HABÍA UNA VEZ (Caleta Olivia, 2019) de Verónica Viola Fisher.
Encantador (en la línea encantadora en que escribe, por ejemplo, Pablo Katchadjian) séptimo libro de Verónica Viola Fisher (Buenos Aires, 1974), considerada una de las voces más destacadas de su generación. Dice Nurit Kasztelan en la contratapa: “…El humor atraviesa los poemas y las palabras forman un universo de sentido donde hay que hacer un esfuerzo para atrapar la imagen. Un juego con la lengua como si fuera un rompecabezas y lo único que pudiera hacer la poeta es desmenuzar las piezas que lo componen. Ir probando, ver si encajan, pero una vez que encajan volver a desmontarlas para desconcertar al lector. Viola Fisher usa las palabras como juguetes, las encima, las enumera y las agrupa, evidenciando las trampas del lenguaje y dejando ver un mundo lúdico, lleno de revelaciones.”
Compartimos dos poemas (todos los poemas del libro son poemas en prosa, sin título, con este formato de empezar con la locución “Había una vez…”):
Había una vez un extraño. Tenía los ojos grises y una sonrisa imperceptible, malévola. Y una chica que quiso escapar pero ya era tarde. Estaba encerrada con el extraño en el ascensor descompuesto. No le salía la voz y el extraño la miraba. Las órbitas de los ojos aplanadas. Silencio. ¿Molesta si fumo? Fumaron. Y el extraño desapareció en el humo. Entonces ella empezó a sentir que alguien le besaba los pies. Inclinó la cabeza y ahí estaba el extraño. Le piso la cabeza con amor mientras él la miraba con su mueca graciosa. ¿Y vos quién sos? Yo soy una extraña, dijo.
Había una vez un limón que luego de cortado por la mitad y usado quedó en dos partes en la huevera de la heladera. Fue pasando el tiempo y a una mitad le empezó a surgir un sarpullido blanco. A la otra no. A la otra se le empezó a oscurecer el color amarillo a marrón. Finalmente una quedó cubierta por sarpullidos con pelos blancos rodeados por una aurora verde. La otra se arrugó toda y quedó marrón, además de endurecerse como una roca. ¿Por qué a una mitad le había pasado una cosa y a la otro otra? Lo que sí se sabe es que una fue a parar a la basura, y la otra quedó como un fetiche en la heladera, seca.
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CATULO – ODIO Y AMO: 20 POEMAS DE AMOR Y DESAMOR (Ediciones Winograd, 2019). Edición, prólogo, traducción y notas de Pablo Ingberg.
Una breve antología de 20 poemas del poeta latino Cayo Valerio Catulo. Una excelente oportunidad (por la claridad del prólogo, por lo legible de las versiones, por las inteligentes notas finales) de conocer la poesía del unánimemente considerado una de las figuras centrales de la poesía latina.
Dice en el prólogo el traductor: “…la poesía de Catulo despierta en mí una afición especial, al punto de que casi estaría dispuesto a traicionar mi rechazo a los rankings declarándolo mi poeta latino preferido. No es que me parezca el mejor de todos los que tuve ocasión de leer con un mínimo detenimiento. Virgilio y Horacio, los “clásicos”, son más perfectos cada cual en sus varias empresas. Ovidio, el “barroco”, más dotado en las exquisiteces de su talento multiforme. Mi afición a Catulo, lo que lo hace para mí más entrañable, son sus aluviones de pasión poéticamente encauzada, la constante amenaza de desborde que jamás pierde la línea, la reverenda irreverencia que lo hermana con los Keats, Shelley, Corbière, Laforgue, Lautréamont, Rimbaud, esa oleada de jóvenes ingleses y franceses, “románticos” y “malditos”, que, como él, se evaporaron a temprana edad después de haber agitado sólidamente las aguas estancadas de la poesía, dejando el alma en el intento.
