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Circe Maia – La resbaladiza sustancia de la ...

Circe Maia – La resbaladiza sustancia de la vida

Texto y selección a cargo de Lara Segade

 

Al pasar mucho tiempo dentro de la casa, comienzan a percibirse las pequeñas variaciones de las cosas de todos los días. Cómo se desplaza la luz sobre los objetos, por ejemplo. El crecimiento de las plantas o de los hijos. Comienza a percibirse la transformación continua de todo, incluso de lo que parecía quieto, estable o permanente.

            Una mirada así es la que despliega Circe Maia en sus poemas. Nacida en Montevideo en 1932, ya en su segundo libro, de 1958 (el primero, Plumitas, lo había publicado cuando tenía 12 años) aparece una preocupación por el problema del tiempo; una preocupación que sin embargo no tiene nada que ver con el pensamiento abstracto sino que consiste ante todo en un registro sensible de lo que se mueve alrededor. En En el tiempo, la muerte reciente de la madre incluye en ese registro una marca oscura que en lo que sigue irá dejando de ser un punto de inflexión para integrarse en los ciclos de la luz como un tono sepia o, más bien, tenue. Y es que la mirada de los poemas de Circe Maia está siempre al borde de la nostalgia sin sucumbir nunca del todo a ella: “No es nostalgia”, dice en el poema “Movimientos”: “Es el verse rodeado / del doble movimiento de las cosas”. Es la ciudad, en este caso, la que “crece imperceptiblemente / e imperceptiblemente se deshace / vuelta memoria”.

            El tiempo, en los poemas de Circe Maia, no está más allá de las cosas que toca, esas cosas de todos los días: las escaleras de la casa, por ejemplo, que suben y bajan la mujer de “Esta mujer” y los hijos de “Regreso”. No se trata de una metáfora del tiempo, de una comparación entre cosas distintas operada por la mente. Cada peldaño es, en cambio, contiguo a los pasos, los pies; los gritos, los cantos y las peleas de los niños; el hacer de la mujer y su luz. Y todo eso es, en definitiva, el tiempo, “la resbaladiza sustancia de la vida”.

            En una entrevista con María Teresa Andruetto (incluida en la antología La pesadora de perlas), Circe Maia define la poesía como un tipo de pensamiento que busca la precisión. Creo que con precisión se refiere a esto: el hallazgo de ese acuerdo que existe entre las cosas del mundo y las maneras de nombrarlas, que nada tiene que ver con imposiciones del lenguaje o de la mente. Por el contrario, la poesía es una forma tranquila de atención a lo que las propias cosas tienen para decir, a ese medio tono en el que anuncian su presencia, como el río y el monte cubiertos de niebla en el poema V de los “Poemas de Caraguatá (Imagen final)”: “Claro que pueden despertar angustia / pero sólo al querer forzarlos, revelarlos. / Déjala así. Acepta esta luz blanda. / Deja a la venda húmeda que toque / el ojo herido. / Déjala”.

            Los poemas de Circe Maia tienen, en efecto, algo de medio tono o susurro. Pero es ahí, justamente, donde reside el poder de su hacer. Lo suave no necesariamente es débil. Por el contrario, es a veces lo que mejor sostiene, como las fibras que traman las horas de la mujer a la que despierta un llanto: “fibras resistentes / como cosas reales: pan, avena, / ropa lavada, lana tejida”.

 

 

DE EN EL TIEMPO (1958)

II

Recordarte es borrar, empecinadamente
una vez y otra vez, esta sustancia oscura
que de ti me separa.

Cadáveres de días que no viste, te cubren.
Llueven sobre tu rostro gotas lentas, espesas
y de beber, amargas.

Y bebo a grandes sorbos, y dolorosamente
este tiempo que crece entre tú y yo, borrándote.
Una y otra vez, contra olas de plomo
contra de la corriente, partiendo el oleaje

–olas sombrías, noches que no viste, te cubren–
Como un nadar terrible, ahogándose
y ver tu rostro lejos, en una playa ajena
que no puede tocarse.

  

V

Hoy me puse a cantar canciones tuyas
cuando no había nadie.
Y venía tu voz, alzándose, venía
borrándome la ajena luz, volando
tu voz hacia la mía
como por otro aire.

Venía como niebla de cariño
–y como tan de lejos–
un ansia dolorosa
de querer acercarse
y aunque casi llegaba
–ya más cerca, ya más cerca–
no podía alcanzarme.

