La editorial Mardulce acaba de anunciar la publicación del libro Los porqués de la rosa de Alejandro Crotto. Es una gran alegría para nosotros porque muchos de los ensayos que componen el libro fueron, en sus primeras versiones, colaboraciones para Hablar de Poesía.
Acá los detalles el libro, que ya está distribuido en librerías. Y dejamos, por cualquier consulta, el Instagram de la editorial:
Título: Los porqués de la rosa –Ensayos sobre poesía
Autor: Alejandro Crotto
Editorial: Mardulce
Colección: Philos
Páginas: 200
Formato: 19 x 13 cm
PVP: $ 22.000
ISBN: 978-987-3731-97-6
Fecha y lugar de publicación: Agosto 2024, Buenos Aires
Para quienes quieran y puedan, el libro se presentará el domingo 27 de octubre en el bar Varela Varelita (Scalabrini Ortiz 2102) a las 18:00. Acompañarán al autor María Zorraquín, Nahuel Lardies y Andrés Kusminsky.
A modo de adelanto compartimos el breve prólogo o introducción con que comienza el libro (se llama “Este libro”), y a continuación fragmentos de tres ensayos, un poco como si se invitara a hojearlo.
ESTE LIBRO
La noche del miércoles 13 de julio de 1977, Borges terminaba de dictar su conferencia “¿Qué es la poesía?” con un verso de Angelus Silesius, que recitó primero en castellano y después en alemán:
La rosa es sin porqué; florece porque florece.
Die Rose ist ohne warum; sie blühet wed sie blühet.
Era un verso prefecto para iluminar la última idea que había desarrollado: que la belleza no es algo que conquistemos tras una cadena de razonamientos, sino algo primario, una sensación física, inmediata, que se nos impone. Esta posición escéptica de Borges sobre las ventajas de analizar la belleza tiene su reverso exacto en una afirmación publicada más de cuarenta años antes… también por Borges. Efectivamente, en la revista Sur había escrito en 1933:
“Die Rose ist ohne warum”; la rosa es sin porqué, leemos en el libro primero del Cherubinischer Wandersmann de Silesius. Yo afirmo lo contrario, yo afirmo que es imprescindible una tenaz conspiración de porqués para que la rosa sea rosa. Creo que siempre pasan de a una las causas de la instantánea gloria o del inmediato fiasco de un verso. Creo en los razonables misterios, no en los milagros brutos.
Es natural entender esas posturas como los dos extremos de un mismo movimiento que empezó en el fervor analítico y terminó en la serena aceptación de un límite. Surge entonces una pregunta importante para un libro como este: ¿tiene sentido analizar poemas? La respuesta es sencilla: muchas veces los exámenes procedimentales, las contextualizaciones, las hipótesis genealógicas, las paráfrasis explicativas, las interpretaciones, son ocasión de que suceda esa sensación física, inmediata, que llamamos poesía. De todos modos, el polo escéptico de Borges bien puede servirnos para recordar cuál es el mejor modo de hablar de poesía: no se trata de diseccionar algo, que está vivo, sino de hacerle espacio, de darle su lugar. No se trata, al fin y al cabo, de explicar nada, sino de recrear un entusiasmo.
Otra forma de abordar las posturas antagónicas de Borges es notar que en el fondo son dos personas distintas las que hablan, y que hablan para públicos distintos: en la conferencia, un viejo poeta consagrado se dirige a un variado público general; en el artículo, un oscuro poeta joven está afirmándose algo sobre todo a sí mismo. Nada es más importante para un poeta joven que leer desde el fervor analítico los poemas: no hay otra forma de aprender lo que hay que aprender para intentar escribirlos.
El despertar de la vocación poética viene acompañado por la conciencia de pertenecer a un grupo. Un grupo íntimo y numeroso, que viene de muy lejos: el grupo de quienes han sentido el hechizo de la belleza del mundo y quieren dar cuenta de esa intensidad con una magia de palabras, un aire articulado, que hay que aprender a conjurar.
Para ese grupo está escrito este libro, la bitácora de una devoción. Podrá, de todos modos, ser leído con provecho por cualquiera que se interese por el arte, por la cultura, por la vida: quien busca de buena fe lo esencial, encuentra lo demás por añadidura.
Alejandro Crotto
Buenos Aires, 15 marzo de 2024
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(DEL ENSAYO “ESCRIBIR POESÍA”)
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También de estos últimos días es este verso enamorado de Mastronardi:
La rosa de mirarte arde en silencio
De nuevo una emoción inmediata, anterior a cualquier razonamiento. Sólo después, tratando de pensar cómo logra el verso decir tanto más de lo que dice, advertimos en el endecasílabo la metáfora de la “rosa” (que está allí por “alegría deslumbrada”, o algo así), y que después la metáfora se extiende y complejiza cuando se afirma que esa rosa arde, y además en silencio, etc.
Intellegere corde: entender con el corazón, que es la forma de ir aprendiendo la técnica en poesía. Una lectura apasionada que nos va tensando, un aprendizaje indirecto. Responder con fidelidad al deseo de aprender poemas y versos de memoria. Traducir poesía, que es una gran escuela para quien quiera escribirla. Está claro que nadie escribió ni escribirá nunca un verso apretando los dientes, diciéndose: acá voy a usar una aliteración genial. Pero vivir una aliteración desde nuestra atención fascinada es el primer paso para articular la sensibilidad y la escritura. Después llegará el momento de poner instintivamente ese saber en acto. La paciencia lo es todo, dice Rilke. Un año no tiene valor y diez años son nada.
