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Algunos libros recientes (diciembre 2019)

Algunos libros recientes (diciembre 2019)

URUGUAY (Salta el pez, 2019) de Julieta Troielli.

Primer libro de Julieta Troielli, nacida en Buenos Aires en 1991. Dice la contratapa, de Alejandro Crotto:

Uruguay: un lugar, una atmósfera y una estación –el verano– donde sucede la poesía. La vida late, y está el impulso de hacer de ese latido poesía, de lograr que esa intensidad sea dicha. Pero hay también, desde el primer poema, un precio que pagar: hay que darlo todo.

En esa sensibilidad que se entrega van naciendo algas, plantas, animales (peces, abejas, ranas, perros y gatos), cuerpos humanos que comen, duermen, aman. Estrellas. El mar. El viento: todo es del viento…

Y todo es a la vez interior y exterior, alegría y miedo, cuidadosa construcción y arrebato. Una voz que dice, para que nosotros lo vivamos: flores: anzuelos para el sol, un cardumen de besos, luciérnaga en el tacto, un espacio encendido

Un espacio encendido, sí. El de la apuesta de este libro: la transmutación de la propia vida en poesía.”

Compartimos dos poemas:

 

UVAS

Vuelven tus besos, es verano,
esas cositas tan difíciles de pelar

en silencio. Cuántas capas
te envuelven.

Daría mi verano: jugo de mango y sol,
de estrellas, un licuado
la pulpa limpia de la luna.

Daría todo por saber pelarte,
darte sin culpa, un filo suave
que aparte tu semilla. 

Daría mi verano.
Daría todo por saber pelarte.

 

LUMINOSA

Tus besos son finitos
se escapan por mis labios
finitos son lombrices
tus besos y tus labios
y yo no sé dar esos besos
no sé cómo atrapar esas lombrices.

tus besos luminosos
se encienden en mis labios
de luz como una estrella
tus besos y tus labios
y yo no sé dar esos besos
yo no sé sostener esas estrellas.

Tus besos tan fugaces
titilan en mis labios
fugaces son lombrices
tus besos y tus labios
y no sé dar esas lombrices
no sé cómo pescar esas estrellas.

 

***********

 

SÓLO SÉ QUE SEREMOS DESTRUIDOS ANTOLOGÍA POÉTICA (Gog & Magog, 2019) de Enrique Lihn.

Dice la “Nota a esta edición”, firmada por José Villa y Miguel Ángel Petrecca: “La presente antología de Enrique Lihn, la primera del autor que se edita en la Argentina, reúne poemas considerados clásicos y otros que por mucho tiempo han sido del gusto obsesivo de los compiladores. Desde La pieza oscura hasta Diario de muerte, este amplio recorrido quiere confirmar la vigencia y actualizar la lectura de una de las grandes obras de la poesía contemporánea y, en gran medida, darla a conocer a los nuevos lectores. (…). También hemos querido reunir fragmentos críticos y biográficos del poeta, que anotan temas, textos e ideas, que aparecen y reaparecen a lo largo de su obra y que toman relieve en esta compilación, a partir del libro Conversaciones con Enrique Lihn, escrito en forma de entrevista con su colega y amigo Pedro Lastra (…)”. El libro es muy lindo –papel, diagramación, etcétera– y viene con una introducción de Waldo Rojas. Son casi doscientos poemas, una excelente oportunidad para conocer la obra del poeta chileno (1929-1988).

Compartimos tres:

 

NATAHALIE A SIEMPLE VISTA

         En lo real como en tu propia casa,
el secreto reside en olvidar los sueños;
poner así en peligro el sentido de la noche retirando,
         uno a uno los hilos de la urdimbre
en que ella trama sus horribles dibujos,
como se gasta, en el umbral la estera, bajo el polvo.

         Y bienvenidos sean los consejos del cuerpo y las sanas
                     costumbres de la nueva barbarie.
Quizá la práctica del Judo o el furibundo asalto a un neumático viejo
en rue Manuel, a las seis de la mañana,
y la dulce y perdida murmuración del ombligo al caer
         de la tarde, sí, atrévete a decirlo
maravillosa.

         Viene del vientre la voz del Paraíso. En lo real como en su propia pulpa
el desnudo femenino corta el aliento del sueño.
Atrévete a decir que no habías mordido
sino sólo pequeños frutos ácidos.

 

PARA ANDREA

La oruga es una trabajadora infatigable, mata
con su apetito sin boca algunos centenares de hojas
que el árbol le tiende compasivo de su ceguera
para ayudarla a cruzar la calle.
No deja más que huecos a su paso tal como lo pinta
esa tarjeta postal.
La mariposa, en cambio, salta del capullo
en el instante mismo de su transfiguración
en que como una flecha de nacimiento
abre los ocelos de sus alas a la luz
pero quizá no los ojos, porque también está ciega.
Ella baila con sus alas de artista
como una gitana al son de violines húngaros
y no se detiene dos veces en la misma flor.

        La mariposa no puede recordar que ha sido oruga
        así como la oruga no puede adivinar que será mariposa,
        porque los extremos del mismo ser no se tocan.

 

MESTER DE JUGLARÍA

(Acá lo recita el autor)

        Ocio increíble del que somos capaces, perdónennos
        los trabajadores de este mundo y del otro
        pero es tan necesario vegetar.
        Dormir, especialmente, absorber como por una pajilla delirante
        en que todos los sabores de la infelicidad se mixturan
        rumor de vocecillas bajo el trueno estos monstruos
        nuestras llagas
        como trocitos de algo en un calidoscopio.

        Somos capaces de esperar que las palabras nos duelan
        o nos provoquen una especie de éxtasis
        en lugar de signos drogas
        y el diccionario como un aparador en que los niños perpetraran sus asaltos nocturnos
        comparación destinada a ocultar el verdadero alcance de nuestros apetitos
        que tanto se parecen a la desesperación a la miseria

        Ah, poetas, no bastaría arrodillarse bajo el látigo
        ni leernos, en castigo, por una eternidad los unos a los otros.
        En cambio estamos condenados a escribir,
        y a dolernos del ocio que conlleva este paseo de hormigas
        esta cosa de nada y para nada tan fatigosa como el álgebra
        o el amor frío pero lleno de violencia que se practica en los puertos.

