LUZ DE INVIERNO (Vera Cartonera, 2020) de Carlos Battilana.
Luz de invierno reúne un haz de poemas de varios libros de Carlos Battilana, a los que suma dos inéditos (“Lecciones de botánica” y “Nocturno”) con la promesa fulgurante de un libro que vendrá para alojarlos.
En Luz de invierno, la naturaleza no traza un límite. Se la visualiza y desmenuza, sí, imagen a imagen. Pero si bien a veces se la observa, digamos, desde afuera, otras veces se la encarna, se la contiene (“Hay un bosque helado / dentro de mi pecho”, así comienza el primer poema de la selección), e incluso se abre un claro para la metamorfosis (“hasta volverme burbuja & charquito / un poco de agua / en el agua”).
La voz lírica es parca, pero paciente, su certeza del presente le permite captar, con obstinación, aquello que la rodea, “una belleza pobre”, levantar “con pocas migajas / las posibilidades del día”, “recib[ir] el deterioro”. Y donde hay pobreza, restos y escasez, igual todo se multiplica y los hijos aparecen siempre como otra de las formas de la abundancia, en una mirada que se deposita en lo ínfimo. Expuestas las partes de esa naturaleza interna y externa, por separado, el resultado es franco y armonioso. Nosotros (yo) quedamos entre el sosiego y la melancolía.
El libro se puede descargar gratuitamente en la página de la UNL
Pero también adquirir en papel (porque es un libro para tener en papel).
EL VIENTO
Toco con mano indeleble
lo escaso de la materia.
En mi habitación
retiro a mis hijos, los abrazo,
les recuerdo
con palabras pequeñas
que el viento
es indestructible.
Brilloso como un témpano
el día
persiste
aquí, allí. Sin cansancio
recibo el deterioro
como una forma de avance.
EN ESTE…
En este
tiempo
escaso con que cuento
alejado del origen
miro la lluvia
el sauce
sus ramas eléctricas
y remojo con agua
con sangre
aquello
que se ha vuelto
pulida narración
pero que aún
cuenta
con algunos huecos
de donde
extraer
el segundo, los minutos,
estas horas que aquí
están
me rodean.
Si pudiera
acostar
el cuerpo
bajo el agua
haría
que las estrías y los borbotones
arrasaran el barro
el polvo acumulado por años
y disolvieran
el lenguaje
antiguo
las viejas palabras
hasta volverme burbuja
charquito
un poco de agua
en el agua.
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PEDIR UN DESEO, PRENDERLE FUEGO. POESÍA CONTEMPORÁNEA DE MUJERES LATINOAMERICANAS (Ediciones Continente, 2020) de A.A.V.V. -compiladora Elizabeth Maia Graviotto.
Se trata de una antología que reúne a 20 poetas latinoamericanas de 20 países diferentes, nacidas entre 1982 y 1997. Una excelente oportunidad para conocer un poco de la escritura joven latinoamericana.
Compartimos tres poemas:
(CAMILA ASSAD — BRASIL)
MI COMPAÑERO O “ALGUNOS TIPOS DE HOMBRES QUE SE DEBEN EVITAR”
I
Mi compañero se llama José Lasagna.
Tiene voz fina y tatuajes de marinero
aunque nunca haya visto el mar.
Batalla para sostener nuestra casa de palafito
y los ocho hijos que jamás tendremos.
Mi abuelita dice que el problema son sus dientes chuecos.
II
Mi compañero tiene un cuerpo sano
de pescar peces con las manos en Barra de Lagoa.
Habla con acento azoreano y cuando sonríe
pierde la compostura que casi le pertenece.
Usa bermudas de jeans rasgadas y tiene pie de atleta.
Cree en Jesucristo y nombró su barquito como María Magdalena.
III
Mi compañero es aviador y ni por eso
usa lentes Ray-Ban de Paraguay.