Así como esos jóvenes ingleses y franceses abrieron el camino a la poesía moderna, el joven veronés Catulo había abierto unos diecinueve siglos antes el camino de la poesía romana hacia sus máximas alturas. Fue un moderno de su época. Y, a su modo, sigue siéndolo. Por supuesto, como todo el mundo, no nació de un repollo: hizo del repollo un parto humano. Me explico. Poco y nada de obra concreta nos ha llegado tanto de sus predecesores como de sus contemporáneos, si exceptuamos el enorme poema filosófico didáctico Sobre la naturaleza de las cosas, una especie de isla colosal sin precedentes ni continuidades específicas en su lengua, cuyo autor, Lucrecio, nació apenas una docena de años antes que Catulo.[1] Es decir, de los poetas latinos que escribieron antes y al mismo tiempo que él sólo tenemos (exceptuado Lucrecio) nombres y fragmentos dispersos, nada que nos permita forjarnos una opinión cabal por experiencia propia de lectura directa. Por lo tanto, nuestro discernimiento debe ejercerse un tanto a ciegas, sobre la base de las escasas obras que lograron darwinianamente atravesar, de copia en copia manuscrita, los siglos hasta la llegada de la multiplicadora imprenta; a lo sumo contamos a veces con el apoyo de vislumbres colaterales, testimonios antiguos que nos han llegado de quienes leyeron aquellas obras antes que se evaporaran en el tiempo, lecturas para nosotros indirectas, que en consecuencia debemos recibir con cautela. (También excluyo deliberadamente a los comediógrafos Plauto y Terencio: por la cantidad de obra suya conservada, nos consta que un siglo y pico antes habían dado vida romana a la comedia de costumbres ateniense, pero, aunque escribían en verso, no veo, quizá por falta de tránsito, conexiones destacables entre su poesía cómica y la poesía lírica y afines a la que me refiero aquí.) Dentro de ese saber a tientas por el que nos es posible caminar, entonces, el hecho de que no se hayan preservado obras de nota anteriores o contemporáneas a Catulo, sino apenas nombres y fragmentos, puede tomarse incluso como indicio darwiniano de que no había nada demasiado digno de supervivencia hasta la aparición de él en escena. Antes de Catulo, tentativas; desde Catulo, concreciones. Catulo (como Plauto y Terencio en su campo de actuación) da vida romana a la poesía lírica arcaica griega (Safo en particular) y más especialmente a la poesía del período helenístico o alejandrino, es decir, el posterior a la muerte de Alejandro Magno…”
Compartimos un poema:
22
Ese Sufeno, Varo, al que muy bien
conociste, es pintón, mordaz y fino,
y además hace versos más que nadie
Pienso que ha escrito unos diez mil o más,
y no están, como se hace, en palimpsestos,
sino en regios papiros, nuevos rollos,
cilindros nuevos, rojos los cordones,
todo a plomo y con pómez alisado.
Cuando eso leas, aquel grato y fino
Sufeno ordeñacabras o pocero
parecerá: tal cambio lo distancia.
¿Qué pensar? El que un dandi hace un momento
y algo más ducho en esto parecía,
ése es más rústico que el campo rústico
cuando toca poemas y no es nunca
más feliz que si algún poema escribe,
tanto goza de sí y se admira él mismo.
Cierto que en eso nos mentimos todos,
nadie escapa de ser Sufeno en algo.
A cada cual se atribuyó su error,
mas no vemos la alforja en nuestra espalda.
XXII
Suffenus iste, Vare, quem probe nosti,
homo est venustus et dicax et urbanus,
idemque longe plurimos facit versus.
Puto esse ego illi milia aut decem aut plura
perscripta, nec sic ut fit in palimpseston
relata; cartae regiae, novei libri,
novei umbilici, lora rubra membranae,
derecta plumbo et pumice omnia aequata.
Haec cum legas tu, bellus ille et urbanus
Suffenus unus caprimulgus aut fossor
rursus videtur; tantum abhorret ac mutat.