        Ocio increíble del que somos capaces yo he estado almacenando
        mi desesperación durante todo este invierno,
        trabajadores, nada menos que en un país socialista
        He barajado una y otra vez mis viejas cartas marcadas
        Cada mañana he despertado más cerca de la miseria
        esa que nadie puede erradicar,
        y, coño, qué manera de dormir
        como si germinara a pierna suelta
        sueños insomnes a fuerza de enfilarse a toda hora frente a un amor frío pero lleno de violencia  como un sargento borracho
        estos datos que se reúnen inextricables
        digámoslo así en el umbral del poema
        cosas de aspecto lamentable traídas no se sabe para qué desde todos los rincones del mundo
        (y luego hablaron de la alquimia del verbo)
        restos odiosos amados en una rara medida
        que no es la medida del amor

        De manera que hablo por experiencia propia
        Soy un sabio en realidad en esta cosa de nada y para nada y francamente me extraña
        que los poetas jóvenes a ejemplo del mundo entero se abstengan de figurar en mi séquito
        Ellos se ríen con seguridad de la magia
        pero creen en la utilidad del poema en el canto

        Un mundo nuevo se levanta sin ninguno de nosotros
        y envejece, como es natural, más confiado en sus fuerzas que en sus himnos

        Trabajadores del mundo, uníos en otra parte
        ya os alcanzo, me lo he prometido una y mil veces, sólo que no es éste el lugar digno de la historia,
        el terreno que cubro con mis pies
        perdonad a los deudores morosos de la historia
        a estos mendigos reunidos en la puerta del servicio
        restos humanos que se alimentan de restos
        Es una vieja pasión la que arrastramos
        Un vicio, y nos obliga a una rigurosa modestia
        En la Edad Media para no ir más lejos
        nos llenamos la boca con la muerte,
        y nuestro hermano mayor fue ahorcado sin duda alguna por una cuestión de principios

        Esta exageración
        es la palabra de la que sólo podemos abusar
        de la que no podemos hacer uso –curiosidad vergonzante–, ni mucho menos aún cuando se nos  emplaza a ello
        en el tribunal o en la fiesta de cumpleaños
        Y siempre a punto de caer en el absurdo total
        habladores silentes como esos hombrecillos del cine mudo –que en paz descansen–
        cuyas espantosas tragedias parodiaban la vida:
        miles de palabras por sesión y en el fondo un gran silencio glacial
        bajo un solo de piano de otra época
        alternativamente frenético o dulce hasta la náusea

        Esta exageración casi una mala fe
        por la que entre las palabras y los hechos
        se abre el vacío y sus paisajes cismáticos donde hasta la carne parece evaporarse
        bajo un solo de piano glacial y en lugar de los dogmas surge
        bueno, la poesía este gran fantasma bobo
        ah, y el estilo que por cierto no es el hombre
        sino la suma de sus incertidumbres
        la invitación al ocio y a la desesperación y a la miseria

        Y este invierno mismo para no ir más lejos lo desaproveché pensando
        en todo lo que se relaciona con la muerte
        preparándome como un tahúr en su prisión
        para inclinar el azar en mi favor
        y sorprender luego a los jugadores del día
        con este poema lleno de cartas marcadas
        que nada dice y contra el cual no hay respuesta posible y que ni siquiera es una interrogación
        un as de oro para coronar un sucio castillo de naipes una cara marcada una de esas
        que suelen verse en los puertos ellas nos hielan la sangre
        y nos recuerdan la palabra fatal
        un resplandor en todo diferente de la luz
        mezclado a historias frías en que el amor se calcina

        Todo el invierno ejercicios de digitación en la oscuridad
        de modo que los dedos vieran manoseando estos restos
        cosas de aspecto lamentable que uno arrastra y el ocio
        de los juglares, vergonzante
        padre, en suma, de todos los poemas:
        vicios de la palabra

        Estuve en casa de mis jueces. Ellos ahora eran otros no me reconocieron
        Por algo uno envejece, y hasta podría hacerlo, según corren los tiempos, con una cierta dignidad
        Espléndida gente. Sólo que, como es natural, alineados
        Televidentes escuchábamos al líder yo también caía en una especie de trance

        No seré yo quien transforme el mundo
        Resulta, después de todo, fácil decirlo,
        y, bien entendido, una confesión humillante
        puesto que admiro a los insoportables héroes y nunca han sido tan elocuentes quizás
        como en esta época llena de sonido y de furia
        sin más alternativa que el crimen o la violencia

        Que otros, por favor, vivan de la retórica
        nosotros estamos, simplemente, ligados a la historia
        pero no somos el trueno ni manejamos el relámpago

        Algún día se sabrá
        que hicimos nuestro oficio el más oscuro de todos o que intentamos hacerlo
        Algunos ejemplares de nuestra especie reducidos a unas cuantas señales de lo que fue la vida en  estos tiempos
        darán que hablar en un lenguaje todavía inmanejable

        Las profecías me asquean y no puedo decir más.

 

***********

 

LIBRO APÓCRIFO DE SAMUEL Y OTROS POEMAS (Rangún, 2019) de Mario Rucavado Rojas.

Un libro original, compuesto enteramente por monólogos dramáticos. Son poco menos de veinte poemas de largo aliento que dan voz a profetas hebreos, guerreros vikingos, apóstoles, Pedro Abelardo, Electra y otros. Dice el autor (nacido en Costa Rica en 1989) en un epílogo: “…El monólogo dramático puede extraer verdades más duras que la confesión más sentida. Hay cosas que no pueden decirse con el propio nombre, ya sea por pudor, o para no exagerar, o porque apenas consisten en una intuición que quizá no encarnó en una experiencia. Asumir una máscara nos permite traerlas a la superficie, darnos cuenta de algo que estaba adentro nuestro, quizá incluso a pesar nuestro. Alguna vez pude haber sentido un despecho amoroso, fue con la máscara de Pedro Abelardo que logré entender que me sentía mutilado. Alguna vez pude haber sentido envidia; Saúl me enseñó lo que es ver que el favor divino sea para otro, no para uno…”.