Escucha música sertaneja y sueña abrir una
microempresa de comida para perros en Nicaragua.
Cuando viaja me trae perfumes del Duty Free
para disfrazar los perfumes de otras
muchachas que colecciona por el mundo.
No me importa, el único problema es que se le olvida
que soy alérgica a los aromas cítricos.
IV
Mi compañero es abogado
recibido con excelentes calificaciones.
Pide ser llamado doctor
y le obedezco, doctor, que así sea.
Mira videos de youtubers juveniles
y tiene solo un libro donde esconde el arma
descargada, herencia familiar.
Mi compañero piensa que exagero
en pedirle pantomimas en el rancho.
El doctor tiene razón, entonces acepta este iPhone 5S, dice la abuela.
V
Mi compañero tiene olor a pan fresco
aunque trabaje en una llantera.
Usa tenis Rebook estilo vintage,
pero le gustaría tener un cohete para llegar a la luna.
Cuando estoy triste me dice que es la menstruación.
Dice eso cerca de ocho veces al mes.
Cría tres perros con nombres de estados norteamericanos:
Maine, Carolina y Filadelfia.
Recojo las heces en el patio de cemento.
Mi abuelita me pide que entienda, por caridad.
Ve bien, es así cariño, pero caridad.
VI
Mi compañero mira películas dobladas
y dice que la lengua inglesa es cosa de burgués.
Escondo mis libritos de sonetos
como si estuviéramos en la dictadura.
Él está intentando tener un huerto casero
y una bicicleta eléctrica para ayudar al medio ambiente.
A veces finge que no nota cuando lloro,
pero la mayoría de las veces no nota realmente.
Firma la Carta Capital
y pintó nuestra residencia de rojo-Gabriela.
Mi nombre es Camila, pero abuelita dice que es parecido.
VII
Mi compañero duerme todo el día, pues es poeta.
Soñaba con ser músico, pero la guitarra tiene muchas cuerdas
y se enroscaron en sus deseos.
Pide que le sirva el desayuno a las seis de la tarde
y el lunch puntualmente a las once horas,
cuando se prepara para el sambinha en la Lapa.
Me dice que aguante firme en mi chamba
de masturbadora de patos esquizofrénicos
en el zoológico municipal
que cuanto se vuelva conocido
compra mi libertad.
Mi abuelita me interroga: ¿qué son tres años más
para quien ya esperó veintisiete?
VIII
Mi pareja es sobrino del dueño
de una empresa fantasma que emplea a menores
incapaces de sucumbir al tráfico
porque viven muy lejos de los barrios bajos.
Dice que me llevará a París,
y que hay una torre más grande que aquella M de McDonalds
donde merendamos en nuestro aniversario de boda.
Lleva una chaqueta rota y un maletín de cuero sintético,
que le prestó su primo que falleció en un accidente de auto.
La abuelita dice que es un prestigio.
I have always dreamed about Paris.
IX
Mi compañero es barón de Pindaíba
en un país no monárquico.
Lleva un sombrero de liebre y
un reloj a cuerda que se detuvo hace unas décadas.
Me azota todos los días a las nueve y media
durante el segundo descanso de la telenovela.
Y la abuela dice que este es un hombre.
Debo usar mi mejor bata todos los días
y servirlo con una buena mamada, perdón, banquete.
(Traducción del original en portugés por Sergio Ernesto Ríos)
(DANIELA GAITÁN (1993) — COLOMBIA)
…GUARDÉ LAS HEBRAS QUE PARECIERON MÍAS…
guardé las hebras que parecieron mías
hasta cubrir los ojos y la tristeza
con más
irremediable tristeza
temí y amé en el orden que lo hacen
los animales asustados
mientras huyen
el tiempo fue importante porque deseé
morir pronto
conocí a un animal al cual hablé lo suficiente
el tiempo hace que las cosas que
dices sean
urgentes
el tiempo no es una construcción inútil
estabas
equivocada
el tiempo hace que temas y ames en
el orden de
la angustia
con dolor de pecho siempre vivo
y que los hombres buenos parezcan
más buenos
porque ensartan anillos
que brillan como lagrimales
y que la mujer
sea el animal que huye de ella misma
(ALEJANDRA SEQUEIRA (1982) — NICARAGUA)
…MADRE HEMOS VIVIDO TANTO Y NO SABEMOS NADA…
I
Madre hemos vivido tanto y no sabemos nada.
