Stone Stile[1], surge el indicio de lo que luego será un hábito: ha sido un largo día de lluvias, lo que se ve extendido a toda la estación estival; incluso los pájaros traen sus canciones lavadas –“birds bring out all their washed songs” (Oswald, 1996: 4-5), leemos. Tal preferencia va definiéndose y puliéndose, como se confirma en los títulos de los libros Dart, de 2002, y A Sleepwalk on the Severn, de 2009. Este último es, como anticipa Oswald, un poema en variados registros, emplazado en el estuario del Severn a la noche (2009: 1); y está jalonado por las fases de la luna. En Memorial. An excavation of the Iliad, de 2011, podrán percibirse fragmentos donde arrecia el ímpetu marino, marco de la aventura homérica. El último de los libros, Falling Awake, de 2016, instala desde el comienzo la tesitura hídrica del canto:

 

el agua que está en bruto rebosante de tierra
al acecho en tanques de hierro fundido y gotea

llevada por la gravedad hacia mi lengua
para refrescar y llenar la cañería de esta canción (OSWALD, 2016: 1)[2]

 

Habrá allí otros poemas donde se cumpla el derrotero del agua, al menos como espacio y atmósfera donde se desarrollen núcleos míticos o crezcan inquietudes ecológicas: “Severed head floating downriver” –“Cabeza cercenada flotando rio abajo”- (6-10); el largo poema final, donde Titono espera la llegada de la aurora; o “Dunt: a poem for a dried-up river”, un río ahora seco y deshabitado “[…] casi sin ningún pez” –“[…] with nearly no fish in” (2016: 35). La forma dilecta es, a todas vistas, el río. En Dart, ese largo texto puramente inscripto en el tenor de la correntada, de los flujos, habrá innumerables versiones de la materia ya convertida a sus usos sociales –“buckets” (3)-, ya intacta o restituida a su ciclo natural -“rain” (3), “pool” (4), “waterfall” (5), “mud” (5), “ice” (16), “sea” (26), “wave” (37)-; pero el cuerpo del texto es eminentemente fluvial, como lo es este río de Devon, Inglaterra, que se eleva en Dartmoor y alcanza el mar en Dartmouth.

En la trastienda de semejante apego está probablemente la biografía de Oswald, oriunda de Reading, Berkshire, un puerto en la confluencia del Támesis y del Kennet. Su decir excede la perspectiva de la mirada: es experiencia transmutada en voz. El testimonio del paisaje familiar lleva la impronta de lo autóctono (cfr. Westphal, 2007: 208) y se despoja así de cualquier viso de exotismo. Al apropiarse de este elemento de la naturaleza, Oswald no nos devuelve una ensoñación inmaculada de la materia: la retoma ya estratificada, remitida a ciertas coordenadas, organizada. Las anotaciones en el margen derecho, en una tipografía más pequeña, casi a la manera de glosas, funcionan como breves didascalias. Son señales a un lector y a la vez obstáculos o piedritas que interrumpen la monotonía del curso; al nacer el Dart, leemos en el cuerpo del texto: “Estas son las piedras, el súbito cambio/ el sonido de las ranas cantando en año nuevo” (Oswald, 2002: 1)[3]. El inicio no es sin embargo tajante; aparece casi disimulado una vez ya inmersos en la deriva del poema, como si el origen o la fuente no pudieran del todo fijarse a una línea detectable en el tiempo: “The source of the Dart –Cranmere Pool on Dartmoor, seven miles from the nearest road” (1). Para refutar esta disolución, este breve tropiezo en el ámbito evanescente del agua y sus inapresables ondas, están sin embargo las determinaciones: una precisión geográfica; los nombres con que el hombre ha grabado su huella; esa cartografía que precede a cualquier percepción, o que se superpone a la vivencia del valle y sus alrededores. Hay por ende una secuencia de la voz:

 

through Broadmarsh,                 under Cut Hill,

Sandyhole, Sittaford, Hartyland, Postbridge,

Belever, Newtake, Dartmeet, the whole
unfolding emptiness […] (OSWALD, 2002: 3)

