POETAS DEL DOLOR: DICKINSON, WOOLF, PLATH, PASTAN (Omnívora Editora, 2024). Renata Prati (selección, traducción, introducciones). Edición monolingüe.
(AC)
Un gran libro, abierto y al mismo tiempo íntimo. Tras una excelente introducción sobre las relaciones entre poesía, traducción y dolor (se llama “Ablandar el dolor con palabras”), una cuidada selección de poemas que tratan la cuestión del dolor y que escribieron Dickinson, Plath y Pastan. Cada selección viene precedida por un breve ensayo sobre la autora, que resulta tan útil como iluminador. Párrafo aparte merece la traducción: Prati traduce con libertad, con la mejor libertad: o sea, casi siempre que se sale de la literalidad es para llevarnos más hondo en su lectura del corazón del poema. De cierre, hay un breve ensayo de Virginia Woolf, “La enfermedad como experiencia”, también admirable.
Compartimos tres poemas, uno de cada una de las tres poetas del libro:
NOS HABITUAMOS A LA OSCURIDAD (DICKINSON)
Nos habituamos a la Oscuridad —
Cuando la Luz nos deja —
Como cuando el Vecino con una Lámpara
La mira Despedirse —
Por un Momento — incierto es Nuestro paso
Porque es nueva la noche —
Luego — a lo Oscuro ajustamos la Vista —
Y encontramos la Calle — erguidos —
Y es así con más vastas — Oscuridades —
Esos Ocasos del Cerebro —
Sin Luna alguna que revele un signo —
Ni Estrella — que aparezca — adentro —
Los más Valientes — van a tientas —
Y hasta a veces se dan
La Frente contra un Árbol —
Pero a medida que aprenden a ver —
O bien la Oscuridad se altera —
O hay algo en la mirada
Que a la Noche total se adapta —
Y el paso de la Vida casi se endereza.
HIJO (PLATH)
Tu ojo claro es lo único absolutamente hermoso.
Quiero llenarlo de color y patos,
un zoológico de lo nuevo
cuyos nombres sopesás:
pipa india, campanilla blanca,
tallito
fino, sin arrugas,
estanque en el que las imágenes
debieran ser magníficas y clásicas,
no esta tribulación
nerviosa de las manos, este techo
oscuro, sin ni una estrella.
¿POR QUÉ SON TAN OSCUROS TUS POEMAS? (PASTAN)
¿No es oscura también la luna,
casi siempre?
Y la página en blanco
¿no parece incompleta
sin las manchas oscuras
de las letras?
Cuando Dios pidió luz,
no desterró la oscuridad.
Inventó en cambio
el ébano y los cuervos
y el lunarcito
de tu pómulo izquierdo.
Pero tal vez querías preguntarme:
“¿Por qué estás triste tan seguido?”.
Preguntale a la luna.
Preguntale qué ha visto.
*********
BALADA PARA UNA PRISIONERA (Caleta Olivia, 2023) de Martín Rodríguez.
(LV)
Martín Rodríguez (n. Buenos Aires, 1978) es considerado uno de los poetas más destacados de su generación. Agua negra (1998), Lampiño (2004) y Maternidad Sardá (2005) son algunos de sus libros más reconocidos. Balada para una prisionera está dedicado “a María Alicia Godoy”, quien, descubrimos enseguida, es la madre recientemente fallecida del yo lírico del poemario. Un libro escrito desde un lugar en el que la alta tensión de estar transitando ese duelo imantó las palabras.
Compartimos tres poemas:
LOS SEPULTUREROS APOYAN LA PALA EN LA TIERRA
A Mariano Schuster
Esperan la orden de mi padre.
No busquen más teorías:
el mundo finalmente se organiza
en torno al poder
de quien tiene que decir “ahora”
y los sepultureros
empiezan a arrojar tierra
sobre el cajón descendido.
¡EL ÚLTIMO VIAJE SERÁ EL PRIMERO!
Un 111 que tomamos al centro, ¿te acordás?