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(DEL ENSAYO “TRADUCIR POESÍA”)
Básicamente, traducir poesía es una forma de escribir poesía que consiste en comprender desde la emoción un poema escrito en otro idioma y trasponerlo creadoramente en el nuestro. La especificidad de esta forma de escribir poesía radica, entonces, en que la inspiración técnica al escribir se orienta a dar cuenta de una experiencia de lectura.
Al igual que la escritura de poesía a secas, la traducción de poesía es una actividad misteriosa, que la inteligencia ilumina solo parcialmente: las generalizaciones fracasan y los excesos taxonómicos pueden resultar contraproducentes.
Al igual que en la escritura de poesía, hay en la traducción un primer momento que está por fuera de la escritura en sí. Y la intensidad con la que se lo viva también resulta decisiva. En el caso de cualquier traducción feliz, el primer paso es ser tocado íntimamente por un poema.
Subrayar como primer paso esta vivencia subjetiva puede parecer un exceso romántico de mi parte, pero en verdad es algo enteramente práctico: en ese ser tocados por el poema, como veremos, está el norte que puede guiar nuestra traducción. Porque traducir un poema tiene, además de algo misterioso, inexplicable, algo de metódico proceso sucesivo: es enfrentar una serie de situaciones concretas, cada una de las cuales admite soluciones de muchos matices desde la reescritura libérrima a la severa literalidad… por lo general todas objetables.
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(DEL ENSAYO “ABRIR ALGO EN NOSOTROS. LA POESÍA DE WALLACE STEVENS”)
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Enraizada en estos dos fundamentos, el amor por la materialidad del mundo y el amor por la materialidad del lenguaje, se despliega la poesía de Stevens. Lo que primero señaló la crítica sobre ese despliegue es el rol central de la imaginación. Es verdad que es lo que primero salta a la vista, y es también lo que más escuela hizo en la poesía norteamericana posterior. Pero es fácil entender ese rol de manera superficial y creer que Stevens es un poeta meramente ingenioso. Eso, de hecho, es lo que me pasó a mí los primeros años en que lo leía, sin terminar de sentir su fuerza y gracia. Más equivocado, y peligroso, es creer que bastará ser arbitrario para que aparezca la poesía. Dice Stevens uno de sus adagia:
“El error esencial del surrealismo es que inventa sin descubrir. Hacer que una almeja toque el acordeón es inventar, no descubrir. La observación del inconsciente, en la medida en que puede ser observado, debería revelarnos cosas que antes no habíamos descubierto, no lo que ya sabíamos más la imaginación.”
Y es que la imaginación en Stevens no es simplemente un disfraz sofisticado. La imaginación es en Stevens una matriz del pensamiento poético, fundada en el amor por el mundo y el lenguaje. Es desde ahí que surge en Stevens el impulso del poema, es desde ahí que la imaginación va desplegándose en la escritura. Cuando se capta este aspecto, su poesía se nos devela y abre. Esa fusión personalísima es el núcleo de muchos aspectos de su poesía que han sido alabados una y otra vez por la crítica: la libertad de su imaginación, el matiz intelectual de su naturalismo, lo receptivo de su sensibilidad, su habilidad retórica para plasmarla dinámicamente.
Tomemos por ejemplo el poema “La muerte de un soldado”.
LA MUERTE DE UN SOLDADO
La vida se contrae, la muerte es previsible,
como cuando es otoño.
Cae un soldado.
Y no va a ser un tema de tres días,
ni va imponer su ausencia
ni pompas fúnebres.
La muerte es absoluta y simple,
como cuando es otoño
y el viento se detiene,
y el viento se detiene, pero las nubes
siguen, igual,
por el cielo moviéndose. [1]
Se ha señalado que la lectura del libro Lettres d’un soldat fue la ocasión de la escritura del poema. El libro es una recopilación de las cartas y entradas de diario que un soldado francés, Eugène-Emmanuel Lemercier, escribió durante algunos meses desde las trincheras en la Primera Guerra Mundial hasta caer en combate. El tema del poema, la muerte humana en términos generales y en particular la indiferencia objetiva del mundo ante ella, es uno de los temas de siempre de la poesía. Hay una alusión al célebre símil homérico entre las hojas y las generaciones de los hombres, que nos lleva de inmediato a la Ilíada, pero al poema no le interesa subrayar su filiación literaria: es directo y, sobre todo, plástico. La imaginación encuentra en esas lejanas nubes fluyentes del final, que desmienten cualquier impresión de tregua, una inapelable materialización. Desde una intensidad muy íntimamente vivida, la imaginación logra encarnar nuestra fugacidad y la alta belleza, un poco cruel, del mundo indiferente.
(…)
[1] The Death Of A Soldier // Life contracts and death is expected, / As in a season of autumn. / The soldier falls. // He does not become a three-days personage, / Imposing his separation, / Calling for pomp. // Death is absolute and without memorial, / As in a season of autumn, / When the wind stops, / When the wind stops and, over the heavens, / The clouds go, nevertheless, / In their direction.