Hoc quid putemus esse? qui modo scurra
aut siquid hac re tritius videbatur,
idem infaceto est infacetior rure,
simul poemata attigit, neque idem umquam
aeque est beatus ac poema cum scribit;
tam gaudet in se tamque se ipse miratur.
Nimirum idem omnes fallimur, neque est quisquam
quem non in aliqua re videre Suffenum
possis. Suus cuique attributus est error;
sed non videmus manticae quod in tergo est.
El final del poema da ocasión para poner un ejemplo de las notas, que son, como se ha dicho, útiles y disfrutables. Por ejemplo, esta:
20/21 A Cada cual se atribuyó su error, / mas no vemos la alforja a nuestra espalda: alusión a una fábula de Esopo recreada luego por Fedro en Fabulas, IV.10, aquí en traducción de Alejandro Bekes (Buenos Aires, Losada, 2014, p. 167):
Júpiter nos impuso dos alforjas: repleta
con los defectos propios nos puso una a la espalda;
grave por los ajenos nos colgó la otra al pecho.
Por eso no podemos ver los propios errores;
en cuanto yerran otros, somos censores todos.
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UN AÑO SENTIMENTAL (Caleta Olivia, 2019) de Santiago Venturini.
Santiago Venturini nació en Esperanza (Santa Fe) en 1981 y es uno de los poetas más destacados de su generación. En este, su quinto libro de poemas, vuelve una vez más a modelar una voz que toma mucho de la llamada Generación del ´90 para construir un espacio poético signado por la frialdad de la mirada, pero que al mismo tiempo deja adivinar el pulso de una íntima y delicada sensibilidad.
EVOLUCIÓN
En algún momento
tu relación con la naturaleza
se rompió.
Las ciudades se levantaron
sobre terrenos desparejos,
sobre kilómetros de montes
y ahora
algunos siglos después
estás sentado en el hábitat
de una pieza
con tareas asignadas
y horarios de descanso.
Cierro los ojos
y me hace sombra el fresno
que vi durante veinte años
en la vereda de mi casa.
Los abro
y me pega la luz de un monitor.
A cuatro kilómetros de esta silla
chillan los chanchos en un matadero
y las sierras recortan la madera,
pero a diez cuadras
hay una laguna que nunca
tocaste con la mano.
Deberías caminar hasta ahí
y meterte en el agua turbia
para que el frío te devuelva
lo que la vida adulta te sacó.
PAPÁ LIEBRE
Cuando era chico
me llevaste un par de veces a cazar.
Querías que aprendiera las cosas
que te habían enseñado,
aunque fuera obvio
que no eran para mí.
Una tarde
en un campo lejos de casa
te vi matar a una liebre.
El sol nos lamía la nuca,
los árboles esperaban la catástrofe
y vos estabas duro contra tu rifle
con un ojo clavado en ese bicho
hasta que el disparo lo tumbó
y el paisaje pudo respirar otra vez.
Volvimos con el cadáver
en el baúl de tu auto
y unos días después
masticamos animal en una mesa
en la que eras el rey.
Ahora no decís mucho
en esta foto que encontré.
Vestido con tu ropa de antes
me parecés tan indefenso
como esa liebre.
Un hombre común
que trabajó
construyó su casa
tuvo hijos
se separó de su mujer
hasta que un día
alguien o algo
a la distancia
lo tumbó.
KURT VONNEGUT
El sol de un parque con hamacas
me hizo cerrar los ojos
y cuando los abrí tenía
treinta años.
Estoy y me voy,
así todo el tiempo.
¿Les sirvo un poco más?
pregunta mamá en la mesa
de un año indeterminado.
Sí, le digo,
y con su voz que se borró
responde:
¿no ves que no hay platos?
En esta mesa nadie come
porque ya todos comimos.
Me despierto en una pieza
que no es mía
y se me mezclan
la de las épocas,
las marcas de televisores,
las caras de los hermanos.