 

 

Ya a lo largo del poema, ya en las anotaciones de la derecha, el lector podrá seguir como en un mapa el trazado del agua. No sólo las ciudades o pueblos a la vera del río, sino también cuando aparezcan los afluentes (9), hasta el momento de su llegada al mar, en la desembocadura (26-27), donde la voz se explaya y no se detiene. Pero la enunciación no se restringe a propiciarnos una peripecia de la que salimos indemnes, a invitarnos a un paseo en el mismo rumbo del Dart: incluso ocupando la frágil posición de lectores, en su fluctuante e improvisado lugar de tan vacío, nos vemos involucrados en los posibles torbellinos de la trayectoria, en sus parates, en sus digresiones. El hombre está transido por el agua -“[…] puedes reconocerme/ por la desgastante acción del agua en el hueso” (4)[4]– como el agua está transida por lo humano, atravesada por la cultura. Oswald trabaja a partir de ese entramado que hace el habitante con su entorno; y se van disolviendo las fronteras entre el yo, la comunidad de la que se forma parte, y el suelo –o el líquido- que se experimenta. Por eso hay un trabajo de campo previo al de la escritura. Leemos, en un paratexto al comienzo:

 

Este poema está hecho del lenguaje de la gente que vive y trabaja en el Dart. Durante los últimos dos años he estado grabando conversaciones con la gente que conoce el río. He usado estas grabaciones como modelos vivos a partir de los cuales bosquejar una serie de caracteres, conectando sus voces a un mapa sonoro del río, el hilo de una canción desde su nacimiento hasta el mar. Hay indicaciones en los márgenes cada vez que una voz se transforma en otra. Estas no refieren a personas reales ni a ficciones predeterminadas. (OSWALD, 2002: s/p)[5]

 

De ahí la yuxtaposición de discursos, su imbricación, la interferencia o incorporación de quienes participan con sus múltiples intereses de la vida del Dart. En las escuetas notas al margen, se indican datos de los locutores: nombre, ocupación, proveniencia, o cualquier otro rasgo que surja destacar, pertinente para una navegación menos ardua, más provechosa. El itinerario va integrando las voces de una serie de personajes cuyo rango de verosimilitud varía. Uno de los primeros lleva consigo el halo de lo legendario, puesto que sale de los bosques para acechar o embrujar al río: “Jan Coo: his name means So- and So of the Woods, he haunts the Dart” (4). Se van sumando los que son simplemente mencionados o evocados en el poema, cuyas acciones o devaneos ese yo va implicando o atrayendo a su discurrir. Se hará referencia a los ahogados, como el piragüista (13), un pescador de salmón, o los que buscaban ostras (39); “Ahora es el novio del Dart” -“Now he’s the groom of the Dart […]” (4)- se dirá de uno de ellos, en tanto desposa a esas femeninas aguas, tras haber sido tragado por el río. Los nadadores pueden ir o no desnudos (7, 22); habrá pescadores (7), remeros (14), trabajadores de la industria láctea (29), el picapedrero (33), el constructor de barcos (35), o el conductor del ferry (43), entre marineros, navegantes, embarcaciones; y los sonidos que acarrean los motores y sus denominaciones: “Oceanides Atlanta Proserpina Minerva/ yachts with their river-shaking engines” (34). En el tumulto pugnan por hacerse oír los insectos, y cada una de las pequeñas criaturas que se cruzan e interactúan en el lecho o en la costa: “la araña de los rápidos desbordando la nota reiterada/ de desorden y ritmo en colisión, la simulada mosca/ hilando un resguardo de seda entre las piedras” (7)[6].

