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La felicidad polifónica – Música y justicia en el ...

La felicidad polifónica – Música y justicia en el Paraíso dantesco

por Claudia Fernández Speier[1]

 

1. MÚSICA EN EL CAMINO DE LA SALVACIÓN

Como advierte todo lector de la Comedia, la música es parte del reino de la salvación. Los alaridos, insultos e imprecaciones de los condenados, típicos sonidos del Infierno, son reemplazados por el canto apenas Dante vuelve a ver la luz. Recién comenzado el Purgatorio, un episodio conmovedor advierte acerca de los complejos valores de la música en la vida humana. Las almas que acaban de llegar a la isla entonan un himno de libertad –el Salmo 113–, claramente justificado por su nueva condición, dulzura merecida y estímulo necesario para emprender la penitencia. Entre los espíritus que bajan a la playa está Casella, músico que, según nos dicen los comentadores antiguos de la Comedia, solía cantar poemas de Dante mismo. El peregrino le pide entonces que le cante una canción de amor, de aquellas que calmaban sus penas en el mundo, para aliviar las que trae del Infierno:

 

Y yo: “Si nueva ley no te ha quitado
la memoria de aquel canto de amor
que todos mis dolores aquietaba,

te ruego que con él algo consueles
al alma mía, que junto a su cuerpo
al venir hasta acá ha sufrido tanto.”
(Pg II, 106-111)

 

        Casella empieza entonces a cantar Amor che ne la mente mi ragiona, poema que Dante había incluido en el Convivio, y todos quedan arrobados, olvidando el deber de purgarse. Todos: los espíritus recién llegados, Dante, el mismo Virgilio, maestro irreprochable. La escena placentera se interrumpe de golpe: Catón, el “guardián” del Purgatorio, recrimina duramente el reposo prematuro de quienes aun deben liberarse de la escoria para ver a Dios. Así, suspendido entre dos músicas, Dante emprende la ascensión detrás de su guía, y el lector intuye que el valor sacro del himno coral se opone al alivio autocomplaciente de un canto individual: tratándose además de un texto del propio Dante, era posible causa de vanidad, alivio sensual que en el mundo, en la voz del amigo, colmaba el deseo impidiendo una elevación superior.

        Recién en el Paraíso, después del largo camino purgatorial escandido por cantos de aliento y penitencia, la música se ofrece como inefable goce al goce inefable de los salvados.

 

2. LA DULCE MÚSICA DEL PLAN DIVINO

Dante tuvo una vida muy dura: sufrió un largo exilio inmerecido, en el que debió huir de un sitio a otro, temiendo y mendigando, con el anhelo siempre vivo y jamás cumplido de volver a Florencia.

        En la Comedia aparece más de una vez el contraste entre su desdicha en el mundo y la felicidad eterna a la que está destinado. No se trata de un contraste casual, puesto que el exilio y la salvación tienen la misma causa: es por su integridad ética que en un mundo corrupto e inmoral Dante es echado de la patria que intenta defender, y es por su misma integridad que la justicia divina lo premiará en la verdadera patria de todos los hombres. En su viaje al más allá, el peregrino recibe, junto a la profecía del dolor que lo espera cuando vuelva al mundo, el consuelo de su paz celestial: en el encuentro con Brunetto Latini, narrado en el canto XV del Infierno, Dante une por primera vez la noticia de su bondad –y su salvación– con la del exilio. Brunetto le anuncia que el pueblo florentino, ingrato y malicioso, lo desterrará precisamente por su probidad: por tu obrar bien se hará enemigo tuyo (Inf XV, 64).

        Ya en el Paraíso, Dante recibirá de su antepasado Cacciaguida los detalles del mal que lo espera en la tierra, a través de una metáfora musical que ha causado perplejidad en muchos lectores. Dante sabe que él, como todos los salvados, ve en Dios el futuro que le depara la suerte; y Cacciaguida confirma:

 

Desde allí, como llega hasta el oído
dulce armonía de órgano, a la vista
me llega el tiempo que se te prepara.

(Par XVII 43-45)

 

        Varios comentadores del poema consideran poco adecuado el símil de la dulce armonía de órgano para referirse al futuro amargo del exilio del Dante personaje. Mi fe en la perfección del poema me empuja en cambio a preguntarme acerca del sentido de esa figura. ¿Por qué antes de anunciarle a Dante un mal que lo herirá con flechas de nostalgia, humillación y desconsuelo, Cacciaguida percibe ese mal como música? En un libro donde –como observa Borges– todo está justificado, ¿qué vínculo se sugiere entre una armonía dulce y un destino tremendo e inmerecido?

 

(…)

 

[1] La presente entrada es un fragmento del artículo que se publicó en las páginas 7 a 16 del numero impreso Hablar de Poesía #41 (Agosto 2020).

Claudia Fernández Speier es Doctora en Letras y especialista en Dante. Trabaja como docente en la Universidad de Buenos Aires, en el Instituto Superior Joaquín V. González y en el Instituto Italiano de Cultura, donde hace varios años dicta la Lectura Dantis en italiano. Se espera con gran expectativa su traducción de la Comedia, que será publicada en breve.


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