Porque tu voz volaba
ay, querida, querida
por otro aire.

 

DE EL PUENTE (1970)

REGRESO

Estábamos tan acostumbrados
al ruido de los niños
–gritos, cantos, peleas–
que este brusco silencio, de pronto…
Nada grave. Salieron.
Sin embargo
en pocos años será lo mismo
y no nos sentaremos a esperarlos.
Habrán salido de verdad.
Se saldrán del correr en escaleras.
¡No corran, niños! De sus cantos gritados
de su empujarse y su reír, habrán salido.

Volverán sólo en ráfagas-recuerdos,
en fotos alineadas.
Tiempo de mamaderas y pañales.
Tiempo de túnicas y carteras.
Tiempo quedado atrás de alguna puerta
que no será posible abrir. Habrán salido.

Por eso toco y miro, como de gran distancia
este cuarto en silencio
con juguetes tirados por el piso
con camas destendidas.
Me siento regresando.
Como quien ya se iba y se da vuelta.
Como alguien que olvidó despedirse.
Desde afuera, de lejos, he regresado
a la resbaladiza sustancia de la vida.

 

ESTA MUJER

A esta mujer la despierta un llanto:
se levanta medio dormida.
Prepara una leche en silencio
cortado por pequeños ruidos de cocina.

Mira cómo envuelve su tiempo
y en él está viva.
Sus horas
fuertemente tramadas
están hechas de fibras resistentes
como cosas reales: pan, avena,
ropa lavada, lana tejida.

Cada hora germina otras horas
y todas son peldaños
que ella sube y resuenan.
Sale y entra y se mueve
y su hacer la ilumina.

 

DE DOS VOCES (1981)

POEMAS DE CARAGUATÁ

I

A la hora final
cada uno tendrá su pequeño paisaje
para borrar con él esa penumbra
de habitación de enfermo.

Este trozo de río no está mal, por ejemplo,
para guardarlo así: las costas verdes
rodeándolo, brillante, silencioso.

Y son dos movimientos:
mientras el bote avanza
sin ruido, hacia adelante,
la imagen, al contrario,
va hacia atrás, silenciosa,
abriendo el pensamiento
y ancla profundamente.

Cuando toque soltar amarras
de una vez para siempre
el viajero no habrá de ver los muros
–frascos, cama, remedios–
sino este río inmóvil
bajo la luz del sol, resplandeciente.

 

V

Río y monte cubiertos de niebla
ingresan fácilmente en lo “ya visto”
se vuelcan sin conflicto en el recuerdo.
Vienen ya tan modestamente
descoloridos! Tan apenas
anuncian su presencia. Nada imponen.
Sugieren vagamente
sin mayor convicción, como si hablaran
–lenguaje de la niebla– a medio tono.
Claro que pueden despertar angustia
pero sólo al querer forzarlos, revelarlos.
Déjala así. Acepta esta luz blanda.
Deja a la venda húmeda que toque
el ojo herido.
Déjala.

 

DE DE LO VISIBLE (1998)

MOVIMIENTOS

La ciudad crece imperceptiblemente
e imperceptiblemente se deshace
vuelta memoria.

No, no. No es nostalgia.
Es el verse rodeado
del doble movimiento de las cosas
como si en vez de andar, fuera uno sentado
en una hamaca siempre balanceándose:
el futuro te empuja entre vigas al aire
y otras –también al aire–
te empujan hacia atrás
con un golpe de herrumbre.

 

DE DUALIDADES (2014)

DOS FUTUROS

¿Podremos ver crecer la santa-rita?
Anteayer fue plantada en el muro del fondo.
Llega hasta media altura.
Tiene dos flores rojas.
En realidad son tres hojas rojas, que envuelven flores
diminutas y blancas.
Verla, en verdad, crecer, claro que es imposible.
Más vale no mirarla día a día.
Parece siempre igual. Y sin embargo
algún día habrá trepado al muro.
Derramará sus flores-hojas
hacia un lado y el otro.
(Ella no entiende esas separaciones)
¿Pero podremos verla?
Como nada es seguro
también podrá ocurrir que se muriera
como murió el cerezo en su primera infancia
en el mismo lugar en que ella crece.
Hay grandes esperanzas, sin embargo,
sobre esos dos futuros:
el de la planta roja
y el de los ojos que querrían mirarla.


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