¿Debe confiar en la erudición de la vida?
Esa erudición hecha de ciclos, de principios y cierres,
de duelos que se aceptan y se rechazan.
Madre ¿por qué estamos conduciendo a 80 km/h en la carretera para ver morir a la abuela?
Hace seis meses estaba modestamente viva
pero hoy todos hacen cuentas y listados: flores, ataúd, mausoleo, coche fúnebre.
¿Qué siente el abuelo?
¿Por qué hay tanto que no se dice entre nosotras?
Madre, vamos a vernos en los ojos de la muerte esta tarde
y sin embargo
insistimos en ejercer este silencio
entre vos y yo
en tiempo presente el mismo silencio
entre vos y mi abuela en tiempo pasado.
II
Llegamos. Ahora ha comenzado,
el verdadero espectáculo de la muerte. La piel se crispa.
Mi abuela es el centro
todo
gira a su alrededor.
En la habitación, sobre la cama, su cabello crece
sus uñas crecen.
Sabemos que está viva pero no como nosotras.
Mi abuela es el centro, nos escuchan sus oídos
como nosotras escuchamos su respiración
pero el sol de las seis de la tarde ya no enciende sus pupilas.
Mi abuela no puede ver el solo como lo vimos nosotras cayendo sobre la iglesia Laborío
hace un par de minutos.
Mi abuela es como sedimento sobre la cama.
Sabemos que está viva pero no como nosotras.
III
6:03 pm. Ella lucha, Nosotras también luchamos. Estamos muriendo pero no como ella muere.
Madre, ¿todavía nos recuerda?
Madre, ¿nos perdonará haber reclamado tanto tiempo su presencia?
Seis meses de imponer nuestra voluntad
sobre su derecho a permitirse morir.
Madre, despierta, es hora de ir al cementerio.
Afuera llueve como un cliché
que hubiera buscado adrede en el poema.
Pero este no es un poema es un duelo:
quien intenta suicidarse muere
quien está en riesgo de muerte no se salva a último minuto.
Madre, hemos vivido tanto y no sabemos nada.
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CUANDO LA MUERTE SORPRENDIÓ A FASSBINDER (Tanta Ceniza, 2020) de Carina Sedevich.
Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder está hecho de poemas breves, pero no hay que dejarse engañar a primera vista: están concentrados al máximo, pero son pródigos en su economía, invitan a leer y releer siempre con nuevos ojos y también a mirar transcurrir como en el cine. Dejamos aquí un fragmento de la presentación del libro, a cargo de Eleonora González Capria, y una breve selección de poemas.
“Me gustaría decir que son fotogramas estos pequeños poemas rectangulares que van dibujando un movimiento a medida que se pasan las páginas. Pero en realidad más bien son escenas que componen secuencias unidas por algún medio de montaje, para expresar lo mismo que dije antes pero en el lenguaje del cine.
Sin embargo, a pesar de que asociamos el cine con la imagen en acción, la mirada en el libro es más bien sinestésica. Es cierto que se oyen grillos, al menos en un par de poemas, protagonistas asiduos de la poética bucólica, tradicional. Pero en estos poemas los sonidos tienen colores. El sonido puede ser espeso y gris, complejo como el mar, el ruido puede ser blanco incluso. Creo que la clave igual está en el siguiente verso, que habla de Kárhozat: “Cada película del húngaro es una caja de música”. Y los poemas también funcionan así, a oído.