Me enseñaste la ciudad, las plazas
las iglesias.
Entramos a rezar en una
y pediste distancia.
Desde esa vez pensé:
hablarle es interrumpir su oración.
ÚLTIMA IMAGEN
“¿Les cuento de qué va mi corto?”, dijo.
Quisimos oírlo.
Es sobre una sirvienta
que trajo una familia del norte
a trabajar, era una niña.
La enceraban
los fines de semana cuando se iban al campo.
Ella se entretenía espiando los casamientos
en la iglesia de enfrente
por avenida Belgrano.
Una noche cosió un vestido
y se colgó de la araña
(¡Estalló la araña!).
Cuando la familia llegó
halló la obra:
el vestido y el cuerpo ya blanco,
a ver cuál más blanco.
Lo llamaré: lucha de clases en el cielo con diamantes.
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POQUITA FE (Zindo & Gafuri) de Robin Myers. Edición bilingüe. Traducción de Ezequiel Zaidenwerg.
(JM)
Con poquita fe, se introduce un libro atípico en la escena de la poesía actual en Argentina, de largo aliento y una particular naturaleza bilingüe, ya que You Little Faith aún no tuvo su publicación en tanto libro en inglés –la lengua madre de la autora y aquella en que fueron escritos los poemas– salvo por los pies de página de esta edición, aunque muchos de ellos vienen circulando en revistas. Siendo Myers una prolífica traductora además de poeta, este gesto que corre a la traducción de su habitual lugar secundario habla no solo de su vínculo estrecho con el campo literario argentino –y con la literatura latinoamericana en español– sino también de una concepción y una experiencia subjetivas de la traducción. A cargo de Ezequiel Zaidenwerg, quien ya había trabajado en Lo demás (Zindo & Gafuri, 2016), el primer libro de Myers en salir en español, y en Tener (Audisea Ediciones, 2017), la traducción de este libro es fruto de un diálogo y una colaboración de muchos años.
Pero el modo en que poquita fe devana alrededor de la traducción lejos está de agotarse en los datos biográficos de la autora o, por caso, del libro. Recorrer los más de ochenta poemas que lo componen es moverse por un entramado de órbitas de lo más diversas con un centro en común: la lengua –en un sentido amplio– en sus relaciones con la historia individual, familiar, de una comunidad, de un país, de la humanidad. En “Traducciones escogidas” nos encontramos con un poema conformado por versos que describen sucintamente algunas de las obras que Myers ha traducido, en un juego que resalta la proximidad entre traducción y escritura; mientras que en “El único poema que escribí en castellano”, Myers dialoga con unos versos de Héctor Viel Temperley en Hospital Británico, “voy hacia lo que menos conocí en mi vida : voy hacia mi cuerpo”, y leemos “(…) la tos de mi vecina en / las horas pequeñas, según las llaman / en el idioma que nací / bebiendo (…)”, donde el extrañamiento inherente a la poesía surge de una importación palabra por palabra de una expresión cristalizada (“horas pequeñas” por “small hours”). Muchos poemas reflexionarán sobre lo que entraña la palabra, “Los lazos de sangre son una de nuestras frases mejor hechas” (en “Notas sobre los sacrificios humanos en América del Norte”), o directamente sobre la poesía: en “Ni guerra ni tregua” leemos “odio el salto que doy hacia el lenguaje, / desde un reino que no / me gusta nada: / ¿Viste? ‘Un reino’. ”, al tiempo que en “Para una amiga que no siempre tiene ganas de vivir” nos encontramos con “Mirá / cómo junto letritas en terrones / de satisfacción aliterativa, rascando / algo para regalarte”. poquita fe amplía la noción de traducción para hacernos pensar en los puentes entre idiomas, sí, pero también entre distintos usos de una lengua, como puede ser el caso entre la lengua del opresor y la del oprimido (“Diego de Montemayor”, por ejemplo), entre registros (Myers traerá al ámbito de la poesía la fórmula de la cultura del meme “Nadie, literalmente nadie”), abismando esa búsqueda de equivalencias imposibles y a la vez innegables: “A veces oigo el río en el estruendo de la autopista” (“Notas…”), donde el lenguaje de la naturaleza se inmiscuye en el entorno urbano o, como dice a continuación el poema: “casi siempre es al revés”.
