LEYENDO

Leopoldo Lugones – El león cautivo

Leopoldo Lugones – El león cautivo

LEÓN CAUTIVO

Grave en la decadencia de su prez soberana, 
sobrelleva la aleve clausura de las rejas, 
Y en el ocio reumático de sus garras ya viejas 
la ignominia de un sordo lumbago lo amilana.

Mas a veces el ímpetu de su sangre africana 
repliega un arrogante fruncimiento de cejas, 
y entre el huracanado tumulto de guedejas 
ennoblece su rostro la vertical humana.

Es la hora en que hacia el vado, con nerviosas cautelas 
desciende el azorado trote de las gacelas, 
bajo la tiranía de atávicos misterios.

La fiera siente un lúgubre influjo de destino 
y en el oro nictálope de su ojo, mortecino 
se hastía una magnánima desilusión de imperios.

 

DOS NOTAS DE LECTURA SOBRE ESTE LEÓN DE LUGONES

Hay algo de lujo en el león, algo magnífico, algo real, y eso mismo está en el modo complejo del poema. Diría más: de la misma manera que por una especie de oxímoron la majestad del león se potencia al verlo encerrado, el castellano da su nota más magnífica (no quiero decir mejor, digo sólo más magnífica) sometido a formas cerradas como en el barroco o en el modernismo. En ese sentido el poema mismo es ese león cautivo.

Y lo más importante, siempre leyendo los tercetos, “Es la hora en que al vado con nerviosas cautelas…”, sucede algo similar: vislumbramos con un vago horror sagrado (Borges dixit) que de la misma manera en que el león cautivo sabe sin saberlo que es la hora de cazar y siente una especie de falta, nosotros los hombres tenemos también algo que nos falta, algo que no sabemos qué es, como si nuestra naturaleza fuera otra y hubiéramos sido también apresados… En términos católicos, como si sintiéramos la melancólica marca del pecado original.


RELACIONADAS