Compartimos ese poema, en boca de Saúl:

 

FRENTA A LA BRUJA

(Saúl, rey de Israel) 

                                     Te agradezco, mujer,
pero no voy a comer. Samuel partió, y con él
el último velo que cubría mis ojos: ahora sé
que no pasaré de mañana, ¿para qué, entonces,
sobrevivir a esta noche? Ya la Sombra
volvió al reino de las sombras, el profeta
al Sheol ―y yo quedo acá. Decime,
si la suerte está echada y los dados son Suyos,
¿queda algo más que maldecir a Dios y morir?
Y todo, ¿por qué? ¿Lo sabés, mujer? Porque yo
franco que no lo entiendo, ni logro deshilar
la trama que me trajo y me lleva, inexorable,
el día de mañana al Sheol. Yo nunca pedí nada:
de pronto fui ungido ―¿entendés?, ungido
por la Sombra que ahora desprecia mi presencia.
Jamás soñé con un honor semejante
pero no por eso me mostré indigno del aceite:
no bien fui investido frente al pueblo
reuní a Israel para liberar a los de Jabes,
a quienes el amonita habría sacado un ojo,
dejándolos tuertos, y afrentados a todos.
Reuní a nuestro pueblo, y como granizo
sobre los primeros brotes de la primavera
caí sobre Amón, y barrí su fuerza
como el viento a las hojas enfermas de otoño.
Luego, sin siquiera descansar un momento,
sin dar tregua ni a mí, ni a mis hombres, uno tras otro
fui derrotando a todos los enemigos de Israel;
moraran al norte o tuvieran sus tiendas al sur,
acamparan sobre cerros o entre fértiles llanos,
contra todos los que adoran a Baal
o a la obscena Astarté, entablé contienda,
no a distancia sino siempre en el frente,
guardando para mí en cada batalla
el mayor peligro ―no fuera a decir alguno
que Saúl funda un reino sobre espadas ajenas.
¿Por qué habría de asumir reales privilegios,
por qué aceptar el reino y rechazar la inmensa
cuota de peligro que conlleva alzarse
sobre el resto, como si estar más alto
no implicase ser el blanco más fácil?
Ahora, que ya es tarde, me doy cuenta que también
el Señor artero gusta de flechar al grande;
pero entonces era joven, y tenía sed de gloria.
Repito: para mí fue la parte real del peligro
―pero también, por qué no decirlo, del gozo:
qué fiesta, por Dios, el chocar de bronce y bronce,
hacer morder el polvo al enemigo, escuchar
el grito eufórico de los míos, paladear
el peligro y el júbilo de la victoria.
A todos, fui contra todos: uno por uno
libré a Israel de aquellos que la saqueaban
y que un día no pero otro sí, caían sobre nosotros
para quitar el pasto a las bestias y el pan a los niños.
Luché contra Moab y los hijos de Amón,
combatí a Edom y a los reyes de Soba,
fui tras los filisteos y los vencí sin sudar;
volvieron a subir y los hundí otra vez.
Aquel fue el día de mi gloria: la justicia
me revestía como un turbante: los jóvenes
se retiraban al verme, y los ancianos cortaban
sus palabras. Todo eso es cierto, tanto como
que bajaré al Sheol, y aunque ahora no sea más
que aire que sale de mi boca, por Dios, mujer,
cuanto menos merezco que se sepa.
                                                        Fue entonces
cuando dijo Samuel: Ahora herid a Amalec,
que cerró sus puertas a Israel cuando
ella subió desde Egipto. Así dice el Señor:
destruid todo lo que tiene, sin perdonar nada:
hombres, mujeres y niños, aun los de pecho;
vacas, ovejas, camellos y asnos:
exterminadlo todo sin excepción. Yo
me dispuse a obedecer ―porque es el Señor,
porque Su aceite me ungió, porque aún se cuenta
entre el pueblo lo que ocurrió en Egipto.
Mi corazón, sin embargo, me inquietaba por dentro:
difícil es objetar nada al Autor de los cielos,
blasfemo sospechar que el mal se esconda
en un mandato Suyo, pero ¿quién calmará al corazón
cuando en la noche insomne se revuelve como una fiera
que emplea sus garras en acallar remordimientos?
Que la orden era cruel y áspera, ni hablar:
una cosa son quienes ―hombres o mujeres―
puedan portar armas, pero ¿los niños?, ¿las bestias?
Que una pobre oveja haya de sangrar porque sí,
sin que nadie vista su lana ni coma su carne
―no tiene mucho sentido, ¿verdad, mujer?―.
Claro, el Señor ―así diría la Sombra―
está por sobre consideraciones tan nimias.
Y tiene razón. Que lo diga, sino, Abraham.
Es uno el que con mente geométrica se empeña
en pensar estas cosas.
                                Fui, pues, a Amalec
y los barrí desde Hávila hasta llegar a Shur.
Cayeron hombres y mujeres, sí, y también niños.
Palabra de Dios, mujer, yo quise ser implacable.
Pero hay una cierta cantidad de muerte que,
no sé si un dios, pero definitivamente un hombre
puede soportar, y no es ilimitada: la arena bebe
y traga hombres y bestias sin parar, pero los ojos
se cansan de ver cadáveres, y las manos de hacerlos:
la sangre derramada anega el suelo, y pronto su olor
impregna el aire al punto que uno no puede caminar,
apenas moverse; tal es el mareo que provoca.
Somos hombres, no chacales, y la alegría de la lucha
se marchita al devenir exterminio. Y además,
pedirle al pueblo que, tras segar una cantidad atroz
de gargantas, muchas de ellas indefensas, agarre
vacas gordas que pueden alimentar a sus hijos
y ovejas que pueden vestirlos, y las aniquile
así no más, sin dejar una… Era imposible.
Diría la Sombra que para el Señor nada lo es,
pero yo no lo soy: apenas un rey de hombres,
cuya autoridad depende de que se cumpla
su palabra, y dar órdenes absurdas
es una excelente manera de perder un trono
―pero claro, Yahvé el Señor nunca pierde.
Dejé, pues, que el pueblo tomara para sí el ganado
y cuando vuelvo donde Samuel, ¿qué encuentro?
¡Que ser razonable me iba a costar el trono!
¡Que el Señor, por no ser suficientemente sangriento,
iba a rasgar de mí el reino y dárselo a otro!
Como pecado de adivinación es la rebelión,
y como ídolos e idolatría la obstinación;
por cuanto tú desechaste la palabra del Señor,
él también te ha desechado como rey.
Siempre elocuente, ¿no?, la Sombra, ojalá
cautive a otros en el Sheol. Nada dijo,
claro, de penitencia, ninguna posibilidad
de enmendarme, y recuperar la gracia.
El que es la Gloria de Israel no es hombre
para que se arrepienta. Pero qué duda cabe:
¿tiene Él ojos de carne?, no, ¿pies que sientan frío?,
Menos aún. Lo que sí tiene es una balanza,
y ahí nos mide según una escala de hierro.
¿Te parece bien, mujer? ¿Te parece eso justo?
Yo perdono al rey Agag; Samuel lo corta en pedazos,
¡y es a mí a quien abandona el Señor!
                                                        Que no, mujer,