Un título en minúscula inicial y con un diminutivo. Desde el vamos, poquita fe anuncia el trabajo sobre la idea de la pequeñez, y de ahí del detalle casual, las figuras olvidadas o desconocidas de una historia, lo arbitrario, lo secundario, los insectos, las células, las semillas o el polvo, precisamente para poder apreciar, bajo la lupa de los poemas, toda su potencialidad al tiempo que saltamos entre escalas, en un ir de lo pequeño a lo más grande, y claro, emprender el camino en el sentido inverso.
SOBRE LA PEQUEÑEZ
El plancton que titila, radiante
en el bajío, el agua arremolinada
debajo de los pies como una alfombra de
terror.
El taxi que viborea a toda velocidad
por el cerro pelado, blanco fácil
para sacudírselo de encima de la tierra
con la mano.
El nene que vende un alboroto de pollitos
color pastel y que se desparraman jubilosos
afuera de las puertas de la ciudad
vieja.
El beso como piña en un portal
que me hizo
tambalear.
La fila afuera de la funeraria.
Una granada partida al
medio.
Arañuelas.
ON SMALLNESS
Plankton pinging radiant
in the shallows, then the water
wrenching itself underfoot like a dread
rug.
Taxi-van wending breakneck through the stripped
hills, easy target for finger-flicking off
the surface of the
earth.
Child selling an uproar of chicks tinted
pastels and strewing themselves ecstatic
outside the old city
gate.
Kiss like a punch in a doorway
once that sent me stumbling
back.
Queue outside the funeral
home.
A cleaved
pomegranate.
Thrips.
NO LLEGAR VIVA AL FIN
Las luciérnagas de los suburbios me sobrevivían
cada noche: la hora de dormir era una privación
de los sentidos y ellas eran puro sentido. Me pregunto
qué hará por estos días el vecinito que dejó una mancha
radiante en la vereda tras aplastar a una con su zapatilla.
Para ganarse la vida, digo; y con el cara o ceca
entre el capricho personal y la crisis planetaria
y todo eso. Aquellas noches, me manchaba
de pasto hasta que algún adulto me ordenaba renunciar al crepúsculo
y a los robles y al asfalto que se enfriaba como teflón
debajo de mis pies, y a esas silenciosas apariciones
aladas que seguían brillando horas después de que yo entrase.
A veces agarraba a un par en algún Tupper
para susurrarles cosas. Ya no me acuerdo de si vivían
o no. Yo también soy un producto de mi época.
NOT LIVING TO SEE THE END
The suburban fireflies nightly survived me:
bedtime meant sensory deprivation, and they
were all sense. The neighbor kid I witnessed
sneaker-smear one radiant across the sidewalk–
I wonder what he does these days.
For money, I mean, and for flipping heads
or tails on personal whim versus planetary
crisis and the like. Those nights, I’d stain
myself with grass until some adult directive to give up
the dusk and oaks and asphalt cooling like Teflon
underfoot and the silent winged apparitions
who flared for hours after I’d gone in. Maybe
I’d catch a couple in Tupperwares
to murmur at. I don’t remember if they lived
or died. I am another product of my times.
SI PUDIERA SABER CÓMO LLEGUÉ HASTA ACÁ
Pensé una teoría.
Era un país.
Era la espuma de la lavandina que una escoba dejó temprano en la vereda,
la hija todavía por nacer.
Era mía.
Eran flores violetas como sombras
entre las otras sombras de la plaza.
Era vergonzosa,
resplandeciente y absolutamente predecible,
zonas enteras de mi árbol genealógico que aspiraban
a ser el quid de la cuestión
o a quedarse afuera.
Era un bollo de papel en la palma de una mano.