Y no es de extrañar, si pensamos que este es un libro que dialoga con un arte audiovisual. Acá donde solo disponemos de la imagen o del sonido, según lo que entendamos por poesía, la autora restaura imágenes sonoras. Para hablar del sonido y hacernos conscientes del ritmo en la lectura, también se tematiza el silencio, aunque no se explore, por ejemplo, el cine mudo. Y las voces de los poetas invocados, como Kaminsky, que quedó sordo a los 4 años, afirman que el silencio es eso que inventaron los que escuchan”.
TO MY BROTHER LEO
Hermano, cómo pasan los días. Le contabas por teléfono
acerca del calor aquí en el sur a tu amigo de New York.
El sol, seis minutos más tarde que la mañana en que llegaste,
asoma y quema. Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder, lo hizo
dentro de su casa. Pero su hogar fueron sus películas. Creía
que rodar sobre un tema absoluto, sin final, era la única
manera decente de vivir. El sol saldrá mañana siete
minutos más tarde. En el lugar en que estés habrá un refugio.
A TORINÓI LÓ
Comía manteca antes de la anorexia.
Desde entonces recuerdo la manteca.
°
—Dijo Béla Tarr que las historias
nos hacen creer que pasan cosas,
pero el tiempo es lo único que pasa.—
[MI VECINO ESTÁ DESNUDO…]
Mi vecino está desnudo y come, al otro lado
del patio, en su cocina. Es alto y joven.
Llega el perfume de la manteca blanda
sobre la miga de la tostada tibia.
Mientras la piedra de los astros muta,
como el lecho de un río se deslava la noche.
JOSÉ WATANABE
Como en un campo helado corre el ruido de la noche.
Pocas figuras dispersas en un tiempo plástico, que
se extiende como por reacciones químicas. Un
silencio apenas salpicado. Preferiría, como el
haijin, no tener que escribirlo. Pero estoy sola.
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KATANA 2 / OCTUBRE – DICIEMBRE 2020 de Carlos Rey, Mariano Shifman, Pablo Porro y Pablo Seguí (y colaboradores varios).
Segundo número de la nueva revista de poesía virtual, de periodicidad trimestral. El nuevo número trae, entre otras cosas: una combativa editorial que, al igual que la del primer número, rescataba el sentido de la poesía aun su lugar alguno en el panorama cultural aparezca muy devaluado, versiones del Cesare Pavese por Pablo Ingberg; poemas de Diego Brando, Lucrecia Romera, Inés Pereira, Carlos Rey, Pablo Seguí y Pablo Porro; poemas y entrevista a la poeta cordobesa Carina Sedevich; un ensayo que gira muy libremente alrededor de Borges, de Alejandro Bekes; y una selección de libros recientes de poetas jóvenes del Tucumán.
Aca puede descargársela y leérsela de manera totalmente gratuita
Y compartimos uno de los poemas más célebres de Pavese, en italiano y en la versión de Pablo Ingberg:
VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos–
Esta muerte que nos acompaña
de la mañana hasta la noche, insomne,
sorda, como un remordimiento viejo
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola hacia vos te inclinás
en el espejo. Ah querida esperanza,
ese día sabremos incluso nosotros
que sos la vida y sos la nada.
Para todos tiene una mirada la muerte.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
resurgir un rostro muerto,
como escuchar labios cerrados.
Bajaremos al remolino mudos.
VERRÀ LA MORTE E AVRÀ I TUOI OCCHI
Verrà la morte e avrà i tuoi occhi–
questa morte che ci accompagna
dal mattino alla sera, insonne,
sorda, come un vecchio rimorso
o un vizio assurdo. I tuoi occhi
saranno una vana parola,
un grido taciuto, un silenzio.
Cosí li vedi ogni mattina
quando su te sola ti pieghi
nello specchio. O cara speranza,
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei il nulla.
Per tutti la morte ha uno sguardo.