no voy a probar bocado. Guardá tus panes, no
vaya a ser que Él te haga partícipe de mi culpa.
Guardalos, o mejor aún lleváselos a David
ya que todo va a ser de él: el trono, la gloria
y los jirones de mi reino con los que el Señor
tejerá un manto hermoso para que luzca frente al pueblo.
Y David lo llevará bien, eso es seguro: Dios
está con él, más de lo que nunca estuvo conmigo
―a mí me eligió, pero a él lo ama―.
¿Y por qué no a mí, mujer, por qué no a mí?
¿Tan necesaria era la sangre de esas bestias,
tanta falta le hacía el aroma de su muerte,
que mi vida deba pagar por ello? ¿Será
que el Señor me eligió como su carnicero solo
para desecharme en cuanto me tembló el pulso?
¿Qué mi deber no era reinar sino, cual jardinero,
desmalezar la tierra del futuro rey David?
¿Tanto he bajado desde mi cenit que es menester,
ahora, tirar mi vida al Sheol como se tira
la fruta podrida más allá de toda redención?
El pueblo me reprocha mis crímenes con justicia,
y aún lloran en Nob las familias de sacerdotes,
pero nadie sabe que fue Él quien deslizó en mí
el gusano que habría de carcomer mi alma.
Porque fue entonces, tras derrotar a Amalec
―y no se te olvide que efectivamente lo hice:
fui, vi y vencí, por más que ahora sea castigado
como si hubiese defraudado el Nombre―,
fue entonces que el espíritu maligno, cortesía
del Señor, comenzó a atormentar mis noches
―y claro, solo David podía alejarlo con su arpa.
David, siempre David… Su hermano quiso advertirme
pero fui seducido, como todos, como mi hijo,
como Yahvé mismo. Mató a diez mil, cantaban
las mujeres, mató a diez mil y yo solo a mil,
después de vencer a Goliat. El Señor estaba con él,
y desde ese momento también el pueblo.
                                                               Fue entonces, sí.
Yo debí haber perdido trono y vida en el instante
en que no desafié a Goliat, cuando en vez de ir al frente
me hice al costado, y le abrí la puerta a David.
Pero noche tras noche, el Espíritu corroía mi espíritu,
mellando mi fuerza y mermando el coraje. ¿Sabés
lo que es que el Omnipotente te haga objeto de Su ira?
¿Ser blanco de Sus saetas? ¿Beber Su veneno en tu alma?
Yo despertaba y anhelaba la noche, y al acostarme
añoraba que el alba despejase las visiones del Sheol
que llenaban mis sueños. Una nube cubría mis ojos,
drenando la vida de brillo y color, el mundo
opacado en blanco y negro. El mismo viento
entorpecía mis pasos, negándome el andar recto
como el licor a un borracho. Una voz constante,
un susurro perverso insinuaba maldades
en todos los que me rodeaban, robándome así
la hermandad con los míos, siquiera la posibilidad
de amarlos, confiar en ellos, lo mismo mis hijos
que mis mejores amigos ¿Podés imaginar lo que es
sobrellevar Su odio en soledad? Muy rápido
se seca el aceite divino, y si no se renueva
el rey deja de ser el ungido, y deja de ser rey.
Y cuando ese filisteo insultaba, frente a todos,
al Dios viviente, no supe qué hacer, ni tuve el coraje
para tumbarlo ahí mismo, sin darle oportunidad
de escupir otra palabra. Ahí debería haberme
matado Yahvé, o el mismo David haber disparado
otra piedra de su honda, para acabar limpiamente.
Pero claro, eso habría sido demasiado prolijo,
un poco demasiado fácil para el de arriba:
hacía falta esta danza macabra, este vaivén funesto
entre David y yo ―como si además no fuese
perfectamente claro que era suya el arpa y mías
las noches de tormento―. Ya entonces era evidente,
¿hacía falta que mi hijo se enamorara de él?
¿No te parece un exceso? Cierto que el de arriba
nunca fue muy sutil. Que lo diga el Faraón.
En fin: yo supe, aun sin eso, que mi hora
había llegado, y era tarde; que había sido pesado,
y hallado en falta. Lo demás ―la desprolijidad
de lo humano―.
                     Está bien, mujer, pruebo algo.
Sería impropio de un rey no corresponder
a tu amabilidad con cortesía. Tu casa es, además,
y cada quien puede disponer como desee
dentro de sus cuatro paredes ―¡más cerca estás vos,
en este preciso instante, de ser una reina
que yo un rey! ―. No me conviene, tan cerca del Sheol,
desobedecer y cargar más culpas sobre mí,
ya bastantes llevo. Que por qué perseguí a David
―¿es en serio, mujer? Soy un hombre, nada más
que un hombre, ¿no ves?, y una cosa es sentir los doce
golpes de azada en tierra, ¡y otra, muy distinta,
renunciar de golpe a todo lo que uno es! ―.
Hubo un tiempo en que lavaban mis pasos con leche,
en que Dios acompañaba mi espada y mi palabra;
al salir a la plaza todos se apartaban,
expectantes como la tierra a la lluvia tardía:
pedían mi consejo y, tras mi palabra, no replicaban.
¿Habrías renunciado a ello, mujer, renunciado
siquiera al simulacro de ello, voluntariamente?
¡Ni soñarlo!, yo no pude y apenas puedo ahora,
ahora que no es asunto de querer o no querer.
Además, ese regalito del Señor, el gusano infame,
llenaba mi mente con pétalos envenenados
y me impedía tomar consciencia plena de lo que,
al fin y al cabo, entendía solo a medias.
Yahvé pudo haberme sacado de escena
pero Él quería divertirse y no iba a bajar
tan rápido el telón. También David pudo
haber liquidado esta farsa, pero insiste,
el muchacho, en hacerse el noble, y no entiende
que una puñalada oportuna puede, a la larga,
ahorrarle mucha sangre al pueblo. Mirá; mañana
Israel sufrirá una derrota para escarnio mío.
Morirán muchos, incluyendo ―para qué lo digo―
mis tres hijos, ¿y qué parte tienen ellos
de mi culpa? Aun podrías decir: son mis hijos,
y Yahvé ―tan simpático él― castiga la iniquidad
hasta la tercera y la cuarta generación. Muy bien:
¿y el pueblo? ¿Los que mañana morirán para que muera,
porque no está David para darles la victoria?
¡Pero si son los caminos del Señor, mujer!
¿Qué importan las razones a quien domina el trueno?
Yahvé hace bien lo que le parece dijo Elí,
según cuentan, cuando de joven Samuel le predijo
la muerte de todos sus hijos. ¿Inobjetable,
verdad? ¿Para qué insistir, si así son las cosas?
Por dicha ya falta poco. ¿No tendrás, mujer,
un calmante, o algo más fuerte, no sé, veneno?
¡No te escandalices! ¡Tratá de entender!
Acaso haya una grieta en la armazón de mi destino;
si adelanto mi jugada, tal vez pueda desbaratar
Sus planes, tal vez, incluso, salvar a mis hijos.
Mejor morir ahora, perecer y no verlos perecer,
¿no te parece? Maldecir a Dios primero,
eso por supuesto, uno debe tener claras
las prioridades, claras y en orden: maldecir a Dios
y perecer.