Esta semana
en la pista de una tienda
llena de medias y bombachas
empecé a mover los hombros
al ritmo de la música que escuché
en un Fiat del 92.
Salí bailando de la tienda
bajé bailando del auto,
el aire libre ordenó mi sinapsis
y me paré a mirar a esos chicos
que pavean en las peatonales.
Los vi a la vez
jóvenes y viejos
mutando como experimentos
genéticos:
un día con dientes de leche
otro día masturbándose en sus camas
otro día abrazando a sus novias
de pueblo.
Y los vi más lejos todavía.
Una noche en el salón
de una fiesta.
Tienen panza y piensan
que ya saben todo.
Entonces aparezco yo,
un mozo viejo que les alcanza
un vasito
y les dice:
tómense otro trago, chicos,
porque esto va a ser largo.
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NOCIÓN DE RITMO (Barnacle, 2019) de Pablo Seguí.
Nuevo libro, el sexto, del cordobés Pablo Seguí (n. 1973). Los temas de su poesía, como siempre, son sencillos, cotidianos, y hay una apuesta total por la delicada artesanía que permita la aparición de un encantamiento verbal tan frágil como poderoso.
Compartimos dos poemas:
MEDIOEVO Y LENTEJAS
Apenas conocí
mi mente; de los otros, tristemente,
suposiciones torpes.
Apenas dediqué
mis días a escribir, a convivir
con oraciones pulcras.
La gata, en la azotea. La escritura
fue escapar retornando:
reguero, disciplina.
Ascesis fútil. Miro la ventana
y nada me prometo.
Nada querer; ni olvido.
DE OSCURA LUCIDEZ
Sé que chocó nuestra mirada como
dos astros apagados que se encuentran
una vez más, fatales en su marcha
de siglos gravitando como espectros
uno del otro, marca
antigua, necesaria. Resistí
lo más que pude a tu pasar reacio,
el severo semblante, la constancia
paradojal y firme de tu luna,
de oscura lucidez; luego cedí,
alcé mi mano para saludarte
mientras bajaba el rostro, comprendiendo
que el inusual encuentro, la entrevista
habían terminado. Como dos
astros errantes cuya lejana
noticia es el mito de los dos
gemelos que se amaron y que el sino
separó para siempre, justiciero.
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ALGO QUE NO CIERRA (azulfrancia, 2019) de Victoria Zerdá.
Primer libro de Victoria Zerdá, nacida en Arrecifes en 1993.
Compartimos dos poemas:
UN SECRETO
no sabemos qué tan vivos estamos
hasta que una mañana cualquiera
un oído se nos apoya en el pecho
y se dispone a escuchar
como quien escucha un secreto
detrás de una puerta.
LA LIBERTAD
La libertad soy yo
dormida en una gran cama
sin ningún espacio frío.
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LA MALA VIDA (Caleta Olivia, 2019) de Paula Jiménez España.
Paula Jiménez España nació en Buenos Aires en 1969. Se trata de la reedición de un libro que fue publicado por primera vez por Bajo la luna en 2007. El libro, breve e intenso., arranca así:
Una noche queríamos comprar
merca y entré a un conventillo
de tres o cuatro pisos,
las escaleras circulares daban
a los palieres anchos y en las puertas
de las habitaciones había mesas
donde atendían los punteros. ¿Qué pasa
si no vuelvo? pensé, nadie se entera.
Una mujer sacudía su vestido
apoyada en la baranda y un pendejo
paseaba en un triciclo. Trancé, después me fui
y como si fuera
a convertirme en la estatua de sal
del Evangelio o en la chica
de piedra del Abasto, no miré atrás
al descender, a diferencia
de los colectivos. Pura superstición
o miedo de andar
mostrando el miedo. No sé, fijé la vista
y sin chistar
bajé. Me acompañaba un eco que era mezcla
de risas, voces, cacerolas, una vida
de esas donde nadie
está solo. Podía imaginarme un patiecito
con piso de baldosas, el interior roído
de un living comedor, la tele
prendida, una familia.