Pero así como se avanza a lo largo de esta diacronía del río, captándose al par una sincronía mancomunada de especies y sonidos que conviven, subsiste una historia previa que actúa desde el fondo. Respecto de los salmones, leemos: hay “generaciones de ellos inscriptos en el río” -“generations of them inscribed into this river” (9). Se pueden escuchar aún, a través de esas capas que van brotando, las voces antiguas de que esas masas fluviales se han impregnado, y que, más o menos borrosas, insisten en el presente continuo; un personaje de 1840 podrá expresar: “all day mi voice is being washed away” (20). Están también las rememoraciones concretas de los habitantes: cuando uno de ellos recuerda la época en que su padre era piloto en el Dart (45). La etimología del nombre, del antiguo dialecto de Devon para roble -“Dart is old Devonian for oak” (11)- facilita la evocación, en la superficie, que provee de un mito de origen a todos los ríos, un supuesto linaje de árbol: “They say all rivers were once fallen trees” (12). Hasta se recupera una dimensión concordante con la mitología clásica, o con los tiempos romanos de Gran Bretaña: “Allí una diosa los llama,/ “Apunten, anímense,/ troyanos a navegar/ hasta que el mar se tope con el Dart” (31)[7]. Lo cierto es que, en ese ajuste de cuentas con etapas previas, en esos borbotones que emergen de épocas pretéritas, resultado de cavar en una geología o de indagar en las sucesivas instancias que ha atravesado este magma informe que es el agua, es donde lo fluido alcanza a solidificarse, donde se detienen los torrentes del sentido y surgen esas puntas como escollos, aditamentos o intervenciones con que el hombre, gracias al lenguaje, es capaz de moldear a la naturaleza. Y en los intersticios de ese flujo o haciendo olas, un listado de nombres que se ha dado al agua, con sabor a épica Antigua o a herencias isabelinas, se mezcla con los serpenteos, remolinos que cloquean y aplauden en sus dialectos específicos:

 

Glico of the Running Streams
and Spio of the Boulders-Encaved-In-The-River’s-Edges
and all other named varieties of Water
such as Loops and Swirls in their specific dialects
clucking and clapping (OSWALD, 2002: 17)

      

Hay, entonces, una saga anterior que se rescata, que no involucra simplemente a los anónimos seres que han disfrutado o se han servido del río, que han armado su existencia en torno a los beneficios que éste ha brindado. Mientras Oswald, al seleccionar las diferentes voces que cooperan, va distinguiendo o repartiendo responsabilidades, va dotando al salvajismo de lo intocado de un civismo con todas las características del siglo XXI, a la hora de contener el flujo intempestivo de ese yo/río que se impone, recurre a la tradición literaria: no es casual que la deriva marque sus primigenios aconteceres en verso blanco inglés, que Oswald maneja con maestría. También desde este punto de vista hay una historia del agua: está la métrica del idioma forzando su paso en los enveses de las mareas, dirimiendo su carga silábica. Este intento por dominar las pulsiones, en el sentido de domesticarlas, jamás de doblegarlas, no es por suerte del todo exitoso; porque el espesor lírico del poema reside, fundamentalmente, en ese sustrato primitivo. El agua es, para Bachelard, el más fiel espejo de las voces, maestra del lenguaje fluido. Suaviza el ritmo u otorga uniformidad a sus diferencias; y puesto que es inconsciente de la forma (1942: 216, 209, 639) va a funcionar como una energía previa a la palabra, capaz de imantar su fonética. Como advierte Oswald desde las primeras páginas, está “este secreto enterrado en juncos en el comienzo del sonido” -“this secret buried in reeds at the beginning of sound […]” (2002: 1).