 

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NOVÍSIMOS – POEMAS INÉDITOS (Adriana Hidalgo, 2019) de Juana Bignozzi.

Juana Bignozzi murió en agosto de 2015, y es considerada una de las voces más destacadas de fin del siglo XX y principios del siglo XXI. Ahora se publica este libro, en el que ella estaba trabajando para la fecha de su muerte. Dice la contratapa, firmada por Martín Rodríguez: “…Los poemas que componen ‘Novísimos’ nos aguardaron. Como señaló Mercedes Halfon, estaban originalmente anotados en papelitos, bordes de sobres de facturas de luz, anotadores, hasta que finalmente Juana los organizó y ahora ven la luz de una edición que se debía completar.

Estos poemas son piezas exquisitas de un repertorio clásico: repiten obsesivamente la trayectoria de su poesía, es decir, ese movimiento que nace del pasado barrial, desechando el costumbrismo, para llevar con ella la aristocracia obrera. Juana no hizo la revolución pero tomó el palacio de invierno, asaltó sus jardines y las luces de la ciudad. Poemas escritos como grandes carrozas con las que siguió llegando al centro de Buenos Aires, ese escenario para las citas con amigos nuevos y pasados, con enemigos nuevos y pasados, en museos, bares, alcoholes, amores y pérdidas…”

Compartimos dos poemas del libro:

 

ELIZABETH BARRET MIRA ESCRIBIR A ROBERT BROWNING

dama del XIX
conocía lo que yo conocí en la calle Corrientes
o con alguna amiga frecuentadora de la oligarquía
por eso cuando oye silbar a un muchacho
no dice alegría felicidad amor
dice libertad
ya sabía cómo se repartiría una gloria que le perteneció
el perro y ella en Florencia
su marido en el mausoleo del imperio
él escribía de cara a esa pared de la iglesia
que nunca vio
porque ese escenario necesitaba el cuerpo de un poeta
lo miraba escribir frente a esa pared
y entonces supo que a ella le tocaba inmortalizarla

 

LIBRO DE RECTAS DE LAS CLARISAS

me espera ese claustro con recetas de cocina pobres
pobrísimas
hierven una lechuga dos horas
y cuando agasajan a los benefactores
ponen un ananá y una cerezas
como quise ser una que aportara una receta
y un convento de ocho mujeres que hacen algún dulce y algún ajuar
sobreviven con los ojos en alto
las clarisas tienen un libro de recetas que él me regaló
si no tienen los ojos para arriba nada puede comerse

 

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ESPERANZA-SPOON RIVER (Salta el pez, 2019) de Roberto Daniel Malatesta

El nuevo libro de Roberto Daniel Malatesta (Santa Fe, 1961), galardonado con una Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes, funciona como un doble homenaje. Por un lado, remite a Edgar Lee Masters, que publicó en 1915 su Spoon River Anthology, una colección de epitafios que narra la historia de un ficticio pueblo rural del Midwest ; por el otro, recoge el legado de José Pedroni, que se ocupó en Monsieur Jaquín (1956) la fundación de la ciudad de Esperanza. Así, una serie de monólogos dramáticos enunciados por muertos construye fragmentariamente la historia de la ciudad santafesina y sus pioneros, primeros pobladores y personajes célebres. Cierta frescura que podríamos señalar en Edgar Lee Masters se desdibuja en la alianza de los poemas de Malatesta con la historia y sus fuentes; no obstante, la propuesta es lúdica e interesante, y la multiplicidad de voces distintas y envolventes es atractiva y poderosa.

Compartimos dos poemas:

 

        ESTILOS

¿Todo era amargo en el río Cuchara?
¿Todo era épico y con destino feliz
en el río que arrastra sal?
Los ojos se parecían, y el cabello,
lino y trigo.
Uno vio, y era temple espeso,
sangre densa, el otro
escribió un libro luminoso.
Dos libros, dos ríos,
las voces se entretejen.
Latitud, longitud,
los mapas no miden el espíritu.
Es esta la dimensión en la que las voces se tocan.

 

ORANGE

Nos mintieron sobre naranjas
no había naranjas
por lo cual me negué a bajar,
me convencieron
la gran fatiga del agua
mi niña y mi mujer.
Si me hubiesen enterrado
a los pies de un naranjo
conciliaría mi voz
con la de Conrad Siever,
pero no manzanas,
diría el color que es fruta,
que es nombre,
que es amor,
y cada fruta sería una palabra,
el árbol entero de mi epitafio agridulce.
Sería toda verdad.
Ningún árbol miente,
ningún fruto desdice la vida.

 

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CONTRATO PRECARIO (Salta el pez, 2019) de Micaela Szyniak

Desde el título, el nuevo libro de Micaela Szyniak (Buenos Aires, 1993) alude a un estado de fragilidad y de desequilibrio que se plasma en poemas repletos imágenes luminosas y frescas, de encabalgamientos en apariencia caprichosos que generan un ritmo particular de lectura y comprensión.

Compartimos un poema:

 

COMPARTIMOS UN PROYECTO. ¿QUÉ PODRÍA

ser peor esta mañana en que retardo
enviar mensajes laborales en pos de conquistarla?
yo la conozco, tiene miedo de dejar
de ser interesante. Pero el amor no es una manzana
no lo comés y tirás
su carozo a la basura
Hoy me siento demasiado
seca. Mis dedos
tienen líneas blancas
Quizá esa forma de vivir alimentándome
de maní, de A., y de cerveza
acabe por transformarme en una hoja.
Podría caer desde un balcón
levitar un poco sobre
las personas en los bares
las vería desde arriba. Cada persona una pequeña
riña de gallos.
Hagan sus apuestas.

 

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STARENKA (Calera Olivia, 2019) de Natalia Leiderman.