Yo a veces siento
envidia de esas cosas.
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LUZ DE OSCURO / POEMAS EN LA (HERMANA) MENOR (Leviatán, 2019) de Ariana Scheinin.
Son dos libros en el mismo volumen, cada uno realizado con fragmentos breves numerados con números romanos en los que muchas de las ideas vuelven mientras se avanza a través de un tenue hilo argumental y dramatúrgico.
Compartimos un poema de cada libro:
XIX (DE LUZ DE OSCURO)
Y los aljibes rotos sucumbieron por mi fuego
por la claridad de mi nombre
piedra a piedra
sublevaron su quietud
Piedra a piedra
desarmaron su silencio
Yo fui entonces la nombrada
La tutora del pliegue
Y ellos
los pozos reverberantes
de la luz.
I (DE POEMAS EN LA (HERMANA) MENOR)
Yo era la niña que bordaba los secretos
La niña del alba incierta
Una especie de maga en el rellano de los días
preparándose para el salto hacia las “almas”
Yo era la niña que guardaba los secretos
en un lunar plateado
y mi rostro era
el testigo mudo de otros seres.
CODA:
Sí
Ser hermana fue
cobijar sus secretos
en la hebra de mis sueños.
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EL MOVIMIENTO OBRERO GRANIZADO (Barnacle, 2019) de Alberto Cisnero.
“Cisnero no desconoce–dice en la contratapa Miguel Gaya– el riesgo, ni un camino que acaso nace con Marechal, se ramifica con Lamborghini, Urondo y Gelman, y hoy es una vasto archipiélago interconectado. Es, tal vez, parte de su herencia, pero va más allá, al mar de la intemperie. Como hicieron los nombrados, bueno es consignar. Su travesía, entonces, no es explicar nada antes del granizo, sino hacerse cargo, desde lo íntimo, lo fraterno y, permítaseme decirlo, lo poético, de esto en que nos hemos convertido. Se hace cargo de su historia, se historiza en lo poético y nos desea: “Que te acontezca lo bello y lo terrible, que te sea concedido / un deseo”.
Compartimos un poema:
35
canta el grillo en los viejos muros. nigromante, brujo, adivino, hechicero, captor. rompe la cifra, se curva blandamente, que no es la mía, no. el éxito de otra argucia. durará lo que dure este encanto. gábulas, combinaciones, laberintos de humo. me burlo de ello. me asesino y me encanto. alquitrán, nicotina, monóxido de carbono. y sin mudar una sílaba, muchas y diversas veces hago añicos el libro como otros buscan la alegría. el grillo de los viejos muros canta. ledo. no sabe del sueño el destino. azules purísimos pronto lo golpearán. nadie, por más ológrafo, se confiesa más de lo que conoce su propia mano.
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SAINT ELMO (Huesos de Jibia, 2019) de Hernán Sagristá.
Hernán Sagristá nació en 1974. Este es su –extraño– segundo libro de poemas. Dice en la contratapa Fernando Molle: “Hernán Sagristá no hace revisionismo. Lo que ofrece es una patria múltiple y desconocida. El hilo que ritma los hechos íntimos, ocultos bajo la polvareda de testimonios y contradocumentos. Un hilo de locura, de sinsentido y de perversión. Amantes de virreyes, flemáticos invasores, prelados lúbricos, diplomáticos intrigantes, morenos y mulatas, principales y plebeyos. Hacemos pie en el empedrado erosivo que caminaron nuestros ancestros. Un casco históricos brumoso que aquí, en Saint Elmo, podemos visualizar fascinante y futuro. Son las Argentinas que Sagristá dispone y conmemora, sobre el surco barroquizante que abrieron el primer Perlongher y, en Chile, el Maiqueira de La Tirana…”
Compartimos el comienzo del poema “Juan Manuel después de Caseros”:
I
Esa mañana el Restaurador salió a pasear por la quinta
la fresca del río era un bálsamo para un talante duro
casi en parálisis
de repasar con amargura los pormenores de la batalla
Le dolían un poco las articulaciones, le recomendaron caminar
hacer aquagym en Gimnasia y Esgrima
en un paso de comedia repetido le gruñía a su terapista
“no es de hombre chapucear entre doñas”
Encaraba al sol benévolo de septiembre con extrañeza
sentía la ráfaga de la indiada pasar en pequeños malones
y que apiñándose en la lejanía
asolaban la sombra que un sauce a un puesto daba
¡tanto alboroto por una vaina de carne que el hervor turbio reanima
y cautiva cae entre dos mitades de pan con nombre de ciudad imperial!