       Se explican solo así las reiteradas asociaciones poema/río, ambos activos en la puesta en marcha de la cadena sonora, indiscernibles en tanto movimiento. Por lo pronto, el paratexto inicial del libro culmina con la siguiente afirmación: “Todas las voces deben leerse como murmullos del río” (2002: s/p)[8]. Ruido y dicción se equiparan cuando se le adjudican al Dart actos de locución: “el West Dart habla una maravillosa caída oscura/ desde Cut Hill pasando por Wystman’s Wood// pon tu oído a escucharlo, podrás escuchar agua/ confinada al musgo y moviéndose” (10).[9] El entrelazamiento de las distintas voces, incluidos los pequeños pobladores con sus cantos –las ranas, por ejemplo (10)- constituyen un ecosistema cuyas divergencias se resuelven entre las ondulaciones, en el ir y venir de los vaivenes hasta la indistinción. El contemplador de focas, cuyo decir se va extinguiendo junto con el poema, afirma en los últimos versos: “¿quién es este que se mueve en la oscuridad? Yo./ Este soy yo, anónimo soliloquio del agua,// todos los nombres, todas las voces […]” (48)[10]. Claro que lo heteróclito de esa comunidad es lo que favorece también el engarce de las variaciones, desde el punto de vista del texto; porque se van combinando fragmentos prosaicos, con pentámetros yámbicos, tetrasílabos, monosílabos, reunidos como afluentes de una misma corriente, sin deslinde de jerarquías. Desde ya que los ritmos se corresponden con las mareas, con el plano simbólico del discurso y sus connotaciones. Así, cuando es el remero quien afronta las aguas, leemos: “Momentos en que el río pasa sobre una roca, se apresura, golpetea contra el agua más lenta adelante y vuelve sobre sí mismo” (14)[11]. En otras ocasiones, se privilegia la escucha y por ende el silencio:

 

Escucha,
una
alondra
dando
vueltas
una
nota
escindiéndola
y
reparándola (OSWALD, 2002: 2)[12]

 

O aparece hablando el silencio directamente articulado gracias al blanco de la página (22). La sintaxis tiende a la concatenación sin punto y sin pausa en caso de que se atienda a los encuentros, desencuentros, o a las provisorias formaciones de los flujos; y las repeticiones de palabras, o de sintagmas, exhuman o reponen su carácter circular e indiscriminado, fervor de lo que se escurre y se resiste a la categorización:

 

cuando las corrientes de agua se encuentran su confluencia es siempre el lugar
donde movimientos rítmicos y espiralados pueden surgir,
superficies de espirales deslizándose una y otra en múltiples formas curvas giratorias
agua nueva sigue y fluye a través de cada hebra de agua
superficies enteras espacialmente entrelazadas y fluyendo una tras otra
en la tensión superficial donde el agua lucha por alcanzar su forma esférica de gota
                                                                                         (OSWALD, 2002: 20)[13]

 

 

Priman las consonantes sordas, desde ya atenuadas por las sibilantes, cuando se busca marcar los contrastes. En su versión original, por ejemplo:

 

why is this jostling procession of waters,
it’s many strands overclambering one another,
so many word-marks, momentary traces
in wind-script of the world’s voices,
[…]
all these scrambled and screw-like currents
and knotty altercations of torrents,
why is this interweaving form as contiguously gliding (OSWALD, 2002: 42)[14]

 

La raigambre onírica del asunto -“en este sueño del Dart/ que se hunde como una pluma cae” (28)[15], dice el soñador-, al reforzar la vena lírica, al despegar esas voces fundidas entre sí del dominio de un realismo raso y elevarlas a una zona polisémica y sugerente, opera en dirección de una de las tensiones que balancean las fuerzas en pugna. Van alternando una sonoridad hilada en las ambivalencias de la metáfora, en general, inherente al imaginario de la naturaleza, con hablas y registros –idioms o slang– que llevan la marca de lo cotidiano y de lo contemporáneo. En una gama similar de tensiones, será posible leer la díada pureza o impureza, tan frecuentemente asociadas al agua; despunta apenas iniciado el libro: “brújula, mapa, purificador de agua así puedo beber de los chorros, viendo/ el frío flotar desperdigado sobre la mañana” (3)[16]. Esa visión lumínica que lo matinal desprende reactualiza algo de la pureza que a priori parece haberse contaminado; si bien directa de la fuente, la sustancia ya no se nos ofrece límpida. En efecto, el Dart es depositario, víctima y parte de esta sociedad industrializada; y nunca se retacea información en lo concerniente a las consecuencias de las actividades fluviales en el medioambiente. El operario del Buckfast Woolen Mill menciona los químicos que se agregan al elemento hídrico –“adding a certain amount of detergent, non-ironic, reasonably biodegradable,” (18)- y evidencia su desagrado respecto de lo que la naturaleza tiene para ofrecer, cuando el hombre aún no ha intercedido: las ovejas con pintura azul, grasosas, asquerosas y con caca colgándole –“greasy with blue paint, shity and sweaty with droppings dangling off it” (19)-, que desafortunadamente no usan papel higiénico -“Unfortunately sheep don’t use loopaper” (19). En contrapartida, se subraya la importancia que un bien como el agua tiene para nuestra supervivencia:

 

está todo bien los pescadores, sus quejas
pero parecemos cormoranes viviendo del río.
dependemos todos de su agua suave
porque corre sobre granito y está libre de calcio (OSWALD, 2002: 19)[17]

 

El extractor de agua nos habla de las pequeñas partículas de ácidos y sales que se le echan, y del parásito del cryptosporidium, más pequeño que una mota de talco (2002: 25)[18]. Comprende, sin embargo, la relevancia de lo hídrico como commodity: “Esto es lo que nos mantiene vivos, esta es la función verdadera del río” (25)[19]. De hecho, el estuario es, para quien trabaja en la cantera, su comerciante: “The estuary’s my merchant” (33).

Atributos tales como la frescura y la claridad, en el contacto con el mundo del siglo XXI, se desdibujan. El agua, en sus orígenes cristalina, alcanza su corrupción, ya porque se transforma en mercancía del intercambio capitalista, ya porque efectivamente, y en virtud de tal necesidad, debe ajustarse a ciertos estándares de pureza, a riesgo de imbuirse de sustancias espurias. La apuesta poética de Oswald no se aparta tanto de estas coordenadas a la hora de manipular las variables estéticas que trae a cuestas, los paradigmas o los recursos que se van a poner en juego; e indaga articulando similares paradojas: naturaleza/ cultura, pureza/ impureza, tradición/ renovación. Se vale de ese frondoso sustrato que le aporta la imaginación acuática, con esa inconmensurable serie de rasgos que le vienen adheridos a lo largo de los siglos. Pone allí a funcionar los sedimentos de la literatura inglesa. Por un lado, en la línea de un romanticismo a lo Wordsworth, cuya poética se nutre de una concepción de habitar la tierra, y que funda sus bases en su relación con el lugar (Peters e Irwin, 2002: 76). Pero también, ya atravesado el patrimonio cultural por la alienación y cosificación propios de la modernidad -que en sus afanes el romanticismo obvió (77)-, trae consigo otros pasajes. Uno, casi obligado, por la tierra yerma de Eliot, tanto desde el punto de vista de la composición como del clima de devastación y desamparo, que sin denunciarse se da casi por sentado. Otro, de aquí y ahora: la oralidad de la gente que interactúa en el Dart, los vericuetos que friccionan dicho hábitat en esta etapa del capitalismo, las ventajas de ciertas flexibilidades con los versos y en el empleo de los registros. El lirismo extremo de Oswald, como un manantial, viene a refrescar este universo desacralizado y se sostiene en sus andamios. Asume un pasado, una historia y una pre-historia, sin ser reaccionario; elude lo pop, lo cínico y lo paródico, sin caer en solemnidades, ni desaprovechar cierto acervo de la ligereza que hoy se cuece. Y, sobre todo, no se desentiende de ciertos compromisos.

Prácticamente a contrapelo de la globalización, que prescinde de lo local al punto de erosionar cualquier noción atinente a lo comunitario, Oswald privilegia esa fuerza colectiva que al suelo/río se ancla. De ahí, en el comienzo de Dart, las abarcadoras listas de agradecimiento de la poeta (2002: s/p). De ahí también la legitimación tan precoz de su obra, avalada, en el caso de este libro, por la “Poetry Society’s Poetry Places scheme funded by the ‘Arts for Everyone’ Budget of the Arts Council of England’s Lottery Department” (2002: s/p). Oswald es de esas poetas que se prefiere mainstream; y que, lejos de situarse en la marginalidad, saca frutos de los buenos vientos. Para nosotros, sus navegantes coetáneos e inminentes, enhorabuena.

 

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BIBLIOGRAFÍA:

-BACHELARD, Gaston. L’Eau et les Rêves. Essai sur l’imagination de la matière. Paris, José Corti, 1942.

