por Paz Busquet
Me propongo con esta entrada empezar un recorrido por algunas voces de la obra de García Lorca, en su mayor parte monólogos de obras de teatro, que captan algo muy profundo del mundo de los deseos.
Lo interesante, o por lo menos lo que me interesa compartir, es que no se trata de la captación de cualquier deseo, sino de deseos que por presión negativa han cambiado de signo. Las mujeres de Lorca, entre lo reprimido y lo vital, tienen una fuerza que por presión contraria estalla y en su negación afirma.
Basta con leer los fragmentos de Yerma que están más abajo para encontrarse a cada paso con ejemplos de lo que estoy diciendo: “Roca que es una infamia que sea roca porque debería ser una canasta de flores y agua dulce. Yo he venido a estas cuatro paredes para no resignarme” o “¡Ay pechos ciegos bajo mi vestido!/ ¡Ay palomas sin ojos ni blancura!”.
Pero para sumarle una comparación, la imagen que me viene a la cabeza cuando trato de trasmitir algo de lo que para mí consigue Lorca con Yerma, es la que expresa la vida de esas semillas, una lenteja, un poroto quizá, doblándose sobre su propio vientre y reventando entre el vidrio y el secante de un germinador, a la vista de todos.
El moho lento ganándole al brote verde, el olor final y podrido de esas que quedan como pura potencia y terminan no siendo lo que se esperaba de ellas sino algo diferente. Cuando lo que se espera socialmente no es lo que se desea en lo personal ¿Qué es engendrar? ¿Qué es ser fértil?
Yerma, la imagen de la fecundidad castigada a la infertilidad. Brote verde y vivo que también fue Lorca, otro brote verde y vivo, breve.
Lorca decía sobre Yerma, en una entrevista…
Estoy trabajando mucho. Ahora voy a terminar “Yerma”, una segunda tragedia mía. La primera fue Bodas de Sangre. “Yerma” será la tragedia de la mujer estéril. El tema, como usted sabe, es clásico. Pero yo quiero que tenga un desarrollo y una intención nuevos. Una tragedia con cuatro personajes y coros, como han de ser las tragedias. Hay que volver a la tragedia. Tiempo habrá de hacer comedias, farsas. Mientras tanto, yo quiero dar al teatro tres tragedias. Bodas de sangre fue la primera, Yerma será la segunda.
(…)
Yerma, cuerpo de la tragedia que yo he vestido con ropajes modernos, es, sobre todas las cosas, la imagen de la fecundidad castigada a la esterilidad. Un alma en la que se cebó el destino señalándola para víctima de lo infecundo. Yo he querido hacer, he hecho, a través de la línea muerta de lo infecundo, el poema vivo de la fecundidad. Y es desde ahí, del contraste de lo estéril y lo vivificante, de donde extraigo el perfil trágico de la obra.
Una vez un periodista le preguntó por qué elegía mujeres y no hombres para sus obras, y Lorca, que miró como sorprendido, respondió que encontraría gran dificultad en ofrecer sus obras si los héroes fueran hombres, “hay una crisis lamentable de actores, buenos actores”…
“YERMA, POEMA TRÁGICO EN TRES ACTOS” (Fragmentos)
Juan: Cada hombre tiene su casa.
Yerma: Y cada mujer la suya.
Juan: Las ovejas dentro del redil y las mujeres en su casa. Tú sales demasiado.
Yerma: Justo. Las mujeres dentro de sus casas. Cuando las casas no son tumbas. Cuando las sillas se rompen y las sábanas de hilo se gastan con el uso. Los hombres tienen otra vida, los ganados, los árboles, las conversaciones; las mujeres no tenemos más que esta de la cría y el cuidado de la cría.
Juan: Te empeñas en meter la cabeza por una roca.
Yerma: Roca que es una infamia que sea roca porque debería ser una canasta de flores y agua dulce. Yo he venido a estas cuatro paredes para no resignarme. Cuando tenga la cabeza atada con un pañuelo para que no se me abra la boca, y las manos bien amarradas dentro del ataúd, en esa hora me habré resignado. Quiero beber agua y no hay vaso ni agua, quiero subir al monte y no tengo pies, quiero bordar mis enaguas y no encuentro los hilos.
***
Varón: Todos los campos son iguales.
Yerma: No. Yo me iría muy lejos.
Varón: Es todo lo mismo. Las mismas ovejas tienen la misma lana.
Yerma: Para los hombres, sí; pero las mujeres somos otra cosa.
***
Yerma: ¡Ay qué prado de pena!
¡Ay qué puerta cerrada a la hermosura,
que pido un hijo que sufrir y el aire
me ofrece dalias de dormida luna!
Estos dos manantiales que yo tengo
de leche tibia, son en la espesura
de mi carne, dos pulsos de caballo,
que hacen latir la rama de mi angustia.
¡Ay pechos ciegos bajo mi vestido!
¡Ay palomas sin ojos ni blancura!
¡Ay qué dolor de sangre prisionera
me está clavando avispas en la nuca!
Pero tú has de venir, ¡amor!, mi niño,
porque el agua da sal, la tierra fruta,
y nuestro vientre guarda tiernos hijos
como la nube lleva dulce lluvia.
***
Yerma: No es envidia lo que tengo, es pobreza.
La mujer de campo que no deja hijos es como un manojo de espinos.
Yo no debo tener manos de madre. Porque estoy harta, harta de tenerlas y no poderlas usar en cosa propia. Que estoy ofendida, ofendida y rebajada hasta lo último, viendo que los trigos apuntan, que las fuentes no cesan de dar agua, y que paren las ovejas cientos de corderos, y las perras, y que parece que todo el campo puesto de pie me enseña sus crías tiernas, adormiladas, mientras yo siento dos golpes de martillo aquí, en lugar de la boca de mi niño.
Creen que me puede gustar otro hombre y no saben que aunque me gustara, lo primero de mi casa es la honradez. Son piedras delante de mí, pero ellos no saben que yo, si quiero, puedo ser agua de arroyo que las lleve.
***
Yerma: A veces, me sube como una oleada de fuego por los pies y se me quedan vacías todas las cosas, y los hombres que andan por la calle y los toros y las piedras me parecen como cosas de algodón. Y me pregunto ¿para qué estarán ahí puestos?
***
Yerma: Yo no pienso en el mañana, pienso en el hoy. Yo pienso que tengo sed y no tengo libertad. Yo quiero tener a mi hijo y dormir tranquila, y óyelo bien y no te espantes de lo que digo: aunque yo supiera que mi hijo me iba a martirizar después y me iba a odiar y me iba a llevar de los cabellos por las calles, recibiría con gozo su nacimiento, porque es mucho mejor llorar por un hombre vivo que nos apuñala, que llorar por este fantasma sentado año tras año encima de mi corazón.
***
Yerma: Mi marido es bueno, ¿y qué? Ojalá fuera malo. Pero no. Él va con las ovejas y cuenta su dinero. Cuando me cubre cumple con su deber, pero yo le noto la cintura fría como si tuviera el cuerpo muerto y yo, que siempre he tenido asco de las mujeres calientes, quisiera ser en aquel instante como una montaña de fuego. No soy una casada indecente, pero yo sé que los hijos nacen del hombre y de la mujer. ¡Ay! Si los pudiera tener yo sola.