No recordaba haber autorizado esa pérgola, ese lago, esas estatuas
“¿dónde está ese tano pata sucia? Tráiganmelo a Descalzi”
No podía recordar en qué día estaba, día de descanso sería
que la indiada se paseaba en pescadores, musculosas y hawaianas.
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LIBRO DEL DOLOR Y DEL DESEO (Leviatán, 2019) de Hugo Echagüe.
Un nuevo libro del santafecino Hugo Echagüe, nacido en Santa Fe en 1951. Dice en la contratapa Alejandro Schmidt: “…Dice Echagüe: «las palabras (…) se abren al abismo». Sí, pero este abismo nunca es el nihilismo o la disolución, sino una vez y otra, el anhelo de lo absoluto. Un libro importante acerca de lo inevitable: ser arrojados a este mundo”.
Compartimos el poema que abre el libro.
EL CORAZÓN DE LA NOCHE
Para algunas cosas
estamos solos
desde siempre.
Seguir intentando
botella al mar
grito en el cielo
o en el vacío.
algún día llaman a la puerta
y está allí
sueño de cielo.
Frío en los balcones
alguien prende una llama.
Una vela
remota en la noche
tan pequeña que no sé
si puede con tanto desastre.
Aguanta la luz encendida
en el corazón de la noche.
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ÓPERA (Niña Pez, 2019) de Pablo Queralt.
Ópera es el poemario número veinticinco de Pablo Queralt. Fabián Iriarte, su prologuista, nos introduce así al libro: “Escuchamos una voz, como de cantante de ópera, que va rememorando distintos episodios, tanto de vida como de su educación musical. Se tata, verdaderamente, de un aprendizaje (…). El texto está sembrado de alusiones a la historia de la ópera y sus principales obras”.
Compartimos algunos pasajes:
Momento recién salido del agua
la dicha que fue y llega
en la llama
de otro movimiento
otro rumor del pulso
que se disuelve y salta libre
al vuelo
como una hoja de sombra
en la transparencia del lienzo
como una envoltura asistiendo al nacimiento
de Venus en el temor de las flores
muertas en plena primavera
los pasos silenciosos sobre la hierba azul blanca
tenue dulce música
bajo el alero de una casa en esa tristeza
que termina con ese caminar dormido
desperdiciando el tiempo
dejo la voluntad y aparece la decisión
sobre las semillas que vuelan
como verbenonas en los ojos de mi desnudez.
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EN TODO LO QUE TIEMBLA (Ediciones del Dock, 2019) de Alicia Maffei.
“Sus poemas –dice Paula Tizzano Fernández– remiten al registro de una infancia pura y feliz en Turdera, al descubrimiento reflexivo de los momentos fugaces y a la preponderancia de lo pequeño es toda su síntesis y potencia”. Compartimos un poema:
LA BÚSQUEDA DE LA BELLEZA
Yo no sé
de dónde vengo
no conozco los misterios
ni cuando cambia el viento
o cuando cambia la luna
espero la luz
de una mañana
su voz baja
esa clara presencia
en los lirios solitarios.
[1] No ignoro que, por ejemplo, Virgilio en alguna parte de su obra se inspiró en pasajes puntuales de Lucrecio; sólo me refiero a que no conozco continuidades, con peso poético propio, del poema de Lucrecio en su conjunto.