Verrà la morte e avrà i tuoi occhi
Sarà come smettere un vizio,
come vedere nello specchio
riemergere un viso morto,
come ascoltare un labbro chiuso.
Scenderemo nel gorgo muti.
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SER DESIERTO (añosluz, 2020) de Inés Rando.
En la contratapa de Ser desierto, Gabriela Clara Pignataro y Dolo Trenzadora señalan y repiten las palabras “recuerdo”, “pasado”. Quizás porque este libro de Inés Rando, su segundo, comienza precisamente rememorando un objeto concreto pero palpable solo en la memoria: la caja de botones de la abuela.
La voz lírica va, como dice en “Botones”, ese poema de apertura: “En busca de pedacitos del pasado”, para seguir explicando a continuación: “Quería decirte / que vine a refugiarme / entre ropa vieja y costureros y botones ajenos”. Pero esos objetos se revelan como correlatos de un espacio que no consuela. Porque con los recuerdos, con los elementos del pasado ajenos o propios, está la dislocación: la abuela que declara cuál es su nieta preferida (la otra, la hermana), los tiempos y las realidades que no coinciden, que desencuentran (como en ese sueño de “1 de enero” o esa fiesta con “el pelo lleno de trencitas / salida en de los noventa en los dos mil”).
La impresión es de una foto que salió movida. Donde debiera haber algo aparece otra cosa: la persona vicaria (“Soy la susituta / la nicotina del parche”), los objetos fuera de lugar (“y al abrir la cartera / en la resaca de la mañana siguiente / encuentro / una tarjeta de presentación de alguien / un sándwich a medio masticar”), el rostro doble (“Esta sonrisa / que llevo como máscara / para todos”).Quizás todo sea más bien sobre el salto que hay que dar entre aquel punto y este para llegar a otra parte, o en otras palabras, entre eso que pasó y eso que quedó para dar con eso que vendrá y la solución esté en estas otras líneas, que abren una de las secciones del libro: “todo lo que me queda / tiene que ver con vos / y pienso destruirlo”. Arrasar, entonces, y dejar solo desierto.
Aquí dos poemas:
YERMA
No tengo vientos ni ríos escondidos
solo una sequía interminable
profunda un terreno árido y estéril
donde acunan algunos versos.
Yerta
yerma
infructuosa
seca.
No tengo lluvias ni nubes
solo una palabra hecha de polvo
un vientre piano y resquebrajado
un sueño de caimanes y desierto
la soledad trasciende
la falta de compañía.
SER DESIERTO
Los granos de arena se acomodan a capricho
y el paisaje parece diferente pero siempre árido
quisiera ser un tigre y cambiar mi pelaje
o ser desierto
ser arena blanda
que cambia con cada rumbo del viento
ser siempre paisaje amarillo
que no ofrece nada
excepto por la sed
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MONOIMI (añosluz, 2020) de Leandro Diego.
Es como dice Ismael Origlia: “Monoimi no tiene morada. Hurga en casas ajenas y se lleva algo como de prestado para tramar otro formato, uno sin nicho en el anaquel”.
Porque si en el primer poema se nos promete un paisaje del Lejano Oeste, un desierto con sus navajas de afeitar y carteles que rechinan al viento, en el segundo miramos desde abajo un puente de la Panamericana y pensamos en calentarnos las manos en un tacho de lata, y de pronto el ruido ya no es de un cartel de western, sino de las moscas y el fuego que hace arder los restos que dan calor.
El “blend”, la fusión, no se oculta: en el tercer poema, más bien, ya se declara, así con ese mismo nombre. Esa es al menos una de las operaciones de Leandro Diego en Monoimi, donde las cosas no son lo que parecen y las “manzanas salpican jugo / —de uvas, de peras / de limones—”, donde figuran Bagley y Shell, pero también hay lugar para la reflexión reiterada sobre el acto de escritura en un cuaderno Moleskin acompañada de líneas narrativas con personajes que aparecen y reaparecen en las páginas.
