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Un poema de Simone Weil

Un poema de Simone Weil

(AC)

No somos todavía conscientes de la importancia del pensamiento de Simone Weil. Si hay un futuro verdaderamente humano para nuestra aventura, estará sí o sí ligado a su radiante lucidez.

        La apuesta de este libro de Carolina Massola que ahora publica la editorial Alción[1] es muy atractiva: traducir y reunir en un volumen algunos de los textos escritos por Simone Weil entre fines de 1941 y mayo de 1942, durante su estadía en Marsella. Ese período fue muy fructífero, enmarcado en la estela de la experiencia mística de la Sema Santa de 1938 en Solesmes, y el diálogo con Joseph-Marie Perrin, religioso dominico que fue un interlocutor importante para que Simone Weil precisara sus pensamientos en torno al cristianismo. En el libro, después de una nota introductoria de Massola, hay tres ensayos, una carta, y cuatro poemas.

       La traducción, explica la autora, busca seguir bien de cerca el pensamiento de Simone Weil (“es indispensable recordar que leemos pensamientos” dice en un momento de la introducción.). Eso explica que se busque una fidelidad privilegiada al desarrollo de las ideas, incluso en los poemas, que en su original francés son básicamente métricos y consonantemente rimados.

        En pocos días el libro estará en las calles, una lectura indispensable para el Adviento. Aquí compartimos simplemente una frase de uno de los ensayos recogidos en el libro, y un poema.

¿Cuántas veces la claridad de las estrellas, el sonido de las olas del mar, el silencio de la hora que precede al alba llegan vanamente a manifestarse para llamar la atención de los hombres?

 

LA PUERTA

Ábrenos pues la puerta y veremos los vergeles,
Beberemos su agua fría donde la luna dejó su huella.
La larga ruta quema enemiga a los extranjeros.
Erramos sin saber y no encontramos lugar alguno.

Aquí la sed está sobre nosotros. Queremos ver flores.
Esperando y sufriendo, aquí estamos ante la puerta.
Si es necesario romperemos esta puerta a golpes.
Presionamos y empujamos, pero la barrera es demasiado fuerte.

Hay que languidecer, esperar y mirar vanamente.
Miramos la puerta; está cerrada, inquebrantable.
Fijamos en ella los ojos; lloramos bajo el tormento;
La vemos todavía; el peso del tiempo nos abruma.

La puerta está ante nosotros; ¿de qué nos sirve querer?
Vale más irse abandonando la esperanza.
No entraremos jamás. Estamos hartos de verla…
La puerta al abrirse dejó pasar tanto silencio

Que ni los vergeles surgieron ni flor alguna;
Solo el espacio inmenso donde habitan el vacío y la luz
De pronto se presentó de un lado al otro, colmó el corazón,
Y lavó los ojos casi ciegos bajo el polvo.

LA PORTE // Ouvrez-nous donc la porte et nous verrons les vergers, / Nous boirons leur eau froide où la lune a mis sa trace, / La longue route brûle ennemie aux étrangers. / Nous errons sans savoir et ne trouvons nulle place. // Nous voulons voir des fleurs. Ici la soif est sur nous. / Attendant et souffrant, nous voici devant la porte. / S’il le faut nous romprons cette porte avec nos coups. / Nous pressons et poussons, mais la barrière est trop forte. // Il faut languir, attendre et regarder vainement. / Nous regardons la porte; elle est close, inébranlable. / Nous y fixons nos yeux; nous pleurons sous le tourment; / Nous la voyons toujours; le poids du temps nous accable. // La porte est devant nous; que nous sert-il de vouloir? / Il vaut mieux s’en aller abandonnant l’espérance. / Nous n’entrerons jamais. Nous sommes las de la voir. / La porte en s’ouvrant laissa passer tant de silence // Que ni les vergers ne sont parus ni nulle fleur; / Seul l’espace immense où sont le vide et la lumière / Fut soudain présent de part en part, combla le cœur, / Et lava les yeux presque aveugles sous la poussière. 

[1] Weil, Simone. Pensamientos, poemas. Traducción, introducción, selección, y notas de Carolina Massola, Córdoba, Alción, 2023.