Compartimos una sección de poemas de tres de los poetas incluidos en la publicación en papel #39 de Hablar de Poesía: Evangelina Aguilera, Aldo Giacometti, y Liliana García Carril. [1]
EVANGELINA AGUILERA, de BOCCACCIO PARA RECITAR
INTRODUCCIÓN
los enfermos y sus cosas no eran el miedo
ni los enterrados eran
tampoco el ataúd con tres cadáveres
el miedo era
la racionalidad del animal
que vuelve por la noche hasta el establo
sin pastor que lo lleve
(qué más puedo decir si hablo del hombre?)
LA CONFESIÓN DE SAN CIAPPELLETTO
hay palabras con peso de metal
otras con consistencia de ceniza
y hombres que vuelan, mueren o castigan
pero no es la verdad
es la memoria lo que nos salva a todos.
EL RUISEÑOR DE CATALINA
No todo corazón resiste el paso
ni el peso del amor. Persiste el vuelo
en la tensión perfecta de la muerte:
la intensidad que agota una existencia,
la tragedia de ser un colibrí.
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ALDO GIACOMETTI, DE CÁNCER [fragmento]
El Árbol celestial de las estrellas cargado de húmedos frutos azul noche
Un ser que sufre de melancolía progresiva
Sangre húngara en las venas
Adiposos hemisferios femeninos
La apatía de las estrellas
La angustia que anuncia algo que todavía no se sabe bien qué es
No como autoexpresión sino como autoalteración
Nadie puede transformar a nadie
No estoy loco
¿Qué es eso que está ahí?
Cosas que la mente ya conoce
Se puede hacer que las paredes colapsen
Empieza con cualquier sonido y se mueve hacia cualquier otro
Sin ir hacia ningún lado pero expandiéndose sin fin
A los pensamientos dejarlos ir
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No
Nada de eso
Cada día es un día hermoso
Radiante
Incandescente
En algún momento uno descubre que no es para nada aburrido sino por demás interesante
La luna y las estrellas y el agua
Solo dejaron palabras
La aldea y el bosque
Un viaje a lo invisible
La acción y la atención que se concentra en la acción. La atención le transmite a la acción su significado
Para ver aquello que el saber por sí solo no revela
Una tensión que oscila entre la armonía y el conflicto mortal
Quien come será comido. Quien ha despedazado será despedazado. Quien ha consumido alimento se convertirá él mismo en alimento
El placer y la culpa
El vínculo más fuerte posible, el de una sílaba con la siguiente
Lo que aparece en el mismo momento en que aparece es ya un objeto de rapiña
Cuanto más variado es el origen más densa e impenetrable es la textura del todo
Pueda lo que la mente conciba serme propicio
Yo, señor, sufro. Señor, llévame a la otra orilla del sufrimiento
El camino es distinto cada vez
Más divino, más tranquilo, más ardiente
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LILIANA GARCÍA DEL CARRIL, de EL MÉRITO
UN DÍA DESCUBRÍ que un montón de horas
de la militancia de mi padre
tenían nombre de mujer judía.
No lo descubrí, lo deduje
¿antes o después?
Tuvo que emancipar
a las hijas, cada una a su turno
y se liberó de la vida familiar.
Demasiadas mujeres,
liberarse, liberar a los oprimidos,
decía, mientras la verdad.
SONIDO DE VIDRIO que se parte
y a continuación un ruido más seco
y astillado, sonido de golpe
más compacto, voces de fondo.
¿Importa botella de qué bebida era?
¿Importa quién pintó el cuadro
que así y todo se mantuvo en el clavo?
¿Y cómo caminaba de acá para allá
agarrándose la cabeza maldiciendo?
¿Acaso puede leerse la idea
que animó esta escena?
¿Y la luz? ¿Y esa segunda aparición
con una mano vendada? ¿Importa
si era la izquierda o la derecha?
destellos de agua en las astillas de vidrio
y en la pared personajes
de teatro chino de sombras
o sobras, parecen de otra escena,
está mal jugar con las palabras, restos
de un festín de rabia, quedarse
con los rastros, seguirlos, después.
CUANDO NOS SEPARAMOS
éramos todos jóvenes
incluso los más viejos;
ahora tengo más o menos la edad
que tenía él cuando nos reencontramos
mesa de por medio
con la intención de que la comida fuera
un lugar neutral; a medio camino
entre el marxismo leninista
y el psicoanálisis freudiano;
pero qué podía comer un padre enfermo;
comí en su contra una milanesa a caballo
–yo, que me había vuelto vegetariana
y cultivaba el gusto por lo crudo
como variante de una fe perdida–;
lo vi empalidecer frente a su plato favorito;
cuando llegó el momento del café
el muro derribado se irguió entre los dos
como un grueso vidrio:
le hablé del malestar en la cultura
no de mi malestar hacia él
por haberme abandonado por esa rusa;
me comporté como una chica dura
me entusiasmaba discutir las razones
de la caída de un mundo: el de él.
(al fin y al cabo los dos teníamos
toda una vida por delante: eso creí
perdida en las teorías
haciendo leña de la desilusión)
Con qué ojos me miró quebrar
con una papafrita la delicada tela
de la yema del huevo y hurgar allí,
hasta que logré tragármela
atragantada con mis palabras más torpes.
[1] Evangelina Aguilera nació en Mar del Plata en 1977. Publicó los libros de poemas Fuga (2009), Memoria del silencio (2015) y Una casa no arde sola (2018).
Aldo Giacometti nació en Buenos Aires en 1978. Publicó Qué no hacer y La guitarra sin cuerdas, ambos en 2015, y HM y Criatura de Dios en 2016. Trabaja como traductor, lector y corrector para distintas casas editoriales y medios gráficos.
Liliana García Carril nació en la Ciudad de Buenos Aires. Publicó: La mujer de al lado (2004), La paciencia (2009) y La dura materia del pensamiento (2015). Se desempeña como docente en la Universidad Nacional de las Artes.