-OSWALD, Alice. The Thing in the Gap-Stone Stile. London, faber and faber, 1996.

_____. Dart. London, faber and faber, 2002.

_____. Woods etc. London, faber and faber, 2005.

_____. A Sleepwalk on the Severn. London, faber and faber, 2009.

_____. Memorial. London, faber and faber, 2012.

_____. Falling Awake. London, Cape Poetry, 2016.

-PETERS, Michael y Ruth IRWIN. “Canciones de la tierra: ecopoética, Heidegger y el habitar”, en Tópicos en educación ambiental, 4 (10), México, 2002, pp. 75-86.

-WESTPHAL, Bertrand. La géocritique. Réel, fiction, espace. Paris, Les Éditions de Minuit, 2007.

 

NOTAS:

[1] Salvo por Bosques, etc. (Valencia, Pre-textos, 2013; traducción de Christian Law Palacín), la obra de Oswald no ha sido traducida. Algunos proyectos están actualmente en desarrollo. Las versiones en español son todas mías y provisorias; sólo las consignaré tal cual de juzgarlo necesario.

[2] En el original: “water which is so raw so earthy-strong/ and lurks in cast-iron tanks and leaks along// drawn under gravity towards my tongue/ to cool and fill the pipe work of this song”.

[3] En el original: “This must be the stones, the sudden movement,/ the sound of frogs singing in the new year”.

[4] En el original: “[…] you can tell it’s me/ because of the wearing action of water on bone”.

[5] En el original: This poem is made from the language of people who live and work on the Dart. Over the past two years I’ve been recording conversations with people who know the river. I’ve used this records as life-models from which to sketch out a series of characters – linking their voices into a sound-map of the river, a songline from the source to the sea. There are indications in the margins where one voice changes into another. These do not refer to real people or even fixed fictions.”

[6] En el original: “the spider of the rapids running over the repeated note/ of disorder and rythm in collision, the simulacrum fly/ spinning a shelter of silk among the stones”.

[7] “There a goddess calls them,/ “Take aim, take heart,/ Trojans you’ve got to sail/ till the sea meets the Dart”.

[8] En el original: “All voices should be read as the river mutterings”.

[9] “the West Dart speaks a wonderful dark fall/ from Cut Hill through Wystman’s Wood// put your ear to it, you can hear water/ cooped up in moss and moving”.

[10] En el original: “who’s this moving in the dark? Me./ This is me, anonymous, water’s soliloquy,// all names, all voices […]”.

[11] En el original: “Times when the river goes over a rock, it speeds up, it slaps into the slower water ahead of it and backs up on itself”.

[12] En el original: “listen,/ a/ lark/ spinning/ around/ one/ note/ splitting/ and/ mending/ it”.

[13] En el original: “whenever currents of water meet the confluence is always the place/ where rhythmical and spiraling movements may arise,/ spiraling surfaces which glide past one another in manifold winding and curving forms/ new water keeps flowing through each single strand of water/ whole surfaces interweaving spatially and flowing past each other/ in surface tension, through which water strives to attain a spherical drop-form”.

[14] En mi traducción: “por qué esta pujante procesión de aguas,/ sus muchas hebras revolcándose unas sobre otras,/ tantos logos sonoros, rastros momentáneos/en el guión del viento de las voces del mundo,// todas estas revueltas y atornilladas corrientes/ y altercados nudosos de torrentes,/ por qué está esta forma entrelazada siempre deslizándose”

[15] En el original: “into this dreaming of the Dart/ that sinks like a feather falls, not quite”.

[16] En el original: “compass, map, water purifier so I can drink from streams, seeing/ the cold floating spread out above the morning”.

[17] En el original: “it’s all very well the fishermen complaining/ but I see us like cormorants, living off the river./ we depend on it for its soft water/ because it runs over granite and it’s relatively free of calcium”.

[18] En el original: “You don’t know what goes into water. Tiny particles of acids and salts. Cryptospiridion smaller than a fleck of talcum powder […]”.

[19] “This is what keeps you and me alive, this is the real work of the river”.


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