Starenka, el segundo libro de Natalia Leiderman después de Animales dorándose al sol (El ojo del mármol, 2016) abre con un prólogo de Gabby de Cicco y cierra con una serie de agradecimientos ordenados como si fueran versos en un último poema. El libro está dedicado a Lidia, su abuela paterna. El libro, compuesto por una serie de poemas sin título, principalmente de cort e narrativo, va construyendo la imagen que la poeta tiene de la mujer que fue su abuela al tiempo que, a modo de diálogo entre personas que hablan diferentes lenguas (en sentido amplio), entrelaza impresiones con anécdotas, preguntas y, por qué no, reproches. También se entrelazan, como en los siguientes fragmentos de poemas que compartimos, dos ideas del amor.  

 

OTROS DÍAS NOS LLEVAMOS BIEN

por ejemplo hoy
que me decís palabras en checo

        le pregunto cómo se dice pájaro-pták
        y cómo se dice frío-zima
        y cómo se dice amor-láska

               *

DESPUÉS DE UN MES LE VOLVÍ A PREGUNTAR
por algunas palabras
quería saber cómo se decía vida
cómo se decía gato
cómo se decía dios

        *

POR QUÉ TE QUEDASTE BAJO EL SOL RABIOSO
hasta mancharte
la cara el cuello los hombros
por qué te quedaste ahí

        *

Y QUÉ SI ESTOS POEMAS SON LA CASA
en donde yo entro, joven

 

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EL CALIZ DE ORO (Abend, 2019) de Georg Trakl (Traducción de Pablo Ascierto)

Este pequeño volumen reúne cuatro textos en prosa, escritos y publicados en diarios en 1906, que presentan una escritura eminentemente narrativa aunque están en tensión lírica con la escritura versal que ya en esos años comenzaba a asomar paulatinamente. Estos textos conforman una producción a mitad de camino entre el cuento –más en el sentido alemán del Märchen–, la escritura dramática –por esos años Trakl escribe y estrena algunos trabajos teatrales, género con el que volverá a insistir en los últimos años de vida– y el poema en prosa, formato desarrollado posteriormente, y del que ha quedado una muestra cabal en algunos escritos de su Sebastian y sus Últimos poemas. Por primera vez es presentado el conjunto de manera individual y bilingüe en el ámbito del castellano, siendo la segunda traducción luego de la incluida en la edición de Trotta de 1994. El volumen se completa con cuatro cartas de la época y un testimonio de Erhard Buschbeck sobre los años escolares y juveniles del poeta.

 

DESOLACIÓN

I

Nada interrumpe ya el silencio de la desolación. Sobre las oscuras, prístinas copas de los árboles se demoran las nubes y se reflejan en las aguas azul verdosas del estanque que, abisal, brilla. E inmóvil, como sumida en una devoción llena de tristeza, descansa la superficie—un día, y otro más.
En medio del estanque se recorta el castillo en las nubes con agudas y desgastadas torres y tejados. Maleza prolifera sobre los muros negros y agrietados, y en las redondas ventanas ciegas rebota la luz del sol. En los sombríos, oscuros patios revolotean las palomas, buscando un escondite en las grietas de las murallas.
Parecen estar temiendo siempre algo, porque pasan por las ventanas volando medrosas y precipitadas. Adentro, en el patio la fuente murmura suave y sutil. Del cuenco de bronce de la fuente beben las palomas sedientas de tanto en tanto.
A través de los estrechos pasillos llenos de polvo del castillo, vaga a veces un febril hálito sordo que espanta a los murciélagos, haciéndoles levantar vuelo. Por lo demás, nada estorba la profunda calma.
¡Pero los aposentos están ennegrecidos por el polvo! Altos y pelados y helados y llenos de objetos fenecidos. A través de las ventanas ciegas llega de vez en cuando un minúsculo brillo, al que lo oscuro absorbe de nuevo. Aquí el pasado ha muerto.
Aquí se petrificó él un día en una rosa única y desfigurada. En su inmaterialidad el tiempo cesa sin darse cuenta.
Y todo atraviesa el silencio de la desolación.

 

II

Nadie puede ya entrar en el parque. Las ramas de los árboles se sostienen por miles de entrelazamientos, el parque entero es tan sólo un único y gigantesco ser.
Y eterna noche pesa debajo de la inmensa y frondosa corona. ¡Y profundo silencio! ¡Y el aire está impregnado de vahos putrefactos!
A veces empero despierta el parque de sueños pesados. Entonces exhala un recuerdo de frescas noches estrelladas, de lugares secretos profundamente escondidos, cuando espiaba él febriles besos y abrazos, en noches de verano llenas de pompa ardiente y esplendor, cuando la luna hacía aparecer confusas imágenes sobre el fondo negro, de personas que, grácilmente galantes, yendo con movimientos rítmicos a ubicarse debajo de su frondosa corona, se susurraban palabras dulces y locas al oído, con sonrisa fina y prometedora.
Y luego el parque se abisma de nuevo en su sueño de muerte.
Sobre las aguas se mecen las sombras de hayas rojas y abetos y desde lo hondo del estanque llega un murmullo sordo y triste.
Los cisnes atraviesan las magníficas olas, lentos, inmóviles y tiesos se dirigen con sus delgados cuellos enhiestos. ¡Ellos pasan! ¡En torno al fenecido castillo! ¡Un día; y otro más!
Pálidos lirios están al borde del estanque en medio de hierbas estridentes. Y sus sombras en el agua son más pálidas que ellos mismos.
Y si los unos se extinguen, otros surgen desde lo profundo. Y son como pequeñas manos muertas de mujer.
Grandes peces nadan curiosos, con ojos rígidos y vidriosos en torno a las pálidas flores, y luego se sumergen de nuevo a la profundidad – ¡silenciosos!
Y todo atraviesa el silencio de la desolación.