En Monoimi, sin duda, la materia tradicional, convencionalmente poética, se funde sin jerarquías con eslóganes de yerbas y alfajores y petroleras que cantamos mentalmente mientras leemos. Sí, una que sepamos todos: “Taragüi / es el sabor / que no cambia”.
#1
si botas tejanas desierto:
guitarra con slide
bomba de agua navaja:
rugido férreo
torso desnudo espuma:
hombre nórdico
rechina el cartel balanceándose
sobre un aljibe vacío
#5
pistolas,
arcanas,
eyaculan fuel a chorros
y un coro,
bíblico,
dispone clímax afable:
porque en Shell
usted puede
confiar
#12
el big bang
la violencia de los cuerpos
las analectas de la especie fluyendo por las venas
una realidad fractal
que se multiplica en el error del tiempo:
la nada llama, convoca
y por intrépida que sea la acequia humana
cada mañana se la deja
ahí
en esa forma ausente
que queda en la cama sin hacer
#25
las nuevas enfermedades las descubren los muertos:
los médicos las identifican
las nombran
las catalogan y las curan, sí
pero cuando ya murieron varios
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DE QUÉ SE TRATA EL OTOÑO EN MI VENTANA (modesto rimba, 2020) de Celina Feuerstein.
Hay continuidades entre De qué se trata el otoño en mi ventana y La casa vacía (Caleta Olivia, 2017) de Celina Feuerstein, pero como si esta vez, la voz lírica mirara a través de un cristal, a veces ligeramente empañado o cubierto de una fina capa de polvo. No obstante sigue ahí lo que habita la casa y la mente, como presencia física o fantasmal,. Avanza en procesión el desfile de lo familiar, aunque ahora se pueda ver a la distancia, a varios pasos del duelo.
Las mediaciones del cristal aparecen en forma de recuerdos y de sueños, “de película triste en blanco y negro”, de “foto [con] un aire de actriz de Hollywood”, lentes que transfiguran la memoria en el proceso de recuperación.
Y también está la otra mediación, la de la lengua, que está en amenaza constante, como ese temor que nos acecha (o quizás generalizo) a quienes escribimos: el temor a perder la palabra, aquí encarnado en los tumores que avanzan sobre la letra y la voz, que corroen la identidad o la multiplican.
Y ahí está la pregunta central del libro, quiero decir: “¿nos salva la memoria?”. La respuesta es el libro mismo.
[SOÑÉ CON VOS MAMÁ…]
soñé con vos mamá
solo recuerdo que mirabas para arriba
hacia una luz que brotaba
del techo
no parecías inquieta
no mostrabas el gesto de quien piensa
o duda o teme o tiene frío
no sé cómo explicarte
tampoco yo pensaba
ni sentía tiritar mi cuerpo
parada en camisón
en un pasillo o un cuarto
yo
como vos a la luz
te miraba
y así estábamos las dos
los ojos abiertos
en ese embrujo
quietas
[CUANDO A MI MADRE…]
cuando a mi madre le sacaron el tumor se convirtió en un pájaro
aunque estuviese quieta y su cuerpo entumecido
algo ligero volaba en ella
y los recuerdos desordenados picoteaban
de aquí para allá posándose
en mi cabeza en mis piernas en mi espalda
dando saltitos
¿te acordás mamá de cuando me contabas
de aquel primer novio enamorado que se ofendió
porque no lo querías?
¿y de los desplantes que le hiciste a mi papá
y el miedo que te dio cuando enojado
se fue de aquella fiesta?
