por Alejandro Bekes
(…)[1]
Hay un breve poema de Verlaine que he llevado conmigo largos años, incluso sin darme cuenta, buscando interiormente algún modo de traducirlo. Es el que lleva el número III de sus Ariettes oubliées, incluidas en el volumen Romances sans paroles, de 1874. Lo llevo conmigo desde el día en que encontré, hace más de treinta años, en una librería de viejo de Buenos Aires, el libro Choix de Poésies de Paul Verlaine. Es el poema que empieza:
Il pleure dans mon coeur
comme il pleut sur la ville.
Fue escrito en tiempos de la tempestuosa relación entre Verlaine y Rimbaud; lleva un epígrafe de Rimbaud que dice: Il pleut doucement sur la ville. “Llueve dulcemente en la ciudad”. Tan llano es el epígrafe que parece apenas un pretexto para estampar allí el nombre del amigo. Como sea, el epígrafe influye en el poema, pues al leer el primer verso dudamos. El pronombre inicial (“Il pleure”) ¿se refiere a alguien? ¿Hay que entender: “Él llora”? No, no hay que entender eso, porque enseguida leemos: dans mon coeur, “en mi corazón”. Si se tratara de un ser humano, de alguien que llora con la cabeza apoyada en el pecho de otro, el verso hubiera dicho, creo, sur mon coeur. No es eso entonces; la comparación que sigue nos enseña a entender este extraño primer verso. El poeta lo compuso forzando la gramática de su lengua: en francés no se dice il pleure con valor de verbo impersonal, que es como Verlaine lo usó en este verso. Se dice il pleut y eso quiere decir “llueve”, pero il pleure quiere decir “llora”. Descartada la primera posibilidad (“él llora”) acaso creemos haber oído il pleut, “llueve”, pero hemos oído ciertamente il pleure, “llora”: en el verso siguiente, comme il pleut sur la ville, el juego de palabras se aclara. El lector entiende que el poeta ha hecho un uso anómalo de pleurer, llorar, calcado sobre el uso normal, impersonal, de pleuvoir, llover. Imitar esto literalmente en castellano no se puede, porque en castellano el verbo impersonal “llueve” no lleva pronombre sujeto, ni puede llevarlo; no se puede decir “él llueve”, porque se dice “llueve”, y si yo escribo “llora en mi corazón como llueve en la ciudad” el lector sabe que algo está mal en la frase, que así no se lo puede decir. Una solución plana, por así decir, es traducir (como de hecho se ha traducido): “Llanto en mi corazón / y lluvia en la ciudad”.
El poema presenta otros desafíos. Los versos son hexasílabos (contados a la manera francesa: equivalen a heptasílabos castellanos) y las cuatro estrofas tienen un esquema de rimas bastante cerrado: el primer verso rima con el tercero y el cuarto, el segundo queda sin rima. La palabra cœur, “corazón”, aparece en las cuatro estrofas. Finalmente, traducir desde una lengua relativamente próxima, como el francés, limita la libertad del traductor, que tiene ahí al lado el original mirándolo por sobre el hombro. Ahora lo copio para que se vea de cerca el asunto:
Il pleure dans mon coeur
Comme il pleut sur la ville,
Quelle est cette langueur
Qui pénètre mon coeur?
O bruit doux de la pluie
Par terre et sur les toits!
Pour un coeur qui s’ennuie
O le chant de la pluie!
Il pleure sans raison
Dans ce coeur qui s’écoeure.
Quoi! nulle trahison?
Ce deuil est sans raison.
C’est bien la pire peine
De ne savoir pourquoi,
Sans amour et sans haine,
Mon coeur a tant de peine.
Hace algunos otoños, una mañana de lluvia, de lluvia dubitativa –de lluvia que parecía indecisa, como Hamlet, entre ser y no ser–, el aire me trajo una vez más el recuerdo del poema. Siempre lo había considerado intraducible; sin embargo, en esa mañana indecisa de lluvia me pregunté qué pasaría si tradujera literalmente el primer verso, ubicando en el segundo un sujeto que lo hiciera inteligible. Mi traducción no es por supuesto literal, porque una traducción literal de Il pleure dans mon cœur sencillamente no es posible. La copio ahora para compartir algo de esa lluvia indecisa, hamletiana, de una mañana solitaria de otoño.
Llora en mi corazón
la lluvia de ahí afuera.
¿Qué es esta desazón
que entra en mi corazón?
¡Dulce lluvia que vaga
por los techos y el suelo,
corazón donde amaga
la lluvia que lo embriaga!
Llora en ti sin razón,
corazón agobiado.
Qué, ¿ninguna traición?
Mi duelo es sin razón.
Es lo peor de esta pena,
sin amor y sin odio,
no saber qué me llena
el corazón de pena.
[1] Esta entrada del Portal Web es el fragmento final de un artículo que, con el mismo título, fue publicado en el número #40 en papel de Hablar de Poesía.