 

III

Y arriba en un agrietado aposento en la torre está sentado el conde. Un día, y otro más.
Él examina las nubes, que se extienden por sobre las copas de los árboles, lucientes y puras. Él ve con gusto si el sol arde en las nubes, al atardecer, cuando se hunde. Él oye atento los ruidos en las alturas: el grito de un ave que pasa volando junto a la torre o el tonante bramido del viento, cuando azota el castillo ciñéndolo.
Ve cómo el parque duerme, insensible y quedo, y ve a los cisnes pasar por las olas que rielan – abrazando el palacio con su nado. ¡Un día; y otro más!
Y las aguas resplandecen azul verdosas. En las aguas empero se espejan las nubes, que se extienden por sobre el castillo; y sus sombras en las olas relucen fulgentes y puras como ellas mismas. Los nenúfares lo saludan, como pequeñas manos muertas de mujer, y se mecen, soñadora y tristemente, siguiendo los suaves sones del viento.
Todo lo que ahí muriendo lo rodea, mira el pobre conde como un pequeño niño loco, sobre el que pende un hado y que ya no tiene más fuerzas para vivir, que mengua similar a una sombra a media mañana.
Él escucha tan sólo la pequeña melodía triste de su alma: ¡Pasado!
Cuando atardece, enciende su vieja lámpara llena de hollín y en grandes libros amarillentos lee de la grandeza y magnificencia del pasado.
Él lee con febril corazón tonante, hasta que el presente, al que él no pertenece, se abisma. Y las sombras del pasado emergen – colosales. Y él vive la vida, la soberbia vida bella de sus padres.
En noches en que la borrasca rodea la torre, de modo tal que los muros en sus fundamentos retumban y las aves medrosas chillan ante su ventana, sobreviene al conde una tristeza innombrable.
Sobre su cansada alma de centurias pesa el hado.
Y él presiona el rostro contra la ventana y ve fuera hacia la noche. ¡Y entonces se le aparece todo colosalmente como una visión, fantasmal! Y horrible. Por el castillo, oye bramar a la borrasca, como si ella fuera a limpiar todo lo muerto, barrerlo y diseminarlo por los aires.
Sin embargo, cuando el obtuso espejismo de la noche desaparece como una sombra conjurada – atraviesa todo de nuevo el silencio de la desolación.

 

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ENREDADERA RUSA (Caleta Olivia, 2019) de Josefina Bianchi.

Este libro de poemas de Josefina Bianchi empieza con un epígrafe de Shklovski, que dice “Jamás he visto un transatlántico. /Sin embargo, lo amo y lo comprendo”. De los veintiséis poemas con títulos escritos en ruso, veinticinco refieren a números (la traducción se consigna como nota al pie), el poema veintiséis, en cambio, se llama “Una descripción del hombre para llegar al sol”. Los números en ruso no aparecen sucesivamente de menor a mayor sino que están organizados respondiendo a otra lógica. La contratapa de Marina Mariasch dice que en el poemario “No hay margen para subjetivismo sentimental, esto es una rigurosa descripción de los afectos con un sistema en el que somos absorbidos”.

Compartimos un poema:

 

TRECE

Hace un año hice una promesa: tener siempre
flores frescas en el comedor.
No es tan difícil ni tan caro
a veces lo olvido, pero últimamente
me siento aliviada porque ahora
somos dos los que pensamos
en cambiar ramos y agua, en evitar
que los gatos coman pétalos.
La dueña del puesto es pianista
hace mucho que no toca y pasa el tiempo
haciendo combinaciones algo excéntricas
en el corazón de las sierras
puedo ser conservadora. Hoy decidimos
reciclar las rosas rojas
para tener algún tipo de registro.
Últimamente estamos en eso: la observación
los procesos. Vi el puesto quemado
ella parada, un florero.
Fruto de resistencia. Me dijo
no sé qué hacer con las manos
están acostumbradas a armar.

 

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AD ORBIS (Barnacle, 2019) de Sharon Vidal Rakauskas

Dice en la contratapa: “Sharon Vidal Rakauskas se complace en lo pequeño y en lo inmenso con la misma admiración; y logra dar forma al sigiloso periplo de días cercanos, idílicos, cotidianos o familiares, a veces inmersos en un ambiente hostil y devastador, a veces bajo la luz suave y limpia de las ilusiones, para exhibirlos con impudicia y con esperanza.”

Compartimos tres poemas del libro:

1

Siente que en todas sus puertas,
no existe ni una sola entrada.
Se siente totalmente desanimada.
sin fuerzas,
como si la llama que antes iluminaba
ahora solamente esté luchando contra la tormenta.
No puede escapar…
A pesar de ser la única que tiene la llave,
no tiene lugar en donde encaje.
Me pregunto si pasará.
Encontrará, se encontrará.
O seguirá
siempre, en el ciclo hacia el final
del despertar.

 

11

Escucho once cantos.
Once cantos, de pájaros distintos,
once formas de decir lo que dicen.
De forma distinta, tal vez no pensada,
tal vez desordenada.
No es mi idioma,
no me importa.
Escucho once cantos
once pájaros,
once especies,
once veces la misma cosa de distinta forma.
Y todas esas formas, me recuerdan a vos.

 

13 

Insisto en poder continuar de esta forma;
todos los caminos pueden deformarse,
todas las historias pueden reinventarse,
todas las vidas pueden cambiar.
Y girar, rotar, volver, terminar.
Todo puede pasar, o no.
Pero déjame elegir que sea en el futuro.

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MANTEL DE HULE (Ediciones en danza, 2019) de Samuel M. Cabanchik

Samuel Manuel Cabanchik nació en 1958 en la Ciudad de Buenos Aires. Es doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, donde ejerce como profesor desde hace más de 33 años, en las materias Filosofía Contemporánea y Fundamentos de Filosofía. Investigador del CONICET, su área de especialización es el pensamiento contemporáneo, en el estudio de diferentes tradiciones y autores. Es autor de 14 libros y numerosos artículos y ensayos. Algunos de sus libros son: El absoluto no sustancial (1985), El abandono del mundo (2006), El poema ha sido escrito (2010), Desde el Palacio (2015). Fue senador de la Nación (2007-20013)

Compartimos tres poemas del libro:

 

EL POEMA ES EL MISMO

de antes del tiempo
joven de no nacido,
a mano en la caída de los días.

De infinitas voces
es la fuga que compone
silencios
         sin vos.

Olvido que hace la diferencia,
la letra fuera del alfabeto
vida que dice sin hablar.

Rayo de luz que vela todas tus fotografías.

 

SILENCIO

Altiplano descendiendo sobre nosotros,
la espera en nuestros corazones,
ahora sabiendo…
La paz del amor verdadero suena a coro,
A quenas celestiales.
Lo que antes girara se pone en movimiento
—y nosotros con él.

 

JUGANDO A LAS ESCONDIDAS

Jugando a las escondidas,
los pibes encontraron versos rotos.
¿Quién hacía la cuenta
en la esquina del callejón?

A la deriva de un barquito de letras,
El viento se llevó los números,
Y entre risas sin tiempo
Abrieron sus puños de rocío:

No quedó uno a quien buscar.