¿te acordás de cómo te cargaba yo
“con el tumor te extirparon el odio y ahora me querés”, te decía
y vos riendo contestabas “siempre te quise, siempre te quise”?
cuando a mi madre le sacaron el tumor
su lóbulo frontal quedó más libre
y un haz de luz se abrió entre su frente y el mundo
una luz donde una niñita jugaba con mariposas, o con conejo, o
con vaquitas
de San Antonio
cuando le sacaron el tumor rni madre se convirtió en un pez
y nadaba sin rumbo flotaba en un río amarronado
o en un mar a cielo abierto
nadaba y nadaba
cuando le sacaron el tumor mi madre no podía llorar
hacía muecas movía los labios los músculos
de la cara
así la recuerdo el día en que murió papa
cuando le sacaron el tumor me perdí en su desconcierto
y me dejé llevar
creyendo en ese viento que nos sacudía y que a veces
nos encontraba juntas
sonriendo
cuando le sacaron el tumor me pregunté por esa depresión
que tanto tiempo golpeó el alma cansada
de mi madre
¿era esa bola mamá la que te hundió por años
la que te puso triste y se llevó tu risa?
cuando le sacaron el tumor me pregunté por la verdad de las almas
aunque para mí ella fue la de después y la de antes
todas mi madre querida
toda mis madres
**********
BIOSFERA DEL AMATEUR (Camelot, 2020) de Pablo Queralt.
Como señala León Félix Batista en el prólogo al libro: “Aquí, en la Biosfera del amateur parecería, en principio, que se trata de crear la sanción –o recensión– de sonidos que se buscan que se pierden fuera de la línea de tiro y que podrían provenir desde cualquier persona (del verbo). No se sabe: los primeros renglones van describiendo un yo como tratando de ubicarse en un nosotros denso, impenetrable, una membrana óntica: “Nos levantamos temprano jugando con los ojos para encontrar el amor. / Y era un sueño lo que yo soñaba un disfraz /enredado en mi crecida”. Hasta que asciende, ‘sale’ a superficie, varias páginas después, por el desbordamiento, aumento de masa léxica, crecida. Y para ello crea una ventana, porque las puertas no son confiables: se cruzan o no se cruzan, dice el poeta. Aficionado a ser, amateur de su biosfera, el sujeto dicente de este libro ha salido a su noche anulando su relato. Y comienza a recordar, porque ese es el latido del corazón que olvida la dirección que va tomando. Late de nuevo, se expande en latitud”. Compartimos extractos de su libro:
*
las madrecitas se santiguaban y pedían
por nosotros y allá las veíamos desde el barco
en su vaivén parecían haber estado desde siempre
en ese azur empecé a bracear en ese mar oscuro
cuando se te tapa y no se ve ni ahí y seguí
anaranjado bailando al compás
del tamboril sin saber cuánto era verdad cuánto
era mentira en ese vapor
*
Hice mi propio guion de la felicidad y después
quede chupando semillas como un pajarito sobre
la calabaza girando girando
y allí nunca estuve más cerca de la caricia
de esa felicidad harinosa espoleando
su lapislázuli y sus gotitas ágatas de turbillón
ahora que la luz escasea
en ese gris
*
Están los minúsculos días con sus infinitos
abismos la casita con su blanca noche
su blanca desnudez sus infinitas líneas números
esquinas uno al lado del otro
en la niebla estamos en la puerta de casa
desaparecidos y emergiendo de esa muralla
de cielo en ese somos como somos
***********
EL VIENTRE DEL LOBO (Tanta Ceniza, 2020) de Melisa Mauriño.
Hay pelos en el lobo, pero no en la lengua. Así nos recibe el libro de Melisa Mauriño. Pero no se trata de lo indecible, se trata de lo que no deberíamos decir.
Como señala Paula Jiménez España en la contratapa: “Para advertir a las niñas sobre el peligro letal que acecha en lo desconocido, su propia familia se vuelve transmisora del horror, construyendo con su interdicción el deseo”.