La compré sola en la farmacia y me la tragué.
Registraba los nombres,
las mujeres perdidas,
le rocé la mano en el aeropuerto o el archivo o la heladería,
era de sangre caliente, engañosamente dueña
de sí misma.
Era el gusto a tomate del arroz y lo
que más quería, era una elección,
un accidente,
un par de argots,
fronteras desparramadas por la guerra,
un pájaro sorbiendo néctar,
el nudo apretadísimo del medallón de alguien que llevo alrededor
del cuello: no le reconocería
la cara,
permitió que viviera mi vida, es
mi vida,
se demostró a sí misma.
If I Could Know How It Was I’d Gotten Here
I had a theory.
It was a country.
It was bleach-foam broomed across the sidewalk in the morning,
a child who hasn’t yet been born.
It belonged to me.
It was purple flowers like a shadow in
the other shadows in the park.
It was shameful,
shining, and entirely predictable,
whole sectors of my ancestry aspiring
to be the crux, or get
left out.
It was paper crumpled in a palm.
I bought it at the pharmacy alone and gulped it down.
It kept the names
the women lost,
I grazed its hand at the airport or the archive or the ice-cream
shop, it was warm-blooded, deceptively self-
possessed.
It was tomato bled in rice and what
I wanted most, it was a choice,
an accident,
some slangs,
some borders strewn by war,
a nectar-feeding bird,
a fine-toothed knot in someone else’s locket chain around
my neck—I wouldn’t
know its face,
it let me live my life, it is
my life,
it proved itself.
*********
MARINERO DEL CIELO Y DE LA TIERRA (Griselda García Editora, 2023) de Marina Serrano.
(LV)
También Marina Serrano (n. 1973, Quequén) es considerada una de las poetas más destacadas de su generación. Este Marinero del cielo y de la tierra es un libro extraño, al menos en las primeras lecturas. Una serie que se repite: primero un texto en prosa, con título coreano, y luego un poema en verso, con título castellano. Ambos títulos, según veo en el Google Translate, son traducción uno del otro. La relación entre ambos textos es fluctuante, pero no pocas veces se iluminan mutuamente. De las primeras lecturas queda el deseo de ir metiéndose más en este libro extraño, repito, donde aparecen delineadas una relación amorosa, las artes marciales, el amor por la literatura y varias cosas más. Comparto el último poema del libro:
LA FLOR DE LA MAGNOLIA ES UN GRAN CUENCO DE PRIMAVERA
Extraño la metódica forma de ordenar los ejercicios,
la justificación mecánica de cada movimiento,
que lucháramos a diario,
las discusiones eternas,
que, de vez en cuando, me dijeras: es así,
siempre fue así.
Una noche, frente a una pecera repleta de tiburones
hablamos de peleas, de técnicas,
estremecidos por pequeños detalles, ángulos, combinaciones
¿de qué estamos hablando?
¿De qué habíamos estado hablando
una noche entera?
Hablamos de amor, siempre estamos hablando
de amor, me dijo.
Siguió mi entrega, mi lealtad
y ahora, que la muerte nos ha separado
puedo ver, en realidad, la muerte.
**********
POEMAS ESENCIALES DE PEDRO SALINAS (Salvat, 2024).
Se trata de un nuevo libro de la colección “Poemas esenciales”, que la editorial Salvat vende en los kioscos de diarios: “Una cuidada selección que reúne a los más grandes poetas desde la Antigua Grecia hasta el Siglo XXI”. Las ediciones son excelentes: en la calidad del papel, la disposición de los poemas en la página, el arco que buscan trazar sobre la obra de cada autor, etc. Una oportunidad inmejorable para conocer o releer al español Pedro Salinas (1891-1951), uno de los que mejor escribió sobre amar a una mujer durante el siglo XX.
Compartimos dos poemas:
LO QUE ERES
Lo que eres
me distrae de lo que dices.
Lanzas palabras veloces,
empavesadas de risas,
invitándome
a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.
Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
no sé en qué, y se te dispara
a buscarlo ya tu alma
afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.
Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
de los fines y los términos.
En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.
PERDÓNAME POR IR ASÍ BUSCÁNDONTE
Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en lo alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eras.
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POESÍA COMPLETA (Colihue Clásica, 2023) de Jorge Manrique. Edición, notas e introducción de Javier Roberto González.
(AC)
Un libro excelente, que mediante la introducción general, las notas a los versos y los apéndices, enmarca admirablemente (con erudición siempre menos libresca que inteligentemente curiosa), una de las grandes obras poéticas del castellano: la de Jorge Manrique. Copio como mínima muestra la nota de Javier Roberto González al comenzar la célebre tirada de los versos 181 y siguientes: ¿Qué se hizo del rey Don Juan…?, etcétera…: “Comienza aquí una serie de siete estrofas en las que Manrique ha de explotar otro de los tópicos de la muerte, estrechamente ligado al anterior del de casibus o las caídas de los poderosos, cual es el denominado ubi sunt, «dónde están»; el motivo adquiere la forma de un serie de preguntas anafóricas que con insistencia demandan dónde están –o, con las variantes del caso, qué se hicieron, qué fue de ellos, dónde los buscaremos, etc.– aquellos encumbrados reyes, príncipes o dignatarios, poderosos de antaño, de los cuales no queda rastro alguno tras su caída o desaparición física. Para la trayectoria del tópico, vid. los estudios de Salinas (Jorge Manrique, 160-179), Krause («Jorge Manrique y el culto de la muerte», 7-60=, y Morreale («Apuntes», 471-519). El rey Don Juan que encabeza el elenco de los poderosos, es Juan II de Castilla, cuyo largo reinado de 1406 a 1454 constituyó una época de esplendor cultural, artístico y caballeresco cortés, que el poeta se complace en evocar con entusiasmo en los versos siguientes, y que coincidió con el de su propia niñez y adolescencia.”
Y recordamos aquí, una vez más, las célebres tres primeras de las “Coplas a la muerte de su padre”:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
mas que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir,
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
(…)
*********
POESÍA JUVENIL (1995-2011) (Barnacle, 2024) de Pablo Seguí.
(AC)
Una alegría, esta recopilación de los primeros libros de uno de los poetas que tiene la Argentina. Conocí la poesía de Pablo Seguí (n. 1973, Córdoba) hace varios años precisamente con la publicación del libro que cierra esta recopilación: Naturaleza muerta (2011), y he leído desde entonces con mucho placer sus sucesivos libros: Otro verano y este (2017), Animal de bien (2018), Noción de ritmo (2019), Lizard y otros poemas (2020) y Babía y otros poemas (2021), La internación (2022), Remy LaCroix y otros poemas (2023). Lo mejor de la poesía que está escribiendo Seguí es, obviamente, su autenticidad, su verdad humilde, real, y es un gusto ver cómo esa voz auténtica fue generándose en el recorrido de sus primeros libros.
Comparto dos poemas:
MURO DE LUZ TUS OJOS SIN DIAMANTE
Muro de luz tus ojos sin diamante
y tu melancolía sin sosiego;
ciego quedé de tu mirada antigua,
dolido como un alma, desasido.
Puso tu mano en mí caricias breves
para después quitarlas y me heriste;
recompensaste tu primer impulso
con losas de dolor, hermosa y grave.
Y abandonó tu faz mi contextura
para buscar otro temor oscuro
dejándome en un patio de violetas;
y caminé por los senderos lisos
que todo amor de ciegos inaugura;
y habito tu recuerdo, enamorado.
PASEO SOBREMONTE
Dos nenas en la fuente
vacía. Corretean,
se ríen, saltan. La
familia (la señora,
el diligente padre)
las llama, las conmina
a no hacer tanta bulla.
Sentado, anestesiado
por los mil cigarrillos
–¡quién me rescataría!–,
espero a que la espera
me deshaga, me anule:
la plaza, apaciguada,
y yo, caduco, vil.