 

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ADENTRO Y AFUERA (Barnacle, 2019) de Marcelo Leites

Dice en la contratapa: “Hay autores que se resisten a la comedia sintética y profesional de una manera cortés. Marcelo Leites lo expone no tanto como un gesto de heroísmo, de radicalidad, de indagación de alguna causa o una mera vía para tratar de añadir algo bello al mundo, sino simplemente para poder seguir confrontando de continuo con un límite (…) Los poemas reunidos en Adentro y afuera urgen a la lectura, tornan incidentes ordinarios y aspectos privados de la conducta personal, en estados de súbitas iluminaciones”

Compartimos dos poemas del libro:

 

VI

La distancia que hay entre la empatía
y el amor es inconmensurable,
pero sólo a cierta altura de la tierra
podemos notarla.

Entre el sexo y el amor, en cambio,
No hay distancia, pero en ambos
Quedamos desnudos,
Como en una fotografía
De larga exposición.

Cuerpo y alma.

 

ADENTRO Y AFUERA

Afuera: los pájaros, el río, la tierra
adentro: los huesos, los restos
afuera: el día, la noche
adentro: la niebla
afuera: la mirada del otro
adentro: los pulsos del corazón
afuera: la música
adentro: el silencio
afuera: los poemas
adentro: un ritmo repetitivo
afuera: la palabra nítido
adentro: la palabra sombra
afuera: el movimiento
adentro: la quietud
afuera: los astros
adentro: los ojos las manos los oídos la nariz la lengua
afuera: las huellas del camino
adentro: las piernas, las manos
afuera: vos
adentro: yo

 

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14 POEMAS (Abend, 2019) de Daniele Pantano

Daniele Pantano es poeta y traductor (R. Walser, G. Trakl, F. Dürrenmatt). De madre alemana y padre siciliano, nació en Langenthal (Cantón de Berna, Suiza) en 1976.

Compartimos tres poemas:

 

ENTRE ESTACIONES DE METRO

Qué estupendo combina todo con la negra rama:
ella mece su pierna artificial como carne. Dedos trinchan su barba y las imágenes débiles que él considera.
Mueca burlona de niño entre cachetes. Puños. Simple
y sin causa, como nuestras apariciones, compartimos
cada mañana, en passant, desde crestas de partida
hacia todo lo que aún creemos posible. Qué absurdo.
Qué absurdo pensar que todos resurgimos como pétalos — desprendidos. Carentes de guarida para la lluvia.

 

PUEBLO ORIENTAL CON FÁBRICA

        Perros ladran en baldíos. Afuera, luz artificial
        amontona, en el camino sin muertos, hombres cansinos
        al turno noche, sin temor de cantar solos. Me estiro
        y me veo casado con una mujer a quien no le importa
        que ellos tomaran el ramo celestial del sexo —envuelto 
         con esmero en papel tissue—al pie de nuestra cama. Ella
        recibe bien la carga rabiosa. Algo que le recuerda
        que viene del interior desvanecido. Deja las puertas
        sin llave. Nada digo. Hombres o perros. No habrá
        otro fin.

 

TESTIGO

Notar la incapacidad de emular el patrón básico. Oír el obvio
silencio de dínamos. Sentir el súbito aguijón de la voluntad. Momentos tallados
en efímeras siluetas velan las mentes inquietas de la tarde. Un paseo
hacia un cuarto oscuro captura la imagen de ojos inyectados, sonriendo
a la joven madre y su arma.

 

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CORTES DE UN MONTAJE (Abend, 2019) de Ángel Oliva

Ángel Oliva nació en Rosario en 1970. Es poeta y profesor de historia. dice la nota editorial: “Cada corte (del montaje) recoge las emocionalidades desprendidas de la experiencia en y con el mundo, asumidas en conjunto como la alegoría de un desasimiento fundante entre vida social y escritura. Marcas emocionales que, aún sin expresión, revisten un cauce inevitable hacia ella. Este libro construye la búsqueda, la conjetura de una unidad experiencial de lenguaje puesta en funcionamiento en la escritura a lo largo de los treinta cortes que lo componen. El poema busca amarrar esos fragmentos de la experiencia y rearmarla mostrando las artes de su recursividad en el montaje. Éste acusa el movimiento en el que fluyen sus fotogramas, que se ponen en marcha por el motor de la musicalidad con que el poema los guía y los hace manar. El montaje es, asimismo, montaje de las fuentes del poema –el cine, la literatura, la música, la política, la publicidad–que fagocitan y a la vez habilitan la escritura como arena en la que dirimir sus problemas. De allí, su naturaleza política, su condición de enmascaramiento provisorio del silencio que significa lo que aún no es el poema”.

Compartimos dos poemas:

 

CORTE IX

«Keep smiling, because life is a beautiful thing and there’s so much to smile about.»

Marilyn Monroe

Provisto de una simpatía colosal
y colorido hasta la anomalía,
el heladero de GRIDO, que podría custodiar la Puerta del Sol en Tiwanaku
y afirmar sus veintisiete mil abriles,
apretuja los hilos del lampazo
contra la mancha ilustre de chocolate GOLDONI.

Con sus cachetes henchidos
por el brillo glorioso de su hechura, su sombra se acalambra en la luz como la antorcha de oro
del Festival de Viña.

Y podríamos usar una metáfora mendaz
o rehusarle el púlpito
a toda esta pietá naturalista,
traer aquí al unicornio o a la gárgola
o cavar los túneles del topo de la Historia.

Y aún así diríamos en rosa y amarillo:
¡PROBÁ LA REVOLUCIÓN DEL SABOR!
con una olímpica risita glutinosa y adhesiva
que lleva la vida del biombo color rosa
al biombo amarillo de la vida.

 

CORTE X

(lugares donde no hay dinero)

Atrapacorreteando en la plaza,
cuatro niños juegan a atrapar palomas,
cuando sus cuerpecitos pulsan a ocupar
cada espacio cubierto, abrazan el espacio vacío.

Ya no hay palomas donde antes palomas había,
se brindan entonces los unos a los otros
una soleada sonrisa mientras pasa el tiempo;

nada está cubierto de necesidad, nadie mide esfuerzos, ni capacidades,
no hay cosas útiles
ni actos inútiles
cuando se corre y se descorre
el espacio vacío.

Cuando jugamos a atrapar palomas
el juego consiste en no atrapar ninguna
y sonreír con soleada sonrisa.

Juguemos al juego de nunca poder
correnoatrapando nada, correnoposeyendo nada.

Hasta que llegue el padre con una Coca-Cola.


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