El intertexto del que el El vientre del lobo abreva para plantear su universo es el cuento infantil y el cuento como forma (su subtítulo es “Un cuento oscuro” y, sin duda, se despliegan líneas narrativas en los poemas), pero Caperucita Roja no fue infantil en su concepción, sino una adaptación o apropiación para lo infantil. (¿Y qué será esa cosa elusiva, lo infantil?). Así, el libro desanda el camino del bosque, vuelve a darle a Caperucita la incertidumbre, le quita la moraleja, desarma lo aleccionador.
Se lee en los versos de “El filo de mi sombra quiebra el espejo”: “Tienen forma de fresa esos platitos / parecen pechos, crecen / en el reflejo como un enigma / espontáneo, sin origen aparente”. Y quizás lo que no se deba contar es el pasaje a la adultez, el cuerpo de niña que el espejo ya no refleja, la imagen de una sombra que se ha transfigurado en lobo, pero que solo puede formular en las metáforas de un mundo infantil a falta de otras palabras que no han sabido darle.
MAMÁ NO ESTÁ
me dejó sola al borde
del agua.
Giro como un pez-niña
no son parásitos internos, adentro
crece un mundo impenetrable
ambiguo sensual, no importa
qué pueda pasarle al cuerpo que traigo
a partir de ahora.
La picazón del sol trepa
la curva del muslo que reluce
entre las horas caídas encima
es verano.
Me quedo quieta
o me muevo como el agua
para los ojos no vistos
detrás de la nuca o las cortinas
el gruñido animal que sostiene
la escena inicial
en el interior de la casa.
Hay una trampa para ratones
en la punta del helado de agua
frutillas en el fondo de la pileta
tan azul, la piel de perla
la suavidad de mi crin al sol.
Bajo en vertical a buscar mis tesoros
las monedas vencidas, aguanto sin aire
las plantas de los pies se arrugan
la costura del sexo enrojece
la frutilla en los labios se abre.
¿Hombre o mujer?
Ninguno.
Sirena, mirada, agujero
niña desalmada.
Cuando estoy por caer
en la boca del lobo otra vez
vuelvo a escuchar la voz de mamá
su risa detrás de la puerta
y la luz hiriente de las monedas
arrojadas sobre la mesa
me ciega, me regresa al vientre.
Yo me repliego en mi carne
embrionaria, carente de historia
y escribo un cuento de los que se atreven
a contar sin pelos en la lengua
lo que no se puede decir
lo que está prohibido.
**********
UNA ESPECIE DE FE – 10 POETAS NORTEAMERICANAS DEL SIGLO XX (Bajo la luna, 2020) de María Negroni.
Una antología de 10 de las poetas norteamericanas más conocidas del siglo XX (Moore, Bishop, Sexton, H.D., Plath, Rich, Glück, Niedecker, Waldrop y Howe). Cada selección de unos diez poemas de cada autora viene precedida por una semblanza crítica. La edición es bilingüe.
Compartimos un poema, de Sylvia Plath:
MUJER SIN HIJOS
El útero
pulsa su membrana, la luna
se desprende del árbol sin tener dónde ir.
Mi paisaje es una mano sin líneas,
caminos anudados en los cuales
yo misma soy el nudo,
yo misma la rosa que alcanzas –
este cuerpo,
este marfil
divino como alarido de niño.
Como la araña, urdo espejos,
fiel a mi imagen,
profiriendo solo sangre –
¡Prueba su rojo oscuro!
Y mi bosque
mi funeral,
y esta colina, y este
fulgor con bocas de cadáveres.
CHILDLESS WOMAN
The womb
Rattles its pod, the moon
Discharges itself from the tree with nowhere to go.
My landscape is a hand with no lines,
The roads bunched to a knot,
The knot myself,
Myself the rose you achieve-
This body,
This ivory
Ungodly as a child’s shriek.
Spiderlike, I spin mirrors,
Loyal to my image,
Uttering nothing but blood-
Taste it, dark red!
And my forest
My funeral,
And this hill and this
Gleaming with the mouths of corpses.